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Recuerdo del primer mensaje :
SÁBADO, 22 DE ENERO
02:14 AM
La noche es oscura y alberga horrores.
Katherine Pierce deja el cuerpo sin vida de aquel hombre de unos cincuenta años en aquel callejón, junto a los cubos de basura. Había estado siguiéndola durante las últimas tres manzanas — como creyéndose el depredador y no la presa. No le importa lo más mínimo que mañana, a primera hora de la mañana, encuentren su cuerpo entre los residuos. Sembrar el caos dentro del apacible pueblo de Mystic Falls es el menor de sus problemas.
Y aún más, aquella noche.
Sólo que todavía no lo sabe.
Está tratando de exponerse lo mínimo posible por el pueblo. Ser prácticamente idéntica a Elena Gilbert, no está haciendo más que causarle problemas. Elena Gilbert. Aquel nombre se repite en su mente con cierta sorna. Probablemente, no vaya a correr mejor suerte que ella. En cualquier caso, debe ser paciente. Aunque casi ya tiene a su bruja consigo, todavía no está segura de que vaya a poder llevar a cabo el hechizo encargado. Y por otro lado, están el lobo y el vampiro; por no hablar de la dichosa piedra lunar. Caroline ya fue convertida, y a su vera siempre se encuentra Mason... Pero no ha pensado todavía en cómo servírselos en bandeja a Klaus.
Porque aparecerá. Está segura de que lo hará.
Y tiene que estar preparada.
El taqueteo de sus tacones se deja oír por las silenciosas calles de las afueras de Mystic Falls. Nadie ronda por aquellos lugares a tan altas horas de la noche. Las horas de los monstruos. Katherine acaricia una de las comisuras de sus labios, retirando algún resto de sangre. Es la hora de volver a casa...
Se detiene, haciendo cesar el sonido de sus tacones. Ha oído un ruido. Pasos. Pasos rápidos, ligeros. Casi camuflados por el ruido de los propios. Contiene la respiración, como si aquello fuera a hacerla desaparecer. No es posible. Tan pronto no.
Katherine permanece inmóvil, consciente plenamente de lo que va a encontrar a su espalda. De a quién va a encontrar. Recuerda como si fuera ayer el ritmo de aquellos andares. Lleva más de quinientos años escapando de ellos. No. Es. Posible. Echaría a correr, pero sabe que de poco o nada serviría. Aprieta los ojos con fuerza unos segundos y toma aire, antes de abrirlos y dar media vuelta.
— Klaus —su voz se quiebra, aterrada. Sabe que tendrá muy poco tiempo de reacción... Si es que tiene alguna oportunidad de salir con vida.
02:14 AM
La noche es oscura y alberga horrores.
Katherine Pierce deja el cuerpo sin vida de aquel hombre de unos cincuenta años en aquel callejón, junto a los cubos de basura. Había estado siguiéndola durante las últimas tres manzanas — como creyéndose el depredador y no la presa. No le importa lo más mínimo que mañana, a primera hora de la mañana, encuentren su cuerpo entre los residuos. Sembrar el caos dentro del apacible pueblo de Mystic Falls es el menor de sus problemas.
Y aún más, aquella noche.
Sólo que todavía no lo sabe.
Está tratando de exponerse lo mínimo posible por el pueblo. Ser prácticamente idéntica a Elena Gilbert, no está haciendo más que causarle problemas. Elena Gilbert. Aquel nombre se repite en su mente con cierta sorna. Probablemente, no vaya a correr mejor suerte que ella. En cualquier caso, debe ser paciente. Aunque casi ya tiene a su bruja consigo, todavía no está segura de que vaya a poder llevar a cabo el hechizo encargado. Y por otro lado, están el lobo y el vampiro; por no hablar de la dichosa piedra lunar. Caroline ya fue convertida, y a su vera siempre se encuentra Mason... Pero no ha pensado todavía en cómo servírselos en bandeja a Klaus.
Porque aparecerá. Está segura de que lo hará.
Y tiene que estar preparada.
El taqueteo de sus tacones se deja oír por las silenciosas calles de las afueras de Mystic Falls. Nadie ronda por aquellos lugares a tan altas horas de la noche. Las horas de los monstruos. Katherine acaricia una de las comisuras de sus labios, retirando algún resto de sangre. Es la hora de volver a casa...
Se detiene, haciendo cesar el sonido de sus tacones. Ha oído un ruido. Pasos. Pasos rápidos, ligeros. Casi camuflados por el ruido de los propios. Contiene la respiración, como si aquello fuera a hacerla desaparecer. No es posible. Tan pronto no.
Katherine permanece inmóvil, consciente plenamente de lo que va a encontrar a su espalda. De a quién va a encontrar. Recuerda como si fuera ayer el ritmo de aquellos andares. Lleva más de quinientos años escapando de ellos. No. Es. Posible. Echaría a correr, pero sabe que de poco o nada serviría. Aprieta los ojos con fuerza unos segundos y toma aire, antes de abrirlos y dar media vuelta.
— Klaus —su voz se quiebra, aterrada. Sabe que tendrá muy poco tiempo de reacción... Si es que tiene alguna oportunidad de salir con vida.
do you have any idea
WHAT IT'S LIKE TO RUN IN HEELS?
A Niklaus Mikaelson y a Stefan Salvatore les gusta esta publicaciòn
Al original le estaba gustando la información que la vampiresa le estaba dando, esta vez libremente. Guardó la daga en uno de los bolsillos traseros de sus vaqueros; ya podría jugar con ella en otra ocasión, por el momento le interesaba más saber más sobre esa misteriosa brujita. —Los Furtwängler, eso sí que es interesante. Pensé que estaban todas muertas —comentó. Era un poderoso linaje de brujas que se extendía siglos atrás, se había encontrado con una en la Alemania del siglo XVI y no tenía muy buenos recuerdos sobre ella. Qué irónico que una de sus descendientes fuese a ser la llave de su libertad. Su “buen humor” mejoraba por momentos.
—Cierto —coincidió con la vampiresa; la familia, y el amor, no era más que debilidades para un vampiro. Curiosamente sí que había algo en lo que ambos estaban de acuerdo. A fin de cuentas, no eran tan diferentes. Él la había moldeado con su crueldad, la había expuesto a una situación muy similar a la que había vivido durante sus mil años de vida—. En el fondo, te hice un favor masacrando a la tuya. Recuerdo sus gritos mientras los hacía pedazos, mezclándose como una trágica sinfonía. Una pena que no pudieras escucharlo —añadió con diversión y nula empatía. Recordaba perfectamente aquel momento en el que la ira le había hecho eliminar del mapa a los Petrova, pintando con sangre las paredes de su hogar y dejando sus cadáveres de una forma de lo más teatral y macabra, consciente de que ella los encontraría tarde o temprano.
—Habrá un cambio de planes, me temo. Prefiero que tú te quedes aquí, siento si no es un sitio especialmente lujoso —habló con un profundo sarcasmo, desviando la vista de la morena para fijarla en una rata que correteaba por el suelo hasta esconderse tras una pequeña grieta en la pared—. Al menos, no estarás sola durante mis ausencias —añadió, con sorna, fijando de nuevo su mirada azul y fría en Katherine—. ¿Cuándo planeabas reunirte con la bruja Furtwängler? Quiero verla con mis propios ojos —llevaba demasiado tiempo esperando por ese momento y no iba a dejar nada al azar. Todo tenía que estar bajo control, todo tenía que salir a la perfección.
—Cierto —coincidió con la vampiresa; la familia, y el amor, no era más que debilidades para un vampiro. Curiosamente sí que había algo en lo que ambos estaban de acuerdo. A fin de cuentas, no eran tan diferentes. Él la había moldeado con su crueldad, la había expuesto a una situación muy similar a la que había vivido durante sus mil años de vida—. En el fondo, te hice un favor masacrando a la tuya. Recuerdo sus gritos mientras los hacía pedazos, mezclándose como una trágica sinfonía. Una pena que no pudieras escucharlo —añadió con diversión y nula empatía. Recordaba perfectamente aquel momento en el que la ira le había hecho eliminar del mapa a los Petrova, pintando con sangre las paredes de su hogar y dejando sus cadáveres de una forma de lo más teatral y macabra, consciente de que ella los encontraría tarde o temprano.
—Habrá un cambio de planes, me temo. Prefiero que tú te quedes aquí, siento si no es un sitio especialmente lujoso —habló con un profundo sarcasmo, desviando la vista de la morena para fijarla en una rata que correteaba por el suelo hasta esconderse tras una pequeña grieta en la pared—. Al menos, no estarás sola durante mis ausencias —añadió, con sorna, fijando de nuevo su mirada azul y fría en Katherine—. ¿Cuándo planeabas reunirte con la bruja Furtwängler? Quiero verla con mis propios ojos —llevaba demasiado tiempo esperando por ese momento y no iba a dejar nada al azar. Todo tenía que estar bajo control, todo tenía que salir a la perfección.
MURDER ON THE
dancefloor
but you better not kill the groove
Katherine escucha con cautela las palabras del híbrido. En cierto modo, no le sorprende que un linaje como el de las brujas Furtwängler sobreviviera. El poder y la energía natural siempre encuentran un recoveco, una fisura entre la que esconderse para alzarse de nuevo. Para sobrevivir. La energía ni se crea, ni se destruye; y al parecer la magia, tampoco. Y desearía haber aprovechado aquella ventaja que la naturaleza le había puesto en sus manos, en esta ocasión, en una joven e inexperimentada brujita rubia. Una muchacha demasiado vulnerable como para saber cómo enfrentarse a una vampiresa como Katherine.
Ojalá, simplemente, hubiera sabido cómo hacerlo.
Hace un gran esfuerzo mental por conservar la calma. Recuerda, desolada, los cuerpos de sus familiares masacrados ante la irrefrenable ira de Klaus Mikaelson. Recuerda el dolor, tan intenso en los vampiros recién convertidos, devorándola por dentro. La culpabilidad. Murieron de la peor forma en la que humanos como ellos, podían morir. Lo menos grave que Katerina les trajo, fue su deshonra. Durante un instante, desearía tener fuerzas para levantarse, y arrancar la cabeza del original. Haber cumplido su propia venganza tardía, quizá. Por suerte, no es tan estúpida como para arriesgarse a hacerlo.
Lo que no consigue contener, es una mueca de asco. Una rata acaba de desfilarse por el polvo. Dios, aquello no puede estar pasándole a ella.
Pero sigues viva, Katerina.
— Hoy. Mañana —Katherine se da cuenta inmediatamente de que ya no tiene claro qué día, ni siquiera qué hora es—. La siguiente media noche. Irá sola. —La vampiresa responde obedientemente a las preguntas del híbrido. Joder, menudo lío. Quizá Anneliese temía a Katerina, pero con Klaus... Aprendería seriamente lo que significa tenerle miedo a alguien.
Ojalá, simplemente, hubiera sabido cómo hacerlo.
Hace un gran esfuerzo mental por conservar la calma. Recuerda, desolada, los cuerpos de sus familiares masacrados ante la irrefrenable ira de Klaus Mikaelson. Recuerda el dolor, tan intenso en los vampiros recién convertidos, devorándola por dentro. La culpabilidad. Murieron de la peor forma en la que humanos como ellos, podían morir. Lo menos grave que Katerina les trajo, fue su deshonra. Durante un instante, desearía tener fuerzas para levantarse, y arrancar la cabeza del original. Haber cumplido su propia venganza tardía, quizá. Por suerte, no es tan estúpida como para arriesgarse a hacerlo.
Lo que no consigue contener, es una mueca de asco. Una rata acaba de desfilarse por el polvo. Dios, aquello no puede estar pasándole a ella.
Pero sigues viva, Katerina.
— Hoy. Mañana —Katherine se da cuenta inmediatamente de que ya no tiene claro qué día, ni siquiera qué hora es—. La siguiente media noche. Irá sola. —La vampiresa responde obedientemente a las preguntas del híbrido. Joder, menudo lío. Quizá Anneliese temía a Katerina, pero con Klaus... Aprendería seriamente lo que significa tenerle miedo a alguien.
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Por suerte para Katerina, había resultado más útil para el original de lo que el mismo habría creído posible. Su plan inicial era desquitarse con ella, sin más, torturarla por cada año que había perdido por su culpa, por haber osado burlar al gran Klaus Mikaelson. Y no es que fuese a perdonarla por ofrecerle cierta información de valor; su perdón era algo que, probablemente, nunca iba a ganarse. Pero, al menos, le había dado algo que lo mantendría ocupado y que era más importante para él que recrearse de forma sádica con su sufrimiento, sus gritos y su sangre. Eso podía esperar. Su ritual, en cambio, no.
—Perfecto, eso lo hará más fácil —murmuró. Una de las comisuras de sus labios se alzó, formándose una sonrisa maquiavélica en su rostro. Conseguir la colaboración de la bruja no sería difícil; si no lo lograba por las buenas, no tendría problemas en usar la vida de su abuela como moneda de cambio. Lo único que le "preocupaba" era la piedra lunar, aunque también podría conseguirla usando al sobrino de Mason Lockwood y a la propia Katerina.
—Tendré que enviarle un mensaje a tu amante, el lobo. Me pregunto si sería capaz de ofrecer no solo la piedra, sino también su propia vida a cambio de la de su sobrinito... —le dio la espalda a la vampiresa y comenzó a divagar consigo mismo por pura diversión. Miró a través de una de las destartaladas ventanas cómo el cielo nocturno comenzaba a clarear, anunciando el amanecer, y la luna cada vez se apreciaba menos—. Podría sacrificaros a los dos a la luz de la luna: sería más dramático que las muertes de Romeo y Julieta. O podría no hacerlo, todavía tengo unos días para meditarlo —y, mientras tanto, ella se torturaría con todas las posibilidades nada agradables que le esperaban como destino.
—Sea como sea, tengo trabajo que hacer... —regresó a su lado y la miró a los ojos por última vez—. En mi ausencia te quedarás aquí. Solo podrás marcharte cuando yo te lo ordene —desvió la mirada hacia el cuenco con verbena que había usado antes y entonces se le ocurrió una maravillosa idea—. Ah, y otra cosa. Quiero que laves tu precioso rostro con eso hasta que no quede ni una gota. Y nada de bebértelo —rozó con sus dedos una de sus mejillas en una caricia delicada— porque tengo más planes para ti, Katerina —le dedicó una última sonrisa antes de marcharse de la casa y dejarla a solas, seguro de que allí nadie la encontraría.
—Perfecto, eso lo hará más fácil —murmuró. Una de las comisuras de sus labios se alzó, formándose una sonrisa maquiavélica en su rostro. Conseguir la colaboración de la bruja no sería difícil; si no lo lograba por las buenas, no tendría problemas en usar la vida de su abuela como moneda de cambio. Lo único que le "preocupaba" era la piedra lunar, aunque también podría conseguirla usando al sobrino de Mason Lockwood y a la propia Katerina.
—Tendré que enviarle un mensaje a tu amante, el lobo. Me pregunto si sería capaz de ofrecer no solo la piedra, sino también su propia vida a cambio de la de su sobrinito... —le dio la espalda a la vampiresa y comenzó a divagar consigo mismo por pura diversión. Miró a través de una de las destartaladas ventanas cómo el cielo nocturno comenzaba a clarear, anunciando el amanecer, y la luna cada vez se apreciaba menos—. Podría sacrificaros a los dos a la luz de la luna: sería más dramático que las muertes de Romeo y Julieta. O podría no hacerlo, todavía tengo unos días para meditarlo —y, mientras tanto, ella se torturaría con todas las posibilidades nada agradables que le esperaban como destino.
—Sea como sea, tengo trabajo que hacer... —regresó a su lado y la miró a los ojos por última vez—. En mi ausencia te quedarás aquí. Solo podrás marcharte cuando yo te lo ordene —desvió la mirada hacia el cuenco con verbena que había usado antes y entonces se le ocurrió una maravillosa idea—. Ah, y otra cosa. Quiero que laves tu precioso rostro con eso hasta que no quede ni una gota. Y nada de bebértelo —rozó con sus dedos una de sus mejillas en una caricia delicada— porque tengo más planes para ti, Katerina —le dedicó una última sonrisa antes de marcharse de la casa y dejarla a solas, seguro de que allí nadie la encontraría.
MURDER ON THE
dancefloor
but you better not kill the groove
De modo que aquella va a ser su única vía de supervivencia: colaborar. Con su cooperación, parece ser que al menos Klaus ya está más relajado. Aparentemente. Al menos, la bruja alemana es una buena noticia para él; así como aquella mención a Mason, es una desagradable noticia para ella. De una forma u otra, el destino de Katerina parece condenado a un final trágico y fatal, sea como fuere. El terror en la mirada de la vampiresa vuelve con más fuerza, cuando Klaus sugiere que, tal vez, podría ser una entrega para el ritual.
Es un farol. ¿Renunciaría Klaus Mikaelson al delicioso placer de torturarla para el resto de la eternidad, sólo por entregar su cadáver para cumplir aquel ritual? Tratándose de alguien como él —tan impredecible—, no podría asegurar nada. Desde luego, sería un final amargo para Katerina: quinientos años huyendo de un híbrido por frustrar su ritual, sólo para convertirse en una pieza más del mismo de todas formas. Y, aunque puede que fuera más piadoso con ella asesinándola de forma rápida, cuanto antes; permanecer viva un día más le da esperanzas. Un día más, quizá sea el día en el que consiga escapar de su raptor. El día que consiga sobrevivir.
La muerte, sólo es el final.
— Sólo me marcharé cuando tú lo ordenes —responde una obediente Katerina ante la compulsión del vampiro original. Nada que no se esperase realmente. Traga saliva, escuchando la implacable orden que precede al anterior; Katherine desvía la mirada hacia aquel cuenco lleno de verbena. Tan cerca y tan lejos. Si tan sólo... Pero la vampiresa es consciente de que no tiene nada que hacer contra la compulsión de Niklaus. Para cuando el futuro híbrido la abandona, Katerina ya camina lentamente en dirección a su siguiente tortura. Puede contemplar su reflejo en el agua venenosa, instantes antes de comenzar.
Katherine introduce ambas manos dentro del cuenco, mordiéndose la cara interna de ambas mejillas, tratando de reprimir un grito dolor. No puede darle aquella satisfacción... Pero en cuanto la verbena roza su rostro, se deja llevar. Pronto, los desgarradores gritos de una vampiresa bajo tortura, son lo único que se escucha en kilómetros a la redonda.
Es un farol. ¿Renunciaría Klaus Mikaelson al delicioso placer de torturarla para el resto de la eternidad, sólo por entregar su cadáver para cumplir aquel ritual? Tratándose de alguien como él —tan impredecible—, no podría asegurar nada. Desde luego, sería un final amargo para Katerina: quinientos años huyendo de un híbrido por frustrar su ritual, sólo para convertirse en una pieza más del mismo de todas formas. Y, aunque puede que fuera más piadoso con ella asesinándola de forma rápida, cuanto antes; permanecer viva un día más le da esperanzas. Un día más, quizá sea el día en el que consiga escapar de su raptor. El día que consiga sobrevivir.
La muerte, sólo es el final.
— Sólo me marcharé cuando tú lo ordenes —responde una obediente Katerina ante la compulsión del vampiro original. Nada que no se esperase realmente. Traga saliva, escuchando la implacable orden que precede al anterior; Katherine desvía la mirada hacia aquel cuenco lleno de verbena. Tan cerca y tan lejos. Si tan sólo... Pero la vampiresa es consciente de que no tiene nada que hacer contra la compulsión de Niklaus. Para cuando el futuro híbrido la abandona, Katerina ya camina lentamente en dirección a su siguiente tortura. Puede contemplar su reflejo en el agua venenosa, instantes antes de comenzar.
Katherine introduce ambas manos dentro del cuenco, mordiéndose la cara interna de ambas mejillas, tratando de reprimir un grito dolor. No puede darle aquella satisfacción... Pero en cuanto la verbena roza su rostro, se deja llevar. Pronto, los desgarradores gritos de una vampiresa bajo tortura, son lo único que se escucha en kilómetros a la redonda.
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