—¿Estás preparado, Phoenix? —Àgnes está ayudando a un muchacho a controlar y descifrar sus visiones. Cuando recuerda cómo le afectaron la primera vez se estremece; la bruja en aquel momento lloró. No era una visión muy grave, pero no estaba segura de lo que le estaba ocurriendo, a pesar de que su madre la previno en su momento.

Por eso ahora está intentando de ayudarlo como su madre lo ha hecho con ella en el pasado—. Necesito que tomes tres respiraciones profundas para que te puedas relajar. Aguanta la respiración durante cinco segundos... —Que Àgnes se limita a contar antes de continuar—. y ahora exhala por la boca. —Su voz es tenue, suave. Como si fuera de un vídeo ASMR porque no quiere molestar la paz de Phoenix pueda llegar a sentir.

—Y, ahora, con los ojos cerrados, deja que la visión venga a ti. Mantén la libreta y el bolígrafo en tu regazo para poder escribirla, y luego la iremos intentando descifrar.

«¿Lo estaba?»

Rara vez un brujo practicante de magia ancestral abandona las tierras de sus antepasados. Hasta la fecha, sólo ha habido tres ocasiones en las que abandonó Nueva Orleans: la primera, para recoger el cadáver de la mujer a la que amaba. La segunda, para vengarla. Y la tercera...

...La tercera, para impedir que se repita la historia.

Phoenix sería incapaz de recordar cuándo tuvo la primera visión, pues está convencido de que goza de aquel don desde que nació. Un don que, en realidad, para él es una auténtica maldición. Condenado a contemplar retazos del futuro sin la capacidad para interpretarlos, muchos de sus seres queridos han sufrido nefastas consecuencias que pudo haber evitado, y no lo hizo. La última vez que tuvo una premonición, Génesis Rowan pereció a manos de los Viajeros.

Y lo vio. Lo vio antes de que sucediera, pero no pudo hacer nada para impedirlo.

Después de sus meses de luto, Sawyer está dispuesto a cambiar las cosas. —Eso creo.—Le dice entonces, sonriendo de forma ladina y tratando de mantenerse optimista. Àgnes es una de las mujeres con más talento en el campo de la videncia; si alguien puede ayudarle a aprender cómo dominar y aprovechar sus habilidades, es ella—. El viaje tiene que haber merecido la pena.—Siete horas en coche no son ninguna broma.

Como si se hallase en una meditación guiada, Phoenix se concentra en el sonido de la voz de Bargmann y respira profundamente. Nunca ha creído demasiado en las meditaciones, a decir verdad, pero sabe que mantenerse con la mente abierta es lo único que puede hacer en estos momentos. Sostiene el bolígrafo con firmeza, a la espera de recibir una visión, mientras respira profundamente una vez más...

...Y sucede lo que se temía: absolutamente nada.

—¿Cuál es el plan B si no funciona?—Se atreve a preguntar, no abriendo los ojos, aunque consciente de que, con sus palabras, ha roto la atmósfera que Àgnes trataba de crear.

—El viaje merecerá la pena si dejas de vivir tan tenso, y sobre todo, si dejas de vivir en los recuerdos que no te traen nada bueno. ¿O me equivoco? —Àgnes también ha pasado por ahí, así que sabe de lo que habla, sobre todo si tiene que ver con seres muy queridos. A ella le pasa aún constantemente con su hermano Emíl. Aún recuerda su cadáver y cuando cierra los ojos se le viene a la mente, igual que el remordimiento. Es por eso que sanar esas heridas que te impiden continuar es importante.

Àgnes coge la libreta y le da con ella en la cabeza con suavidad, frunciendo los labios—. ¡Pero serás terco! —Deja la misma en su regazo y se cruza de brazos detrás de él—. ¿Si quiera estás en este mundo? Otra vez. —Esta vez, es Àgnes la que pone las manos calientes sobre sus sienes, moviendo sus dedos pulgares en movimientos circulares, respirando con él con sus ojos cerrados—. Destensa la mente, y si un pensamiento se interpone, simplemente déjalo pasar... —Vamos, inténtalo. Tú puedes—. ¿Ves algo ahora?

Phoenix frunce el ceño y deja escapar un respingo, aunque se esfuerza por no poner malas caras. Aunque Ágnes sea ciega, Sawyer está convencido de que aquella mujer es capaz de verle hasta el alma. —El pasado es un lastre del que no nos podemos desprender.—Phoenix deja escapar un suspiro de pasar. Quizá Àgnes tenga razón, después de todo, y le fuera mejor si fuera capaz de dejar de vivir en los recuerdos.

Pero no ha encontrado la clave para hacerlo... como no ha encontrado la forma de dejarse llevar al cien por cien por las instrucciones de su nueva maestra.

«¡Pero serás terco!»

Àgnes le golpea con la libreta sobre la cabeza, en señal de frustración y reprimenda; Sawyer se lleva una mano a la zona herida, en un acto reflejo. —¡Au!—En realidad no le ha hecho daño. Bueno; puede que sí. En su orgullo—. Vamos, Bargmann, esto no deja de ser una meditación guiada. No va a funcionar.—Simple y llanamente, Phoenix no concibe que pueda ser tan sencillo.

Nunca lo ha sido, a fin de cuentas.
«Otra vez.»

Phoenix suspira pesadamente y cierra los ojos, mientras la bruja descansa sus dedos sobre sus sienes. Recuperar el estado de concentración tras romperlo minutos atrás, resulta todo un reto. —Veo... —Murmura, muy despacio—... una cerveza... —al final, termina sonriendo—... a la que te tendré que invitar después a modo de compensación.—Porque no duda que Àgnes lo esté intentando, pero todo aquello es una pérdida de tiempo.

Cero por ciento de fe.

—Il pisidi is in listri dil qii ni nis pidimis disprindir. —La bruja decide hablar en tono de burla cuando aquello sale de los labios de Phoenix. ¿De verdad se lo está creyendo? Qué cara más dura—. O tal vez es mucho más cómodo y menos doloroso vivir en los recuerdos y en el pasado porque te trae confort, que decidir seguir con tu vida... —Lo deja caer en un pequeño murmuro y con la boca pequeña. Su intención no es ofenderle, pero tampoco va a callarse si tiene que decir ciertas verdades a la cara.

Una verdad que a fin de cuentas a ella también le aplica.

—Ni au, ni leches. Merecido por no hacer lo que te digo. —Le vuelve a dar una última vez con la libreta, aunque ahora mucho más suave. Nadie puede negar de todas maneras que Àgnes está fuerte y si le dices lo contrario te envía a otro universo con un hechizo. Yo no la cabrearía—. Con esos bloqueos y esa energía negativa y pesimista que me traes, seguro que no. Apestas a negatividad. Si prefieres, más tarde te puedo hacer una limpieza energética.

A fin de cuentas, Àgnes cree que la necesita. Lo siente tenso, bloqueado, como incapaz de continuar. Le preocupa aquel estado.

Emocionada, la bruja acerca las manos a sus sienes para acariciar con sus pulgares y tratar de motivar que vea con mayor claridad—. ¿Y qué ves...? —Su susurro, en un principio aterciopelado y suave, aumenta el tono a medida que lo va escuchando, igual que su mal temperamento. Si fueran dibujos animados estaría saliendo humo de las orejas de Àgnes—. ¡Y a cenar, cerveza y cena por hacerme perder el tiempo, maldito! —De nuevo con la libreta, esta vez sí que le da un poco más fuerte.

—¡Tu culo en la hierba, Sawyer! —Con las manos de nuevo en cabeza, Àgnes murmura un pequeño hechizo para otorgarle claridad, que la necesita. Maldito terco—. ¿Ahora?

«Il pisidi is in listri dil qii ni nis pidimis disprindir.» Contra todo pronóstico, la bruja le arranca una sonrisa. —Nada que añadir, su Señoría.—No sería él quien pusiera en duda las habilidades, los consejos y la sabiduría de Àgnes Bargmann: si se ha puesto en sus manos es, precisamente porque si alguien puede ayudarle a retomar el control de su ambigua habilidad, es ella. No es en Àgnes en quien desconfía, por descontado.

Sino en sí mismo.

—¿También haces de eso?—Le pregunta entonces, sobre las limpiezas de energías. Phoenix está familiarizado con las prácticas de los brujos desde que es un niño, pero aquellas que tienen que ver más con la espiritualidad y con una cuestión de fe, nunca le han resultado especialmente atractivas. El escéptico, le llaman—. ¿Y crees que respirar ruda o palosanto va a ayudarme con todo esto?—A lo mejor Àgnes sí tiene razón, y su problema gira en torno a la evidente negatividad que desprende.

Si no confía en poder conseguirlo, ¿cómo lo va a conseguir en un primer lugar?

Su pequeña broma no funciona como se esperaba. Phoenix se echa a reír, pero también se calla en el acto apenas Bagmann le vuelve a golpear con la libreta. —¡Mierda, Àgnes! Acabar con las neuronas que me quedan no creo que vaya a ser la solución.—Respira hondo. Todavía puede hacerlo mucho mejor.

Dejándose guiar por el hechizo de Àgnes, Phoenix cierra los ojos y pone la mente en blanco...

¿CONSIGUE PHOENIX EMPEZAR A TENER UNA VISIÓN?

Fallo: No.
Acierto: Sí, Phoenix entra en trance.

Resultado.

—Claro que sí. Es una de mis especialidades. —Lo es, pero más lo son los hechizos —por obvias razones—, aunque Àgnes termina rodando los ojos. Phoenix se tiene merecido los golpes—. No, pedazo de tonto. Pero sí puede desbloquearte de tus pensamientos negativos e intrusivos. El problema es que no confías en ti lo suficiente. —Y precisamente por eso se bloquea.

—Claro que es la solución, a ver si te las remuevo y conseguimos conectarlas correctamente. —A Àgnes se le escapa algo similar a un gruñido. Como si un gato estuviera bufando, pues algo así. No obstante, la cosa sigue igual con Phoenix y Àgnes solo se frustra más—. Vale, vamos a hacer una cosa... —Se acaricia las sienes pensando—. Para la próxima que nos veamos haremos lo de la limpieza y después veremos si puedes hacer esto. Mientras tanto te mando deberes: relajarte y aumentar tu confianza. Ahora puedes irte si quieres, ¡pero haz esos deberes, eh!

Tal vez así las cosas vayan mejor.

Confiar. ¿Quizá esa sea la base de todo? Sawyer nunca ha sido hombre de filosofía positiva, y aún sigue convencido de que la clave está ahí fuera, en alguna parte; no dentro de él. —En mí es en quien más confío, Àgnes.—Para lo que le interesa—. Si se tratase sólo de eso, creo que yo mismo habría podido resolverlo.—Pero por asentir y dejarlo estar al menos una vez, no pasaría nada, ¿verdad?

¿Qué tiene que perder escuchando a su maestra?

—Venga, ¿por qué no?—Concede, encogiéndose de hombros—. Me aseguraré de venir lo más sucio posible para salir de aquí reluciente como una patena.—Trabajar en esos deberes será algo más complicado—. No te prometo nada, aunque... sí me comprometo a intentarlo, ¿de acuerdo?—Y lo intentará de verdad.

Pero, ¿lo conseguiría?