Silesius escribió:I am like God, and God like me. I am as large as God, He is as small as I. He cannot above me, nor I beneath Him be.

Mystic Falls. Pequeña, recóndita y terroríficamente aburrida. Viktor no lleva ni cuarenta y ocho horas en aquel lugar, pero ya tiene claro que no entrará, precisamente en su top diez de rincones favoritos del mundo. Sólo hay, en realidad, una razón que le ha obligado a venir a este lugar: una razón que le retendrá hasta haber culminado la tarea que se ha propuesto: exterminar a los Lanvik.

Así, tras haber coincidido con Leonore Gauthier y Aksel Lanvik en Ottawa, Canadá, Viktor pudo tener noticias sobre las divisiones en una agrupación de lobos cada vez más frágil. Si hubo un momento para acabar para siempre con aquella manada, desde luego no debió ser mejor que este.

Pero Viktor no va a precipitarse. Se tomará su tiempo para indagar lo necesario sobre sus enemigos, y hallar el momento más oportuno para contraatacar. Aún no ha olvidado su último gran golpe —el secuestro de la joven Emerald—, y sin duda, lo piensa devolver...

...Si es que ningún entrometido se mete también en su camino.

—¿Quién anda ahí?—La elegante voz del inglés se alza por encima del ruido ambiental. A lo lejos puede escucharse el claxón de algún coche; la mayoría de lo que puedes encontrar por las afueras, y más a estas horas, son poco más que automóviles. Sin embargo, ha escuchado un ruido. Tiene la sospecha de que hay alguien más rondando por la zona; quién sabe si espiándolo—. Sal, ratita... quiero verte la colita.—Nunca es mala hora para salir a jugar, ¿verdad?

De nuevo merodeando por lugares que no le conciernen a horas que le conciernen menos aún. Iris es la definición de problema. De hecho, no solo eso, si no que es la típica rubia tonta entrometida que muere de las primeras en una película de terror. Puestos a elegir, le habría gustado representar a Drew Barrymore en Scream, pero la vida a veces no es como queremos, ¿no?

Sus investigaciones para su libro son cada vez más realistas, y la joven busca respuestas a unos misterios de los que todavía no conoce ni las preguntas. O tal vez no está haciendo las preguntas a las personas correctas, eso está claro.

Del mismo modo que un hombre acaba de sobresaltarla. Iris se toca el bolso con una mano, metiéndola dentro del accesorio buscando algo en concreto. Vale, sí, lleva el spray de pimienta. Perfecto.

—Uhm... ¿hola? Hehe. —Se le ha escapado una risita nerviosa, aunque no ha tardado en fruncir el ceño—. Oígame señor yo no soy ninguna ratita, soy una mujer hecha y derecha.

Pobrecita que ni sabe dónde se está metiendo.

—Oh.—La expresión de Viktor se vuelve mucho más amable apenas descubre quién se hallaba en las sombras. No es ninguna ratita, no—. Discúlpeme, señorita.—Haciendo gala de sus impecables modales ingleses, Viktor levanta levemente el ala de su sombrero para acompañar sus palabras… y sonríe.

Su mirada se vuelve evaluadora. La joven no debe tener más de veinticinco años. No nos engañemos; encaja en el perfil de las muchachas que suelen atrapar su atención. ¿O creías que lideraría un clan de hermosas vampiresas por casualidad? Con las manos en los bolsillos de su gabardina, y esforzándose en demasía por no verse amenazante, Viktor avanza un par de pasos más hacia ella. —Soy recién llegado y aún no me adapto a las viejas costumbres de los rincones tan apartados de las grandes ciudades.—Prosigue explicando, siendo algo que no es del todo mentira: París, Roma o su natal Londres siguen siendo sus rincones favoritos del mundo, y lugares a los que siempre volvería. Una vez concluyesen sus negocios en Mystic Falls, sin embargo, Viktor y sus chicas abandonarían el pueblo, y aquel paraje sería casi olvidado para el vampiro, habiendo pasado por su vida sin pena ni gloria—. Aunque me atrevería a decir que ni siquiera en Mystic Falls son buenas horas para que una muchacha como usted ronde por ahí… sola.—A merced de toda clase de monstruos y peligros.

Monstruos y peligros… como él.

—¡Ah! ¿Nuevo en Mystic Falls? —Iris sonríe ampliamente, sintiéndose mucho más calmada y segura. Pobrecita ella, que no sabe nada—. ¡Me llamo Iris! Un gusto. —La joven, tan ingenua como siempre, decide darle la mano para que aquel hombre desconocido la estreche—. ¿Usted es...? —Se encoge de hombros, frunciendo los labios en una mueca graciosa—. No le tengo miedo a muchas cosas. Soy un poquito temeraria, la verdad. Creo que la vida sin riesgo es aburrida, ¿usted no lo cree?

Aunque una cosa es tomar riesgos y otra ser una suicida. Eso son dos conceptos muy distintos.

—¿Le puedo hacer una pregunta indiscreta? —Ni siquiera se lo piensa dos veces, ni tampoco se espera a que el hombre le conteste—. ¿Es inglés? —No es que haya tratado con muchos pero el acento británico siempre le ha gustado mucho, todo sea dicho—. Y una cosa más. ¿Se ha encontrado con algo... especialmente perturbador por aquí o desde que ha llegado a Mystic Falls?

A ver si él le ayuda a continuar con sus investigaciones.

«¡Ah! ¿Nuevo en Mystic Falls?»

El vampiro sonríe ampliamente; su expresión es sincera y genuina. No siempre es fácil a muchachas tan alegres, dicharacheras y… confiadas, aún menos a horas como aquellas. Dicen que es una costumbre arraigada en los pueblos pequeños.

¿Quién sabe? Puede que Mystic Falls no sea un rincón tan poco interesante... Después de todo.

—Viktor Starkov.—Y haciendo gala de sus exquisitos modales, el vampiro toma de la mano a su interlocutora, dejando sobre su dorso un beso cortés. A la cercanía de su piel, Starkov puede comprobar lo que sospechaba: huele deliciosa.

Aunque, ¿sabes qué sería aún más delicioso?
Convertirla en su nuevo trofeo.

Porque a aquello se dedica precisamente Starkov: a encontrar jovencitas a las que coleccionar en su propio clan, como grandes premios que atesorar y proteger. La valentía, prácticamente temeridad de aquella joven, sólo la convierte en una candidata aún más apta, más propicia… Viktor deja escapar una carcajada. —No puedo estar más de acuerdo. La vida sin… riesgos, puede ser mortalmente aburrida.—Y si Iris no fuera tan temeraria, no se habrían conocido esta noche.

¿Quién sabe? Puede que aquel sea el primer día del resto de su vida.

Cavilando sobre las maquiavélicas posibilidades, tarda unos segundos de más en responder a sus preguntas. —Ascendencia rusa, pero criado en Londres, sí. ¿El acento me ha delatado?—Es uno de sus rasgos más característicos: a pesar de haber dedicado más de cien años a viajar y recorrer este vasto mundo, Viktor se ha asegurado de preservar cada elemento propio de sus raíces—. Me temo, Iris… que hay muchos detalles perturbadores en Mystic Falls.—La actitud poco elegante y campechana de la media de la población, por ejemplo—. Tendrá que ser más específica.—Aunque contempla a la susodicha con curiosidad. ¿Quizá ya sepa sobre el mundo sobrenatural?

Porque, de ser así, se ahorrarán buena parte de la conversación.

Iris no puede evitar reírse cuando Viktor le besa el dorso de la mano. Es un gesto que a ella siempre le ha gustado; demuestra caballerosidad. Simplemente ella no sabe cuán peligrosa ésta puede ser viniendo de la mano de un hombre como Starkov—. Me voy a sonrojar —se sincera, dejando escapar una carcajada suave.

Debería andarse con mucho más cuidado.

—Sí. Tengo bastante buen oído, y los acentos es algo que se me da especialmente bien —sobre todo los ingleses. Bueno, cualquier tipo de acento que provenga del inglés: irlandés, americano, australiano,... para algo ha visto series en su idioma original, para aprender sus acentos y diferenciarlos. Un talento que tiene—. Bueno... Hablo más de supuestos ataques de animales—cosas que ella no se cree. ¿Tantos animales atacan a las personas de noche? Sí hombre.

Y un cuerno.

Iris mira la hora de su teléfono móvil y se muerde el labio inferior. Es tarde—. Ay, no. Me temo que igual será mejor dejar la conversación para otro momento. Está haciéndose tarde y tengo que volver a casa.

La pregunta es, ¿Viktor va a dejarla ir así como así?

Tan dulce e inocente… al ver aquel rubor en las mejillas de su interlocutora, fruto de su vergüenza y juventud, el corazón de Viktor se conmueve. O lo haría si tuviera uno.

«Es perfecta.» No conocía una candidata tan idónea para su pequeño clan de trofeos, desde que encontrase a la joven Emerald. La sonrisa maquiavélica de Viktor es la única señal de la que Iris podría gozar para intuir qué se le está pasando por la mente, si bien parece que aquella muchacha no tiene mucha idea sobre las criaturas que rondan aquellas calles al caer el sol.

De ser así, ah… habría sido mucho más prudente. Pero por suerte para Viktor, ambos han podido conocerse. Encontrarse. Como si el destino le hubiera servido a la joven Iris en bandeja de plata. —Oh, sí.—Asiente, como si acabara de caer en la cuenta de aquello a lo que la rubia se refería en un primer momento—. Muy curiosos esos ataques, ¿no cree? Quiero decir, Mystic Falls… se encuentra en medio de la naturaleza.—Los parajes boscosos son la nota más característica de aquel rincón de Virginia—. Pero cuesta creer que no haya habido ningún avistamiento de pumas, o… ¿a qué pobre animal se le está echando la culpa de todo esto ahora? ¿Pumas, osos?—No lo tiene claro, aunque tampoco es relevante—. En fin, no importa. Pero encuentro… interesante, que nadie haya visto a los dichosos animales rondando masivamente por la zona. Tan sólo se encuentran… los cadáveres.—Tomándose unas confianzas que no deberían, e invadiendo claramente el espacio personal de la desconocida, Viktor retira un mechón del cabello de Iris para colocarlo tras su oreja, pudiendo contemplar mejor su rostro.

«Es perfecta, perfecta...»
O casi perfecta.

Porque, bien de forma genuina y casual, o bien intencionadamente, Iris se percata a conveniencia de la hora que es, haciendo ademán de marcharse. Pero, ¿Viktor? Viktor no podía dejarla ir.

De otro modo, nunca habría tenido un clan de vampiresas, ¿no crees?

—¿Ya? ¿Tan pronto?—En un gesto meloso que pretende ser intimidatorio, Viktor toma la muchacha de ambos brazos—. Creía que nos estábamos conociendo…—Comenta, torciendo el gesto, como si se sintiera decepcionado. La mirada del vampiro busca el contacto visual con la muchacha para utilizar su compulsión—. Vas a quedarte. Nos lo estamos pasando muy bien, ¿no crees?—Pero lo divertido no ha hecho más que empezar.

A decir verdad, el aura de Viktor de repente ha cambiado a una mucho más oscura. Iris ya no se siente a salvo, y su intución está saltando. Vamos, que todas las alarmas se han puesto a sonar una y otra vez, pero allí está, como si estuviera anclada. Tiene la autonomía de su cuerpo, pero no la de su mente. Es... extraño. Ni tan siquiera responde a sus comentarios, cada uno peor que el anterior en su opinión, asustándola más.

Sí, es muy extraño.

—Voy a quedarme —repite, mirándolo a los ojos. Iris mueve la cabeza de lado a lado, confusa, llevándose una mano a la frente al mismo tiempo—. ¿Qué está pasando? —frunce el ceño, sorprendida por sus acciones. No entiende mucho sus sensaciones, y eso la está acongojando un poco más—. No te acerques...

Lo único que sabe es que ese hombre no es bueno. En absoluto.

«¿Qué está pasando?»

La sonrisa torcida se deja ver en los labios de Viktor mientras el vampiro, lejos de atender la petición de la muchacha, se acerca más a ella, invadiendo por completo su espacio personal. —Querida… lo sabrás muy pronto. —Tomando su níveo rostro entre ambas manos, el vampiro la contempla muy de cerca.— Ah, sí. Eres perfecta. —Reflexiona, más para sí mismo que para ella, mientras sus ojos se tiñen de un intenso color escarlata.

— No tengas miedo. —Le pide, y sus colmillos crecen un poco más de lo normal; lo justo y necesario para alimentarse. Beber de ella no era tanto la idea inicial como transformarla y convertirla en el miembro más reciente de su clan, pero debe reconocer que huele deliciosa.— Tengo que probarte.— Le dice, como si necesitase justificarse.— Tranquila, tranquila… sólo será un momento. —Viktor arquea el cuello, preparado para beber.

Sólo la probará. Una vez convertida, sanará rápidamente y le perdonará…

— ¿Qué crees que estás haciendo, Viktor? —La joven loba alza la voz, contemplando al enemigo a una distancia prudencial mientras sus orbes brillan en un intenso color ambarino, preparándose para la batalla. Por supuesto, se trata de una pregunta retórica: lo que está haciendo está más que claro. Ha pillado por banda a la primera humana inocente de la que alimentarse y a la que asesinar esta noche.

Pero para seguir regando de sangre su nuevo hogar, tendrá que pasar por encima de su cadáver.

— ¡No en nuestro territorio, capullo! —El grito de Sif se deforma en un gruñido gutural, echando a correr en dirección al vampiro. Viktor, tal vez temiendo que Sif no haya venido sola, se sirve de su velocidad vampírica para desaparecer del lugar, dejando a su víctima sola… y a salvo. La joven Lanvik alcanza a la rubia y echa un par de vistazos en todas las direcciones. Aún podría estar a tiempo de seguirlo, pero no merece la pena; el cobarde al menos habrá renunciado a perturbar a los ciudadanos del pueblo por esta noche.

— ¿Estás bien? —Se vuelve finalmente hacia la muchacha. Parece ilesa; Sif ha llegado a tiempo.— Has tenido suerte. Las autoridades llevan semanas persiguiendo a Viktor Starkov; parece que está asaltando a mujeres en masa. —Le miente, porque como humana, creerá —o querrá creer— una versión más oficial.— Tranquila, ya estás a salvo. —Le sonríe, rodeándola por la espalda en un gesto protector.— Te acompaño a casa. ¿Vives por aquí cerca?

Iris está al borde de un abismo del que no conoce nada. A punto de que lo que le vaya a suceder, cambie su vida para siempre. A punto de perder lo poco que le queda, o de ganar mucho, tal vez a punto de morir incluso —sin que sea ni siquiera consciente de la realidad que le rodea—.

Excepto porque escucha una voz femenina que la alerta, con Viktor desapareciendo poco después.

Iris parpadea rápido y mueve la cabeza de lado a lado para hacer desaparecer el mareo y la confusión, enfocando la vista en la chica que ha salido de la nada. ¿De dónde...? ¿Ha estado ahí todo el tiempo?—. Yo... —se le atascan las palabras así que carraspea—. ¿Viktor? ¿Ese señor es un acosador? Dios mío, menos mal que has llegado —Iris tiembla; un escalofrío le ha recorrido la espina dorsal—. Muchas gracias por ayudarme, me llamo Iris —añade con una sonrisa algo más tranquila, asintiendo con la cabeza—. Sí, yo te guío y vamos juntas. No me fío de que vuelva a aparecer.

Por poco.