—Gracias.—La camarera que se ha acercado a su zona de la barra para servirle su botellín de cerveza permanece unos segundos de más junto a la misma, quizá esperando a que Phoenix alzase la mirada hacia ella. Pero no lo hace. El vidente traga saliva con incomodidad y se lleva el botellín a los labios, manteniéndose en tensión hasta que la mujer se incorpora y se marcha para atender a otro cliente.

Ha debido de correrse el rumor de que Phoenix Sawyer, el soltero de oro, vuelve a ser, efectivamente, soltero. El caballero acostumbrado a brincar de flor en flor fue visto durante meses junto a la misma chica: aquella de los cabellos oscuros y los ojos rasgados. Pero de un tiempo a esta parte, ella no parece merodear cerca de Phoenix. De modo que más de una señorita interesada en compartir cierta dosis de diversión con el castaño, no ha dudado en volver a echarle el ojo. De hecho, Sawyer juraría que ya se acostó con aquella camarera tiempo atrás. Pero no es capaz de recordar su nombre.

Sí recuerda, en cambio, el de la chica morena de los ojos rasgados. Génesis Sawyer, Media Luna. Ya no están juntos, porque ella está muerta. Y ser consciente de aquella realidad le aplasta cada día, al despertar y recordar que ella no está, ni volverá a estar nunca al otro lado de su cama. Suspira.

Centrarse en otros asuntos —y en especial, en asuntos del aquelarre—, le ha ayudado al menos a tener la cabeza ocupada. Esta tarde esperaba reunirse con un par de brujos en el Rousseau's —creyendo poder encontrar en aquellos un par de aliados, dada la evidente situación de crispación de los aquelarres tras la muerte de Klaus Mikaelson—, pero hace casi media hora que se deberían haber presentado. Aunque no levante la mirada en su dirección, aún puede sentir la mirada de la camarera, devorándolo en la distancia.

«Genial.» Una cerveza acompañado únicamente de su melancolía: ¿qué puede salir mal?

Ah sí, la tristeza y la melancolía. Qué agradables amigas son, sobre todo después de una racha en la que solo has intentado ser un kamikaze y morirte porque crees que te lo mereces, aunque Jay haya sido bastante más sutil con aquel pequeño asuntillo que mejor no mencionar en voz alta. Qué agradables amigas y qué hijas de puta también.

—Una copa de lo más fuerte que se tenga en el bar, o incluso la botella. —Llegados a ese punto, Jay está muy cansado y definitivamente, pasa de todo. A veces lo sobrenatural le exhausta mentalmente sobremanera, y ese es uno de esos días. Luego recuerda que tiene a gente a la que cuidar y por la que velar, y bueno, se le pasa un poco.

Aunque no mucho.

—¿Un mal día? —O un mal año, tal vez. Su acompañante —al que él ya ha nombrado así en su cabeza— tampoco parece que esté muy... bueno. Bien que digamos—. ¿Quieres compartir penas? Entre dos se llevan mejor.

«¿Un mal día?»

Extrañado, Sawyer vuelve la mirada. No se esperaba tener una conversación con nadie a estas horas, o al menos, no se esperaba tenerla de parte de otro hombre. —Un mal día... al final de una mala semana... y en un mal mes.—No habría podido definir mejor su mala racha. Una que, aparentemente, se ha prolongado durante poco menos del último año.

Un año. Casi ha pasado un año desde lo que ocurrió.

En realidad, no tiene muchas ganas de llorar las penas con nadie, y está a punto de rechazar su propuesta cuando se percata de algo. —Espera. Eres uno de los Crecientes, ¿no es verdad?—Normalmente, Phoenix no le da importancia a los rostros que le resultan familiares; conoce a mucha gente en la ciudad y, como dueño de un negocio de cara al público, ve caras nuevas casi a diario. Sin embargo, está casi seguro de que le conoce por eso—. Phoenix Sawyer.—Se presenta, alzando una mano para presentarse—. Viejo amigo de los vuestros.—O más bien, de una de ellos. La amistad entre Phoenix y los Luna Creciente se diluyó tras la muerte de Génesis Rowan, el verano pasado.

—No me digas que tienes penas por las que llorar.—Prácticamente le reprende, aunque sólo está bromeando—. He oído que ahora sois los mandamases de la ciudad.

—Oh, lo entiendo. No sabes cuánto. —Sí, tal vez le entienda demasiado bien. Un mal año lo han tenido todos. Todos han perdido a gente por el camino, todos han perdido partes de sí mismos en las batallas, y de un modo u otro sin importar la raza sobrenatural o incluso si son humanos, todos pueden conectar por eso. A fin de cuentas no son siempre tan diferentes.

El que el otro le reconozca hace alzar la ceja a Jay, y luego mueve la cabeza como entendiendo quién es, asintiendo a su pregunta también—. Me suena tu nombre de oídas. Encantado, Phoenix. Y sí, pertenezco a la manada. —Estrecha su mano a modo de presentación—. Yo soy Jay, por cierto. Jay Burgess. —Bebe una vez más con una pequeña sonrisa en los labios—. ¿Viejo? ¿Qué pasó? ¿Ya no lo eres? —Aunque Jay se haya criado en los Luna Creciente hay que recordar que existe una época en la que no estuvo, así que no lo sabe todo.

Se encoge de hombros. Ser un rey siempre viene con un alto precio a pagar—. Bueno, creo que eso es más cosa de los alfas, aunque sí, la recuperamos. —Recuperada o conquistada, da igual. La línea para distinguirlo es tan fina que Jay no se esfuerza en diferenciarla—. De todos modos, vamos a necesitar ayuda para mantener el poder. ¿No te quieres unir? Será divertido.

—Un placer, Jay.—Le sonríe, dejando escapar una breve carcajada—. ¿Te imaginas? Esta podría ser la parte en la que te digo que ahora somos enemigos. Tendríamos que elegir entre compartir unas cervezas mientras fingimos que no te he dicho nada, o darnos de golpes en medio de este bar.—La decisión se le antoja tan ridícula que hasta resulta cómica—. Te diría que me decantaría por la segunda opción; la primera sería muy incómoda. Pero sería una pena. Me gusta este bar.—Y aunque Phoenix está seguro de que conseguiría volver a ganarse a la bonita camarera, desde luego el dueño no le dejaría volver a entrar.

—Pero no.—Admite, encogiéndose de hombros con sencillez—. Mi principal vínculo con vuestra manada... murió hace algunos meses.—Nueve, para ser más exactos—. No he tenido mucho contacto con vuestra alfa desde entonces. ¿Cómo está Alice?—Tampoco es que Phoenix y ella hubiesen tenido mucho trato en el pasado, aunque Sawyer recuerda que era mujer bonita, pero con carácter.

Solía ser la mejor amiga de Génesis.

—¿Mantener el poder? Cuéntame, no estoy puesto con el chisme. ¿Un par de semanas y ya os quieren derrocar?

—Por favor no. Estoy cansado y no me apetece pelearme. Además, los brujos me caen bien casi siempre, a menos que me quieran matar. —Es verdad. Digamos que existe cierta admiración por parte del licántropo porque pueden hacer cosas magníficas y él no; él es fuerza bruta, aunque no se queja—. Así que no quieres porque te gusta este bar. —Jay deja escapar una sonrisilla entre esos labios; lo entiende. A él también. Es un bar bonito y además, sirven bien.

El rostro del licántropo cambia a uno más sereno, un poco más serio también—. Lo siento. Todos hemos perdido mucho. Yo también perdí a alguien importante. —Y en su momento, Jay esperaba que ese alguien importante estuviera pateándole el culo a Niklaus en el Otro Lado. No obstante, parece ser que a recuperado a su mujer de vuelta y, sinceramente, eso es aún raro—. Ella está bien. Hace las cosas lo mejor que puede. Alice es una buena alfa. Cuenta conmigo de vez en cuando y se lo agradezco, supongo que por ser uno de los más veteranos. Nos complementamos, ¿creo? Lo que ella tiene de diplomática, yo lo tengo de bruto. —Eso le hace reír, Jay siempre se ha caracterizado mucho por tener un carácter y temperamento muy fuertes—. Podrías retomar el contacto con ella. Seguro que puede ponerte al día de algunas cosas mejor que yo.

El licántropo se encoge de hombros. Llega el plato fuerte de la historia, así que se acaba su bebida justo antes de pedir otra y continuar. ¿Cuántas van ya?

—Digamos que los Mikaelson y sus aliados siguen por ahí, molestando como garrapatas. —Gruñe, qué familia más pesada—. En fin, aún no han hecho nada. Nadie ha movido ficha claramente, pero estoy seguro de que vamos a tener que vigilarnos las espaldas y no solo con los hermanos de Klaus, también con su padre que está en Nueva Orleans. —Ah, sí. Como olvidarse de papá Mikaelson el vengador—. Por eso te digo que te unas a nosotros. En cualquier momento va a estallar una guerra otra vez y vas a necesitar escoger un bando.

—Entonces, estás de suerte.—Bromea, siguiendo el juego de aquella situación completamente teórica—. Creo que no hay nada que me apetezca menos.—¿Matar a un lobo? ¿A estas horas? Qué locura. Además, qué demonios: por lo pronto, el tipo le ha caído bien—. ¿Y a quién no le gusta este bar? De lo mejorcito del Barrio Francés, para mi gusto.—El Rousseau's es de los locales más afamados de la zona: buena música en la gramola, bonitas camareras y copas que no tienen ningún desperdicio.

Al igual que las conversaciones que las acompañan.

El brujo suspira pesadamente. El problema de las grandes comedias y de los momentos de más intensa felicidad, es que están lejos de durar para siempre. —Las guerras son una mierda.—Le dice entonces, con sencillez—. Al final no terminamos siendo más que daños colaterales.—Como lo fue Génesis, y como probablemente también lo eran las personas a las que su compañero perdió también

—Quizá lo haga. Siempre me ha parecido una buena chica.—Aún recuerda bien cómo Génesis le hablaba de ella. No siempre estaba de acuerdo con todas sus decisiones, pero se notaba que ambas se querían. Alice solía ser lo más parecido que Rowan tuvo a una mejor amiga. Y ahora... Ahora no es más que un recuerdo al que Phoenix no deja de aferrarse.

Con todo, Jay demuestra que no se le da tan mal poner al día a los demás sobre lo que ha pasado. En un par de frases, y de forma bastante sintetizada, el lobo resume el conflicto actual entre licántropos y los Mikaelson: una tensión creciente que, sin lugar a dudas, explotará en cualquier momento. —Así que los Mikaelson están de reunión familiar...—Que el famoso Mikael haya regresado a la ciudad tampoco puede ser un buen presagio—. Parece que este es el cuento de nunca acabar.—¿Terminaría aquella guerra algún día? Phoenix empieza a estar convencido de que no sucederá—. Pero tienes razón. Cuando todo estalle, todos debemos tener claro nuestro lugar.—Y los brujos no podrán quedarse al margen—. Lo hablaré con mis Ancianos. Me temo que es algo que habremos de tratar a gran escala, pero... Te agradezco que me hayas contado todo esto. No debemos permitir que este conflicto derrumbe Nueva Orleans hasta sus cimientos.—Algo que sucederá si los bandos no empiezan a aunar fuerzas.

Y deben hacerlo cuanto antes.