Elijah: "I do not believe in love, Katerina."
Katerina: "That is too sad for me to accept, my lord. Life is too cruel. If we cease to believe in love, why would we want to live?"

Cuando la mujer se vuelve y le observa con aquellos ojos que Elijah conoció a la perfección en otros tiempos, supo que estaba perdido otra vez. Es cierto que, en un principio no le importó el nombre con el cuál Trevor le presentó a la humana, los dolorosos recuerdos de Elijah solo alcanzaron a asociarla con uno solo: Tatia. Aquella mujer que amó con su alma, mente y corazón compartía cada facción del rostro que sus ojos, curiosos y desconcertados, no dejaron de mirar esa noche. Algunos días han pasado desde entonces, desde que conoció por primera vez a Katerina Petrova... ¿O tal vez semanas? Elijah no lo sabe, ha dejado de contar los días. No lo quiere, no le apetece...

¿Para qué? Hacerlo sería ser partícipe de la cuenta regresiva que su hermano Niklaus ha dispuesto para alcanzar todo lo que ha deseado por siglos: romper la maldición que Esther puso sobre él. ¿A costa de qué? De la vida de Katerina Petrova, la única doppelgänger....

Y la mujer de la cuál, Elijah ha cometido el error de enamorarse en cuerpo y alma.

¿Qué no cree en el amor? Eso le compartió hace unos días a Katerina, seguro de que, pronunciarlo en voz alta le restaría fuerza a la verdad. No obstante, es una verdad que ha crecido exponencialmente desde entonces. ¿Qué se supone debe hacer? Elijah se ha esforzado por ayudar a Niklaus a alcanzar su objetivo, siglos de hechos no tan nobles lo prueban. Elijah no debe recular, no puede, no es capaz de traicionar a su hermano.... No lo es.

Y sin embargo, cada vez que mira aquellos ojos, se siente capaz de todo.

—Milady.—Saluda a Katerina, tomando su delicada meno para sellar en el dorso un delicado beso.—Te agradezco que aceptaras mi invitación.—Con un ademán ceremonioso, Elijah le invita a adentrarse en una fiesta, una baile similar a ese donde se conocieron mediante Trevor. Elijah le ofrecer su brazo a la par que le dedica una espléndida sonrisa.

Niklaus no está presente. La noche parece perfecta y Elijah se encargará de que le pertenezca solo a ellos.

Unos segundos son suficientes para perderse entre la multitud del gran salón, pero sus miradas no tardan en encontrarse, como el Sol encuentra a la Tierra cada anochecer: de forma predestinada e inevitable.

Katerina Petrova sonríe de forma genuina mientras se acerca a Elijah Mikaelson, el hermano mayor del que, a día de hoy, y desde poco después de que llegara a Londres, empezó a cortejarla: Klaus. Resulta irónico, porque aunque sobre el papel parezca ser Klaus quién está interesado en desposarse con ella, es Elijah quien realmente le ha dedicado su tiempo durante todas aquellas semanas, asegurándose de que Katerina fuere bien recibida y se sienta atendida en aquel lugar.

Fijarse en él fue algo tan natural como respirar.

Pero Elijah es un caballero, y ha demostrado ser más que leal a su hermano menor, de modo que no se interpondrá en aquel cortejo. Aquel idilio sería imposible mientras Elijah no reclamarse a Katerina para sí, y por alguna razón, ya entonces la muchacha tuvo el presentimiento de que Klaus sería el permanente obstáculo entre los dos.

Claro que todavía ignora hasta qué punto ha acertado con semejante presentimiento.

—No habría podido rechazarla, Milord.—Elijah descansa un delicado beso sobre el dorso de su mano, y Katerina sólo puede rezar por que el rubor en sus mejillas no la haya delatado—. Me sorprende que Klaus haya decidido no venir.—Confiesa, dejándose guiar hacia el interior de la fiesta—. ¿Se encuentra indispuesto?—En realidad, no le preocupa en demasía que Klaus haya preferido no presentarse al evento, si bien Katerina no puede evitar sentirse confundida. Su enlace con el Mikaelson será un matrimonio de lo más conveniente para ella —especialmente después de convertirse en la deshonra de su familia, dos años atrás—, pero no para él —por la misma razón. Y aquello no deja de resultarle… inquietante.

Elijah tiene razón: muchas grandes alianzas se han formado por mucho menos.

Pero algo sigue sin cuadrar.

Elijah siempre fue un experto evitando transparentar sus sentimientos —en el fondo— temiendo mostrarse vulnerable ante la persona incorrecta. Pero, ¿cómo saber quien es la persona correcta? Con siglos de desamores, dicha interrogante todavía es un misterio para él. No obstante, cada vez que pasa más tiempo en compañía de Katerina Petrova, cree conocer la respuesta. Simplemente, frente a ella, olvida ajustar su máscara.

Incluso, olvida el hecho de que no es un noble común deseando poseer el corazón de la mujer cortejada por su hermano, sino un vampiro de mil años participando activamente en el retorcido juego de engañar a dicha mujer.

Con ese grave secreto a cuestas, sabe que su anhelo está totalmente condenado.

Sin embargo, sigue ahí, buscando disfrutar de la chica, inventándose bailes y otras reuniones sociales con el único objeto de pasar tiempo con ella. Absorto en su acompañante, Elijah capta el ligero rubor bermellón en las mejillas ajenas, y se limita a adorar en silencio ese tipo de reacciones involuntarias en respuesta a sus atenciones. Como consecuencia, sus orbes se deslizan hacia los bucles de Katerina, perdiéndose por un breve momento en el remolino de hebras suaves haciendo juego con el color de sus labios y el resto de su faz, hasta que... la mención a Klaus rompe su burbuja.

Que iluso de su parte haber pensado que las primeras palabras que le dirigiera la muchacha no serían enfocadas en la ausencia de su hermano. Pero claro, ¿por qué esperar lo contrario? Klaus es quien corteja abiertamente a Katerina...

No él.

Y sabe, jamás podrá cambiar eso. Porque, aunque suene poéticamente trágico, Katerina ha nacido para morir. Su vida ha estado atada a ellos desde el mismo momento en que se convirtió en lo único que se interpone entre Klaus y su objetivo.

—Enfocado en otros asuntos que considera más importantes.—¿Acaso era aquello una puñalada trapera para su hermano?  El trabajo de Elijah era claro: alimentar la confianza e interés del doppelgänger en las intenciones de Niklaus.—Me refiero... trascendentales. Te envía sus más sinceras disculpas.—Miente, buscando cubrir su falta inicial. Entonces, le ofrece su brazo para que caminen por el recinto, alrededor de los presentes que hacen lo propio en la zona central del salón, dispuesta como pista de baile.

Distinguido entre aquellos que ostentan títulos de la realeza, Elijah asiente con la cabeza a modo de saludo para algunos que le saludan mostrando un evidente respeto.—Espero que pueda satisfacerla con mi compañía. Mi objetivo de esta noche será que no añore demasiado la de mi hermano.—Una parte suya, desea que no sea solo por esa noche. A veces simplemente quisiera que Niklaus desapareciera, siendo la única manera que Elijah cree, pueda aprovechar al máximo su vida, cada ápice, momentos como ese que vive junto a Katerina y quedarán, inmortalizados en su memoria.

—Mira en sus ojos... Soy objeto de su desmesurada envidia Y eres la respuesta obvia.—Una encantadora sonrisa curva sus labios, mostrando ese Elijah que llama irremediablemente la atención de hasta la más correcta de las mujeres comprometidas.—Estás hermosa, Katerina... Radiante.—Añade, mostrando también que Elijah no tiene ojos para ninguna más que no lleve el apellido Petrova.

A quién quiere engañar: la ausencia de Klaus no le inquieta lo más mínimo. Al contrario: que el lord haya decidido no acompañarlos, significa que Katerina puede dedicarle toda su atención a su hermano mayor sin remordimientos. Aún a día de hoy, no puede evitar preguntarse por qué. Por qué el destino había sido tan injusto como para que Niklaus reclamase a Katerina para él antes de que lo hiciera Elijah

Claro, existe la posibilidad más evidente: que, lejos de lo que la muchacha cree leer en la mirada de aquel hombre, Elijah tan sólo pretende ser educado y gentil con quien, más pronto que tarde, será también su familia. Sin embargo, en el fondo de su corazón, Katerina sabe la verdad. Ya se lo hizo saber: para ella, el amor sólo es verdadero cuando es correspondido.

Y jamás ha sentido nada tan real.

—Comprendo. —¿Debería mostrarse más decepcionada? Probablemente, sería lo correcto. Pero, aunque mentir sí pueda ser considerada una de sus virtudes —bien conseguiría hacerlo ante su familia, ocultando su prematuro embarazo todo el tiempo que pudo, o incluso hace no tantos meses, cuando terminó en Londres—, ya ha descubierto que no consigue fingir del todo en presencia de Elijah.— Espero que sus… asuntos puedan llegar a buen puerto.—Tampoco es tan osada como para no hacerle llegar un mensaje igualmente cortés.— Será un placer disfrutar de su compañía la próxima vez. —Pero te aseguro que al menos esta noche, no le echará de menos.

Porque poco importaría que Elijah no desease invertir todos sus esfuerzos en ayudarla a distraerse: el noble la tiene totalmente embelesada, al punto de que, si se concentra lo suficiente, todo el mundo en aquel salón consigue desaparecer. —Tan atento como de costumbre, Milord.— Le sonríe, mientras algunos miembros de la corte se acercan, caminan o bailan muy cerca de ellos; algunos se detienen brevemente a mostrar sus respetos ante Lord Elijah, y Katerina no puede evitar sentirse abrumada.

Un hombre como él, literalmente podría gozar de la compañía de cualquier dama. Y de entre todas, es a ella a quien presta su atención... al menos, aparentemente. —De su envidia pero también, de su curiosidad. —Puntualiza, no sin sentirse halagada, más viéndose en la obligación de añadir cierta luz de realidad. Y es que ahí donde Elijah presta más atención en los caballeros, la morena termina fijándose más en las reacciones de las damas.— Durante el paseo vespertino de hace dos días, escuché a Lady Margarett suspirando por vos, Milord. —Le comenta entonces, repentina y casualmente, como si no estuviera siguiendo el hilo de sus propios y torturados pensamientos. —Todas se preguntan quién será la afortunada. —Y también Katerina. También Katerina... —No puedo creerme que aún no haya elegido a ninguna candidata. —Y sonríe con amabilidad, como si mediante aquella expresión pudiera esconder el dolor naciente en su pecho ante las aterradoras posibilidades.

Petrova es consciente de que sucederá, tarde o temprano. Como todo caballero de la época, también elegirá a una mujer con la que desposarse.

Una que, por más que duela, no podrá ser ella.

A Elijah le interesa en demasía la opinión que la joven Katerina Petrova sostiene de él, pero mucho más la que guarda de su hermano Niklaus. ¿Por qué? Por lo que Elijah no se atreve a admitir: Quiere que por primera vez en siglos de existencia, la mujer que le ha robado el corazón le prefiera sobre Niklaus; y, no se limite a ser una más del montón que se debate entre ambos hermanos.

¿Podría ser Katerina Petrova esa mujer? Tal vez sus anhelos más profundos le cegan, pero el honorable original cree observar que la hermosa e ingenua humana no se siente apesadumbrada  ni descompuesta por la ausencia del caballero que la corteja, y que por ende, debería interesar a la muchacha. Sea como fuere, Elijah está dispuesto a aprovechar lo que percibe para ser el hombre que al menos esa noche, ocupe los pensamientos de la Señorita Petrova.

¿Será demasiado ambicionar que él, y solo él, sea el único en ocupar la mente de la señorita cuando ésta concilie el sueño esa noche?

—Y ser atento es lo mínimo que me inspira, milady.—La mirada ajena ha conseguido atraparlo como nunca antes. Porque aunque en el pasado se topó con aquellos ojos en Tatia, aunque les amó y éstos le amaron en correspondencia a ese sentimiento, jamás percibió la deliciosa y cautivante mezcla que observa en los de su descendiente...

Candor, apetencia, interés, y sobretodo, la intención de descubri lo que hay en su mente.

Cada vez que Katerina Petrova le mira, Elijah jura que la intención de la humana es traspasarle con la mirada y descubrir, lo que oculta su mente. ¿Se percatará la propia Katerina de la intensidad de su mirada? Y su sonrisa... Como si deseara invitarle a probar el sabor de sus labios, ese rojo cereza que los tiñey solo aviva la tentación.

Los deseos más profundos del Original.

—Curiosidad...—Da un ligero asentimiento de cabeza.—¿Eso cree usted? —Entonces, mientras pasea sus ojos por los invitados que esperan, un mínimo de atención, Elijah presta oído al informativo relato de la joven. —Lady Margarett.—Esboza una sonrisa diminuta y arquea brevemente las cejas.—Me siento halagado, es una joven hermosa e inteligente. Pero... la mujer que sea de mi interés debe quitarme el sueño, y la voluntad de desear a ninguna otra como a ella.—Confiesa tranquilamente, no cree que deba ocultar nada. Por supuesto, Elijah no habla de enamorarse, no. Porque, con sinceridad, no cree que tal sentimiento existe.

¿No es esa la manera más eficaz de negar cuando tal sentimiento ya ha conseguido dominarte por completo?

Todas se preguntan quién será la afortunada.

—¿Y tú? —Se permite tutearla nuevamente. Finalmente, vuelve la mirada hacia ella.—¿También te lo preguntas? —Quiso saber. La verdad, solo le interesa la opinión de ella.—Si no es así, me decepcionaría.—Admite, aunque sabe que no debe. Elijah está consciente que no debe ir por ese sendero. Pero, en ese instante, es por donde desea caminar.—No pretendía elegir, es correcto.—Confiesa también, pues jamás se le pasó por la cabeza volver a sentir aquellaatracción que sintió por Tatia, mucho menos una pasión que se le escapara de las manos como ocurre actualmente.—Pero, siendo sincero, aquí en confidencia con usted... No elegí. Me han invadido por completo.—Entonces, se silencia de manera abrupta.

Lo hace por el bien de ambos.

«Y ser atento es lo mínimo que me inspira, milady.»

¿Los demás en aquel salón podrían darse cuenta de cómo se miran? Rara vez Katerina se muestra preocupada por el qué dirán —no puedes esperar nada más de una dama que perdió su nombre y prácticamente su futuro, por pura osadía—, pero en aquel instante, los pensamientos intrusivos la embargan. Tal vez sea consciente de que la oportunidad que ha logrado junto a la familia Mikaelson, jamás estará a su alcance. Desterrada de su ciudad y de su familia, la morena bien habría podido estar condenada a no ser nadie durante toda su vida.

Cometió un grave error contra su propio honor; un error que no podría repetirse. Y fijándose en Elijah, arriesga todo a una peligrosa carta... otra vez.

Pero, seamos honestos: ¿y qué mujer no se habría fijado en él? Es galante, apuesto; reúne todas las cualidades para convertirse en el hombre más deseado de la corte de Inglaterra, y Katerina, por supuesto, no pudo ser menos. Desgraciadamente, no es él, sino Niklaus, quien la ha cortejado en compromiso, y dejarse adular y seducir abiertamente por su hermano mayor sería de todo, menos propicio.

«Curiosidad... ¿Eso cree usted?»

— No seáis zalamero, Milord. —Le dice, dejando escapar una breve carcajada.— Sois uno de los hombres más respetados y vigilados del salón. —Al igual que su hermano, todo sea dicho.— ¿De quién si no es de vos, versaría el comadreo en el castillo? —Suscita curiosidad, interés, y muchos hacen preguntas o dejan escapar murmullos en voz baja; murmullos que Katerina ha llegado a escuchar... quizá por estar demasiado interesada en prestar atención. «La mujer que sea de mi interés debe quitarme el sueño...» Un inevitable pensamiento cruza por su mente durante aquel breve instante.— Días atrás, Elijah, me dijisteis que no creéis en el amor. ¿Es en eso en lo que creéis? —Le pregunta repentinamente.— ¿En el deseo? —Pues ella sí desea conocerle mejor, pero sobre todo, desearía no desearlo como lo hace.

Desearía desprenderse de aquel placer culpable.
Pero, ¿acaso la razón puede hacer algo cuando se trata del corazón?

«¿Y tú?»
«¿También te lo preguntas?»

— Yo... —Las palabras de Elijah invaden la sala; o puede que se trate de Katerina, incapaz de escuchar nada más.«No pretendía elegir... me han invadido por completo.» Su pulso se acelera repentina e inesperadamente.— Elijah...— Ahora o nunca, piensa. Protegidos y aislados tras la música y los bailes, aquel pudo haber sido el momento... El momento que lo cambiara todo.

Pero por supuesto, estimado lector, no lo fue.

El clamor de los aplausos y ovaciones dan entrada al protagonista de la fiesta, y de todas las fiestas que estuvieran por venir. Pareciere que Lord Niklaus ha conseguido atender los asuntos trascendentales que le mantuvieron ocupado... para llegar a tiempo al evento. Por desgracia. Las miradas de Elijah y Katerina se cruzan una última vez.

El cuento de hadas se ha terminado.