Cada vez que Marcel le confiaba una misión se entregaba al 100%. Ya lo había hecho cuando tuvo que esconder el as que tenían guardado y ahora esta vez no iba a ser menos. Eran un grupo que se había quedado pequeño con la llegada de todos los demás que llegaron a la ciudad con sus guerras personales. Necesitaban seguir reforzando sus filas y consiguiendo aliados que pudiesen ayudarlos y para ello tuvo que poner rumbo a Mystic Falls.

Llevaba bastante tiempo sin tener que viajar en su caravana, así que tuvo que ponerla a punto antes de comenzar la travesía. Sería un camino largo, por lo que llenó la nevera de bolsas de sangre y algunas bebidas que tomaba por el simple hecho de que estaban ricas. También unos buenos Cds de música y su cámara de fotos, porque seguramente terminaría haciendo paradas para fotografiar cualquier cosa que llamase su atención.

Al contrario de lo que pensaba, el trayecto no se le hizo tan largo. Si que hizo varias paradas para descansar un poco, pero nada fuera de lo normal. Y finalmente llegó a aquel pueblo o, bueno, al puente que le daba la bienvenida.

Había oído hablar tanto de él que sentía que lo conocía. Le contraron la disputa de los Mikaelson con un grupo de jóvenes antes de marcharse a Nueva Orleans. Siempre decía lo mismo: "podrían haberse quedado ahí tranquilitos", pero si fuese así posiblemente Marcel nunca lo hubiese reclutado ¿no?

Pero entonces, todos sus pensamientos se vieron aparcados cuando la caravana paró y empezó a echar humo. Pudo echarla a un lado del puente y bajarse corriendo para ver qué sucedía. Raoul sabía de muchas cosas pero mecánica no era una de ellas.

Maldito Frank...

Dejó escapar un bufido. Había tenido que ir hasta Richmond en busca de una pieza para arreglar un coche de colección que un cliente habitual les había dejado en el taller. Y en vez de encargarse su jefe de recogerla, la había mandado a ella.

El jefe del año.

Más sus pensamientos negativos hacia Frank se dispersaron cuando a la entrada de Mystic Falls, a la entrada del puente Wickery para ser exactos, se encontró una caravana aparcada a un lado. Piso el freno poco a poco, mientras pasaba al lado de esta y pudo distinguir la figura de un hombre frente al capó. Sí bien a esas horas la iluminación no era la mejor, le pareció que estaba echando humo.

— ¿Va todo bien? — preguntó, bajando la ventanilla de la camioneta para interactuar con el conductor —. ¿Problemas para arrancar? Puedo echarle un vistazo — se ofreció con cautela. Al fin y al cabo, tratándose de un pueblo como Mystic Falls, toda precaución era poca.

Raoul tenía muchos conocimientos debido a que tuvo que adaptarse siempre a situaciones complicadas para su edad. Así es cómo aprendió idiomas, nociones básicas de primeros auxilios e incluso cómo actuar ante una catástrofe. Sin embargo, el don de la mecánica no estaba entre los suyos ni por asomo. Podía cambiar una rueda e incluso detectar si algo iba mal cuando veía humo (nada complicado), pero en ese momento no tenía la menor idea de qué sucedía. Ah, también sabía echar agua y aceite. Nada más.

Aun así se bajó y levantó la tapa del motor para, simplemente, esperar que la inspiración llegase y le ayudase. Y no llegó. No sabía cuánto tiempo pasó hasta que oyó a alguien pasar por ahí y que, además, se ofreció a ayudar. Al mirar intentó mostrarse tranquilo y con una leve sonrisa, pues entendía que su aspecto podía llamar la atención y no quería parecer algo que no era. — Venía muy bien hasta que se ha parado de repente y no tengo ni idea de qué ha podido pasar.— dijo rascándose la nuca, algo avergonzado. — Supongo que se habrá calentado algo.— explicó sin estar seguro.

Finalmente se echó a un lado para que aquella chica lo mirase. Confiaba en ella. — Ojalá sea una tontería, llevo mucho tiempo con ella y no me gustaría tener que dejarla.— intentaba sonar como alguien normal. Por suerte, todo en su caravana indicaba que no era más que un artista que viajaba por el mundo.

Aquel hombre que estaba frente al motor abierto parecía que se encontrara estudiando una obra de arte abstracta. No podía ignorar el problema, por eso paró junto a la caravana y decidida a echarle una mano.

Con un poco de suerte, podría dar con el problema sin mayores complicaciones.

— Aunque no lo parezca, es tu día de suerte — comentó, bajándose de su vehículo para acercarse al contrario al que le ofreció su mano —. Soy Dylan, tu mecánica de confianza — se presentó como solía hacer cuando se presentaba ante ella algún pequeño incidente parecido —. En fin, veamos que le pasa a nuestra amiga — comentó, volviendo a centrar su atención en la caravana —. Con suerte, solo será una tontería y podrás regresar al pueblo sin problema alguno. En el peor de los casos, puedo ayudarte a remolcarla hasta el taller en el que trabajo — se ofreció, empezando a revisar el motor. No le fue difícil dar con el problema —. Ya veo. Se te ha roto la manguera superior del radiador. Eso ha provocado que el refrigerante se haya derramado sobre el motor y se haya formado esta humareda — le explicó. Bueno, dentro de todas las cosas que podrían haberle sucedido, esta tenía solución.

Que la caravana se le hubiese estropeado en ese preciso lugar por el que estaba pasando una chica que entendía era una de esas casualidades que solo podían significar algo. O eso creía él, fiel seguidor de las teorías acerca del destino. Y, de hecho, era algo que tenía muy en mente siempre, pues gran parte de los acontecimientos que habían marcado su vida eran casualidades a simple vista. Primero, caer en ese orfanato; luego, ser adoptado por una bruja que le ayudó; y, por último, estar en Nueva Orleans justo cuando Marcel buscaba vampiros, ser elegido y transformado en lo que era ahora.

—Yo Raoul, el desgraciado del día.— dijo con una carcajada, entregándole su mano para estrecharla.

Entonces sintió algo. Sabía que ser portador de magia le daba esa sensibilidad extra, pero con Dylan no supo descifrarla del todo. ¿Qué era ella? Mientras pensaba dejó que ella echase una ojeada al coche, suspirando de alivio al enterarse de que no era nada grave. Aunque le alegraba que era un error de fácil arreglo, necesitaba tiempo con ella.

—¿Y eso cómo se soluciona? Perdón por la pregunta tonta, pero es que no tengo ni idea. Creo que ya que nos hemos visto podrías mirarlo un poco mejor en tu taller para que no me de otro susto. Pagándote, claro. — propuso haciendo alarde de su encanto.

El desgraciado del día.

Tenía gracia, porque normalmente era ella quien ostentaba ese título. Estaba bien eso de no serlo por una vez.

Por supuesto, ella no sintió nada cuando estrechó su mano, más allá de que el agarre de este era fuerte.

— En realidad no es la gran cosa. Podría hacerlo incluso aquí, pero si quieres que te lo ponga bien apunto, no tengo inconveniente en llevarte. Y no te cobraré mucho — si @Frank A. Walker la escuchaba pronunciar aquellas palabras, estaba segura de que le pondría cara de culo —. Pero vamos, ya te digo que no es nada del otro mundo. ¿Tienes trapos? Necesito unos cuantos — le pidió, pues tenía que secar el líquido derramado para poder volver a poner en marcha el motor —. De todas formas, puedo remolcar la caravana sin problema. Suerte que traigo la camioneta del trabajo — le dio un par de palmadas a la carrocería del vehículo de su jefe —. Vamos, te ayudo a engancharla — le propuso. A pesar de que era tarde, no le importaba hacer un par de horas extra. La ayudaba a mantener distraída la mente después de todo lo que había sucedido el último mes.

Sabía que su identidad como brujo le permitía sentir cuando quien tocaba no era un simple humano, lo había experimentado con vampiros y otros brujos ya, pero esa chica no era nada de esos. No podía describir bien qué sentía pero era como si su poder fuese más ¿puro? ¿sin tanta oscuridad? Tampoco podía ponerse a pensar en eso ahora e ignorarla. Tenía que aparentar normalidad.

— La verdad es que un chequeo más intenso no vendría mal, que luego tengo que volver y son bastantes horas en carretera. Viendo este susto no quiero arriesgarme más. — dijo con naturalidad. — Y por el precio no te preocupes, prefiero pagarlo todo por la urgencia con la que me has atendido. — aclaró. No quería abusar y sabía que era dificil ganarse la vida por experiencia propia.

— Sí, puedo conseguir algún trapo, pero si prefieres mirarlo mejor en el taller no me importa ir allí y así lo haces con tus cosas.— respondió y parece ser que fue la idea que más le agradó también a Dylan. Sin pensarlo, Raoul se acercó a ayudarla a colocar el enganche que remolcaría la caravana. Mientras, seguía intentando descrifrar qué era esa mujer.

— ¿Un viaje largo? ¿Vienes de muy lejos? — le preguntó cuando le comentó lo de las horas en carretera — De acuerdo, le haremos un chequeo completo — aceptó la cazadora, yendo hasta la camioneta para poder enganchar la caravana la remolque. Una vez que lo tuvo listo, le hizo una señal al hombre —. ¿Subes? — le ofreció abriendo la puerta del asiento del copiloto para que este pudiera pasar.

A decir verdad, aquel pequeño incidente le venía bien, ya que le servía de excusa para pasar más horas en el taller.

— No es un viaje largo. El centro del pueblo está a unos quince minutos — le contó, poniendo la emisora de radio para escuchar algo de música que les amenizase el camino —. Y bueno, dime. ¿Qué te ha traído hasta Mystic Falls? Si no es indiscreción preguntar — no es que este fuera precisamente un lugar de vacaciones, por lo que debía de tratarse de algo más.

— Bueno, la verdad es que ando recorriendo distintos lugares, disfrutando de la libertad de la carretera. Pero Mystic Falls me llamó la atención, he oído historias interesantes sobre este pueblo y su misteriosa aura. Además, necesitaba un descanso y desconectar de la ciudad. Y por lo que veo, la caravana también necesitaba un descanso. — Raoul respondió con una sonrisa, tratando de mantener la conversación en tono ligero. — Y vengo de Nueva Orleans, que es mi residencia actual. Aunque no descarto mudarme aquí si me conquista el pueblo. — respondió a lo anterior. Llevaba poco tiempo en Nueva Orleans y mucho de un lado a otro, pero tampoco tenía que dar tanta información a alguien que acababa de conocer.


Mientras avanzaban hacia el taller, Raoul observaba a Dylan de reojo, intentando comprender mejor la naturaleza de su poder. Jamás había sentido eso al tocar a nadie. La curiosidad lo invadía, pero también quería ser respetuoso. Necesitaba que se produjese de nuevo algo de contacto físico y averiguar así qué era la chica o, al menos, intentarlo. Mientras tanto, disfrutaba mirando las vistas por la ventana.

— ¿Y tú? ¿Cómo acabaste siendo la mecánica en este pequeño rincón del mundo? — preguntó Raoul, buscando conocer un poco más sobre la vida de Dylan y distrayéndose de la extraña sensación que aún persistía en su interior.

— Desconectar de la ciudad... Sí, creo que lo entiendo — aunque vaya lugar había ido a elegir precisamente. Ni a su peor enemigo se lo recomendaría —. Aunque todo depende de lo que estés buscando. yo considero que hay pueblos con mucho más encanto — definitivamente, no se iba a ganar la vida como guía turística honorable de Mystic Falls, pero oye, le estaba haciendo un favor al espantarlo de allí. Mejor eso que acabar siendo burrito de vampiro.

— Nueva Orleans... que coincidencia — su rostro se ensombreció al recordar su visita a la ciudad no hacía mucho —. Estuve allí hace un par de semanas — sonó mucho más dura de lo que lo había hecho durante la conversación previa. ¿Y la verdad? A Dylan no se le daba bien disimular. Y el recuerdo de lo sucedido con Jax estaba muy presente en ella.

— Me mudé aquí con mi hermano hace unos años — de nuevo pensar en él dolía, pero no iba a ponerse a llorar con las tantas otras veces que lo había hecho. Ahora que sabía la verdad, había podido pasar página en cierto modo —. Y bueno, a principios de años conocí a Frank, mi jefe... Un encanto — esbozó una sonrisa al pensar en este. Por más que tuvieran sus piques, lo apreciaba y su relación iba mucho más allá.

Al fin y al cabo, ambos compartían mucho en común.

— Ya hemos llegado — la nefilim aparcó la camioneta en el interior del taller y se bajó para desenganchar la caravana —. Te dije que no quedaba muy lejos. Nada en este pueblo lo está — echó un visitado alrededor, pero al parecer, Frank ya no estaba por ahí.

Típico.

— En fin. Vamos a echarle un buen vistazo al paciente — se dirigió hacia el motor, ahora podría hacerle un análisis más detallado —. ¿Alguna vez te ha dado problemas de algún tipo? Cualquier cosa que sea especialmente remarcable — aunque ya sabía cuál era el principal problema y como ponerle solución, haría un trabajo perfecto.