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Aron T. Lanvik
IT WAS A COLD NIGHT...
23/12/2008 • Noche • CON Ella


Pensilvania, Estados Unidos.
Bosques.
23 de Diciembre de 2008.


Era una noche fría. De esas en las que el invierno llega a su máxima expresión. El corazón de Pensilvania era un lugar crudo por aquellas fechas, sobre todo en aquel bosque que se había convertido en el hogar temporal de Aron Lanvik. Si algo había aprendido de su familia era una cosa: cuanto más cerca de la naturaleza, y más lejos de la civilización, vivieran las personas como ellos... mejor. Para, así, mantener su condición como un secreto bien guardado... y porque no era buena idea convertirse en lobo en medio de una ciudad.

Por eso, el Lanvik vivía a media hora en coche del pueblo más cercano, y a un escaso cuarto de hora del aserradero donde trabajaba desde hacía un par de semanas. Sus manos habían pasado de operar a corazón abierto a trabajar con madera. Romper la maldición había cambiado muchas cosas, incluso esa. Y echaba de menos su antigua vida cada día.

Sobre todo en aquellas fechas.

La nieve había dejado de caer del cielo tras el atardecer, pero un gran capa de esta se acumulaba en el suelo que pisaba con su botas. En ese instante las nubes se habían esfumado, dejando paso a un montón de estrellas que iluminaban la oscuridad como pequeños luceros, aunque el lobo no necesitaba de su ayuda para ver perfectamente cada detalle del bosque que prácticamente conocía ya como si hubiera vivido allí toda la vida.

Sus paseos nocturnos no solían tener nada en especial. Nunca pasaba nada... salvo esa noche.

Percibió unos gritos un poco lejos, ruidos de una pelea. No era cosa de su imaginación, pero cuando llegó todo estaba en silencio. Un aroma a sangre acudió a sus fosas nasales y, después, el sonido de un corazón latiendo de forma débil, pero constante, como si fuera demasiado testarudo como para dejar de luchar.
No tardó en comprender lo que había sucedido. Por el cadáver grisáceo que se encontraba a escasa distancia —sin cabeza— la mujer debía ser una cazadora. Estaba herida, bastante, y le dirigió una mirada entre desconfiada y cansada antes de que sus párpados se cerraran. El lobo se arrodilló junto a ella de forma apresurada, tomándole el pulso directamente de la carótida con dos dedos, e intentando que abriera los ojos de nuevo.

Eh, vamos. No te duermas, escucha mi voz —le echó un vistazo rápido. No tenía tiempo de llevarla hasta un hospital, tendría que hacerse cargo él mismo si quería que viviera—. Te vas a poner bien —prometió.

...

Dos horas más tarde.


Se escuchaba el crepitar del fuego en la chimenea. Justo frente a esta, en un sofá un poco desgastado, descansaba la mujer que Aron había encontrado herida en medio del bosque. En una mesa a su lado había unas cuantas vendas ensangrentadas, un cuenco con agua caliente, un par de agujas, hilo e incluso un oxímetro; y en el suelo, a los pies del sofá, la mochila de aquella desconocida.

El lobo estaba de cuclillas frente a la chimenea, calentándose las manos y con gesto pensativo mientras observaba cómo las llamas bailaban entre las paredes de ladrillo, creando sombras y luces temblorosas. Su fino oído pudo captar el momento exacto en que la respiración de la castaña varió, acelerándose. Estaba despertándose.

Yo que tú no me movería demasiado —la advirtió al escuchar que se levantaba, haciendo el lo propio y dándose la vuelta para toparse con una mujer bastante amenazante a pesar del estado en que se encontraba... y estar blandiendo una botella de agua a base de arma en su contra—. Acabo de coserte la herida del hombro y si te mueves demasiado se te saldrán los puntos... ¿Qué haces? —alzó ambas manos, sintiéndose un poco idiota en una situación así.


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IT WAS A COLD NIGHT...
23/12/2008 • Noche • CON Él


Pensilvania, Estados Unidos.
Bosques.
23 de Diciembre de 2008.


Después de un largo viaje por carretera, las pistas la habían conducido hasta el estado de Pensilvania. No tenía muchas esperanzas de que el vampiro que vagabundeaba por la zona fuera el que estaba buscando, pero en la situación desesperada en la que la cazadora se encontraba, se agarraría hasta al último clavo ardiendo contad de llevar a cabo su venganza personal.

Por Peter.

Con el recuerdo del hombre presente en su memoria, antes de la puesta de sol, dejó su impala aparcado a la entrada de aquel frondoso bosque, oculto entre la espesura de los árboles. Esa noche hacía frío, algo que dada la época del año, no era de extrañar. Sus botas se hundieron en la nieve en el momento en que bajó del vehículo y se dirigió hacia el maletero para sacar sus armas. A pesar de la brisa glacial que golpeaba su rostro, su único abrigo era una vieja cazadora de cuero. Y es que, para lo que estaba a punto de hacer, no podía ir demasiado cargada. Por suerte, en ese momento ya había dejado de nevar.

Le llevó un tiempo de vagar por el bosque en aquella semioscuridad antes de localizar las primeras huellas que indicaban que no estaba sola y que su objetivo no debía estar muy lejos. En cualquier caso, hizo lo que todo cazador kamikaze haría en su situación; dejó su mochila sobre el suelo y extrajo del interior de esta una bolsa de sangre que no dudó en abrir para después verter sobre la blanca capa de nieve.

Esta vez no tuvo que esperar más de un par de minutos antes de que una criatura sedienta de sangre se abalanzara sobre ella, revelando su rostro bajo la luz de la luna. En la mirada de la castaña no tardó en reflejarse la decepción; no era él. Aunque eso no significaba que fuera a perdonarle la vida.

En un enfrentamiento entre un cazador y una criatura de la noche, siempre sale perdiendo uno de los dos. Y Gwen no podía permitirse ser la que muriera esa noche. No sabría decir el tiempo exacto que estuvo peleando por su vida contra la criatura. El vampiro era fuerte y rápido, consiguió herirla en el hombro con la misma estaca con la que pretendía matarlo. La nieve se tenía con su sangre y con un brazo completamente inútil, sus posibilidades de ganar la batalla eran cada vez más escasas.

Pero no iba a morir esa noche, no de esa forma. No contra un vampiro. Ella era Gwen Ashkore y no moriría sin haber cumplido su venganza. Y así, con una fuerza que pareció despertar en ese instante la cazadora consiguió blandir su machete y decapitar al vampiro al que pilló con la guardia baja.

El cuerpo de aquel ser se desplomó sobre la nieve y el de la cazadora no tardaría en hacer lo propio. El frío comenzó a adueñarse de ella, calando hasta sus huesos mientras que se desangraba silenciosamente sobre aquel manto blanco. A pesar de la determinación que mostró unos minutos antes, Gwen no era estúpida; apenas tenía fuerzas, su coche estaba aparcado a varios kilómetros y a cada segundo que pasaba, le costaba más luchar contra la inconsciencia. Y una vez que esta le ganara la batalla, significaría su final.

En un último esfuerzo, su mano temblorosa alcanzó el anillo que colgaba de su cuello para acariciar el frío metal con sus yemas, como si de un último adiós se tratara.

Pero el destino tenía otros planes...

Alcanzó a escuchar unas pisadas que se acercaban a ella, rompiendo el silencio que envolvía el claro. Logró alzar la mirada lo justo para que esta se encontrara con la azul de un hombre que entre la oscuridad y su escasa consciencia apenas logró distinguir.

No estaba solo... Va a acabar el trabajo de su amigo...

Sin embargo, ante ese pensamiento de peligro ya no pudo hacer más. Sus parpados se cerraron y antes de que finalmente su cuerpo sucumbiera ante el frío y las heridas, le pareció sentir el calor del tacto sobre su mejilla y el susurro de una promesa que no recordaría al despertar.

***

El sonido del crepitar de unas llamas fue lo primero que escuchó cuando empezó a recuperar la consciencia, seguido del característico olor a leña que debía proceder de una chimenea.

¿Estaba viva?

Entreabrió los ojos tan solo un poco, logrando vislumbrar la madera del techo. Donde fuera que se encontrase, estaba resguardada. Sin embargo, antes de que pudiera preguntarse cualquier otra cosa, el sonido de una voz masculina provocó que se incorporara en el sofá como un resorte, y de paso, soltara un quejido de dolor ante la tirantez de su hombro.

¿Dónde estoy? — aunque débil, su voz era demandante. Su mirada se clavó primero en la espalda del hombre que se encontraba frente a la chimenea para después vagar rápida y desesperada en busca de algo con lo que defenderse. Su mochila. Apenas a unos centímetros de ella, logró meter la mano en esta y extraer lo primero que alcanzó; una botella de agua —. ¿Quién diablos eres tú? — demasiado paranoica para escuchar sus palabras o de atar cabos, la cazadora se puso en pie blandiendo su "arma" —. ¿Me has traído hasta vuestra guarida? Grave error el no haberme matado cuando tenías la oportunidad — siseó mientras abría el tapón de la botella. Tuvo que morderse el labio inferior para reprimir un grito de dolor, pues movió el brazo con tanta violencia que sintió que su piel se desgarraba.

Antes de que el hombre pudiera hacer nada en su contra, la cazadora se apresuró a bañarlo con un buen chorro de agua mezclada con verbena. La idea era debilitar a su enemigo el tiempo suficiente para darle una oportunidad de escape o de agarrar otra arma con la que defenderse. Y habría sido un plan brillante si de verdad se tratara de un vampiro tal y como su paranoia le había hecho creer. Sin embargo, la Verbena no hizo efecto alguno en él más allá de empaparle toda la cara. Por lo tanto... No, no era un vampiro.

Ups...

Tú... No eres uno de ellos... — evidentemente, sin embargo la cazadora era demasiado orgullosa como para pedir disculpas. Incluso si fue capaz de admitir su error —. ¡Bueno, da igual! ¿Quién eres? — intentó ocultar su metedura de pata bajo exigencias. Que no fuera un vampiro tampoco lo hacía menos peligroso.

¡Seguía siendo un extraño!

Siguió blandiendo la botella entre sus manos, a pesar de que se había convertido en un arma inútil era lo único a lo que podía aferrarse. Sin embargo, antes de alcanzar a hacer otra pregunta, sintió su visión nublarse y cómo su cuerpo cedía. El dolor del hombro era cada vez más insoportable y al dirigir la mirada hacia este, pudo ver como el vendaje que lo cubría se empezaba a teñir de rojo.

Genial...


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23/12/2008 • Noche • CON Ella

Era normal que aquella desconocida despertara de aquel modo, a la defensiva, teniendo en cuenta el escenario donde la había encontrado. Sin embargo, las intenciones del lobo no eran en absoluto malas. Aunque no ejerciera como tal, seguía teniendo el alma de un médico y estaba en su naturaleza ayudar a los demás, sobre todo cuando sabía que podía hacerlo. Esa cazadora era algo así como una paciente involuntaria, que se había topado de casualidad, y no iba a dormir tranquilo hasta asegurarse de que estaría bien.

Estás en mi casa. No te preocupes, soy médico. Solo quería ayudar, estabas muy mal cuando te encontré —se justificó con una voz calmada y suave, que era completamente opuesta a la emoción que brillaba en los ojos claros de la mujer—. Entiendo que estés asustada pero... ¿Guarida? No soy uno de... —se vio interrumpido por un ataque inesperado, cerrando los ojos antes de que el agua salpicara su rostro, empapándole el pelo también. Confuso, parpadeó un par de veces y se pasó la mano por la cara para retirar el exceso de agua, percatándose entonces de aquel fuerte olor.

Verbena —se le escapó una sonrisa divertida—. Crees que soy un vampiro... Bueno, ¿es esto suficiente para demostrar que no?, ¿o quizá quieres sacar un crucifijo? —bromeó, consciente de que tampoco debía mostrar todo lo que sabía sobre el mundo sobrenatural. Prefería ocultar su naturaleza, y sus orígenes, sobre todo ante una cazadora— No, no lo soy... Creo que estaba solo, aunque intenté borrar nuestro rastro por si acaso. Aquí estás a salvo —trató de convencerla de ello, por mucho que pareciera un hueso duro de roer.

Soy Aron... —estuvo apunto de decir su apellido, pero se contuvo. Este era bastante conocido y asociado a su manada, y puede que una cazadora como ella llegase a atar cabos— Vivo aquí desde hace unos meses, aunque desconocía que hubiera bichos como ese que te has cargado en estos bosques —ese que, a su vez, había estado a punto de matarla a ella.

Deberías volver a acostarte. Puedes dormir en mi cama, yo lo haré en el sofá —le ofreció lo que era más razonable, justo antes de olisquear la sangre en el aire y, al ver que la mujer estaba a punto de desplomarse, se acercó y la sostuvo para evitar que se cayera, y lograr que se sentara en el sofá— Eres una paciente bastante terrible —le reprochó, torciendo el gesto al ver la venda de su hombro, empapada de un color carmesí.

Se te habrá soltado algún punto... ¿puedo? —inquirió, sentándose a su lado, tratando de descifrar si en su mirada seguía habitando el recelo y la desconfianza; y quedándose un poco ensimismado, sin pretenderlo, arrastrado por los misterios que se ocultaban tras aquel azul tan intenso.


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23/12/2008 • Noche • CON Él

Estaba herida y de muy mal humor. El recuerdo de la noche anterior, combinado con el dolor que sentía no le dejaba pensar con claridad, al contrario, tan solo alimentaba aquella paranoia de la que llevaba siendo presa el último año de su vida. Daba igual lo que el hombre le dijera, en ese momento, para ella era su enemigo. Uno de ellos. Y así fue como acabó cometiendo una de las mayores estupideces de su vida.

Se quedó con la botella de plástico colgando en su mano mientras observaba perpleja como más allá del sorpresivo chapuzón, aquel desconocido no reaccionaba de la forma que tenía en mente. No retrocedió ni se retorció o chilló tal y como un vampiro haría.

¿Tan divertido te parece que te haya confundido con uno de ellos? — todavía con recelo, la cazadora frunció el ceño al ver la sonrisa aparecer en el rostro de este. Debía estar chiflado, aunque... —. Un momento... Sabes lo que son... — la cazadora entrecerró los ojos de manera inquisitiva, acercándose hacia el hombre un par de pasos, sin bajar la guardia. Lo habitual para la cazadora era encontrarse con gente que no tenía ni la más mínima idea de lo que eran —. Un crucifijo... Pfff... Ya veo que has visto demasiadas películas. Eso descarta la hipótesis de que seas un cazador... — o por lo menos, no se ganaba la vida de ello. Estaba lejos de ser un profesional —. Porque si lo eres, lamento comunicarte que tu esperanza de vida será muy reducida si llevas encima un par de ajos y agua bendita para defenderte — puede que no estuviera muy puesto a la hora de como acabar con un vampiro, pero era un hecho innegable que esa noche, la había salvado.

Aron... Qué nombre más raro — fue lo primero que se le ocurrió decir cuando este se presentó —. ¿Y vives aquí? ¿En medio de la nada? — quería seguir interrogándolo, sin embargo, la visión no tardó en nublársele a causa del punzante dolor que sentía en el hombro y la visión de la sangre no hizo más que empeorar la situación.

Aun así, su cuerpo no llegó a tocar el suelo, pues unos cálidos brazos la rodearon y la sujetaron impidiendo su caída. Debido a su estado, no opuso mucha resistencia, pero en el momento en que este la dejó sobre el sofá, retrocedió con cautela.

No llevo bien eso del reposo — su cuerpo se tensó con una evidente falta de confianza hacia lo desconocido —. ¿Entonces eres médico? — le preguntó en el momento en que su mirada se cruzó con la de él, apreciando en aquellos ojos azules algo que la hizo flaquear; una sincera bondad —. Supongo que sí... — aunque todavía reticente, la cazadora permitió finalmente que se acercara a ella para que pudiera examinarle la herida —. ¿Cómo me encontraste? ¿Acostumbras a dar paseos de madrugada por los bosques? — dirigió la mirada hacia la venda empapada de sangre y después, volvió a alzarla hacia el rostro del contrario —. No hace falta que me pongas anestesia o cualquier otra cosa que me atonte — advirtió, conteniendo la respiración mientras el dolor se hacía cada vez más punzante —. Podré aguantarlo...o eso esperaba. Se mordió el labio inferior con fuerza para evitar emitir sonido alguno y con la otra mano apretó la funda del sofá. De nuevo, se estaba haciendo la dura.


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23/12/2008 • Noche • CON Ella

En medio de aquel momento tan tenso, y ridículo, la pregunta de la cazadora le hizo alzar la mirada hacia ella. Parecía enfadada, y a la defensiva, mientras que él no pudo evitar echarse a reír como toda respuesta. Aún así, no debía olvidarse de lo que ella era. Una cazadora. Podía ayudarla, y lo haría, pero no debía saber lo que era.

¿Que si me parece gracioso? Pues sí, un poco sí —respondió con honestidad, relajando su sonrisa y esfumándose esta al percatarse de la nueva expresión inquisitiva de la mujer. Aron no mentía muy bien, pero esperaba que ella no se diera cuenta cuando comenzó a usar tópicos del cine sobre vampiros—. Oye... ¿entonces los crucifijos no funcionan? ¿Y qué hay del agua bendita? —quiso saber, como si no tuviera mucha idea de lo sobrenatural— No, no soy un cazador. Ni siquiera sabía que esas cosas eran reales... hasta hoy —volvió a mentir, desviando la mirada y mordiéndose la lengua— ¿Crees que hay más como ellos por aquí? Pensaba que mis únicos vecinos eran los lobos —curiosamente, se había topado con alguno y estos, como si detectaran su naturaleza, no rehuían su presencia.

¿Cuál es el tuyo, cazadora? —la miró con la misma curiosidad que brillaba en sus ojos azules— Si, es un buen vecindario, menos por los vampiros —bromeó, encogiéndose de hombros, omitiendo las verdaderas razones por las que había decidido aislarse en aquel bosque. De todas formas, la mujer no tuvo mucho más tiempo para averiguar la verdad. Aron se adelantó para sujetarla antes de que llegara a desplomarse en el suelo, maldiciendo mentalmente la testarudez que mostraba esta.

Pues me temo que no tienes más opción, o no podrás volver a patear culos en mucho tiempo —cuando sus miradas se cruzaran el lobo se quedó en blanco por unos segundos, terminando por asentir a su pregunta—. Si tienes un poco de paciencia, podrás volver al ruedo antes de lo que crees —comentó mientras, con cuidado, retiraba la venda para dejar al descubierto la herida de su hombro.

Fue una casualidad —respondió sin perder su concentración, torciendo el gesto ligeramente al ver que, en efecto, se le habían saltado unos puntos por moverse con demasiada brusquedad—. Me gusta pasear por la noche, el frío me despeja la mente —torció una sonrisa— ¿Y tú acostumbras a perseguir a seres como ese a modo de pasatiempo nocturno? —intuía que así era. Su cuerpo era la prueba de que aquella no era la primera herida que sufría.

Así que eres una chica dura —con una gasa, limpió el exceso de sangre de su hombro, dejándola sobre la mesa y cambiándola por una aguja quirúrgica—. No tendrías porqué aguantarlo, ¿sabes? Yo no voy a juzgarte —la miró una vez más, como si esperara que cambiara de opinión, pero no daba señales de querer hacerlo. Lo único que mostraba era entereza y, de nuevo, testarudez—. Tendré cuidado, te lo prometo —dijo antes de introducir la aguja en su piel, volviendo a coser la herida—. Cuéntame algo. ¿Cómo terminaste aquí sola?, ¿también fue una casualidad? —buscó distraerla del dolor con una conversación.


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23/12/2008 • Noche • CON Él

Ante la risa de aquel desconocido, la expresión de la cazadora permaneció ceñuda e irritada. Y es que, al contrario que el hombre, ella seguía sin verle la gracia. Y eso la fastidiaba todavía más.

Oh, dios... Cuanto daño ha hecho el cine de clase B — refunfuñó sin cambiar la cara de pocos amigos a pesar de las inocentes preguntas del extraño. Sin embargo, la respuesta que le dio le hizo desconfiar una vez más de este —. No sabías que esas cosas eran reales hasta hoy... Y en vez de quedarte en shock o intentar encontrar una explicación razonable a lo que has presenciado... Simplemente has asumido la realidad — torció el gesto, tratando de analizar cualquier mínima alteración en su expresión —. Por no mencionar el hecho de que conoces las propiedades secretas de la verbena — no, no se la iba a dar tan fácil. No era ninguna novata. No sabía el motivo exacto, pero su intuición le advertía de que se estaba haciendo el tonto con ella.

Y eso no le gustaba.

No soy muy fan de las presentaciones — se excusó, mostrándose reticente a decir su nombre a alguien en quien no confiaba —. Por el momento puedes llamarme así, cazadora — durante unos segundo el amago de una sonrisa amenazó con aparecer en su rostro al escucharle bromear una vez más, sin embargo, esta se desvaneció en el momento en el que su cuerpo perdió la fuerza y no tuvo más remedio que dejarse arrastrar de vuelta al sofá.

Ya, bueno... la paciencia no es una de mis virtudes... — aunque en un primer momento hizo ademán de retroceder, finalmente permitió que Aron retirara el vendaje que cubría la herida de su hombro —. ¿Tiene muy mala pinta? — articuló, con la voz cada vez más débil a causa del dolor que se extendía—. Te apuesto lo que quieras a que he sobrevivido a heridas peores... — y no se refería tan solo a las físicas, sino que también a las emocionales. Aunque de esas últimas no era algo de lo que estuviera dispuesta a hablar en ese momento.

No es mi pasatiempo, es mi trabajo... Ya ves que es peligroso caminar en solitario por la noche. Tuviste suerte de que me cargara a esa cosa... Quién sabe, quizás de no ser por mí te hubieras convertido en su cena — volvió a buscar la mirada del contrario, aunque este parecía estar muy concentrado en su hombro —. Se podría decir que yo te he salvado la vida — aunque, irónicamente, al final había sido él quien la había salvado. Algo que todavía no estaba dispuesta a admitir en voz alta.

No tiene nada que ver con que me juzgues... Es solo que me siento más segura con todos mis sentidos en alerta. Nunca se sabe cuando uno de esos bichos podría aparecer... — su mirada se cruzó con la de él una vez más, dándole a entender que hablaba completamente en serio —. Ya alcancé mi límite de dolor una vez...la noche en la que perdí a Peter —. Ninguna herida, por terrible que sea, puede hacer que vuelva a alcanzarlo... — desvió la mirada para que el tal Aron no pudiera leer en ella más información de la que estaba dispuesta a compartir.

Y aun así, en el momento en que la aguja penetró en su piel, tuvo que morderse el labio con fuerza para evitar ponerse a chillar, ahogando los quejidos que amenazaban con escapar de su garganta. Apretó los puños y cerró los ojos con fuerza. Y en medio de aquel sufrimiento, una cálida voz la volvía a traer a la realidad.

Eh... Ya te lo he dicho... Ugh... Es mi trabajo... — con la respiración entrecortada, trató de enfocarse en responder a las preguntas del hombre —. Estaba... Siguiendo la pista de un vampiro...del único que importaba —. Encontré varios reportes... De ataques de animales... — sintió como sus uñas se clavaban en la palma de sus manos en un intento por mantenerse todavía consciente —. Podrían haber sido solo eso... Ataques de animales... Pero si te soy sincera... No esperaba llegar aquí y encontrarme un lobo — rio de manera nerviosa, por no ponerse a llorar mientras el hombre seguía suturando su herida —. Y... ¿Qué hay de ti? ¿Cómo es que... has acabado en medio de la nada? No deberías... ¿Estar más cerca de un hospital? — respirando con dificultad, volvió a abrir los ojos para poder enfocar su visión en el rostro de Aron. Quedándose durante unos segundos en absoluto silencio al percatarse del cuidado y precisión con el que este la estaba tratando.

Con una atención que hacía demasido tiempo que no recibía.


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23/12/2008 • Noche • CON Ella

Mierda.

Definitivamente mentir no era su fuerte, y tampoco se había visto en una necesidad imperante de hacerlo hasta ese momento de su vida. Solo a él se le ocurría salvar a una cazadora, siendo él una presa. Era como abrirle las puertas de su hogar al enemigo, exponiendo su tapadera a alguien que sí podía unir las piezas y detectar aquellas pequeñas pistas que desvelaban su naturaleza. Y que lo pondrían en peligro.

¿Sabes que cuando una persona se ve expuesta a una situación traumática, puede permanecer extrañamente tranquila? Es porque el cerebro todavía no ha procesado el shock. Supongo que estoy en esa fase —se encogió de hombros sin darle mayor importancia—. Eso, o quizá estoy loco de remate y mi afición secreta es la herbología —bromeó, torciendo una sonrisa y negando con la cabeza, de nuevo quitándole importancia al asunto con la esperanza de que la mujer no insistiera más.

Cazadora... ¿y de segundo nombre? Está bien, no me mires así: no desvelemos el misterio —era consciente de su desconfianza, aunque fingió no darse cuenta y se centró en lo que más le importaba: aquella herida que ahora volvía a ser un estropicio que debía arreglar—. Tenía peor pinta antes. No te preocupes, solo te dejará una cicatriz y te obligará a estar unos días sin usar esa ballesta. Sanará bien, la verdad es que es sorprendente... —comentó mientras revisaba la herida. Era como si su cuerpo estuviera acostumbrado a aquel tipo de situaciones; otra persona estaría peor, o quizá ni habría llegado viva a la cabaña.

No lo dudo. Pareces una tía dura, pero siento decirte que tu cuerpo tiene sus límites, por muy dura que seas —iba a seguir regañándola cuando sus miradas se cruzaron y el lobo se quedó absorto observando aquel dolor que se reflejaba en sus orbes—. Parece que has pasado por un infierno para llegar hasta aquí —comprendió, aunque no hizo preguntas sobre su historia, limitándose a atenderla para que no se desmayara nuevamente sobre su sofá.

Hasta ahora no me había encontrado con ninguno de esos... seres, y salgo a pasear casi todas las noches —en esa ocasión sonó creíble, y es que no estaba contándole mentira alguna. Había creído que en aquel lugar no se encontraría con ningún peligro, más allá que aquel en el que él se convertía las noches de luna llena. Suponía que aquel vampiro pasaba por el bosque siguiendo un rastro, o quizá huyendo de la cazadora.

Oh, entonces muchas gracias por salvarme —no pudo más que esbozar una sonrisa divertida, aunque no la contradijo— ¿Debería dejar los paseos nocturnos? Y yo que creía que los seres más peligrosos que podía haber en estos bosques eran mapaches hambrientos —volvió a sonreír. Se había topado con alguno, a decir verdad, aunque estos más bien se dedicaban a colarse en su despensa e intentar robarle las provisiones.

Aquí estás a salvo, ¿nunca bajas la guardia? —preguntó mientras deslizaba la aguja por su piel, dejando que se recuperara unos instantes antes de proseguir— Pero no tendrías porqué sufrir. Al menos, no tanto —podía ver el esfuerzo que estaba haciendo por aparentar entereza y, aunque no la conocía, se sentía mal por ello. ¿Qué era lo que le había sucedido para que se comportara de aquel modo?

Tu trabajo... Espero que al menos el sueldo merezca la pena, si arriesgas tu vida cada día de este modo. ¿No has pensado en cambiar de profesión? —comentó, medio en broma, medio en serio. Sabía que normalmente los cazadores no recibían ningún tipo de compensación, solo cuando trabajaban como mercenarios. Era una vida dura, esclava y poco gratificante— Un lobo —trató de no perder la concentración, ni tampoco que notara que su corazón había comenzado a latir con mayor rapidez cuando mencionó aquella palabra—. Los lobos no atacan a los humanos, salvo alguna excepción. Deben estar muy hambrientos, y sentirse amenazados, para hacerlo —consideraba que eran unos animales nobles y puros. Sin embargo, los licántropos eran un caso aparte. Al menos tenía la certeza de que él era el único que poblaba aquellos bosques, y siempre planificaba cada luna llena al milímetro para no dañar a nadie.

¿Yo? —antes de responder, terminó de repasar los puntos, observando su trabajo con cautela y también el modo en que comenzaba a cicatrizar la herida— Hace un año pasaron algunas cosas y... Supongo que necesitaba un tiempo lejos de todo, y de todos —su vida había dado un giro de 180 grados en el momento exacto en el que había roto la maldición, algo que había evitado durante toda su vida. Algo que no deseaba. Un castigo dictado por la sangre que corría por sus venas.

Todo iba bien hasta que me encontré con una desconocida y... —hizo una pequeña pausa, comenzando a vendar el hombro con vendajes nuevos, de forma cuidadosa— me atacó con una botella llena de verbena. Traumático —esbozó una sonrisa, finalizando su trabajo y alzando su mirada hacia ella. Estaba pálida, pero al menos tenía mejor aspecto que antes—. Ya está, arreglado. Nada de movimientos bruscos, ¿prometido? Y responderé a todas las preguntas que tengas —quizá, entonces, pudieran caminar hacia un destino que ahora parecía imposible: la confianza.


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23/12/2008 • Noche • CON Él

¿Sinceramente? No sabía decir si aquel sujeto se estaba quedando con ella o que, en efecto, estaba loco de remate. Quizás era un poco de ambas. En cualquier caso, la cazadora estaba en un punto en el que no se fiaba ni de su sombra. Puede que la teoría del vampiro hubiera quedado descartada, pero que aquel hombre no estaba siendo del todo sincero, era un hecho.

Le hubiera gustado seguir interrogando al tal Aron y sacarle la verdad, sin embargo, su cuerpo no parecía dispuesto a darle una pequeña tregua.

Unos días... Qué gracioso — dejó escapar una risa nerviosa, como si de verdad sus palabras le hubieran hecho gracia —. Mañana tengo que seguir mi ruta. No puedo permitirme ni un día de descanso — porque mientras más atrás se quedara, más se alejaría de ella la pista de aquel vampiro —. No te lo puedes ni imaginar... — susurró con la voz rota y desvió la mirada, como si tuviera miedo de que alguien más fuera capaz de leer en ella lo que callaba. Aquella parte de ella que no estaba dispuesta a compartir con nadie más —. Sí... Todo un infierno para acabar siendo sermoneada por un médico loco por la herbología. ¿Te lo puedes creer? — trató de bromear, para así poder evadir el tema. No estaba preparada para hacerle frente.

Por fin pudo percibir algo de sinceridad en las palabras de este y aunque eso la tranquilizó, no la hizo bajar la guardia. Que nunca se hubiera encontrado con uno de ellos no significaba que desconociera su existencia. Todavía tenía mucho por preguntarle, aunque el dolor del hombro acaparaba la mayor parte de su atención en ese momento.

Un placer... Pero no te acostumbres... Mañana mismo me marcharé de aquí, así que... Te va a tocar a ti solo encargarte de esos mapaches hambrientos — porque dudaba que hubieran más vampiros cerca. En todo caso, antes de marcharse se aseguraría de ello. Sería su pequeña muestra de agradecimiento hacia el médico por salvarle la vida.

Nunca — su respuesta sonó más brusca de lo que le hubiera gustado. Mucho más, pero entre el dolor de la aguja al perforar su piel y aquel vacío en su pecho, no estaba para ser amable —. Cuando bajas la guardia te vuelves débil... Y entonces corres el riesgo de perderlo... Todo... — y Gwen ya lo había perdido prácticamente todo, hacía un año... Lo único que le quedaba era su vida y la necesitaba para poder cumplir con su venganza.

Se tuvo que morder el labio con más fuerza para reprimir los gritos de dolor. No tardó mucho en sentir el sabor de la sangre en su garganta. La vista se le nublaba y tenía que hacer un gran esfuerzo por mantenerse lúcida, concentrándose en las preguntas que le hacía el médico.

Sí... Bueno... Yo no elegí esta profesión — no sabía si echarse a reír o sentirse ofendida. Quizás un poco de ambas —. Era forense... — se mordió la lengua. No quería revelarle demasiada información personal —. ¿También eres experto en animales? — volvió la vista de nuevo a este cuando habló sobre los lobos —. Pues que suerte... Que fueras tú quien me encontrara... Y no un lobo hambriento... — su cuerpo comenzó a temblar en pequeños espasmos —. Menos mal... Porque... Me gustan los lobos... — comentó con la voz cada vez más débil, antes de que sus labios se torcieran en una nueva mueca de dolor.

¿Un año? — justo el mismo tiempo que hacía que su vida se jodió —. Creo que... Entiendo a que te refieres — al menos en cierta medida. Ella también había dejado atrás su antigua vida y se había alejado de todos, recorriendo el camino de la venganza completamente sola —. A veces necesitamos estar solos para recodar quienes somos... O quienes éramos antes de... — negó con la cabeza levemente, dejando la frase incompleta.

Puff... Qué idiota... — susurró, intentando reprimir la sonrisa que el desconocido estuvo a punto de arrancarle al recordarle su fallo garrafal —. Pues que sepas que no me arrepiento. Podrías haber sido un vampiro. No tenía ninguna manera de saberlo. Y ya sabes lo que dicen... Mejor prevenir que curar — un dicho que en realidad, el 90% de las veces no se aplicaba a sí misma, pero que al menos esta vez le servía para justificarse —. La próxima vez, ya sabes... No parezcas tan sospechoso y... Explícate más rápido si no quieres recibir una ducha gratuita — aunque con ella lo mismo hubiera dado, pues al despertar no estaba para razonar con nadie.

Permitió que el hombre terminara de vendarle la herida y una vez que acabó, tomó de nuevo distancia con él, hasta la otra punta del sofá.

¿A todas mis preguntas? — con cuidado, apoyó la espalda sobre la esquina del respaldo, sin desviar la mirada del contrario —. De acuerdo, empecemos por una sencilla; ¿Por qué conoces la existencia de los vampiros? No, no se me ha olvidado — y no era algo que pudiera pasar por alto, no cuando le había pillado en medio de una mentira —. Responde bien y... Me pensaré decirte mi nombre... Puede que incluso yo te responda a alguna pregunta — añadió. Era consciente de que en su posición ya no resultaba tan amenazante y en realidad... Después de que le hubiera cosido la herida tampoco quería mostrarse tan poco agradecida.


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23/12/2008 • Noche • CON Ella

Aron no le debía nada a aquella cazadora... Quizá, de hecho y dada su naturaleza, lo más inteligente fuera aceptar que se marchara y siguiera su ruta lo antes posible. Sin embargo, el lobo no era así. Llevaba su profesión demasiado grabada en su alma, y no iba a dejar que aquella mujer, por testaruda que fuera, emprendiera su marcha con una herida tan reciente que precisaba de reposo para sanar.

Si te vas mañana, lo más seguro es que te encuentre no muy lejos de aquí y tengamos que repetir el mismo proceso otra vez. ¿Por qué no me haces caso? Necesitas descansar —su tono de voz reflejaba impaciencia y preocupación a partes iguales. Pareciera que la mujer no fuera consciente de lo cerca que había estado de morir esa noche, o quizá estaba demasiado acostumbrada—. Además, ¿vas a dejarme solo de verdad contra esos mapaches? Son muy violentos cuando tienen hambre —intentó bromear, creyendo que aquello podría servir para que la cazadora se mostrara un poco más colaborativa y menos desconfiada. Pero no, la mujer parecía ser bastante terca.

Por unos instantes, Aron mantuvo el silencio y no quiso interrumpir los pensamientos de la mujer que, tras dar aquella respuesta, parecía estar perdida en sus recuerdos. Hasta un ciego podría ver que había sufrido una pérdida, o quizá varias. El lobo no se atrevió a preguntar.

Bajar la guardia, confiar... a veces no te hace débil, sino al contrario. Todos necesitamos a alguien de vez en cuando, alguien que nos ayude cuando lo necesitamos —no añadió nada más, ni hizo más preguntas, permaneciendo concentrado en su trabajo y, por unos instantes, él también pareció perderse en sus recuerdos. Por mucho que estuviera solo desde hacía un tiempo, Aron había recibido apoyo y ayuda en su peor momento de las personas más impensables. Y no se arrepentía.

¿Te duele mucho? —inquirió al percatarse de las muecas de la cazadora, aunque tenía que admitir que esta era bastante dura. Otra persona no habría aguantado aquello sin anestesia sin llegar a desmayarse— Así que forense, qué interesante —alzó ambas cejas, realmente sorprendido— ¿Cómo es que terminaste cambiado de campo... de forma tan radical? Si no es una pregunta demasiado directa —no estaba seguro de que fuera a responderle; aunque, quizá sin siquiera darse cuenta, la mujer ya le había contado bastante sobre ella. Más de lo que el Lanvik se habría esperado minutos atrás.

No, no lo soy. Tan solo me gustan, son mucho más sencillos que las personas —tuvo que contener una sonrisa ante lo que añadió la castaña—. Ya, una suerte que no hubiera sido un lobo —procuró que su voz no sonara titubeante—. Vaya, si al final incluso vamos a llegar a entendernos —era un gran avance teniendo en cuenta que hacía unos instantes le había echado en la cara una botella de agua con verbena—. Podrías haber preguntado, quizá. Aunque, si fuera un vampiro, tampoco te lo habría dicho. No parece una forma muy inteligente de sobrevivir —tuvo que admitir, dándole en parte la razón.

¿Tan sospechoso? —frunció el ceño, negando con la cabeza mientras terminaba de vendarle el hombro por segunda vez— Tendrás que perdonarme, para otra ocasión tendré preparado mi carnet de identidad. Aunque podría decirse que ya he superado la prueba, ¿no? —y por prueba se refería, en efecto, al lanzamiento de verbena, cuyo aroma ahora le empapaba el pelo y la camisa.

Sí, a todas tus preguntas —asintió, no tan convencido como lo había estado segundos atrás. Tenía la sensación de que aquella extraña podría someterlo a una especie de tercer grado, y él no era un experto en eso de mentir. Pero si servía para que estuviera quieta y cediera ante sus peticiones, era más que suficiente—. No creía que su existencia fuese real hasta esta noche. Mi cabeza todavía está procesando si puede ser verdad... o es una maldita locura —se mantuvo quieto, mirándola a los ojos. "Venga, Aron, mentir no es tan difícil".

He viajado por Norteamérica durante un año hasta asentarme aquí. En un pueblo en Virginia hubo varias muertes que seguían el mismo patrón: heridas brutales en el cuello, sangre drenada. La gente comenzó a expandir el rumor de que era un vampiro, y por gente me refiero a adolescentes seguramente fanáticos de Crepúsculo —torció una sonrisa. Lo mejor de todo era que al menos esa historia sí era cierta, lo que hacía que sonase más creíble—. Obviamente no creí que fuera un vampiro, sino algún demente... Pero, lo que vi cuando te encontré en el bosque. La criatura que estaba a tu lado no podía ser humana. Su piel era... gris —algo que no era natural, y un signo que evidenciaba que se trataba de un vampiro muerto; aunque ese Aron no podía saber eso.

La herida en tu hombro es de una estaca, la misma que encontré en la nieve. Despiertas y me lanzas una botella de verbena a la cara —enumeró aquellos hechos como si fueran pistas que corroboraban su supuesta conclusión—. Así que... o lo vampiros sí existen, o quizá estoy volviéndome loco y tú también lo estás —alegó, todo esto mientras recogía el material sanitario que acababa de emplear, levantándose para tirar las vendas sucias a una papelera.

Si tienes más preguntas, bien podríamos acompañarlas de un café caliente —ofreció, apoyándose contra la meseta de la cocina que había en ese mismo habitáculo. O, quizá, se había ganado el derecho a obtener algo de información sobre aquella mujer que, a cada segundo que pasaba, se convertía cada vez más en un enigma que olía a peligro.


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23/12/2008 • Noche • CON Él

A Gwen nunca le había gustado eso de tener que darle la razón a otro. Era muy testaruda cuando algo se le metía en la cabeza. Por eso que aquel desconocido del que todavía no se fiaba evidenciara que no llegaría muy lejos si se marchaba a la mañana siguiente, le fastidiaba. Y le fastidiaba mucho, algo que la expresión que se formó en su rostro no se molestó en ocultar.

Pffff... Vale, de acuerdo... Pero no será más de un par de díasni uno más —. Y le diré cuatro cosas a esos mapaches... Estaremos en paz — en ese punto ya no sabía si reír o llorar. O las dos a la vez. El dolor cada vez se hacía más insoportable y quería chillar con todas sus fuerzas, hasta quedar afónica. Pero no lo hizo.

No... Que va... Nada de nada... — era evidente que estaba mintiendo y que Aron se había dado cuenta, pero su orgullo le impedía decir la verdad o siquiera, decirle que había cambiado de opinión y que por favor la anestesiara. Por lo que optó por concentrarse en las preguntas que este le hacía, aunque a cada segundo le costaba más procesarlas —. Yo... — cerró los ojos, la respuesta a esa pregunta dolía más que el filo de la aguja que la traspasaba. Mucho más que cualquier herida física que pudiera contar —. Busco... A un vampiro... — fue todo lo que se limitó a responder, dejando escapar un quejido por el que no tardó en reprenderse.

No muestres debilidad...

Aquellos minutos de angustia se le estaban haciendo eternos. Su cuerpo temblaba de forma involuntaria y en más de una ocasión se sintió desfallecer. La voz del médico era lo único que la mantenía todavía despierta. Por favor... No dejes de hablar... Suplicaba casi de manera inconsciente, guiándose por aquel sonido para recuperar la lucidez una vez más.

Tomó una gran bocanada de aire cuando finalmente el médico dio la última puntada y se ocupó de vendarle la herida. Todavía dolía y los puntos tiraban, pero era mucho más soportable que dejarse coser sin ningún tipo de anestesia

Supongo que... Sí — admitió finalmente, girándose de nuevo hacia este —. No eres un vampiro y... Has evitado que me desangre a costa de sacrificar la funda de tu sofá... Supongo que puedo empezar a considerarte algo así como... Persona grata — al menos por el momento, porque todavía quedaba por resolver un asunto que no se le iba de la cabeza, por lo que aprovecharía la carta blanca que este le había concedido para poder interrogarlo sobre ello.

Dejando que fuera su salvador el que se explicara, la cazadora lo observó atenta, como si tratara de analizar con la mirada el comportamiento de este para determinar si le estaba mintiendo. Vale, tenía que admitir que sonaba bastante convincente después de haber metido la pata anteriormente. Sobre todo por la parte de Crepúsculo, ante la cual no se molestó en reprimir una mueca de disgusto.

Puede que los dos estemos un poco locos. Tú un poco más que yo por meter a una completa desconocida en casa que se dedica a decapitar vampiros — se encogió de hombros de forma involuntaria, cosa que lamentó al segundo cuando un nuevo pinchazo en la herida la sacudió —. Agh... Mierda... — se quejo en voz alta antes de volver a recomponerse — Y... Te aseguro que los verdaderos vampiros no brillan como bolas de discoteca — vio necesario aclarar ese punto, porque vete tú  a saber si no era él uno de esos fanáticos de la saga que había mencionado —. Eso sí, arden muy bien al sol — aunque en esa época del año, la luz solar no era muy abundante por esos lares.

Pensaba que me ibas a mandar a descansar — comentó ante el ofrecimiento del hombre. Pero mejor así, porque realmente le hacía falta meterse algo de cafeina al cuerpo —. Me gusta solo, sin nada de leche. Ni azúcar — con cuidado, se incorporó para ponerse en pie. Aguantó la mueca de dolor mientras caminaba hasta la pequeña cocina. Apenas estaba a unos pocos pasos del sofá, pero odiaba verse vulnerable. Mucho más ante un desconocido —. De acuerdo, te lo has ganado. Me llamo Gwen, Gwen Ashkore. Cazadora de vampiros a tiempo completo desde hace un año — se apoyó en la encimera, cerca de donde se encontraba Aron, dejando su mirada clavada en este. Era información básica, pero para alguien como Gwen, compartirla era un gran paso —. Y como ya te he dicho antes... Estoy buscando a un vampiro... Uno en concreto. Y no, no es el descabezado con el que te has encontrado... Que por cierto... ¿Qué hiciste con el cuerpo? ¿Lo dejaste allí tirado? — en realidad, tampoco le importaba mucho. Con ese tiempo dudaba que alguien más rondase por la zona. Al día siguiente ya tendría tiempo de cubrir las huellas del delito. Si es que el doctor le dejaba salir.


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23/12/2008 • Noche • CON Ella

Una pequeña sonrisa triunfal asomó en sus labios ante la resignación de la cazadora. Apenas llevaba unos minutos hablando con ella y sabía de sobra que conseguir que cediera era algo casi imposible, teniendo en cuenta lo testaruda que se había mostrado hasta entonces. Otra cosa que había aprendido de la desconocida era que se mostraba como una chica dura, y que muy probablemente lo fuese; cualquier otra persona hubiera pedido casi a gritos un poco de morfina, algo que aliviara el dolor de una herida que no era ninguna bruma.

¿Has sufrido alguna herida peor que esta? —inquirió mientras proseguía, centrado en su tarea, con curiosidad médica hacia la que era su primera paciente, informal o no, en mucho tiempo. Mientras sus manos recuperaban el ritmo añorado de su profesión, Aron volvía a sentir la plenitud que lo embargaba en su época como cirujano— ¿Un vampiro? ¿El decapitado no era el que buscabas? —quizá estaba haciendo demasiadas preguntas pero, mientras a ella no le molestara, era una forma de mantener su mente ocupada y menos centrada en el dolor.

Persona grata. Vaya, eso es todo un avance —el lobo esbozó una amplia sonrisa que mostraba diversión y alivio a partes iguales—. Entonces, ¿enterramos el hacha de guerra? En este caso, botella de verbena —se permitió bromear ahora que el ambiente era menos tenso, sin dejar de vigilarla por si se le ocurría hacer otro movimiento brusco y poco apropiado dado su estado.

No soy un vampiro, así que debo estar a salvo, ¿no? —comentó, quitándole importancia, aprovechando aquel instante para hacer una pregunta aparentemente inocente pero que guardaba una intencionalidad concreta— Porque solo decapitas vampiros... ¿verdad? —frunció el ceño, pues justo entonces la mujer hizo lo que no debía— Échate en el sofá y procura no... en fin, intenta descansar. Puedo volver a coser esa herida las veces que haga falta, pero no será agradable para ti —le reprendió con suavidad, echándose a reír ante aquel comentario—. Vaya, qué decepcionante. ¿Y tampoco leen la mente y esas cosas? —añadió, consciente de que aquello tampoco era cierto, pero debía mantener las apariencias.

No se te da muy bien eso de hacer caso a los consejos ajenos, ¿me equivoco? —negó con la cabeza al ver que se levantaba para seguirlo hasta la cocina. Por suerte, aquella cabaña no era demasiado grande— Solo, sin azúcar... Te pega. Resulta que también lo prefiero así —reconoció su buen gusto mientras ponía en marcha la cafetera, tomando dos tazas de una encimera y aprovechando que estaba de espaldas a la cazadora para echar un calmante en la suya; algo que le ayudaría con el dolor y con las horas de descanso que necesitaba para poder recuperarse.

Ashkore.

Gwen... ¿De Gwendolyn? —ignoró lo que significaba aquel apellido y se centró en su nombre, picándola un poco para distraerla y esperando unos segundos para girarse hacia ella. Conocía dicho apellido, también la historia que lo única al de su propia familia, e inevitablemente se había tensado un poco— El descabezado... Bueno, lo dejé donde estaba. Creí que salvarte la vida era lo más importante. Seguirá donde estaba, o puede que los mapaches se lo hayan cenado... —bromeó, relajándose al notar el aroma del café recién hecho invadiendo la estancia.

Yo me ocuparé de eso, tú tienes que descansar —volvió a reprenderla, pensando que quizá terminase pillándole el gusto a hacerlo, y volviendo a darle la espalda para servir el café en las dos tazas, distinguiendo en todo momento cuál era la de la cazadora— ¿Qué debo hacer? ¿Enterrarlo, quemarlo...? —se sentía extraño haciendo aquel tipo de preguntas como quien habla del tiempo o los deportes, lo que le hizo esbozar una mueca.

Café solo, sin nada de leche y sin azúcar —repitió sus propias palabras, entregándole una de las tazas y quedándose con la suya. Aprovechó el pequeño silencio para dar un primer sorbo, agradeciendo el sabor revitalizante del café puro—. Puede que esté abusando de tu frágil y reciente confianza, pero ¿por qué buscas a ese otro vampiro? Pareces muy... decidida a hacerlo —observó, calculando que no tendrían mucho tiempo más para conversar antes de que ella sintiera los efectos de aquel calmante.


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23/12/2008 • Noche • CON Él

Sentía que su cuerpo cedería de un momento a otro. Y es que, lejos de acostumbrarse al dolor que le provocaba la aguja cada vez que traspasaba su piel, este se incrementaba cada vez más a medida que los segundos pasaban. Y aun así, era demasiado orgullosa como para ceder y suplicar por un poco de morfina. Antes muerta.

A pesar de que era el sonido de la voz del contrario lo que le hacía mantenerse todo lo relativamente cuerda posible, empezó a responder con ciertas evasivas. Al fin y al cabo, por mucho que el tal Aron le estuviera suturando una herida que podría haber sido mortal, Gwen no confiaba en él. Y ella era muy reticente ante el concepto de abrirse a los demás. Especialmente, si no los conocía.

Oye, tampoco te emociones. Que eso no te convierte en mi mejor amigo — advirtió la cazadora, pasando los dedos sobre el vendaje que el cirujano acababa de aplicar en su hombro. No pudo reprimir un escalofrío. El hombro le dolía horrores, pero era demasiado orgullosa para admitirlo —. Solo vampiros — confirmó, frunciendo levemente el ceño mientras le dirigía la mirada —. ¿Por qué? ¿Acaso piensas que mi hobby es ir por ahí decapitando todo lo que se me pone por delante? — no pudo seguir protestando, porque un fuerte dolor sacudió su hombro y esta vez sí que no le quedó otra que quejarse —. Estoy bien, estoy bien... — no, no. Ya podía morirse de dolor, que se negaba a mostrar debilidad frente al contrario.

—. ¿No te parecen ya lo suficiente peligrosos como para que encima tengan la habilidad de leerte la mente? — hizo caso omiso de sus consejos, siguiéndolo hasta la cocina, que estaba, literalmente, a dos pasos de la sala —. De hecho, decían que era un poco rebelde — por algo se fue a una edad temprana de casa, renunciando a todo por lo que John la entrenó —. Oh, no me digas que empezamos a tener cosas en común — ironizó al saber que ambos compartían el mismo gusto por el café amargo.

Sin embargo, cualquier rastro de sonrisa desapareció de su rostro en el momento en el que escuchó como el cirujano se atrevía a pronunciar su nombre completo.

Gwen, a secas. Solo Gwen — le advirtió de una forma que casi sonaba como una amenaza —. Vuelve a pronunciar el nombre completo y la botella de verbena será el menor de tus problemas — vale sí, eso sí que sonaba más a una amenaza. Pero dios, como odiaba que la llamasen de esa manera. Por algo siempre se presentaba como Gwen y ya.

No me voy a pasar el día durmiendo. ¿Te crees que soy un lirón? — más bien, su sueño era similar al de una jirafa. Como mucho, dormía dos o tres horas del tirón —. Lo más fácil es quemarlo. Te evitas tener que pasar un buen rato cavando una tumba que después cualquiera podría desenterrar — por desgracia, una vez muertos aquellos bichos ya no ardían bajo la luz del sol, lo cual, les facilitaría mucho la tarea.

Vale, ¿Cuál es la trampa? — preguntó, tomando la taza de café caliente entre sus dedos y alzó la mirada hacia el hombre —. No sé... Eres demasiado... ¿Bueno? Muy poca gente te extiende la mano simplemente por caridad — algo que había aprendido a lo largo del último año, era que las personas como Aron escaseaba. Él era el primero que había curado sus heridas sin que hubiera sido ella quien acudiera en su ayuda, pues generalmente, le tocaba buscarse la vida cada vez que las cosas salían mal en una cacería.

Finalmente, le dio un sorbo al café, agradeciendo la calidez que este le otorgó cuando entró en su sistema. Una calidez que desapareció en el momento en el que Aron le preguntó de nuevo por aquel vampiro al que estaba buscando, interrumpiendo no solo así su largo silencio, sino también la pequeña sensación de paz que había alcanzado durante escasos segundos.

Una paz que en realidad no tendría hasta que estuviera muerto.

Porque es necesario que lo haga — escueta, volvió a centrarse en su taza de café para darle un largo y amargo trago, para después dejar la taza vacía sobre la encimera —. Es un ser malvado, cruel y... Ha matado a mucha gente. Tengo que evitar que siga haciéndolo — susurró, sin revelar la verdadera razón personal que se encontraba tras los hechos.

Instintivamente, como cada vez que pensaba en el pasado, se llevó la mano al cuello, en donde colgaba su anillo de compromiso. Su rostro se congeló al darse cuenta de que no lo tenía puesto.

¿Dónde...? — nerviosa, se dio la vuelta, mirando en todas direcciones en busca de la pequeña joya que tanto significaba para ella —. ¿Dónde está mi anillo? — se volvió de nuevo hacia Aron. Más que enojo, en su expresión se podía leer el miedo al creer que podría haberlo perdido en medio de la batalla —. Tengo que encontrarlo... — dio dos pasos en dirección a la puerta, pero justo en ese momento, comenzó a sentir su cuerpo más pesado. Notando como la soñolencia se adueñaba de ella.

Mierda.


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Aron T. Lanvik
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23/12/2008 • Noche • CON Ella

Mentiría si dijera que no sintió alivio cuando la cazadora afirmó que solo cazaba vampiros. No sería la primera vez que se topaba con algunos que cazaban otro tipo de criaturas, como licántropos, y sabía que había incluso grupos que se dedicaban a experimentar con ellos. Normalmente la fuerza de un lobo residía en su manada, y todos se protegían mutuamente, pero Aron era un omega. Debía andarse con cuidado.

Bueno, ya que los vampiros existen podría haber otros seres que persigas. ¿Zombies? Dime que los zombies existen —bromeó para que dejara de mirarlo de aquella forma, justo como si quisiera cortarle la cabeza a él también, sin embargo la mueca de dolor de la cazadora dejó claro que tenía otras preocupaciones ahora, por muy testaruda que se mostrara—. Objetivamente, no, no lo estás. Estarías mejor si dejaras de moverte y protestar —repuso con un tono impaciente, que bien podría interpretarse como un regaño con fundamento.

La verdad es que no sé cómo de peligrosos pueden llegar a ser. Este es el primero que veo... y estaba bastante fuera de combate —torció una sonrisa sarcástica, preparando los cafés mientras continuaban aquella conversación, porque estaba claro que no iba a convencerla para que hiciera lo que debía para recuperarse: descansar—. Si son tan peligrosos, tienes que estar bien entrenada. ¿Desde cuándo llevas preparándote para esto? —ladeó la cabeza hacia ella para poder mirarla; pensando que, de hecho, al parecer compartían algo más en común que su gusto por el café. "Rebelde" sería la palabra que sus padres usarían para describirlo desde su partida, que era sin duda más suave que "decepción" o "traidor".

Vale, vale... Me ha quedado claro que no te gusta, aunque a mí me parece muy bonito —no se quedó con las ganas de picarla una última vez—. Está bien: Gwen, a secas, eres sin duda la peor paciente que he tenido en mi vida —concluyó al mismo tiempo que terminaba con los cafés, entregándole una taza a la aludida—, pero no voy a permitir que te mueras mientras estás bajo mi techo, así que ¿por qué no colaboras un poco y lo haces más sencillo? ¿Por qué no te sientas? —no perdía nada por intentarlo, aunque se olvidó de aquella pequeña batalla entre médico y paciente al escuchar su pregunta.

No hay ningún truco —sonrió con incredulidad, aunque entonces puso una mueca seria y misteriosa— o puede que eso sea lo que diría exactamente un psicópata para ganarse tu confianza —obviamente él no lo era, tan solo bromeaba porque no se le daba bien aceptar un cumplido cuando creía que lo que él había hecho era lo que debía hacerse— ¿Qué tipo de persona sería si te dejara morir en la nieve? —preguntó finalmente, quitándole importancia y cambiando de tema a uno que parecía incomodar a la cazadora.

Lo siento, no debería haberte preguntado eso —se disculpó al notar aquel evidente cambio de expresión en el rostro de Gwen—. Aunque es algo muy valiente; lo que haces, proteger a los que no pueden hacerlo arriesgando tu vida para ello —le dijo con sinceridad— ¿Qué sucede? ¿Gwen? —dejó la taza sobre la mesa de la cocina y fue hacia ella al ver que se movía demasiado rápida— Ey, tranquila, no lo has perdido —la tomó en los brazos antes de que llegara a caerse, dándose cuenta de que se había desmayado, seguramente a causa de haber ignorado todos sus consejos.

El lobo decidió cargar con ella hasta su habitación, dejándola sobre la cama y tapándola con una manta para que descansara en un lugar más cómodo que un viejo sofá. Se aseguró de que estuviera bien y, antes de marcharse, sacó un anillo con una cadena que había encontrado junto a ella en medio de la nieve. Abrió una de sus manos y lo dejó allí, preguntándose cuál sería la historia tras aquella alianza e imaginándose que sería una no muy agradable. Preguntándose cuántos secretos se esconderían tras aquel rostro cansado, y hermoso, que ahora reflejaba paz.

Y sin tener la más mínima idea de que ese era el comienzo de su historia.


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