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Happy birthday
would you marry me?
Es como si el destino los hubiera diseñado para estar juntos.
Al lado de Tristán, el universo encuentra un lugar para cada pieza, y todo logra funcionar. Cualquier otro intento de hallar la felicidad, cualquier otro pretendiente, otra ilusión, simplemente, no habría hallado la vía de perdurar; no cuando en manos de aquel a quien estima como familia, amante y hogar, Aurora encuentra todas las respuestas.
Diez siglos de existencia, y no es capaz de recordarse más dichosa de lo que se siente ahora.
Aún más, si cabe, cuando Tristán revela su sorpresa: no sólo va a concederle un día. Aun siendo consciente de ser su prioridad —y disfrutar como nadie de la atención que aquel dios en la tierra le brinda—, la pelirroja es consciente de que el imperio de su hermano no podría gobernarse solo: porque ha estado al frente de los Strix durante todos este tiempo, aquella organización se ha convertido en lo que es. Que en unas fechas tan especiales, haya podido reservarle tantas horas de exclusividad, sólo deja en claro una vez más hasta qué punto Tristán movería cielo y tierra por ella.
Sólo por ella.
El mundo debería envidiarla por el hombre que tiene a su lado, aunque aquello no le preocupa a Aurora: Tristán es suyo, y de nadie más. Él es su gran suerte, y no estaría dispuesta a compartirlo. —¿Un once? —No parece del todo convencida.—Por el amor de Dios, ¡Tristán! Superaste cualquier escala...—Pero las sorpresas, no han hecho más que empezar.
«...yo soy el tercero.»
La pelirroja parpadea repetidas veces, como un niño incrédulo que, tras semanas en un sueño profundo, despierta el día de Navidad. Tiene que dar un paso atrás para contemplarlo con claridad, mientras sendas manos cubren sus labios, ahogando la emoción contenida. Tristán tiene una joya para ella... y no cualquier joya.
Es un anillo.
Como el príncipe de un cuento, su hermano se arrodilla y pronuncia cada palabra meticulosamente elegida en aquella perfecta declaración de amor, mientras el corazón de la pelirroja se conmueve, embriagado de felicidad. Tristán siempre ha logrado sorprenderla en cada cumpleaños, pero esta vez, ha superado sus expectativas al punto de que la elocuente, caprichosa y arrogante Aurora de Martel... no sabe qué decir.
Sus ojos se han anegado en lágrimas.
Una palabra no expresará la felicidad desbordada en cada fibra de su ser, pero sí será suficiente para seguir siéndolo durante el resto de la eternidad.
—Sí.—Y mientras asiente, una lágrima se desliza por su mejilla.—¡Sí, sí, sí!—Quiere besarlo, abrazarlo, hacerlo suyo; tomar a aquel a quien antaño sólo pudiera llamar hermano, y que a partir de hoy, será su prometido.
Pero no sin antes lucir aquel rubí en su dedo anular.
Hoy, 1 de junio de 2013, Aurora de Martel ha cumplido 1037 años... e irónicamente, ha vuelto a nacer.
Al lado de Tristán, el universo encuentra un lugar para cada pieza, y todo logra funcionar. Cualquier otro intento de hallar la felicidad, cualquier otro pretendiente, otra ilusión, simplemente, no habría hallado la vía de perdurar; no cuando en manos de aquel a quien estima como familia, amante y hogar, Aurora encuentra todas las respuestas.
Diez siglos de existencia, y no es capaz de recordarse más dichosa de lo que se siente ahora.
Aún más, si cabe, cuando Tristán revela su sorpresa: no sólo va a concederle un día. Aun siendo consciente de ser su prioridad —y disfrutar como nadie de la atención que aquel dios en la tierra le brinda—, la pelirroja es consciente de que el imperio de su hermano no podría gobernarse solo: porque ha estado al frente de los Strix durante todos este tiempo, aquella organización se ha convertido en lo que es. Que en unas fechas tan especiales, haya podido reservarle tantas horas de exclusividad, sólo deja en claro una vez más hasta qué punto Tristán movería cielo y tierra por ella.
Sólo por ella.
El mundo debería envidiarla por el hombre que tiene a su lado, aunque aquello no le preocupa a Aurora: Tristán es suyo, y de nadie más. Él es su gran suerte, y no estaría dispuesta a compartirlo. —¿Un once? —No parece del todo convencida.—Por el amor de Dios, ¡Tristán! Superaste cualquier escala...—Pero las sorpresas, no han hecho más que empezar.
«...yo soy el tercero.»
La pelirroja parpadea repetidas veces, como un niño incrédulo que, tras semanas en un sueño profundo, despierta el día de Navidad. Tiene que dar un paso atrás para contemplarlo con claridad, mientras sendas manos cubren sus labios, ahogando la emoción contenida. Tristán tiene una joya para ella... y no cualquier joya.
Es un anillo.
Como el príncipe de un cuento, su hermano se arrodilla y pronuncia cada palabra meticulosamente elegida en aquella perfecta declaración de amor, mientras el corazón de la pelirroja se conmueve, embriagado de felicidad. Tristán siempre ha logrado sorprenderla en cada cumpleaños, pero esta vez, ha superado sus expectativas al punto de que la elocuente, caprichosa y arrogante Aurora de Martel... no sabe qué decir.
Sus ojos se han anegado en lágrimas.
Una palabra no expresará la felicidad desbordada en cada fibra de su ser, pero sí será suficiente para seguir siéndolo durante el resto de la eternidad.
—Sí.—Y mientras asiente, una lágrima se desliza por su mejilla.—¡Sí, sí, sí!—Quiere besarlo, abrazarlo, hacerlo suyo; tomar a aquel a quien antaño sólo pudiera llamar hermano, y que a partir de hoy, será su prometido.
Pero no sin antes lucir aquel rubí en su dedo anular.
Hoy, 1 de junio de 2013, Aurora de Martel ha cumplido 1037 años... e irónicamente, ha vuelto a nacer.
SHIP: #TRISTORA
01/06 • Mañana • @Tristán de Martel
Happy birthday
would you marry me?
antigua tradición escribió:rakhi. En el Raksha Bandhan, un hermana ata un rakhi (cordón sagrado) en la muñeca de su hermano. Esto simboliza el amor de la hermana y las oraciones por el bienestar de su hermano, y el voto de toda la vida del hermano para protegerla eternamente.
- Hace mucho tiempo:
- Corte de Marsella, 991 A.D.
—Querida hermana, no necesitas esto para realizar esa petición.—Susurra con dulzura un veinteañero hijo del Conde de Martel a su única hermana, la adolescente Aurora de Martel. Sin embargo, deja que la pelirroja le ate el cordón decorado en su muñeca.
—Lo sé, hermano.—Asiente con una sonrisa, levantando finalmente sus ojos hacia el noble. Tristán deja de prestar atención al obsequio para perderse en esa mirada que siempre consigue hipnotizarlo.—Pero nos prometimos un regalo especial cada fenómeno celestial, y hoy hay una luminiscencia verdosa tiñendo la noche. Eso no se aprecia todos los días, ni mucho menos todos los años.—Aurora le toma de la mano, entrelaza sus dedos con los ajenos y tira de él para llevarlo a la ventana.—No quiero perder nuestras tradiciones.—Porque siempre ha sido una de las cosas que les distingue sobre los demás pares de hermanos que conocen.
Tristán toma el delicado rostro de la pelirroja entre sus manos y lo acerca a centímetros del suyo. Le sonríe con ternura antes de presionar sus labios sobre la frente de ésta con amor y devoción.—Siempre te protegeré, querida Aurora. No importa lo que pase, no importa quien llegue a nuestras vidas. Siempre estarás tú en primer lugar, tu protección. Siempre seremos los dos.
Y tras ese voto, Tristán se tomó aún más en serio esa tarea. Protegiendo a su hermana de todos los viles pretendientes que no la merecieron. De su padre. Hasta de sí misma.
Lo hará para siempre.
—No puedo permitirme ser menos detallista de lo que mi Reina merece.—Su única reina. No habría podido ser de otra forma, todo lugar por más lujoso y digno de un De Martel les habría quedado pequeño, reducido a lo más insignificante ante lo que Tristán todavía guardaba para su querida Aurora. Por esa razón, debía ser en un castillo. Y no en cualquier castillo.
Tristán ríe divertido y se lleva la mano al pecho, fingiendo alivio.—Lo hice por un día, lo admito. Pero, lo recordé otros trescientos sesenta y cinco días del año.—Es decir, jamás lo ha olvidado. Cada día lo tuvo presente. En especial porque era el primer cumpleaños de su hermana desde que están juntos como pareja. Desde hace meses Tristán tuvo en mente que este cumpleaños sería diferente. Y vaya que así sería dentro de unos minutos.
—Entonces exijo ese diez o incluso, un once. Porque no solo hoy, también mañana seré todo tuyo.—Le promete acercando sus labios al dorso de su hermosa pelirroja, presionándolos brevemente con delicadeza.—No creerás que me iré al despertar.—Como si todavía ambos fueran una desafortunada historia de amor prohibido o peor, no correspondido.
Jamás podría volver a vivir ese infierno.
Al sentir el suave tacto de las manos ajenas por su cuello, Tristán levanta una ceja y curva la comisura de los labios con un destello de picardía en la mirada. Podría dejarse hacer, rendirse ante la pasión y el amor que le inspira aquella mujer, tomarla como ha deseado hacerlo desde que le trajo al castillo, pero esta vez quiere que Aurora tenga el placer de entregarse a su… futuro marido.
—Apoyo el entusiasmo con el que abres tus obsequios, querida Aurora.—Sonríe porque no es una comparación. Tristán también es uno de sus regalos.—Pero yo soy el tercero.— Todavía falta uno más, el más importante. Dicho esto, el antaño hijo del Conde de Martel saca del bolsillo de su saco una caja con un anillo.
Un anillo de compromiso con una enorme rubí en el centro, rodeado de pequeños diamantes. Era precioso, era enorme, y muy caro.
Entonces Tristán de Martel, líder —y prácticamente rey— de la más importante organización de vampiros se arrodilla ante su musa de inspiración, y lo hace recordando que la última vez que se arrodilló ante alguien, lo hizo hace siglos en una ceremonia religiosa. Sin apartar la mirada de su hermana, Tristán abre el pequeño estuche ante ella.
—Querida mía, siempre te amé de esta manera porque amarte como un hermano ama a su hermana siempre nos quedó pequeño. Y siendo sincero, no conozco otra forma de amar. El día que ataste un cordón sagrado a mi muñeca sentí que te amaba como un hombre ama a una mujer.—Aunque no quiso admitirlo para sí mismo en su momento, y huyó durante siglos hasta que fue imposible seguir haciéndolo.—Tenerte a mi lado es un privilegio incomparable con todos los demás, amarte seguirá siendo mi mayor experiencia placentera, y tenerte como mi compañera eterna en todo el sentido de la palabra, será la epítome de mi felicidad.—Tristan hace una pausa y mirándola como jamás podría llegar a mirar a otra mujer, formula la pregunta indicada…
—¿Te quieres casar conmigo? —Aunque sabe cuál será la respuesta, quiere escucharlo de sus dulces labios.
SHIP: #TRISTORA
01/06 • Mañana • @Aurora de Martel
Happy birthday
would you marry me?
«Soy Tristán de Martel, todo puede ser conmigo.»
Y Aurora sonríe, porque es cierto.
Ha visto al mismo tiempo pasar, siendo hermana —y amando en silencio—, a un rey capaz de tenerlo todo. Ahora que es también su reina, ambos tienen el mundo a sus pies. —Siempre pensando en los detalles...—Dicen que algunos de los pueblos de Baviera han inspirado cuentos y a grandes autores, y no cabía esperar otra cosa que no fuera a Aurora, derritiéndose y siendo plenamente feliz —o casi plenamente—, en un rincón del mundo como aquel.
Nació siendo hija de un conde, aunque siempre se sintió una princesa.
Pero Tristán sólo ha necesitado de unos meses para demostrarle que es mucho más que eso. —En el fondo, sabes que te habría matado si lo hubieras olvidado.—Confiesa, volviéndose para mirarlo con aquella sonrisa tonta y enamorada. Rozar con la punta de los dedos las sutiles amenazas en momentos de conveniencia, sigue siendo parte de su encanto personal.—Pero no dudé de ti. Ni un sólo momento.—Le promete, caminando hacia él. Porque sólo a él le confiaría su vida, y hasta el más profundo de sus anhelos...
«Dime, del uno al diez...»
—Mi querido hermano —le sonríe con picardía—, cuánto me guste dependerá de si eres capaz de prometerme que te tendré para mí durante el resto del día. Sólo para mí.—Y aunque puede intuir la respuesta, habiéndosela llevado lejos del ojo del huracán, de sus enemigos, y de los Strix, ansía oírselo decir...
Aunque, créeme: parte de una nota alta.
Baviera se extiende a sus pies, con aquellas impresionantes vistas desde el balcón; los primeros rayos de Sol bañan de dorado los tejados de hogares más humildes, y durante un breve instante, Aurora está convencida de que tanta belleza la podría consumir. —No podría estar más de acuerdo.—Añade, volviéndose para mirarlo, tomándose la licencia de acercarse a él y deslizar sendas manos por el cuello de su camisa.—Creo que podría tomar mi segundo regalo ahora.—Convencida de que aquel segundo regalo es el propio Tristán, los orbes verdes de Aurora suben despacio hacia los labios de su hermano, deteniéndose brevemente en su mirada.
Se siente feliz, dichosa y completa.
Pero, ¿aún habría más...?
Y Aurora sonríe, porque es cierto.
Ha visto al mismo tiempo pasar, siendo hermana —y amando en silencio—, a un rey capaz de tenerlo todo. Ahora que es también su reina, ambos tienen el mundo a sus pies. —Siempre pensando en los detalles...—Dicen que algunos de los pueblos de Baviera han inspirado cuentos y a grandes autores, y no cabía esperar otra cosa que no fuera a Aurora, derritiéndose y siendo plenamente feliz —o casi plenamente—, en un rincón del mundo como aquel.
Nació siendo hija de un conde, aunque siempre se sintió una princesa.
Pero Tristán sólo ha necesitado de unos meses para demostrarle que es mucho más que eso. —En el fondo, sabes que te habría matado si lo hubieras olvidado.—Confiesa, volviéndose para mirarlo con aquella sonrisa tonta y enamorada. Rozar con la punta de los dedos las sutiles amenazas en momentos de conveniencia, sigue siendo parte de su encanto personal.—Pero no dudé de ti. Ni un sólo momento.—Le promete, caminando hacia él. Porque sólo a él le confiaría su vida, y hasta el más profundo de sus anhelos...
«Dime, del uno al diez...»
—Mi querido hermano —le sonríe con picardía—, cuánto me guste dependerá de si eres capaz de prometerme que te tendré para mí durante el resto del día. Sólo para mí.—Y aunque puede intuir la respuesta, habiéndosela llevado lejos del ojo del huracán, de sus enemigos, y de los Strix, ansía oírselo decir...
Aunque, créeme: parte de una nota alta.
Baviera se extiende a sus pies, con aquellas impresionantes vistas desde el balcón; los primeros rayos de Sol bañan de dorado los tejados de hogares más humildes, y durante un breve instante, Aurora está convencida de que tanta belleza la podría consumir. —No podría estar más de acuerdo.—Añade, volviéndose para mirarlo, tomándose la licencia de acercarse a él y deslizar sendas manos por el cuello de su camisa.—Creo que podría tomar mi segundo regalo ahora.—Convencida de que aquel segundo regalo es el propio Tristán, los orbes verdes de Aurora suben despacio hacia los labios de su hermano, deteniéndose brevemente en su mirada.
Se siente feliz, dichosa y completa.
Pero, ¿aún habría más...?
SHIP: #TRISTORA
01/06 • Mañana • @Tristán de Martel
Happy birthday
would you marry me?
Tristán deja escapar una breve carcajada divertida ante la reacción de su hermana.—Si puede ser. Soy Tristán de Martel, todo puede ser conmigo.—Entona con presunción, sabiendo que Aurora estará completamente de acuerdo con él. No hay nada que no pueda hacer.
Tristán se gira siguiendo con rapidez la danzarina silueta de su hermana, con el corazón rebosante de satisfacción y felicidad porque ha logrado lo que quería de entrada. Sus ojos recorren la hermosa y abundante cabellera femenina, el rojo intenso combina con la decoración en las paredes, añadiendo una belleza sinigual. Y Tristán desea esa belleza, quiere disfrutar de ella cuanto sea posible antes de volver a la realidad...
Sobre todo, ansía disfrutar hasta la saciedad de su protagonista.
Eso sí, como su flamante prometida.—Un lugar que una vez fue nuestro hogar querida hermana. Aquí significó mucho para nosotros en algún tiempo —un tiempo en el cuál, incluso estuvieron lejos de la indeseable compañía de Castle—, sin mencionar que es el escenario que inspiró tu cuento favorito.—Hay detalles que solo él conoce de la pelirroja, y eso le complace. Desde que hermano y hermana se entregaron al placer carnal que los persiguió durante siglos, Tristán puede asegurar con orgullo que solo él conoce completamente a su querida Aurora.
Permite que su hermana ate cabos por sí sola, asintiendo a modo de aprobación cuando la vampiresa llega a la conclusión deseada.—No lo olvidaría jamás. Mis objetivos de poder se convierten en la más insignificante nada sino te tengo a mi lado. ¿Y cómo podría hacer eso si me atreviera a dejar de lado una fecha tan especial?—Ahora lo tiene muy claro. No podría seguir adelante sin Aurora.
«¿Es... mi regalo de cumpleaños?»
Sin todavía responder, cuando Aurora se acerca a él, Tristán toma ambas manos ajenas con las suyas. Le dedica una misteriosa sonrisa.—Así es.—Asiente finalmente con la cabeza.—Esto no se trata de ganarme tu perdón.—Sabe que respondida la pregunta anterior no hace falta la aclaración, pero igualmente la exterioriza.—Dime, del uno al diez, ¿cuánto te gusta? —Se interesa por saber al tiempo que inesperadamente tira de ella hacia el majestuoso balcón.—Debería darte dos regalos, ahora que lo pienso. Es necesario y lo sabes. Después de todo, no solo somos hermanos.—Tristán entrelaza sus manos con delicadeza y hondo cariño.
Tristán se gira siguiendo con rapidez la danzarina silueta de su hermana, con el corazón rebosante de satisfacción y felicidad porque ha logrado lo que quería de entrada. Sus ojos recorren la hermosa y abundante cabellera femenina, el rojo intenso combina con la decoración en las paredes, añadiendo una belleza sinigual. Y Tristán desea esa belleza, quiere disfrutar de ella cuanto sea posible antes de volver a la realidad...
Sobre todo, ansía disfrutar hasta la saciedad de su protagonista.
Eso sí, como su flamante prometida.—Un lugar que una vez fue nuestro hogar querida hermana. Aquí significó mucho para nosotros en algún tiempo —un tiempo en el cuál, incluso estuvieron lejos de la indeseable compañía de Castle—, sin mencionar que es el escenario que inspiró tu cuento favorito.—Hay detalles que solo él conoce de la pelirroja, y eso le complace. Desde que hermano y hermana se entregaron al placer carnal que los persiguió durante siglos, Tristán puede asegurar con orgullo que solo él conoce completamente a su querida Aurora.
Permite que su hermana ate cabos por sí sola, asintiendo a modo de aprobación cuando la vampiresa llega a la conclusión deseada.—No lo olvidaría jamás. Mis objetivos de poder se convierten en la más insignificante nada sino te tengo a mi lado. ¿Y cómo podría hacer eso si me atreviera a dejar de lado una fecha tan especial?—Ahora lo tiene muy claro. No podría seguir adelante sin Aurora.
«¿Es... mi regalo de cumpleaños?»
Sin todavía responder, cuando Aurora se acerca a él, Tristán toma ambas manos ajenas con las suyas. Le dedica una misteriosa sonrisa.—Así es.—Asiente finalmente con la cabeza.—Esto no se trata de ganarme tu perdón.—Sabe que respondida la pregunta anterior no hace falta la aclaración, pero igualmente la exterioriza.—Dime, del uno al diez, ¿cuánto te gusta? —Se interesa por saber al tiempo que inesperadamente tira de ella hacia el majestuoso balcón.—Debería darte dos regalos, ahora que lo pienso. Es necesario y lo sabes. Después de todo, no solo somos hermanos.—Tristán entrelaza sus manos con delicadeza y hondo cariño.
SHIP: #TRISTORA
01/06 • Mañana • @Aurora de Martel
Happy birthday
would you marry me?
Lo primero de lo que Aurora puede percatarse cuando, poco a poco, recupera la consciencia, es que no reconoce el perfume de aquellas sábanas. Lo sabe: no se encuentra en la suite que, tan cuidadosamente, Tristán ha elegido para ambos en el Continental. Cuando sus párpados se abren, la recibe una completa oscuridad: tiene un antifaz de satén colocado con delicadeza sobre los ojos, algo que probablemente ha colaborado en su sueño profundo.
No tiene tiempo para denotar preocupación, sin embargo: la cálida, aunque misteriosa voz de su hermano, llega hasta ella como una caricia. —Tristán...—Apenas aquella sensación de embotamiento comienza a desaparecer, Aurora se retira el antifaz poco a poco. Los primeros rayos de sol de la mañana iluminan la silueta del hombre al que ama, admira y endiosa a partes iguales: el único que jamás la ha abandonado.
Y entonces, recuerda aquel lugar.
«Sorpresa.»
—No puede ser.—Como una niña sabedora de estar a punto de disfrutar del mejor día de su vida, Aurora sale disparada de la cama hacia la ventana. No necesitaba ninguna confirmación, porque ha reconocido perfectamente la estancia; las vistas de Baviera, sin embargo, constituyen la última prueba confirmatoria de aquella sospecha.—¿Alemania?—Aurora se vuelve hacia Tristán, sonriendo llena de emoción contenida.—Oh, Tristán... te dije que que estaba todo perdonado.—Perdonado, que no olvidado, porque Aurora de Martel jamás olvida.
Y su hermano, tampoco.
Pero ni tan siquiera ella podía negar que el líder Strix viene empleándose a fondo para lograr su perdón, de modo que aquella sorpresa, aunque agradable, no era necesaria...
...O tal vez sí.
Porque también, percatándose de la hora, acaba de recordar qué día es hoy. —Te has acordado.—Según Aurora, por supuesto esperaba que lo hiciera, pero con todo lo que vienen pasando y sufriendo los Strix en los últimos momentos, no se atrevió a soñar con que Tristán pudiera darle tanta prioridad en un día como aquel.—¿Es... mi regalo de cumpleaños?—Conmovida, Aurora camina hacia él, con los ojos vidriosos y el alma llena de amor.
Desde luego, este año Tristán ha dejado el listón muy alto... Y eso que aún, no se ha enterado de lo mejor.
No tiene tiempo para denotar preocupación, sin embargo: la cálida, aunque misteriosa voz de su hermano, llega hasta ella como una caricia. —Tristán...—Apenas aquella sensación de embotamiento comienza a desaparecer, Aurora se retira el antifaz poco a poco. Los primeros rayos de sol de la mañana iluminan la silueta del hombre al que ama, admira y endiosa a partes iguales: el único que jamás la ha abandonado.
Y entonces, recuerda aquel lugar.
«Sorpresa.»
—No puede ser.—Como una niña sabedora de estar a punto de disfrutar del mejor día de su vida, Aurora sale disparada de la cama hacia la ventana. No necesitaba ninguna confirmación, porque ha reconocido perfectamente la estancia; las vistas de Baviera, sin embargo, constituyen la última prueba confirmatoria de aquella sospecha.—¿Alemania?—Aurora se vuelve hacia Tristán, sonriendo llena de emoción contenida.—Oh, Tristán... te dije que que estaba todo perdonado.—Perdonado, que no olvidado, porque Aurora de Martel jamás olvida.
Y su hermano, tampoco.
Pero ni tan siquiera ella podía negar que el líder Strix viene empleándose a fondo para lograr su perdón, de modo que aquella sorpresa, aunque agradable, no era necesaria...
...O tal vez sí.
Porque también, percatándose de la hora, acaba de recordar qué día es hoy. —Te has acordado.—Según Aurora, por supuesto esperaba que lo hiciera, pero con todo lo que vienen pasando y sufriendo los Strix en los últimos momentos, no se atrevió a soñar con que Tristán pudiera darle tanta prioridad en un día como aquel.—¿Es... mi regalo de cumpleaños?—Conmovida, Aurora camina hacia él, con los ojos vidriosos y el alma llena de amor.
Desde luego, este año Tristán ha dejado el listón muy alto... Y eso que aún, no se ha enterado de lo mejor.
SHIP: #TRISTORA
01/06 • Mañana • @Tristán de Martel
Happy birthday
would you marry me?
TRAIN escribió:Forever can never be long enough for me
To feel like I've had long enough with you
Forget the world now, we won't let them see
But there's one thing left to do
Marry me
Today and every day
Tristán ha trabajado las últimas semanas en conseguir que su adorada hermana le perdone su viejo affair con @Amélie De Villiers —una de las más peligrosas desertoras de los Strix—, deshaciéndose en regalos exorbitantes, literalmente, bajándole la luna, poniendo el mundo a sus pies... En resumen, haciendo lo posible e imposible para demostrarle a Aurora que no hay ser en este mundo a quien adore e idolatre más que ella misma.
No obstante, Tristán sabía que faltaba algo importante. Algo que quiere hacer desde hace meses. Prácticamente desde que se le declaró a su hermana.
Y no, la llegada de Lucien no guarda relación con esta decisión. Tristán simplemente piensa que no hay mejor momento para pedírselo que en su cumpleaños.
Y como era de esperarse, el vampiro Strix no se ha conformado con la mejor suite del Continental. Esta vez se hallan muy lejos de su hogar: el castillo de Neuschwanstein, situado en Baviera, Alemania.
La habitación donde se encuentran ambos es un santuario de ensueño, ubicado en uno de los torreones más altos del castillo. Espaciosa, decorada con un estilo romántico y elegante. Las paredes están cubiertas con paneles de madera finamente tallada y pintada a mano, mostrando motivos florales y escenas de un cuento de hadas en particular... La bella durmiente. Las ventanas góticas ofrecen vistas impresionantes de los majestuosos Alpes bávaros y los increíbles paisajes verdes que rodean el castillo.
Sobre la cama con dosel, adornada con cortinas de terciopelo rojo y dorado que caen elegantemente, envuelta entre sábanas de seda suave y numerosas almohadas, se encuentra Aurora. Su Aurora. Su hermosa musa, una Diosa que le ha sido otorgada hace ya mil años. Tristán le mira desde el pie de la cama, apoyando su cuerpo sobre uno de los postes. Sonríe ligeramente divertido —un gesto muy inusual en él— al pasear sus ojos por el antifaz para dormir que le han colocado a la vampiresa.
Sí, le han colocado. Porque Aurora no ha llegado consciente al castillo, ni siquiera a Alemania.
Tristán le ha traído dormida en el jet privado, quiere darle una sorpresa. Una que jamás alguien le haya dado. Que ningún otro amante, más bien.
—Querida hermana, has despertado al fin.—Ensancha una sonrisa.—Estoy seguro que podrás reconocer este lugar.—Con tan solo abrir los ojos y deshacerse de ese antifaz, sí. Ambos vivieron allí en algún tiempo de sus vidas en plena época victoriana, al poco de ser construído.—Sorpresa.—Susurra, rodeando el poste de la cama para acercarse a ella y sentarse a su lado.
—Un castillo para una reina y su rey.—Toma su mano y besa el dorso sin apartar sus ojos de ella.
SHIP: #TRISTORA
01/06 • Mañana • @Aurora de Martel
I miss you, Tristan. Sincerely, your dear Amélie.
¿Le ha desafiado ella misma a decirle la verdad? Correcto. Sin embargo, no está preparada para escucharla. Volviendo la mirada, como quien no puede mantener la firmeza antes de recibir el golpe, Aurora cierra los ojos con fuerza y se prepara para recoger los pedazos... uno a uno.
«Cometí un error, Aurora...»
Son ahora sus labios lo que aprieta hasta hacerse daño, tratando de contener un gemido de auténtico dolor. No puede creerse que esté pasando esto. Que esté escuchando esto. El mayor de sus temores ha cobrado un sentido, materializándose y haciéndose realidad. ¿Cómo se supone que podrá volver a confiar en el hombre que aseguró amarla? ¿Cómo podría siquiera...?
«Fui un cobarde...»
«...Pero, siendo justos, no lo merezco.»
—¿Te atreves... a hablarme de justicia?—Pronuncia, palabra a palabra, destinando repugnancia; como si no pudiera creerse que Tristán se aferrará a las excusas a las que lleva ligado desde hace siglos. Nunca le ha faltado, es cierto; pero tampoco jamás ha sido suyo, hasta ahora. Descubrir la verdad ha sido peor que cualquier traición; un puñal por la espalda habría dolido mucho menos.
Muchísimo menos.
Una mirada envenenada sale disparada hacia Tristán, quien parece haberse rendido a aceptar cualesquiera condiciones para lograr el perdón de su amada hermana. Pero no hay nada que pueda hacer para arreglar el pasado, y ambos lo saben.
Sólo logrará curarla el tiempo.
O eso es lo que quiere, necesita creer.
Pasando por su lado y castigándole con su silencio, Aurora de Martel abandona el despacho de Tristán, decidida a no volver a pisarlo jamás. O, al menos, en una larga temporada.
«Cometí un error, Aurora...»
Son ahora sus labios lo que aprieta hasta hacerse daño, tratando de contener un gemido de auténtico dolor. No puede creerse que esté pasando esto. Que esté escuchando esto. El mayor de sus temores ha cobrado un sentido, materializándose y haciéndose realidad. ¿Cómo se supone que podrá volver a confiar en el hombre que aseguró amarla? ¿Cómo podría siquiera...?
«Fui un cobarde...»
«...Pero, siendo justos, no lo merezco.»
—¿Te atreves... a hablarme de justicia?—Pronuncia, palabra a palabra, destinando repugnancia; como si no pudiera creerse que Tristán se aferrará a las excusas a las que lleva ligado desde hace siglos. Nunca le ha faltado, es cierto; pero tampoco jamás ha sido suyo, hasta ahora. Descubrir la verdad ha sido peor que cualquier traición; un puñal por la espalda habría dolido mucho menos.
Muchísimo menos.
Una mirada envenenada sale disparada hacia Tristán, quien parece haberse rendido a aceptar cualesquiera condiciones para lograr el perdón de su amada hermana. Pero no hay nada que pueda hacer para arreglar el pasado, y ambos lo saben.
Sólo logrará curarla el tiempo.
O eso es lo que quiere, necesita creer.
Pasando por su lado y castigándole con su silencio, Aurora de Martel abandona el despacho de Tristán, decidida a no volver a pisarlo jamás. O, al menos, en una larga temporada.
| Tags / Palabras clave del mensaje: | #Tristora |
07/11 • Noche • @Tristán de Martel
I miss you, Tristan. Sincerely, your dear Amélie.
Las palabras de Aurora le pesan en la conciencia y le duelen en el corazón. Jamás ha pretendido romperle el suyo, pero ahora que este oscuro secreto de su pasado se ha revelado de la peor manera, no puede ser tan descarado de mentirle. Aunque sería lo más apropiado para no romper la burbuja de Aurora, no cometerá ese error.
Conociendo a Amélie, esta carta es un claro aviso del problema que se le viene encima a Tristán. ¿Crees que es tan estúpido como para negarlo a sabiendas de que en un futuro próximo le explotará en la cara? Aurora tardaría en perdonar que le haya mentido dos veces en aquel delicado tema.
—Aurora...—Tristán se turba por un instante, tensa la mandíbula y cierra los párpados para abrirlos al momento. Ha debido preever la reacción extremadamente violenta de Aurora, pero lleva medio año venciendo sobre ella, manteniendo bajo llave aquellos demonios... Que con sinceridad, ha creído que desaparecieron para jamás volver. ¿Se puede ser más negligente con la persona que amas?
—Es nuestro asunto.—Por eso ha ordenado a Ariadna marcharse. Tristán sabe que lo más inteligente sería no llevar la contraria a la pelirroja, callar o simplemente adornar la verdad. Por la sanidad mental de su querida Aurora, debería hacerlo, pero teme empeorar la situación si decide seguir haciendo lo que lleva siglos haciendo: cubrir su propia espalda a expensa de quien sea, incluyendo a la vampiresa.—Cometí un error, Aurora. Nunca debí alimentar tu odio por Ariadna con mi silencio. Fui un cobarde.—Le cuesta admitirlo, pero hace demasiado tiempo lo ha interiorizado. Sin embargo, como es natural en alguien como Tristán, jamás le escucharás admitir semejante verdad.
Pero hace meses que Aurora se ha convertido en la única excepción para todo.
—Pero, siendo justos, no lo merezco.—Apunta con seriedad. Ni siquiera por el amor que profesa hacia aquella mujer, Tristán puede culparse por completo.—Nunca te falté, Aurora. Y ahora mismo el pasado no tiene importancia para mí.—El oscuro pasado de ambos, por separado. Jamás le ha vuelto a recordar sus errores del pasado. Tristán ha pronunciado el nombre de Niklaus Mikaelson y Lucien Castle delante de su hermana, pero tan sólo para apuntarles en relación a otros asuntos.
Tristán guarda silencio por un breve momento. Aparta la mirada de Aurora y contempla el desastre que ha causado. El gran Tristán de Martel no puede evitar sentir tristeza y, pese a sus palabras, culpa.
—¿De verdad quieres saber la razón por la que preferí convertir a Ariadna en mi cómplice aún en contra de su voluntad? —Un dato que además, Aurora desconoce.—Amélie De Villiers no era la mujer que creí, me avergoncé de haber cedido a mis debilidades. En apariencia, Ariadna fue más conveniente.—Una Atreides. Una de sus más fieles y experimentadas vampiresas. De cara a muchos —incluso para el propio Tristán— la perfección hecha mujer. ¿Quién podría avergonzarse de ella?—Aurora.... ¿Qué necesitas que haga para dejar esto atrás? —En su voz se percibe algo que muchos matarían por obtener de alguien como Tristán de Martel:
Una desesperada súplica luchando contra la impertubabilidad y altanería que le han gobernado desde siempre.
Conociendo a Amélie, esta carta es un claro aviso del problema que se le viene encima a Tristán. ¿Crees que es tan estúpido como para negarlo a sabiendas de que en un futuro próximo le explotará en la cara? Aurora tardaría en perdonar que le haya mentido dos veces en aquel delicado tema.
—Aurora...—Tristán se turba por un instante, tensa la mandíbula y cierra los párpados para abrirlos al momento. Ha debido preever la reacción extremadamente violenta de Aurora, pero lleva medio año venciendo sobre ella, manteniendo bajo llave aquellos demonios... Que con sinceridad, ha creído que desaparecieron para jamás volver. ¿Se puede ser más negligente con la persona que amas?
—Es nuestro asunto.—Por eso ha ordenado a Ariadna marcharse. Tristán sabe que lo más inteligente sería no llevar la contraria a la pelirroja, callar o simplemente adornar la verdad. Por la sanidad mental de su querida Aurora, debería hacerlo, pero teme empeorar la situación si decide seguir haciendo lo que lleva siglos haciendo: cubrir su propia espalda a expensa de quien sea, incluyendo a la vampiresa.—Cometí un error, Aurora. Nunca debí alimentar tu odio por Ariadna con mi silencio. Fui un cobarde.—Le cuesta admitirlo, pero hace demasiado tiempo lo ha interiorizado. Sin embargo, como es natural en alguien como Tristán, jamás le escucharás admitir semejante verdad.
Pero hace meses que Aurora se ha convertido en la única excepción para todo.
—Pero, siendo justos, no lo merezco.—Apunta con seriedad. Ni siquiera por el amor que profesa hacia aquella mujer, Tristán puede culparse por completo.—Nunca te falté, Aurora. Y ahora mismo el pasado no tiene importancia para mí.—El oscuro pasado de ambos, por separado. Jamás le ha vuelto a recordar sus errores del pasado. Tristán ha pronunciado el nombre de Niklaus Mikaelson y Lucien Castle delante de su hermana, pero tan sólo para apuntarles en relación a otros asuntos.
Tristán guarda silencio por un breve momento. Aparta la mirada de Aurora y contempla el desastre que ha causado. El gran Tristán de Martel no puede evitar sentir tristeza y, pese a sus palabras, culpa.
—¿De verdad quieres saber la razón por la que preferí convertir a Ariadna en mi cómplice aún en contra de su voluntad? —Un dato que además, Aurora desconoce.—Amélie De Villiers no era la mujer que creí, me avergoncé de haber cedido a mis debilidades. En apariencia, Ariadna fue más conveniente.—Una Atreides. Una de sus más fieles y experimentadas vampiresas. De cara a muchos —incluso para el propio Tristán— la perfección hecha mujer. ¿Quién podría avergonzarse de ella?—Aurora.... ¿Qué necesitas que haga para dejar esto atrás? —En su voz se percibe algo que muchos matarían por obtener de alguien como Tristán de Martel:
Una desesperada súplica luchando contra la impertubabilidad y altanería que le han gobernado desde siempre.
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07/11 • Noche • @Ariadna D. Atreides @Aurora de Martel
I miss you, Tristan. Sincerely, your dear Amélie.
Podría haberse tratado de... prácticamente cualquier cosa. Una sospecha, una paranoia infundada. Tristán, sabedor de los sentimientos de su hermana, habría sabido encontrar las palabras adecuadas para ayudarla a encontrar la paz; para disuadirla de pensamientos intrusivos y convencerla de una realidad que —aunque no hubiera sido sincera—, fácilmente habría preferido creer.
Aurora habría aceptado cualquier historia en aquella noche... pero por primera vez, Tristán decidió torturarla con la verdad.
«Puedo explicarlo...»
Las palabras de su hermano se convierten en el preludio de una última ópera que narrará todas sus tragedias, exponiendo y dando forma y vida al mayor de sus temores. Todavía no se lo ha dicho y, sin embargo, la pelirroja ya lo sabe. Aferrando su diestra sobre su propio pecho, tratando de recordar que debe seguir respirando, Aurora comprende que sus miedos jamás fueron infundados.
Los volcaba sobre la persona equivocada, es verdad. Pero siempre tuvo verdaderos motivos para sentir temor ante la inminente pérdida de alguien que siempre debió haber sido suyo. —Adelante, vamos.—Le dice entonces.—Quiero oír cómo me rompes el corazón.—Y no tiene claro siquiera si sus propias palabras son un ruego... o un desafío.
«Ella... aprovechó que yo me encontré agradado...»
«...su habilidad para atraer mi atención hacia otros aspectos fue igual de eficiente.»
Si de verdad creíste que Aurora se detendría a seguir escuchándole, es que no la conoces en absoluto.
Soltándole de sendas manos y llena de rabia, la vampiresa deja escapar un grito atroz para, dejándose llevar por sus más bajos instintos, arramplar con todo lo que encuentra a su paso: las cortinas, el escritorio, aquel jarrón de porcelana fina. Aquella siempre era su respuesta cuando no encontraba la manera de gestionar la ira: pura violencia física. —Lo sabías... ¡Lo sabías, Tristán!—Le grita.—Por eso la has ordenado marcharse, ¿verdad? ¡Siempre has sabido las razones de mi odio hacia los Atreides, hacia Ariadna! En el fondo de tu corazón, ¡LO SABÍAS!—Empuja con violencia aquella estantería, llena de tomos que, a buen seguro, ya no se editan.—Y nunca te esforzaste lo suficiente en disuadirme de mis paranoias porque sabías que lo descubriría, ¿no es verdad? ¡Sabías que descubriría que siempre hubo otra mujer!—Y puede que Aurora sea demasiado narcisista como para sentirse culpable por haber convertido a la griega en la razón de sus celos durante siglos, pero lo cierto es que sí: Ariadna pagó los platos rotos... injustamente.
Y Tristán no se molestó en hacerla cambiar de opinión, porque era conveniente. Aurora se convirtió durante años en la mujer maníaca y obsesiva que condenaba a una inocente de un pecado que simplemente, no cometió.
Un pecado que, sin embargo, sí fue cometido por Tristán de todas formas.
Aurora habría aceptado cualquier historia en aquella noche... pero por primera vez, Tristán decidió torturarla con la verdad.
«Puedo explicarlo...»
Las palabras de su hermano se convierten en el preludio de una última ópera que narrará todas sus tragedias, exponiendo y dando forma y vida al mayor de sus temores. Todavía no se lo ha dicho y, sin embargo, la pelirroja ya lo sabe. Aferrando su diestra sobre su propio pecho, tratando de recordar que debe seguir respirando, Aurora comprende que sus miedos jamás fueron infundados.
Los volcaba sobre la persona equivocada, es verdad. Pero siempre tuvo verdaderos motivos para sentir temor ante la inminente pérdida de alguien que siempre debió haber sido suyo. —Adelante, vamos.—Le dice entonces.—Quiero oír cómo me rompes el corazón.—Y no tiene claro siquiera si sus propias palabras son un ruego... o un desafío.
«Ella... aprovechó que yo me encontré agradado...»
«...su habilidad para atraer mi atención hacia otros aspectos fue igual de eficiente.»
Si de verdad creíste que Aurora se detendría a seguir escuchándole, es que no la conoces en absoluto.
Soltándole de sendas manos y llena de rabia, la vampiresa deja escapar un grito atroz para, dejándose llevar por sus más bajos instintos, arramplar con todo lo que encuentra a su paso: las cortinas, el escritorio, aquel jarrón de porcelana fina. Aquella siempre era su respuesta cuando no encontraba la manera de gestionar la ira: pura violencia física. —Lo sabías... ¡Lo sabías, Tristán!—Le grita.—Por eso la has ordenado marcharse, ¿verdad? ¡Siempre has sabido las razones de mi odio hacia los Atreides, hacia Ariadna! En el fondo de tu corazón, ¡LO SABÍAS!—Empuja con violencia aquella estantería, llena de tomos que, a buen seguro, ya no se editan.—Y nunca te esforzaste lo suficiente en disuadirme de mis paranoias porque sabías que lo descubriría, ¿no es verdad? ¡Sabías que descubriría que siempre hubo otra mujer!—Y puede que Aurora sea demasiado narcisista como para sentirse culpable por haber convertido a la griega en la razón de sus celos durante siglos, pero lo cierto es que sí: Ariadna pagó los platos rotos... injustamente.
Y Tristán no se molestó en hacerla cambiar de opinión, porque era conveniente. Aurora se convirtió durante años en la mujer maníaca y obsesiva que condenaba a una inocente de un pecado que simplemente, no cometió.
Un pecado que, sin embargo, sí fue cometido por Tristán de todas formas.
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07/11 • Noche • @Tristán de Martel
I miss you, Tristan. Sincerely, your dear Amélie.
La mención de aquel nombre infame por parte de Ariadna, le hace arrepentirse de inmediato de no haber hecho caso a Ariadna. Que el nombre de la antigua vampiresa francesa salga a la luz justo ahora, no es un buen augurio. Algo está pasando...
«Amélie de Villiers está viva.»
Abre los ojos un poco más de lo normal, impactado por la noticia. Tristán consigue neutralizar su naciente cólera en el instante que la carta se torna el centro de atención. Ancla su mirada cargada de significado en la griega, no lo hace buscando más respuestas, sino para evadir las orbes furiosas de Aurora, quien terriblemente alterada por la mención de Amélie, actúa con violenta rapidez.
«Te echo de menos, Tristán.»
«Sinceramente, tu querida Amélie.»
Cuando se digna a sostener la mirada de su hermana, se encuentra a una mujer cuya expresión precede al asesinato. Tristán suspira con pesadez, cierra los párpados y en un santiamén los abre de nueva cuenta. Aprieta la mandíbula y maldice por dentro, porque no puede permitirse perder las formas delante de Ariadna. La vampiresa —siendo de su total confianza— lo ha visto así con anterioridad, pero debido a problemas de la organización, no en el ámbito privado.
Mucho menos tratándose de Aurora.
—Ariadna, retírate.—Le ordena sin apartar sus ojos de su hermana.—Márchate, ahora. Theseus o Aya podrán darme los detalles de esto.—Y lo más importante, abrir una investigación.— No descarto que a estas alturas ya lo sepan.—Agrega, esperando que la griega le obedezca en el acto.
Sin perder más tiempo, Tristán salva distancia entre Aurora y él.—Puedo explicarlo.—Aunque no quiere, es la verdad. Le costó deshacerse de la obsesiva Amélie De Villiers como para lidiar hasta hoy día con su existencia… Pero al parecer así es el caprichoso destino, ¿no? Trayendo el pasado de vuelta para arruinar la perfecta sintonía del presente y la posible prosperidad del futuro.
—Cuando De Villiers se unió a nuestra organización, mostró ser una mujer capaz y hábil para el espionaje, pero también mostró conductas obsesivas conmigo. Ella…—Traga saliva y se muestra dubitativo sobre si debe o no, proseguir. Sin embargo, acaba exponiéndolo de la mejor forma posible.—Aprovechó que yo me encontré agradado. —Al decir verdad: seducido… fascinado— por su desempeño y… su habilidad para atraer mi atención hacia otros aspectos fue igual de eficiente… —Tristán se silencia por un breve momento. Hasta donde recuerda, Amélie también era pelirroja. Su belleza era semejante a la de Aurora. ¿Qué se supone que debería decir a su hermana? ¿Qué se involucró con Amélie porque ella le estaba prohibida?
—Aurora, por favor, escúchame.—Le llama a la cordura, la calma. Habiéndose convertido en aquello que mantiene la estabilidad de su hermana, apela a su habilidad para convencerla de que todo esto no tiene importancia ya.—Esto sucedió hace demasiado tiempo —le toma de las manos con fuerza—, no significa algo para mí. Tú y yo, ahora, es lo importante.—Aunque tengan que lidiar con el obsesivo y peligroso fantasma de una mujer que casi consigue ponerlo a sus pies.
«Amélie de Villiers está viva.»
Abre los ojos un poco más de lo normal, impactado por la noticia. Tristán consigue neutralizar su naciente cólera en el instante que la carta se torna el centro de atención. Ancla su mirada cargada de significado en la griega, no lo hace buscando más respuestas, sino para evadir las orbes furiosas de Aurora, quien terriblemente alterada por la mención de Amélie, actúa con violenta rapidez.
«Te echo de menos, Tristán.»
«Sinceramente, tu querida Amélie.»
Cuando se digna a sostener la mirada de su hermana, se encuentra a una mujer cuya expresión precede al asesinato. Tristán suspira con pesadez, cierra los párpados y en un santiamén los abre de nueva cuenta. Aprieta la mandíbula y maldice por dentro, porque no puede permitirse perder las formas delante de Ariadna. La vampiresa —siendo de su total confianza— lo ha visto así con anterioridad, pero debido a problemas de la organización, no en el ámbito privado.
Mucho menos tratándose de Aurora.
—Ariadna, retírate.—Le ordena sin apartar sus ojos de su hermana.—Márchate, ahora. Theseus o Aya podrán darme los detalles de esto.—Y lo más importante, abrir una investigación.— No descarto que a estas alturas ya lo sepan.—Agrega, esperando que la griega le obedezca en el acto.
Sin perder más tiempo, Tristán salva distancia entre Aurora y él.—Puedo explicarlo.—Aunque no quiere, es la verdad. Le costó deshacerse de la obsesiva Amélie De Villiers como para lidiar hasta hoy día con su existencia… Pero al parecer así es el caprichoso destino, ¿no? Trayendo el pasado de vuelta para arruinar la perfecta sintonía del presente y la posible prosperidad del futuro.
—Cuando De Villiers se unió a nuestra organización, mostró ser una mujer capaz y hábil para el espionaje, pero también mostró conductas obsesivas conmigo. Ella…—Traga saliva y se muestra dubitativo sobre si debe o no, proseguir. Sin embargo, acaba exponiéndolo de la mejor forma posible.—Aprovechó que yo me encontré agradado. —Al decir verdad: seducido… fascinado— por su desempeño y… su habilidad para atraer mi atención hacia otros aspectos fue igual de eficiente… —Tristán se silencia por un breve momento. Hasta donde recuerda, Amélie también era pelirroja. Su belleza era semejante a la de Aurora. ¿Qué se supone que debería decir a su hermana? ¿Qué se involucró con Amélie porque ella le estaba prohibida?
—Aurora, por favor, escúchame.—Le llama a la cordura, la calma. Habiéndose convertido en aquello que mantiene la estabilidad de su hermana, apela a su habilidad para convencerla de que todo esto no tiene importancia ya.—Esto sucedió hace demasiado tiempo —le toma de las manos con fuerza—, no significa algo para mí. Tú y yo, ahora, es lo importante.—Aunque tengan que lidiar con el obsesivo y peligroso fantasma de una mujer que casi consigue ponerlo a sus pies.
07/11 • Noche • @Ariadna D. Atreides @Aurora de Martel
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The Borgias: Infamous brother and sister
Atreverse a explorarse en la intimidad, les ha permitido acceder a un espacio donde confían lo suficiente para mostrar ciertas vulnerabilidades y fragilidades nunca antes vistas por el otro, abriéndose así, a la espontaneidad propia del momento. Su hermana, quien siempre se ha mostrado controladora con él, ajustando cada tanto un invisible y efectivo látigo alrededor de su cuello, se revela en este precioso instante como una mujer deseosa de otorgarle el cetro de poder, haciéndole sentir el único hombre capaz de tocar su alma de maneras inimaginables.
«Pero aún… no he terminado contigo.»
Tristán esboza una sonrisa ligeramente maliciosa. En un delicado susurro, sus labios emiten una frase un tanto enigmática:—Pobre de ti, hermana… Aún no tienes idea —De cómo son estas cosas conmigo. O al menos, cómo lo han sido con cada mujer en la actual posición de la pelirroja.—Soy yo quien te permitirá cuándo podrás terminar conmigo…—Aunque, pensándolo desde su propio envanecimiento, está plenamente convencido de que Aurora está tan desesperada por hacerlo suyo que será capaz de saltarse sus indicaciones, usar algún tipo de trampa que el vampiro no consiga resistirse.
«Hazlo... por favor.»
«Por favor, Tristán.»
Siente un cosquilleo embriagador en la nuca. Escuchar aquello de los labios de Aurora le excitó más de lo que le habría gustado admitir. Incluso, más de lo que cualquier otra mujer lo ha conseguido.
Y eso ya es mucho decir considerando su milenio de vida.
—Será un placer.—Susurra con un tono de voz peligrosamente bajo y áspero. Y antes de que ella pudiera decir nada, Tristán muerde suavemente el interior de ambos muslos, moviéndose lentamente hacia su núcleo.
Coloca las piernas ajenas en sus hombros, apoya las manos en los muslos femeninos; y entonces, la saborea por primera vez. El vampiro le acaricia sus pliegues con su lengua, primero a lametones y después succionando con gentileza. Aunque atento a la reacción ajena, no piensa darle tregua hasta que la oiga rogarle por más. Jugando en su propia contra, Tristán percibe una palpitación en su propia entrepierna, una suerte de estremecimiento y de calor. Y es que los pliegues de su hermana eran una invitación al deseo, a la locura.
En sus más oscuras y retorcidas fantasías con su hermana, siempre ha intentando emular este momento, pero en ocasiones, la imaginación se queda corta ante la sublime realidad.
Sin duda alguna, está realidad es mucho mejor que sus tórridas fantasías.
Tristán la besa con un ansia insatisfecha, le cuesta tener suficiente con ella. Está tan cálida, húmeda y suave… Aurora desprendía carnalidad y sensualidad bajo aquella belleza que siempre ha enloquecido al líder Strix. Tristán no sólo domina el cuerpo de su hermana con sus labios, sus dedos buscan hacerse espacio, sumándolos uno a uno, dentro de aquel paraíso, estimulando a placer. El vampiro se siente conquistador de un nuevo mundo que hará completamente suyo y que no abandonará jamás.
Embriagado de placer, Tristán separa sus labios de su nuevo lugar favorito y alza sus orbes cargadas de deseo hacia el rostro de su hermana. La mira con sincera adoración, como solo mira un hombre irrevocablemente enamorado…
Emocionado de que esto sea posible.—¿Cómo pude haberme privado de tal placer por tanto tiempo? —Su hermana, con la cabeza echada hacia atrás y la melena rojiza esparcida sobre el escritorio, entregada completamente a él, era una fantasía hecha realidad.—Quiero que lo hagas, quiero beber hasta la última gota.—Le ordena. Tristán desliza una mano hasta sus glúteos y la levanta, haciendo que el cuerpo ajeno se abra más para él, un movimiento urgido por beber de su ambrosía.
«Pero aún… no he terminado contigo.»
Tristán esboza una sonrisa ligeramente maliciosa. En un delicado susurro, sus labios emiten una frase un tanto enigmática:—Pobre de ti, hermana… Aún no tienes idea —De cómo son estas cosas conmigo. O al menos, cómo lo han sido con cada mujer en la actual posición de la pelirroja.—Soy yo quien te permitirá cuándo podrás terminar conmigo…—Aunque, pensándolo desde su propio envanecimiento, está plenamente convencido de que Aurora está tan desesperada por hacerlo suyo que será capaz de saltarse sus indicaciones, usar algún tipo de trampa que el vampiro no consiga resistirse.
«Hazlo... por favor.»
«Por favor, Tristán.»
Siente un cosquilleo embriagador en la nuca. Escuchar aquello de los labios de Aurora le excitó más de lo que le habría gustado admitir. Incluso, más de lo que cualquier otra mujer lo ha conseguido.
Y eso ya es mucho decir considerando su milenio de vida.
—Será un placer.—Susurra con un tono de voz peligrosamente bajo y áspero. Y antes de que ella pudiera decir nada, Tristán muerde suavemente el interior de ambos muslos, moviéndose lentamente hacia su núcleo.
Coloca las piernas ajenas en sus hombros, apoya las manos en los muslos femeninos; y entonces, la saborea por primera vez. El vampiro le acaricia sus pliegues con su lengua, primero a lametones y después succionando con gentileza. Aunque atento a la reacción ajena, no piensa darle tregua hasta que la oiga rogarle por más. Jugando en su propia contra, Tristán percibe una palpitación en su propia entrepierna, una suerte de estremecimiento y de calor. Y es que los pliegues de su hermana eran una invitación al deseo, a la locura.
En sus más oscuras y retorcidas fantasías con su hermana, siempre ha intentando emular este momento, pero en ocasiones, la imaginación se queda corta ante la sublime realidad.
Sin duda alguna, está realidad es mucho mejor que sus tórridas fantasías.
Tristán la besa con un ansia insatisfecha, le cuesta tener suficiente con ella. Está tan cálida, húmeda y suave… Aurora desprendía carnalidad y sensualidad bajo aquella belleza que siempre ha enloquecido al líder Strix. Tristán no sólo domina el cuerpo de su hermana con sus labios, sus dedos buscan hacerse espacio, sumándolos uno a uno, dentro de aquel paraíso, estimulando a placer. El vampiro se siente conquistador de un nuevo mundo que hará completamente suyo y que no abandonará jamás.
Embriagado de placer, Tristán separa sus labios de su nuevo lugar favorito y alza sus orbes cargadas de deseo hacia el rostro de su hermana. La mira con sincera adoración, como solo mira un hombre irrevocablemente enamorado…
Emocionado de que esto sea posible.—¿Cómo pude haberme privado de tal placer por tanto tiempo? —Su hermana, con la cabeza echada hacia atrás y la melena rojiza esparcida sobre el escritorio, entregada completamente a él, era una fantasía hecha realidad.—Quiero que lo hagas, quiero beber hasta la última gota.—Le ordena. Tristán desliza una mano hasta sus glúteos y la levanta, haciendo que el cuerpo ajeno se abra más para él, un movimiento urgido por beber de su ambrosía.
15/07 • 20:30 pm • @Aurora de Martel
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I miss you, Tristan. Sincerely, your dear Amélie.
No cabe duda de que la señorita Atreides goza del impecable don de la inoportunidad, pero Aurora está cerca de descubrir que, por primera vez, habría sido conveniente seguir el consejo de la vampiresa Strix.
Al menos, conveniente para Tristán.
Su sonrisa, orgullosa y soberbia, se ensalza cuando su hermano, habiendo de elegir entre escuchar a su leal seguidora o atender a la petición —o más bien, exigencia—, de Aurora, proclama a la pelirroja como ganadora del primer asalto. Concederá que Ariadna se explique, pero al menos, habrá de hacerlo delante de ella.
Y vaya si resulta conveniente que Aurora esté presente en la improvisada reunión. Un nombre que recuerda muy bien, no tarda en salir a la palestra. —Amélie de Villiers.—Por supuesto: Ariadna no pierde ocasión de volver a recurrir a su gran hito en la historia de los Strix, su gran victoria... sólo que esta vez, la historia tendrá un final deformado e inesperado.
«Amélie de Villiers está viva.»
—No.—Aurora se levanta abruptamente del asiento del escritorio, visiblemente alterada.—No puede ser verdad.—Pero, ¿por qué mentiría? Ariadna en persona se encargó de asesinarla, una medalla que logró colgarse y de la que jamás ha osado desprenderse.—Han podido hacerse pasar por ella, o...—O cualquier otra posibilidad que no la obligue a asumir la verdad: si Amélie ha regresado, su vida volverá a estar en peligro.
Comenzando a hiperventilar, la pelirroja se sirve de su velocidad vampírica para acercarse a su hermano y arrancar de sus manos la carta que Atreides categoriza como personal, empezando a leerla atropelladamente.
—“Te echo de menos, Tristán.”—Recita en voz alta.—“Sinceramente, tu querida Amélie.”—La mirada peligrosa y letal que Aurora dirige hacia su hermano, previene que aquellas palabras no fueron elegidas al azar: tuvieron una clara intencionalidad.—¿Querida Amélie?—La pregunta de la vampiresa tampoco es ingenua: se trata de una exigencia en busca de explicaciones. Su patente rivalidad con Ariadna; la conspiración que la llevó a querer apartarla del medio... La griega, por supuesto, está al corriente del complot. Por eso su sugerencia a Tristán: ha intentado protegerlo.
Es como si todas las piezas del puzzle hubieran encajado silenciosamente, pero Aurora necesita oírselo decir.
Al menos, conveniente para Tristán.
Su sonrisa, orgullosa y soberbia, se ensalza cuando su hermano, habiendo de elegir entre escuchar a su leal seguidora o atender a la petición —o más bien, exigencia—, de Aurora, proclama a la pelirroja como ganadora del primer asalto. Concederá que Ariadna se explique, pero al menos, habrá de hacerlo delante de ella.
Y vaya si resulta conveniente que Aurora esté presente en la improvisada reunión. Un nombre que recuerda muy bien, no tarda en salir a la palestra. —Amélie de Villiers.—Por supuesto: Ariadna no pierde ocasión de volver a recurrir a su gran hito en la historia de los Strix, su gran victoria... sólo que esta vez, la historia tendrá un final deformado e inesperado.
«Amélie de Villiers está viva.»
—No.—Aurora se levanta abruptamente del asiento del escritorio, visiblemente alterada.—No puede ser verdad.—Pero, ¿por qué mentiría? Ariadna en persona se encargó de asesinarla, una medalla que logró colgarse y de la que jamás ha osado desprenderse.—Han podido hacerse pasar por ella, o...—O cualquier otra posibilidad que no la obligue a asumir la verdad: si Amélie ha regresado, su vida volverá a estar en peligro.
Comenzando a hiperventilar, la pelirroja se sirve de su velocidad vampírica para acercarse a su hermano y arrancar de sus manos la carta que Atreides categoriza como personal, empezando a leerla atropelladamente.
—“Te echo de menos, Tristán.”—Recita en voz alta.—“Sinceramente, tu querida Amélie.”—La mirada peligrosa y letal que Aurora dirige hacia su hermano, previene que aquellas palabras no fueron elegidas al azar: tuvieron una clara intencionalidad.—¿Querida Amélie?—La pregunta de la vampiresa tampoco es ingenua: se trata de una exigencia en busca de explicaciones. Su patente rivalidad con Ariadna; la conspiración que la llevó a querer apartarla del medio... La griega, por supuesto, está al corriente del complot. Por eso su sugerencia a Tristán: ha intentado protegerlo.
Es como si todas las piezas del puzzle hubieran encajado silenciosamente, pero Aurora necesita oírselo decir.
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07/11 • Noche • @Ariadna D. Atreides @Tristán de Martel
I miss you, Tristan. Sincerely, your dear Amélie.
No sólo Aurora se niega a abandonar la estancia, Tristán la secunda, ignorante de que está cometiendo un error grave al no escuchar a Ariadna. La griega deja escapar una corta exhalación por las fosas nasales, y se atreve a dedicar a Tristán una mirada sutilmente reprobatoria.
Que conste que ella quiso evitar un problema.
Manteniendo una expresión impertérrita, Ariadna avanza hacia ambos hermanos y extiende hacia Tristán, el sobre abierto que escondió detrás de su espalda al entrar en el despacho.
—Me temo que esta reunión va a extenderse más de lo normal.—Le habla a la pelirroja, sin apartar sus orbes de Tristán, aguardando a su reacción a leer la carta.—Supongo que sí, sería una tontería dilatar esto, después de todo, fuiste directamente afectada por Amélie de Villiers.—Menciona con tranquilidad aquel infame nombre. La última vez que lo hizo fue hace meses, aquel día en que Aurora y ella se vieron las caras por primera vez después de tanto tiempo.
Y, en dicha ocasión, ha guardado un secreto que hoy le será imposible continuar sosteniendo.
—Amélie de Villiers está viva.— Revela, centrando sus orbes en Aurora.—Desconozco quien la resucitó.—Porque evidentemente estaba muerta, la misma Ariadna la mató. Y llevó el cuerpo hasta el mismísimo Tristán.—Pero debe ser alguien conocido. Evidentemente quería darles un golpe fuerte a los… dos.—Y a ella misma como daño colateral. Después de todo, su verdadera competencia en lo que se refiere a la organización, siempre fue Amélie.
—La carta es especialmente para ti, Tristán. Como puedes ver… bastante personal.—Ariadna vuelve la mirada hacia su líder y se encoge ligeramente de hombros.
Ella se lo dijo. Se lo advirtió.
Debió haberlo confesado a Aurora desde hace mucho tiempo.
Que conste que ella quiso evitar un problema.
Manteniendo una expresión impertérrita, Ariadna avanza hacia ambos hermanos y extiende hacia Tristán, el sobre abierto que escondió detrás de su espalda al entrar en el despacho.
—Me temo que esta reunión va a extenderse más de lo normal.—Le habla a la pelirroja, sin apartar sus orbes de Tristán, aguardando a su reacción a leer la carta.—Supongo que sí, sería una tontería dilatar esto, después de todo, fuiste directamente afectada por Amélie de Villiers.—Menciona con tranquilidad aquel infame nombre. La última vez que lo hizo fue hace meses, aquel día en que Aurora y ella se vieron las caras por primera vez después de tanto tiempo.
Y, en dicha ocasión, ha guardado un secreto que hoy le será imposible continuar sosteniendo.
—Amélie de Villiers está viva.— Revela, centrando sus orbes en Aurora.—Desconozco quien la resucitó.—Porque evidentemente estaba muerta, la misma Ariadna la mató. Y llevó el cuerpo hasta el mismísimo Tristán.—Pero debe ser alguien conocido. Evidentemente quería darles un golpe fuerte a los… dos.—Y a ella misma como daño colateral. Después de todo, su verdadera competencia en lo que se refiere a la organización, siempre fue Amélie.
—La carta es especialmente para ti, Tristán. Como puedes ver… bastante personal.—Ariadna vuelve la mirada hacia su líder y se encoge ligeramente de hombros.
Ella se lo dijo. Se lo advirtió.
Debió haberlo confesado a Aurora desde hace mucho tiempo.
07/11 • Noche • @Aurora de Martel @Tristán de Martel
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The Borgias: Infamous brother and sister
Trigger Warning. Including but not limited to: incest (brother-sister ), nudes, explicit sex.
El desenlace del enfrentamiento con los súbditos de Klaus Mikaelson significó un alto en el fuego que se inició hacía casi dos meses entre Tristán y Aurora, con la llegada de los Atreides a la aiudad. Tristán había ido esperanzado a Francia en búsqueda de la artillería pesada, pensando que Aurora se alegraría de que tuviera a su gente de confianza apoyándole en esa cruenta guerra —así como ella misma tenía—, pero esto sólo había conseguido traerle problemas con su querida hermana. No obstante, su maltrecho estado tras aquella trampa klausiana borró toda lejanía que las constantes discusiones dejaron entre ambos.
Ariadna, convencida de que Tristán estaría mejor al cuidado de Aurora, se lo había llevado esa misma noche hacia ella. El otrora noble había despertado con la dulce y preocupada mirada de su hermana. Esa noche, los cuidados resultaron incomparables. Sin embargo, Tristán volvió a la realidad con el correr de los días.
Una realidad que Mikael Mikaelson —sin saberlo— consiguió explotar al punto de acabar con la paciencia de Tristán. De Martel estaba entregado al ominoso pecado de la ira.
¿Cómo podía Aurora haberle hecho eso?
—Aurora.—Ni dulce, ni querida, ni hermosa Rora, no. Simplemente, Aurora.—Mikael Mikaelson.—Tristán de Martel nunca era directo en su vida, jamás se le ocurría comportarse tan corriente, le gustaba adornar su vocabulario, sobretodo para endulzar el oído de su querida hermana, pero ahora solo quería... La miraba y solo quería...
Bien, quería muchas cosas. No obstante, le tocó tomar un respiro.
—¿Tienes algo que decirme? —Oh, desde luego que si. Y más le valía que no le mintiese. Por todos los Cielos que no.
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15/07 • 20:30 pm • @Aurora de Martel
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