—Vale, vale. Ya sé que esto no es un local de striptease pero tal vez puedas conocer a alguien, ¿eh? ¿eh? —Le da un par de codazos amistosos a Devon mientras mueve las cejas arriba y abajo una y otra vez. Vale, no es que Jay sea precisamente sutil. Pero para nada y nunca, así que bueno.

Tampoco le importa mucho, todo sea dicho.

—Vamos, que te invito a cervezas y algo para comer. —Dándole una palmadita en la espalda entran en el Bar Rousseau—. ¿No me vas a contar qué es de tu vida? Hace mucho que no te veo compañero. —Se sienta en la barra pidiendo una pinta grande para él, igual que unas patatas con diferentes salsas para los dos.

—¿Hay alguien en tu corazón del que no me has dicho nada?

Ahí va Capitán Cotilla Jay. Mejor que la vieja del visillo es, efectivamente.

Lo que tiene la vida es que debemos intentar disfrutarla todo lo posible y una de las mejores maneras para conseguir eso es pasarlo bien con los amigos. Por eso yo no me privaba de esas cosas. Si algún día estaba mal, porque al final no era una máquina, no me quedaba recluido en casa para seguir regodeándome en la porquería, que estaba gordito, pero no era un cerdo, eh.

Y allí estábamos, Jay y yo, de camino a un local de striptease. No es que ese día me sintiese mal, sino que no se deja de salir con amigos cuando se está bien, ¿no? Eso sería ridículo.

No obstante, cuando llegamos y contemplé la fachada del sitio alcé las cejas y miré a Jay a la espera de una explicación. Por supuesto, no iba a enfadarme por esa chorrada, pero quería saber por qué no estábamos en el sitio que me había prometido.

—Bah, no me interesa conocer a alguien, quería ver a tíos desnudándose… ¡Me habías ilusionado! Normalmente solo hay mujeres en esos locales y no es que no me gusten, pero estoy en época de «me molan más los penes que las vaginas» —contesté a su explicación y la cara se me iluminó cuando pronunció aquella frase. Te invito a cervezas y a algo para comer. Ya está, ya me había ganado—. Venga, va, te lo perdono solo por eso —dije con una sonrisa burlona.

Entramos en el local y caminé junto a él hasta la barra. En cuanto pidió las papas con salsas distintas me empezó a salivar la boca, pues era la hora de cenar y yo no había cenado, me estaba muriendo de hambre. Aquello no iba a ser lo único que comiera esa noche, por lo que, además de otra cerveza, pedí una hamburguesa.

—Me encanta hablar, ya lo sabes, y me has dado carta blanca, así que voy a necesitar sustento para reponer fuerzas cuando acabe —contesté. Pedirme que hablase de mi vida podía haber sido su peor error—. Bueno, todo empezó cuando nací… —bromeé y me reí suavemente—. Gracias, guapa —le dije a la camarera que nos trajo las cervezas y le di un sorbo a la mía—. A ver, ¿por dónde iba? ¡Ah, sí! Acababa de empezar. Pues Coop se marchó porque toda la situación que estábamos viviendo lo desbordó y necesitaba tranquilidad, despejarse. No lo culpo. Es más, me alegro de que lo decidiera por su cuenta, porque si se lo hubiese pedido yo no me habría hecho caso y prefería que estuviera a salvo. Ah, pero la distancia no va a detener al dúo dinámico. En cuanto a tu pregunta, sí, hay alguien que me llamó la atención hace unos meses. No nos hemos visto demasiado, pero tampoco lo he olvidado. Era… un tipo curioso. Probablemente un vejete en el cuerpo de un joven, pero bueno, a mí me gustan mayores —pronuncié, sin saber que cinco años después harían una canción con la que esa frase se haría famosa—. Vamos, que era un vampiro —confesé.

Sabía que aquello podía salir mal, pero mi hermano lo sabía, Alice lo sabía y Jay era mi amigo, así que no iba a ocultárselo. De todos modos, no iba a dejar que lo que opinasen los demás me afectara. Al fin y al cabo, siempre había hecho lo que me daba la gana.

—Creo que nunca he tenido esa fase pero por solidaridad voy a decirte que te entiendo. —Es que Jay es heterosexual de pies a cabeza. De los unga unga, además. Aunque no lo hace con maldad. Para el año en el que viven está bastante modernizado o ese es el concepto que tiene él de sí mismo. Lizzie seguramente diría lo mismo excepto por su barba. Bueno, no puede llover a gusto de todos, oigan—. ¿Has visto? Me gano a la gente en seguida. Soy un caramelito.

Y sin vergüenza pone la misma cara de bobalicón que siempre. Soy muy mono.

—Luego me quejo yo de mi vida pero creo que todos tenemos situaciones muy pintorescas. —Y muchos traumas. ¿Hay algún psicólogo en la sala? Porque se forrarían con Devon y Jay en un momento. Ya no solo con ellos dos, es que con todo Nueva Orleans—. ¿Cómo dices? —El licántropo alza la voz, más ofendido por el hecho de que no le dijera nada antes que porque sea un vampiro—. ¿¡Y no me dices nada!? Espero que no sea uno de los Mikaelson, Devon por favor.

No, eso sí que no. Dios mío. ¿Os imagináis el percal que causaría eso? Imaginad que es Kol Mikaelson... Jesús, es que Jay ya se lo imagina. Famoso vampiro original Kol Mikaelson ha sido visto con lobo de la manada enemiga de los Media Luna dándose besitos bajo un árbol a media noche.

Sería gracioso y perturbador a la vez. Mejor que no.

Cuando dijo lo de la solidaridad no le dije nada, pero me eché a reír a carcajadas. Qué amigo más idiota tenía, pero era un amigo genial.

—Somos dos caramelitos. Pero tú es que tienes una carita de niño bueno… bajo esa pinta de hombretón dispuesto a empotrarte contra la pared. Y además eres un tío divertido. ¿Cómo no vas a ganarte a la gente enseguida? —contesté a su comentario. Y es que yo me tenía en muy alta estima, pero a mis amigos los tenía por las nubes. Y a mi hermano, más arriba aún—. Sí, sí, todos tenemos nuestros problemas, pero oye, eso no te quita el derecho a quejarte cuando te sientes mal.

Tras contarle lo del chico que me llamó la atención hace unos meses, en San Valentín, alcé las cejas al ver la reacción de Jay. No le tenía miedo, pero sí me intrigaba saber cuáles iban a ser sus siguientes palabras. Intenté contener una carcajada cuando mencionó a los Mikaelson, pero no pude y acabé echándome a reír.

—Perdona, pero tengo mejor gusto que eso. No tiene nada que ver con las guerrillas que ha tenido esta ciudad. De hecho, parece algo desligado de todo eso… y no sabe que conozco su naturaleza —le expliqué—. Lo conocí en una cita a ciegas que no me esperaba tener y me hizo gracia su inocencia o su lado chapado a la antigua, porque pareció espantarse un poco cuando le hablé de sexo. Cuando nos quitamos las vendas, lo primero que me llamó la atención fue su pelazo. Y, lo siento, Jay, pero era más bonito que el tuyo.

—Devon no me digas esas cosas que me voy a poner rojo. —Se carcajea con fuerza dando alguna palmada en la barra y todo. Aunque es cierto que no tiene precisamente cara de malo. También es cierto que Jay es un empotrador y eso no se puede negar. Esta vez las apariencias no engañan cuando se trata de la cama y sus gustos.

Bueno, hay ciertos límites que no sobrepasaría, eso seguro.

—Gracias a Dios, que ha escuchado mis plegarias. —Jay junta las manos entre sí como si estuviera rezando y mira al techo del local, dando supuestamente las gracias porque no sea un Mikaelson. ¿Habrá sido alguno bisexual en algún momento de su vida?—. ¿En una cita a ciegas? ¿Esas cosas funcionan? —Por lo visto a Devon sí, y él que se alegra—. Eh, eh, eh. ¿Cómo que su pelazo es mejor que el mío? Devon que eso son palabras mayores. ¿Quieres que me enfade? —Intenta contener la risa, aunque al final acaba poniéndose algo más serio—. Así que es un vampiro, ¿no? Entiendo. Bueno... Mi opinión es que no tengo opinión. Tíratelo, y a ver qué pasa.

—No te preocupes, no se te va a notar con ese morenito hawaiano que tienes —contesté, haciendo un ademán con la mano, como si quisiera restarle importancia al asunto. Era genial estar con él, porque era todo buenas vibras y buen rollo. Y, por mucho que yo fuese una fuente de buen humor, a veces también necesitaba una recarga de pilas.

Después de todo, seguía sintiendo como cualquier humano. No era de piedra y, aunque la gente no se diera cuenta porque sabía ocultarlo, a veces también me sentía mal.

—¡Eres un drama king! —exclamé entre carcajadas cuando dio gracias a Dios— Pues mira, depende de las personas, supongo. Yo no creía mucho en eso, me apunté porque ya sabes que yo me apunto a todo. Total, no tenía nada que perder y al final he ganado a alguien. Si las cosas no van más allá, al menos tendré a un amigo de seguramente más de cien años, eso no se puede decir todos los días, ¿no?

Y mucho menos en la manada, pero bueno, tarde o temprano lo sabrían. En realidad, la única que podía decirme algo al respecto era Alice, por ser la Alfa, y sabía que ella no haría eso. Ella mejor que nadie sabía que no elegimos de quién nos enamoramos.

—Bueno, puedes enfadarte o aceptar que me gusta más su cabello liso, largo y sedoso… —dije mientras me encogía de hombros y me reí junto con él. Si es que estar con Jay era tener risas aseguradas. Luego puse los ojos en blanco ante el último comentario de mi amigo—. Pero mira que eres básico. Y eso que yo no tengo ningún problema en compartir cama, o lo que sea, con alguien a quien acabo de conocer… pero oye, que el chico es un poco anticuado. Se asustó cuando le mencioné el tema sexual como si fuese a empotrarlo contra la pared y tirármelo allí mismo, eh. Así que voy con calma. Después de todo, no me gusta solo para eso. Eres todo un heterobásico, grandullón —dije lo último con tono bromista justo antes de darle un trago a mi bebida sin dejar de mirarlo.

Orgulloso, Jay se da un par de golpecitos en el pecho. Pues sí, es hawaiiano y tiene un moreno precioso, todo sea dicho. Además es natural, aunque lo complementa con eso de trabajar bajo el sol de vez en cuando.

Las carcajadas del lobo vuelven a resonar en el bar mientras niega con la cabeza. Devon, Devon, Devon, qué bien le hace pasar tiempo con él, cojones—. Un poco drama king sí que soy, pero bueno. Desde pequeñito, ¿eh? Si te contara las escenitas que le montaba a mis padres... —benditos sean los dos qué paciencia han tenido—. Eso es cierto, no todos los días puedes decir que tienes un amigo de más de un siglo y que no quiera matarte.

Desgraciadamente y por norma general los vampiros y licántropos no se llevan nada bien, salvo contadas excepciones. Devon y su chico misterioso, Jay con Clarissa o con el mismo Logan, por ejemplo.

—Me buscaré a alguien al que le guste mi pelo, por listo. —continúa con su drama, antes de volver a reírse. No tiene remedio—. Lo soy, y a mucha honra, pero si la otra persona está de acuerdo no veo por qué tengo que esperar a conocer a nadie, sobre todo si los dos sentimos lo mismo. —claro que, eso es él. Entiende que no todo el mundo es igual, es evidente—. Así que está chapado a la antigua, ¿no? —se ríe suavemente, encogiéndose de hombros—. Habría pagado por ver su cara. De todos modos yo creo que mientras la cosa fluya, no tenéis que preocuparos de nada excepto por disfrutar lo que tenéis. Por cierto, ¿se lo has dicho a Alice?

Porque no vaya ser que su amigo esté metido en algo que pueda poner a la manada en peligro. Esperemos que no.

Me eché a reír por la respuesta de mi amigo, enseñando los enormes colmillos que tenía en el proceso. Sí, casi parecía un vampiro con aquellos colmillos.

—No, si te creo. Yo también he sido siempre muy drama King, es divertido. —Aunque eso se era o no, pero no se hacía por diversión.

Ante lo que dijo de su pelo me reí de nuevo, aunque con más suavidad que antes, mientras me encogía de hombros y alzaba las manos con los brazos bien extendidos.

—Oye, que a mí me gusta tu pelo. Solo que el de él me gusta más —respondí como si hiciera falta excusarme. Sabía que estábamos de broma, pero me daba un poco igual. Cuando íbamos en serio era cuando no solía explicarme, porque lo que decía era lo que había y ya está—. Claro que sí, grandullón, si yo opino igual que tú. Pero él no, así que lo respeto —comenté y me encogí de hombros. Mientras me preguntaba lo de Alice le di un buen sorbo a la cerveza y suspiré de gusto—. Pues no, la verdad es que eres el segundo en saberlo. El primero es mi hermano, claro. —Porque él siempre iba primero—. No creo que ella ponga impedimentos, sé que me entenderá, pero no veo el momento de contárselo porque ahora no está en su mejor momento, ¿sabes? Creo que tiene mucha presión encima con todo lo que ha pasado, está pasando y puede pasar.

La entendía. No habría querido estar en su pellejo. Quién sabe, quizá el actual Devon habría desaparecido para dar paso a uno con canas y lleno de estrés.

—No sé todavía cómo podría ayudarla… ¿A ti se te ocurre algo?

Mentiría si dijera que no le hace sentir orgulloso escuchar a Devon reírse por su culpa. Le gusta hacer reír aquellos a los que aprecia, pero a Devon mucho más. Es una risa muy contagiosa la suya, y Jay se ríe con él en el proceso—. Vale, vale, me ha quedado claro. No puedo ser el primero en todo —pero eh, eso no significa que el licántropo no vaya a encontrar a alguien que quiera a su pelo tanto como él lo adora y que sea su número uno.

Jay se rasca la barbilla y la barba, todo incluido, mientras lo escucha. El tema de Alice es delicado, desde luego.

—No lo sé. Si yo fuera ella delegaría en su círculo más cercano. Benji, Jackson, en ti, en mí, ya sabes —se encoge de hombros. Sí, tal vez no sea el mejor momento—. De todas maneras Devon, tampoco lo alargues demasiado. No creo que a Alice le haga gracia que los demás se enteren y ella sea la última. Aunque no sea tu intención, eso puede hacerle daño —frunce los labios en una mueca—. Y de todos modos, con lo revuelta que está Nueva Orleans no creo que vayas a encontrar el momento adecuado fácilmente, es mejor que lo crees tú, amigo.

Me volví a reír por el tema del pelo. Era increíble cómo cosas tan sencillas podían hacernos pasar un buen rato. Aunque, claro, ¿no era así la vida? ¿Encontrar la felicidad en los pequeños detalles? Porque si no, se hacía muy pesada, como si hubiese que cargarla a cuestas.

—No sé si ella haría eso, con todo lo de cómo tuvo que asumir el puesto de Alfa y los detractores que tiene en la manada puede que quiera demostrar que ella es capaz de ser la líder. Creo que tendría que mantener alguna charla más con ella. —No iba a agobiarme, pero tenía que admitir que me sentía un poco desbordado porque no podía con todos los frentes abiertos. Quería ayudar de diferentes formas, de todas las posibles, pero no podía. Eso sí, no dejaría de intentarlo—. ¡Ay, no! Yo nunca le haría daño… Está bien, se lo diré pronto.

No era mi intención, pero aquello no lo cumpliría. Al final, la noticia acabaría llegando tiempo después.

—Bueno, ¿y tú qué? —dije antes de darle un sorbo a mi cerveza una vez más— ¿Alguna novia a la vista? ¿Qué tal vas en ese club en el que trabajas? Me tengo que pasar algún día por allí.

—No tiene que demostrarnos nada, a ninguno. Ya lo ha hecho —se refiere a cuando Alice disputó el papel de alfa y ella salió victoriosa—. Habla con ella, estoy seguro de que tu compañía le va a agradar mucho y le va a hacer bien, Devon —como a todos. Devon es ese pequeño rayito de luz que entra por la ventana por las mañanas y que calienta la habitación, dándole calor a tu rostro también.

Cálido, amable, sincero. Un soplo de aire fresco teniendo en cuenta que la manada está llena de brutos. Jay el primero.

—¿Yo qué de qué?[/b] —Jay niega con la cabeza—. Creo que ese es un tema más largo que ya te contaré —se ríe suavemente, mirando el reloj de su móvil con sorpresa—. Se me ha echado el tiempo encima, Devon. Entro a trabajar pronto —encoge sus hombros con un puchero puesto por simple inercia—. ¿Quedamos otro día, no? Bueno, no hace falta ni que me lo digas, yo sé que sí.

Antes de desaparecer, Jay se encarga de pagar la cuenta diciéndole adiós con la mano. Seguro que tendrán más cosas de las que hablar pronto.

—Sí, pero creo que ella no opina lo mismo —contesté a Jay y después de lo que dijo tras eso me llevé la mano al cabello y, como si tuviera una larga y hermosa melena, me lo eché hacia atrás en un gesto de creído tras el cual me eché a reír.

Cuando me dijo que ya me contaría sobre el tema de sus relaciones me sentí decepcionado y me enfurruñé falsamente como si fuera un niño pequeño. Me crucé de brazos e hice un pucherito con los labios.

—Jooo —me quejé, haciendo el puchero más exagerado, cuando me dijo que tenía que entrar a trabajar pronto. Ser un adulto a veces era un rollo, porque cada uno tiene sus horarios y cuadrarlos con los de tus amigos para pasar un rato juntos—. ¡Pues claro que sí! No hace falta que te lo diga, pero sí, quedamos otro día —dije con una amplia sonrisa. Y después de que pagara la cuenta, como había prometido, y se despidiera con la mano, no pude evitarlo y lo agarré un momento para darle un sonoro beso en la mejilla—. ¡Que te vaya muy bien en el trabajo!