Mikael lleva siguiendo a Katherine desde hace unas cuantas horas. Gracias a su velocidad vampírica no ha tenido que sufrir en el trayecto desde Nueva Orleans hasta Mystic Falls, pero no puede decir que aquel pueblo estúpido que tantos problemas da le guste. No lo hace.

Si fuera por él ya lo habría reducido a cenizas con la misma Katherine dentro.

Un paso más, y Mikael vuelve a usar su velocidad vampírica para sobresaltarla, rodeándole el cuello con la diestra. Sus ojos oscuros y sus venas marcas le delatan. Mikael está fuera de control, aunque sigue intentando aparentar tenerlo en todo momento—. Dame un solo motivo por el que no deba matarte aquí mismo, Katherine.

Katherine lleva muchos años en este juego como para no haber sido consciente de que estaba siendo perseguida. Pero al final, rara vez consigue huirse de un vampiro original... y más aún, tratándose precisamente de él. —Mikael.—Presumiendo de su habilidad y violencia, el Cazador Original atrapa su cuello con tanta fuerza que Katherine podría asegurar que se está a punto de desmayar.

Llevándose ambas manos a la de Mikael, tratando de liberarse inútilmente y hacer lo que mejor se le da —luchar por sobrevivir—, todo lo que consigue articular es—: Qué hice... ahora... aparte de... existir.—Y es que, al menos hasta donde Katerina tenía entendido, ambos vampiros estaban en el mismo barco: uno que zarpó desde hace siglos, contra Klaus. Clava sus pupilas oscuras en las de Mikael, inyectadas en sangre y en rabia. Está aterrada, y lo que es más, está confusa.

¿Qué ha cambiado?

—¿¡Roble blanco, en serio!? —suelta el cuello de la vampira mirándola con disgusto. Como mínimo debería haberle dicho a él primero antes que a nadie de la existencia de tal arma, para que nadie pudiera usarla contra él—. ¿Se te ha olvidado que eso puede matarme, Katherine? —porque por desgracia así es.

Y no le gusta que Marcel Gerard haya sabido de su existencia, y que los lobos lo sepan tampoco. No le ha gustado para nada.

—Marcel lo sabía, los malditos perros mugrosos lo sabían. ¡Todo el mundo lo sabía, Katherine! —estalla contra la mujer, hablando a voz en grito. En su cabeza no contempla no ser el primero a la hora de saber según qué cosas, sobre todo si son de ese calibre—. Tuve que enterarme por Marcel, maldita escurridiza. Mucha fiesta y mucha celebración pero no has tenido oportunidad de comentarme el pequeño detalle de que aún existe roble blanco —o existía—. ¿Qué más se supone que no sé? ¡Ilumíname!

«¿¡Roble blanco, en serio!?»

Mikael suelta el cuello de Katherine y la vampiresa se lleva sendas manos a la zona herida. Su piel sanará rápidamente, o lo hará si el Destructor conviene dejarla con vida después de aquel encuentro.

Así que Mikael y Marcel han tenido una conversación. —Marcel… lo sabía.—Responde simplemente, recuperando poco a poco el aliento—. Sabía que yo conseguí la estaca que mató a Klaus. Los lobos debieron decírselo.—Porque claro, que Oliver Trudeau mantuviera su identidad en el anonimato era mucho pedir—. De haber mentido, les habría puesto a él y a su gente en mi contra.—Y enemigos es algo que a Katherine le sobra. No le interesa tener más—. Ellos son mi único seguro para cuando Klaus vuelva a la vida.—Pues no es tan ingenua como para no creer que los Mikaelson invertirán todo su tiempo y esfuerzos en recuperar al híbrido original… y espera que Mikael tampoco lo sea.

—Créeme: nadie más que yo está interesada en que el roble blanco no sea encontrado.—Pues por lo que a Katherine respecta, no desea la muerte de un original en particular—. La información es lo único con lo que puedo negociar si mi supervivencia está en juego, Mikael.—Revelar todo lo que sabe sin más no es conveniente si desea sobrevivir un poco más en Nueva Orleans—. Pero Marcel no sabe toda la verdad.

Sin embargo, y al contrario de lo que el Destructor le pide —O más bien, le ordena—, no le ilumina a la primera de cambio. Quiere oírselo decir.

Si le dice lo que sabe, su vida no debe estar en peligro. Al menos, en manos de Mikael.

—Sí, Marcel —claro que ha sido Marcel, ¿Quién más sino iba a serlo? Los lobos ya lo sabían, pero ha ido a por Marcel el primero. Es la baza más favorable para él—. Siempre huyendo, ¿verdad Katherine? Huyendo y manteniendo a gente a tu alrededor para tu mero beneficio.

Mikael se está cabreando con la vampira, de hecho, lleva enfadado con ella desde hace un buen rato. Debería haberle comentado la situación mucho antes.

—Pues si Marcel no sabe toda la verdad, vas a tener que decírmela a mí. Y como me entere de que estás jugando conmigo, o que me has mentido... Créeme Katherine, no solo vas a tener que huir de Klaus si revive, también vas a tener que huir de mí —en sus ojos puede verse el fuego y la ira que sus palabras reflejan. Porque ni en esta vida ni en las siguientes Katherine podrá ser salvada si se encarga de mentir a Mikael Mikaelson.

Ni Elijah ni nadie la podrá salvar si eso sucede. Ya se encargará él de que así sea.

«Siempre huyendo, ¿verdad Katherine?»

Los labios de la vampiresa se aprietan hasta convertirse en una fina línea. —Es el precio de la supervivencia. —Katherine eligió huir, traicionar y manipular, para sobrevivir. Y aunque aquello le costase todas sus amistades y cualquier posibilidad de echar raíces, está convencida —o cree estarlo— de que ha merecido la pena. Al menos, se ha mantenido con vida un día más.

Y así ha sido en los últimos quinientos años.

— El Consejo de Fundadores protege roble blanco, pero están preparados para enfrentar la amenaza de cualquier vampiro. Marcel y los suyos no tienen ninguna posibilidad. —Claro que aquello puede que, de por sí, no pille demasiado por sorpresa al Destructor. De modo que no tiene reparo alguno en añadir—: Hay más. —Aparta la mirada, sin lograr contener por más tiempo el sentimiento de terror.— Hubo un tiempo en el que existía una organización llamada... la Armería. Es el lugar del que yo conseguí la estaca que empuñó Oliver Trudeau. —La misma que sirvió para asesinar a Klaus Mikaelson.— Dicen que el lugar ha quedado abandonado, y que un peligroso monstruo lo guarda. Pero si sólo son rumores... ese lugar está lleno de roble blanco, y está desprotegido. —Quién sabe. Si Mikael quiere asegurarse de apropiarse de todo aquel material, o bien de destruirlo... puede que tenga una oportunidad.

O puede que no. Puede que ya sea demasiado tarde para todos.

Irónicamente, sus orejas están bien abiertas ante las palabras de Katherine. ¿Es de fiar, no es de fiar? Quién sabe. Con ella las cosas cambian siempre muchísimo, cual veleta se tratase, no obstante Mikael llega unos buenos mil años en el negocio del vampirismo como para no tenerlas todas consigo cuando se trata de alguien como ella.

Ni con cualquier otro vampiro.

—¿Sabes lo que pasará si descubro que me mientes, verdad Katherine? —su mano se pasea libremente por el pelo ondulado de la fémina, acariciándolo con una falsa suavidad y dulzura que repugnaría a cualquiera que tuviera estómago y decencia—. Podrás despedirte de este bonito y sedoso pelo entre otras cosas —en su cerebro se queda grabado a fuego que es posible que haya más roble blanco en la Armería, algo que va a tener que descubrir lo que es antes de aventurarse a ir.

Tendrá que llevarse a Alexey consigo.

—Interesante historia para no dormir. Ahora vete de aquí. Fuera de mi vista —espeta, alejándose un par de pasos de ella también gesticulando que tiene el camino libre para irse.

La pregunta es: ¿Por cuánto tiempo va a ser libre?