Des Moines, Iowa.
Hace nueve años

El ambiente ha estado muy raro en casa últimamente. John y Gwen han tenido alguna discusión durante los últimos días; discusión en la que Gin no se ha implicado. Sospecha que haya tenido que ver con algo relacionado con la Hermandad de cazadores. Gin nunca participa en aquellas conversaciones: hace mucho tiempo que dejó de tratar de integrarse en algo de lo que, por supuesto, nunca ha formado parte.

Aquella sabe que siempre ha sido una batalla perdida.

Sea como fuere, Gin despertó aquella mañana con un mal presentimiento. Ha necesitado todo el día para entrenar, darle vueltas, distraerse y llegar a la conclusión de que, sea lo que sea lo que esté pasando, necesita respuestas. Tras darse una ducha, marcha con decisión al dormitorio de su hermana... para descubrir que está haciendo las maletas.

Se marchan. Su padre y su hermana se marchan.

—Gwen —la llama, con la expresión desencajada. Debió imaginárselo. En el fondo de su corazón, siempre supo que era cuestión de tiempo... y, sin embargo, ahora que ha pasado, cree haber oído a su propio corazón, rompiéndose—. ¿Cuándo pensabais decírmelo?

Los últimos días habían sido de lo más tensos en la residencia temporal de los Ashkore. Su padre y ella habían discutido en diversas ocasiones sin llegar a un acuerdo mutuo y Gwen ya se había cansado de tener que vivir siendo arrastrada hacia una vida que ella no había elegido. No quería seguir dando tumbos de un lado para otro cazando y eliminando vampiros. No, no más. No ahora que tenía otra opción.

Le habían aceptado la plaza que solicitó en la UCLA, lo que significaba que un nuevo camino se abría ante ella. La vida que siempre había soñado estaba a tan solo un paso.

Estaba guardando las cosas en la maleta cuando escuchó la voz de Gin a sus espaldas. No solo era su oportunidad de ser libre, también lo era la de su hermana. Por eso cuando se giró no pudo más que reír al ver la expresión de pánico en su hermana. ¿Acaso pensaba que se iba a marchar sin ella?

— Anda, Gintonic. No te quedes parada, tu maleta no se va a hacer sola — le advirtió señalando la maleta de su gemela que ella misma se había encargado de sacar para que cuando esta llegara empacara sus pertenencias — Si nos damos prisa, podemos salir en un par de horas y al amanecer habremos llegado a Denver. Nos podemos turnar para conducir, pero si lo prefieres no me importa hacer noche en algún hotel de carretera de Nebraska —.

Por que era obvio que la iba a elegir a ella.

¿No?

Está demasiado confundida para terminar de entender qué está pasando. Su primera conclusión ha sido evidente: su padre y su hermana —los grandes cazadores de la Hermandad— se marchan por fin, a cumplir su misión a saber dónde. Pero no es aquello lo que Gwen le da a entender.

«Anda, Gintonic. No te quedes parada, tu maleta no se va a hacer sola.»

A veces utilizaba aquel apodo para picarla, pero Gin ha sido pillada por sorpresa. —¿Qué quieres decir? —¿Se marchan... con ella? Los ojos de la muchacha se iluminan, aunque aún está conmovida por la confusión. Entonces, ¿por qué nadie le ha dicho nada?—. ¿Qué está pasando? —pero Gwen está demasiado ocupada con los detalles del viaje como para detenerse a ofrecerla una explicación—. ¡Eh, eh! Para el carro —la detiene en su discurso—. Detente dos segundos y explícate desde el principio.

¿Por qué hay tanta prisa para llegar a Denver? Y... ¿por qué tiene la sensación de que no hay nadie más invitado a aquel viaje, salvo ellas?

Su hermana estaba confundida y Gwen con su aire de misterio no parecía aclararle la situación, pues estaba más concentrada en los planes de futuro que tenía para las dos, que en tratar de explicarle la situación. Al menos hasta que Gin exigió saber lo que estaba sucediendo. Fue ahí cuando tras guardar sus convers en la maleta se giró para encararla.

— Me han aceptado en la UCLA — le soltó sin más, había aprendido de su padre eso de no andarse con rodeos. Ni siquiera le había contado a ella que había mandado la inscripción solicitando la plaza. Quería que fuera una sorpresa por si las cosas se torcían y no salían bien. No quería crearle falsas ilusiones a su hermana y después destrozárselas — Así que vamos a hacer nuestras maletas porque… ¡Nos vamos a vivir a Los Ángeles! — esbozó una sonrisa en dirección a Gin, esperando que la misma se reflejase en su rostro.

— Se acabó hacer todo lo que papá dice. Se acabaron los entrenamientos, las armas, todo lo relacionado con esa estúpida marca y el negocio familiar — enumeró acercándose a su hermana y puso ambas manos sobre sus hombros — A partir de ahora seremos libres. Podremos hacer todo lo que queramos — la sacudió ligeramente.

Estaba segura de que su hermana no iba a dejarla sola, que ella también estaba cansada de aquella vida, de buscar una aprobación que debería haber tenido desde el día en que nació.

Al diablo con aquella estúpida rivalidad. A partir de ahora serían solo ellas.

«Me han aceptado en la UCLA.»
¿Es una broma?

Quizá suene un poco triste, pero Gin jamás se imaginó un futuro que no tuviera que ver con la caza y con las criaturas sobrenaturales. Ir a la universidad, hacer amigos, formar una familia... Fueron opciones que jamás se planteó como viables y que, en realidad, jamás esperó tener. Sin embargo, parece que su hermana sí ha estado cavilando sobre aquel estilo de vida, inalcanzable para ellas.

—¿De qué va todo esto? Quiero decir... ¿La universidad? ¿Es en serio? —por un momento, Gin cree estar siendo víctima de una broma con cámara oculta. No, no puede estar hablando en serio. Su hermana gemela destila entusiasmo por los cuatro costados, pero en la expresión de Gin sólo hay una evidente confusión—. Pero Gwen, tú y yo somos libres —replica—. Somos cazadoras, porque es nuestro trabajo. Si nosotras no lo hacemos, nadie más lo hará.

¿De verdad está hablando en serio? ¿Qué es aquello? ¿Una declaración para desertar?

—Para Gwen, por favor —Gwen ha zarandeado a su hermana ligeramente, presa de la euforia; pero Gin detiene aquella avalancha de felicidad, tomándola relajadamente de ambas manos, instándola a que se calme—. Escucha, sé que papá últimamente ha sido muy duro contigo. A veces puede ser muy exigente —con ambas, en realidad... Aunque se supone que de ella se espera algo más. No en vano, será algún día miembro de la Hermandad. Igual que su padre—. Pero no puedes marcharte y dejar todo atrás, sin más. Él te necesita. El mundo entero te necesita.

Yo te necesito.

Y, todavía no lo sabe, pero de forma implícita, está eligiendo cuál será su lugar cuando Gwen la obligue a decidir.

Gwen ladeó la cabeza con la mirada clavada en su hermana, soltando sobre la cama la una camiseta que tenía en sus manos. Debería haberle contado a Gin sus planes desde el principio, quizás así no se sentiría tan confusa en esos momentos. No lo había hecho por una simple razón; miedo a que no le aceptaran la solicitud. ¿Para que iba a ilusionarse en vano si al final las cosas salían mal? Por eso había esperado hasta recibir la confirmación y poder seguir adelante con el plan.

— La universidad, una nueva vida sin vampiros — parecía que Gin necesitaba más tiempo para asimilarlo, era la primera vez que ante ellas se abría otra opción, un camino diferente al que le dijeron que debían recorrer — Esta bien, no hace falta que vayas a la universidad tu también si no quieres, tienes tiempo para pensarlo. Yo tengo algunos ahorros guardados, nos irá bien hasta que encontremos un trabajo con el que mantenernos — lo tenía todo pensado, usarían sus ahorros y trabajaría a medio tiempo en cualquier sitio de comida rápida mientras se sacaba la carrera.

— No, no somos libres. Vivimos bajo unas exigencias que nos han impuesto. ¿Cuándo te preguntaron si esto es lo que tu querías? — cuestionó con su mirada clavada en la de ella, intentando que entrara en razón — Yo te lo pregunto ahora; ¿Qué es lo quieres, Gin? ¿De verdad este es el futuro que quieres tener? —.

A pesar de sus intentos, su hermana no parecía contagiarse de su entusiasmo y por el contrario intentó calmarla — ¿Duro? ¿Lo estas diciendo en serio? — frunció los labios en una clara mueca de disgusto — Lleva años fomentando una rivalidad entre nosotras que ninguna de las dos pidió — suelta un fuerte suspiro y entrelazó sus manos con las de su gemela — Pero todo eso puede acabarse hoy — necesitaba que su hermana lo entendiera, sentirse apoyada por su otra mitad — Gin, yo no quiero esta vida. Yo quiero algo más, no seguir los designios de una estúpida marca que dicte mi destino, eso lo puede hacer otro, lo pude hacer papá — miró a su hermana con ojos implorantes — Quiero poder elegir mi futuro y a la única que necesito en el es a ti — susurró con una pequeña sonrisa que se formó en sus labios.

Eres la única que no puedo permitirme perder.

Demasiada información que asimilar.

Gin simplemente, no lo entiende. ¿A qué viene todo esto? ¿La universidad? ¿Una nueva vida? ¿Renegar de su misión? ¿En qué momento ha pasado esto? Tiene que darle razón en una cosa, aunque no lo reconocería en voz alta: y es que aquella vida no la eligieron. Pero son Ashkore. Su destino y tradición familiar, es enfrentarse a los sobrenaturales. Sin embargo, Gin ha estado los últimos años demasiado ocupada, tratando de llamar la atención de su exigente padre; entrenando duramente, tratando de superarse a sí misma, una y otra vez.

Gwen, en cambio, sí ha tenido tiempo para fantasear. Y aún más: lo ha preparado todo para marcharse.

—Esta es nuestra vida... Nuestro futuro. Nuestra familia —le recuerda. O al menos, es la única vida que han tenido siempre. La vida en la que Gin ha invertido tantos años de tiempo y esfuerzo. Una vida a la que Gin no puede renunciar ahora. Pero Gwen, sí.

Las palabras de su hermana se clavan en su alma como astillas. ¿Que es culpa de John que sean rivales? —No, Gwen. No es culpa de papá —niega con la cabeza, estrechando los dedos de sus manos entrelazadas—. Es culpa mía —reconoce, avergonzada. Baja la mirada. Es la primera vez que se atreve a confesar aquello en voz alta—. No soy lo suficientemente fuerte. No soy de la Hermandad —Siempre seré menos. Siempre será la cazadora mundana. A pesar de todo, lleva todos estos años luchando por ser mejor que su hermana. Pero no puedes enfrentarte al mismo orden natural.

—P-pero puedo cambiar —le dice entonces, levantando la mirada, y observando a su hermana con ojos casi suplicantes—. Sólo... sólo tenía que aceptar que yo no soy como vosotros. Las tensiones se acabarán —en este momento, sería capaz de prometerle el cielo con tal de que recapacite.

Las palabras de su gemela son conmovedoras, pero Gin se rompe al escucharla. Separa sus manos de las de ella. —Pero esta es mi vida —replica, frunciendo el ceño—. No soy una cazadora sobrenatural, pero nací para esto. Sé que este es mi lugar. Y el tuyo también —Gin pertenece a este mundo: no cabe duda. Y, si Gwen no quiere formar parte de él... sus caminos se separarán. Quizá para siempre.

—Gwen, por favor —le suplica. Sus ojos se empañan—. Detén esta locura. ¿Vas a dejarlo todo atrás? ¿Vas a abandonarnos? —¿Me vas a abandonar? ¿Sería capaz?—. Si de verdad soy importante para ti, te lo suplico —una lágrima esquiva logra caer en su mejilla. Gwen no está de farol. Va a marcharse—. Recapacita. No nos hagas esto.

Desde un principio, intuyó que no le sería tan fácil convencer a Gin para que la siguiera. Pensó que pondría alguna pega, pero que tras explicarle al detalle su plan y cómo era la situación, su gemela la apoyaría y se marcharía con ella. Bueno, pues le estaba costando más de lo que había pensado en un principio, pero Gwen todavía creía que su hermana la iba a elegir.

— A ver, si. Sé lo que piensas, que si nos vamos los estaríamos traicionando, pero ¿Qué hay de nosotras? ¿No tenemos derecho a escoger nuestro camino? — intentó abrirle los ojos. Gin también tenía la opción de elegir. De las dos, Gin siempre fue la más inteligente, Gwen estaba segura de que su hermana podría hacer grandes cosas si se marchaba junto a ella rumbo a esa nueva vida cuyas puertas estaban ahora abiertas para ellas.

— ¿Pero qué dices? — la observó perpleja, sin poder creer que realmente su hermana pensara de esa forma — ¿Cómo va a ser tu culpa? — rio nerviosa, pensando que tan solo se trataba de una broma — No tienes que cambiar nada, tan solo son las ideas que papá te ha metido en la cabeza. Tú eres mucho más fuete e inteligente que yo, Gintonic. Eres la mejor — a sus ojos, no había nadie más maravillosa que su hermana y nadie iba a hacerle cambiar de opinión — Lo único que tengo de especial es ver una estúpida marca que es más bien una maldición —.

En el momento en que Gin rompe el contacto entre sus manos, por primera vez sintió que las cosas no estaban saliendo como había planeado y el terror la invadió.

— Gin… — su voz se quebró, incapaz de creer que entre ella y su hermana se estaba formando una especie de brecha — No quiero dejarlo todo atrás — notó su ritmo cardiaco acelerarse ante el miedo — No quiero dejarte a tí atrás — recalcó al mismo tiempo que sus ojos se humedecían — Claro que eres importante para mí, eres mi otra mitad — tragó saliva, sintiendo un nudo en su garganta — Por eso te lo pido, hermana. Ven conmigo — avanzó de nuevo hacia ella, estirando su mano para ponerla sobre su antebrazo en una clara muestra de súplica — Te necesito a mi lado. Eres lo único que realmente necesito en mi vida —.

Gin está desesperada. No es capaz de encontrar las palabras que la hagan reflexionar... Y entonces, se da cuenta de que no hay nada que pueda hacer para obligarla a cambiar de idea. Su hermana ya tiene una idea preconcebida sobre aquello que quiere hacer; la ha tenido desde el principio. Y la ha tomado sola, al margen de lo que su familia pudiera pensar. De lo que ella pudiera pensar.

Por eso, cuando vuelve a dirigirse a ella, no lo hace de la misma forma —con la mirada empañada—; su expresión se ha ensombrecido. —Yo ya he elegido mi camino —le dice entonces. Y es verdad—. Tú no pudiste elegir, Gwen. Algún día, serás miembro de la Hermandad... Como papá.  Pero yo elegí mi propio camino: el vuestro. —Cierto es que Gin se crió en una familia de cazadores y, por inercia, habría acabado desempeñando la profesión familiar. Pero Gin no es cazadora porque así lo dicte su naturaleza: es cazadora porque, de un modo u otro, lo eligió. Eligió competir con su hermana por el amor y el respeto de su padre; eligió convertirse en quién es hoy.

Ella ya tomó sus propias decisiones.
Y Gwen lo ha hecho hoy.

Hace lo posible por mantenerse fuerte, pero no lo consigue. Sólo Gwen la llamaba así: Gintonic. Esa bebida tan amarga, y que a Gin le desagradaba tanto. En aquellos momentos, la muchacha se revuelve de ternura.

«Eres la mejor.»

—Las dos sabemos que eso es mentira. —Gwen es más fuerte, más rápida, más ágil. Por más que Gin tratase de alcanzarla, nunca lo conseguía. Pero quizá no sea del todo mentira, piensa entonces. Quizá Gintonic sea la mejor, para Gwen.

Y Gin jamás se conformó con ser sólo la mejor para su hermana.

—No quieres dejarme atrás —repite, tomándose aquello como una cuestión personal—. Pero tu decisión ya está tomada, verdad. No hay nada que pueda decirte para convencerte. Dime, ¿cuánto tiempo llevas teniéndolo todo planeado? —¿Semanas? ¿Meses? ¿Años, incluso?—. No te das cuenta, ¿verdad? Dices que me necesitas, pero has decidido todo esto, sola. Sin detenerte ni un sólo segundo a pensar en lo que yo quería. —Con el corazón roto, Gin da un paso atrás, separándose de su hermana. Si siguen estando así de cerca, se derrumbará.

—Eres una egoísta, Gwendolyn.

Todavía no lo sabe, pero pasarán años antes de que consiga perdonarse a sí misma, después de decirle aquellas palabras. Sabe que odia ese nombre, pero quiere marcar distancias con ella. Su querida hermana, se marcha. Su amor no ha sido suficiente para retenerla.

—Yo ya tengo toda mi vida aquí. Y no pienso abandonar a nuestros padres. —Es su última palabra—. Haz lo que tengas que hacer. —Y dicho aquello, Gin abandona el dormitorio de su hermana, con la certeza de que, tal vez, aquella sea la última vez que se vuelvan a ver.

Quizás ha sido un poco ingenua. Ingenua al pensar que Gin también podía detestar esa vida tanto como ella. A pesar de ser gemelas idénticas, en el interior ambas difieren mucho. Ambas tenían sueños y metas diferentes y aunque Gwen siempre ha observado lo mucho que su hermana trabajado para ganar la aprobación de su padre, en el fondo pensó, que al igual que ella, también aspiraba a más.

Se había equivocado.

— Pero yo no quiero ser miembro de la Hermandad — parecía que aun no había quedado clara su postura. Gwen renegaba de cualquier cosa que tuviera que ver con esa secta mística — Si llega el día en que la marca aparece en mi mano, jamás la activaré — y parecía segura de ello mientras lo decía. No entraba en sus planes y se mantendría firme en esa decisión.

Menuda ironía.

— Claro que no es mentira. No hay nadie como tú, Gin — su voz comenzó a quebrarse. ¿Por qué su gemela no podía ver el reconocimiento que ella le brindaba? ¿Acaso ella no era suficiente para Gin? Pensar que se trataba de eso provocaba que presión en su pecho se agudizase.

No, Gin no puede hacerle esto.

— Unos meses, desde principios de año — aunque la idea de emprender su propio camino era algo con lo que llevaba años fantaseando, no había sido hasta ese entonces que decidió tomárselo en serio y poner el plan en marcha — Yo… solo quería asegurarme de que esto podía funcionar, Gin. Antes de decirte nada — y ahí es cuando se dio cuenta de que su hermana tenía razón. Lo había decidido todo sin consultárselo primero, dando por hecho que su hermana antepondría los deseos de Gwen antes que los suyos propios.

Se había equivocado. Y lo peor aun estaba por llegar.

Sus ojos se abrieron de par en par por la sorpresa, no por el adjetivo con el que Gin se había referido a ella. No, a Gwen lo que más le dolía no era que su hermana pensara que era una egoísta, era algo de lo que ella se había dado cuenta. A ella lo que le había partido era la forma en la que se había dirigido a ella, pronunciando aquel nombre que tanto detestaba; Gwendolyn.

Su hermana había retrocedido para alejarse de ella, pero Gwen había hecho lo propio, todavía en shock. Sin poder creerse que de verdad la relación que ambas mantenían estuviera pendiente de un hilo.

Un hilo que acabó por romperse.

Con aquellas últimas palabras que Gwen jamás podría olvidar su gemela abandonó la habitación sin echar la vista atrás. Si lo hubiera hecho habría podido comprobar como la fuerte coraza que la adolescente siempre había presentado, se terminaba por resquebrajar.

Se desplomó sobre la cama llena de ropa y hundió la cabeza en la almohada que no tardó en empapar en lágrimas.

Ese fue el día en que Gwen Ashkore perdió a su otra mitad.