Rastrear al pequeño Gilbert fue fácil, pero aún más lo ha sido conducirle hasta su trampa. Pobre; ha sido tan predecible que casi le ha dado lástima. Casi.

Silas le dio una orden muy clara: convertir la vida de la Hermandad de Cazadores en un infierno. Y aunque sembrar el caos es una de sus especialidades, ha preferido jugar el modo fácil esta vez. Katherine ya tuvo su experiencia personal con John y Gwen Ashkore, y repetir la experiencia no le conviene en estos momentos...

...Pero, ¿Jeremy? Con Jeremy, la tarea encargada por Silas será un juego de niños. Nunca mejor dicho.

Así pues, y como Hansel y Gretel dejando su rastro de migas de pan, Katherine va dejando un rastro propio: en su lugar, de cadáveres. Las gotas de sangre y la huella de sus tacones le dirigen a un cadáver nuevo cada cierta cantidad de metros, llevándolo directamente hacia las afueras del pueblo... lejos de amigos, aliados, y sin nadie más que le ayude.

Serán Katherine y Jeremy, solos. Casi como en los viejos tiempos, sólo que mejor, porque no tendrán que trabajar juntos.

Apenas Jeremy llega al lugar pretendido, Katherine le recibe con un ligero aplauso. —Bravo.—La vampiresa le felicita, aunque tampoco es que haya sido demasiado meritorio: le interesaba ponerle el rastreo lo suficientemente fácil como para asegurarse de ser encontrada—. Mira a quién tenemos aquí: el pequeño Gilbert. ¿Me has echado de menos?—Probablemente no, no nos engañemos. Y el sentimiento es recíproco.

Pero ya sabes lo que dicen: no hay nadie más cercano y sincero, que un enemigo acérrimo.

Había caído la noche mientras seguía aquel rastro, demasiado ordenado quizá, y con la sospechosa huella de unos tacones. Fuera quien fuera, no se había esforzado demasiado en ocultarse. No, de hecho aquello tenía la palabra “trampa” escrita en todas partes. No obstante, Jeremy estaba demasiado enfocado en llegar a la meta, y poco le importaban las circunstancias.

Fuera quien fuera, era un vampiro que había matado a varias personas. Peligroso, que había que controlar y eliminar.

Y, cómo no, no podía tratarse de otra que…

—Katherine —la encontró junto a una fábrica de coches abandonada, impoluta y con esa misma expresión maliciosa en el rostro familiar de su hermana, algo a lo que nunca lograría acostumbrarse—. Creí que eras más inteligente que esto… Has matado a mucha gente —tensó el índice sobre el gatillo de su ballesta, lista para lanzar la primera flecha, solo que en aquellas circunstancias la vampiresa podría esquivarla con facilidad.  

—¿Qué diablos estás tramando? —preguntó con el ceño fruncido, aunque así estuviera cayendo de lleno en su juego. Por supuesto que no se alegraba de verla; la última vez que lo habían hecho se habían aliado de forma forzada para salvar a Anna, y no podía olvidarse de los métodos que había utilizado para ello… Por muy efectivos que fuesen.

Pero lo peor de todo era el daño que le había hecho a sus amigos, a Elena. Quizá esa noche por fin pudiera ponerle fin a todo aquello.

—Woops.—Katherine se encoge de hombros en un gesto despreocupado—. Parece que últimamente me estoy volviendo muy descuidada, ¿no crees? Menuda mala suerte... Quién lo diría, pequeño Gilbert: has descubierto a la bruja mala en medio de sus fechorías.—Sobra decir que los años no han vuelto a Katherine más que el doble de cuidadosa de lo que solía ser antaño. Aquello no ha sido algo accidental o casual.

Es una trampa.
Y el joven Jeremy ha mordido el anzuelo.

Arquea una ceja mientras observa cómo el joven cazador la apunta a cierta distancia con su ballesta. ¿Tendría lo que hay que tener para apretar el gatillo? —¿Debería sentirme ofendida? Pensé que éramos amigos.—Una alianza muy conveniente, durante el tiempo que les fue conveniente—. ¿Cómo está Anna?—Le pregunta repentinamente—. Hace tiempo que no sé nada de ella...—Pobre Pearl. De haber sabido que su hija terminaría revolcándose con un Gilbert, se habría revuelto desde su tumba.

Probablemente, lo haya hecho.

—¿Debo estar tramando algo? Querido, con tanto vampiro cerca creí que empezabas a familiarizarte con los que son como yo. Una chica tiene que comer, ¿no crees?—Sonríe, burlona.

Sabe lo que va a pasar... Y espera que suceda.
Espera que intente matarla.

Al menos así, tendrá justificado hacer lo mismo.

La detestaba. Su presencia le crispaba los nervios y lo desconcentraba más de lo que le gustaría admitir. Era difícil permanecer frío y objetivo cuando se trataba de la misma persona que había convertido a Elena, y que tanto daño había causado a todos. La misma que no parecía cansarse de jugar con ellos como si no fueran más que piezas de un ajedrez macabro.

—Eres muchas cosas, Katherine, pero desde luego no eres tan torpe —espetó, tensándose. Había algo más y, sí, él había caído de lleno. Por mucho que supiera que era una trampa y decidiera arriesgarse a ella, ¿de verdad estaba preparado para enfrentarse a una vampiresa de tantos siglos? Podía morir averiguándolo.

—Si quieres saber cómo está Anna, ¿por qué no le preguntas tú misma? —se molestó cuando la mencionó, reaccionando al fin, pues era un tema personal y podría decirse que ella era uno de sus puntos débiles— Entonces te has equivocado de pueblo —acarició el gatillo de su ballesta, apretándolo sin miramientos. No iba a perder más tiempo conversando con ella.


La flecha silbó al cortar al aire con rapidez, buscando como objetivo el cuerpo de la vampiresa. La intención del Gilbert era tan solo dañarla, entorpecerla —y, aunque quisiera, tampoco podría haberla matado— y ganar cierta ventaja de inicio.

—Tengo más como esta. Será divertido convertirte en un colador, a ver si así hablas —trató de sonar seguro, como un adulto. Tantos meses de entrenamiento no podían haber caído en saco roto, ¿no? Quizá sí que tenía una oportunidad…— Aunque muerta no serás una amenaza para nadie nunca más —agregó, volviendo a colocar otra flecha en la ballesta y tensando la misma para prepararse para una más que probable represalia por parte de Katherine.

Quizá había hablado demasiado pronto.

0-25: Falla estrepitosamente.
50: Falla, pero aprovecha la distracción para lanzarle polvitos de verbena.
75-100: Le acierta, hiriéndola.

—¡Mini punto para el cazador adolescente! —Aplaude, burlona, apenas Jeremy reconoce lo que bien sabe de ella: Katherine puede ser muchas cosas, pero desde luego no es una vampiresa descuidada. De otro modo, probablemente no habría sobrevivido tantos años, huyendo de Klaus Mikaelson y sus seguidores sin dejar pistas a sus espaldas.

Por supuesto, aquel rastro de cadáveres —al igual que las migas de pan de Hansel y Gretel—, no han sido un desliz: han sido una preparada trampa. Una en la que el joven Jeremy Gilbert no ha podido evitar caer.— Viendo tus modales, desde luego que le preguntaré a ella. ¿No te enseñaron papá y mamá algo de educación antes de morir? —Un golpe bajo, sí, pero quizá es la provocación que necesita para provocarle lo suficiente como para propiciar un enfrentamiento.

Después de todo, si no es ella quien ataca primero, tendrá una excusa para haberlo matado, ¿no es verdad?

Por desgracia, parece que su trabajo provocando al joven cazador se lo ha tomado demasiado en serio, pues su primer disparo consigue acertarle nada menos que en el abdomen, arrancándole un grito de dolor. —Buen disparo. —Demasiado bueno, de hecho. Haciendo una mueca, consigue arrancarse la flecha para que la carne empiece a curar.— Una lástima que vaya a ser el último. —Advierte, utilizando su velocidad vampírica para plantarse frente a él y agarrar con fuerza la ballesta.— Veamos qué sabes hacer sin tus juguetitos, Gilbert. —Le desafía, agarrando el arma hasta escucharla crujir y partirse bajo la presión.

Ahora sí: empieza lo divertido.

Se mantuvo en silencio mientras la vampiresa continuaba burlándose de él, terminando por perder el control cuando mencionó a sus padres muertos.

—¡Ni se te ocurra mencionarlos! —gritó, apretando el gatillo acto seguido. No fue un mal disparo, pero no mortal— El próximo será un poco más arriba —la amenazó. Sí, justo en el corazón. Pero, ¿de verdad estaba preparado para cargarse a una vampiresa tan poderosa? No, todavía no, y menos cuando estaba jugando en su propio terreno.

Seguía siendo mucho más rápida que él, y lo demostró cuando se apareció justo frente a él en un parpadeo, logrando arrebatarle la ballesta y rompiéndola a la mitad. El cazador abrió los ojos de par en par... Alaric iba a matarlo, había sido un regalo suyo.

—Apenas estoy empezando —alardeó un poco, alcanzando con rapidez una estaca que llevaba oculta en el interior de su chaqueta, para clavársela en el abdomen—. ¿Qué diablos estás tramando esta vez, Katherine? ¿Qué es lo que quieres? —soltó la estaca y se apartó de ella, listo para volver a atacar, pero primera quería respuestas. Aunque, ¿de verdad merecía la pena preguntar? Quizá lo único que quería era lo mismo de siempre: ser un maldito dolor de muelas.

0-25: Falla estrepitosamente.
50-75: Se la clava en el hombro. La puntería muy mal.
75-100: En el pecho, cerquita del corazón.

Katerina deja escapar un grito ahogado apenas la flecha se le clava directamente en el abdomen. —Veo que... Van Helsing... ha mejorado la puntería. —Consigue articular, tratando de teñir sus palabras de sorna sin demasiado éxito, mientras se lleva la mano a la fecha y arranca aquella con violencia, mordiéndose la cara interna de las mejillas para no volver a gritar.

La madera fuera de su cuerpo permitirá que Katherine empiece a sanar, pero el joven Gilbert ya ha logrado lo más difícil: pillarla desprevenida. La vampiresa tensa la mandíbula con rabia, preparándose para la batalla, pero sobre todo... preguntándose si ha sido una buena idea comenzar precisamente por él. Las órdenes de Silas fueron claras: desestabilizar y arruinar a la Hermandad. Y Katherine, contemplando en Jeremy a una presa fácil,

Aquel ha sido su primer error: subestimarlo.
«Apenas estoy empezando.»

La estaca de Jeremy se clava directa en su pecho, muy cerca del corazón. Katherine agarra sendas manos del cazador, tratando de contener el arma, clavando la mirada en su agresor. —¿Es que acaso una chica mala necesita motivos para buscar problemas? —Inquiere, socarrona, negándose a decir la verdad. No se trata de revelar su trato con Silas; no tendrá por qué ser necesario.

No debería serlo.

El cazador frunció el ceño sin apartar la mirada de Katherine. ¿Le agradaba ser capaz de hacer daño a aquel monstruo que tanto daño había causado? Sí, pero no podía regodearse en aquel momento, ni tampoco bajar la guardia. Ni siquiera le respondió, solo continuó con la misma expresión de desprecio grabada en su rostro joven.

No comprendía los motivos tras aquella encerrona, aunque estaba dispuesto a averiguarlos. Si la vampiresa tramaba una de las suyas, era su deber frenarla antes de que siguiera avanzando. Ahora que podía ser útil de verdad, y proteger a las personas que quería, no podía fallar.

—Tú siempre buscas problemas —le espetó de malos modos—, pero esta vez no vas a arrastrar a ninguno de nosotros contigo, Katherine —la vampiresa iba a aprender que, en ocasiones, toca perder. Aunque quizá se había confiado demasiado pronto, porque al final aquella mujer seguía siendo Katherine Pierce; retorcida, y una vampiresa de más de medio milenio.

Un grito de dolor, imposible de contener, se le escapó cuando la vampiresa logró volver el juego a su favor, clavándole su propia arma en el hombro izquierdo. Cerrando los ojos con fuerza se la arrancó y lanzó al suelo, mirándola con una ira renovada mientras se llevaba una mano a la herida.

—¿Sabes qué? Que me da igual lo que trames. Esto se acaba aquí —dejándose llevar por su impulsividad, el cazador rebuscó su última arma; una pistola con balas de madera, con la que apuntó y disparó de la misma forma impulsiva.

¡Jeremy se queda sin armas!
Pero todavía le queda una: una pistola con balas de madera.

0-25: Mala puntería. Falla.
50: Una bala de madera le roza una pierna.
75-100: Bala directa a una rodilla.

Las palabras del pequeño Gilbert son un reto, un desafío. Todavía no tiene claro que, vistas sus habilidades, aquello vaya a salir bien —sobre todo para ella—, pero ya es demasiado tarde para echarse atrás. Además... hizo un trato con Silas. Y, con un psicópata persiguiéndola durante más de quinientos años, ya ha tenido suficiente.

Merecerá la pena. Tiene que hacerlo.
«Me da igual lo que trames...»
«...esto se acaba aquí.»

¿Es que las armas nunca se le acabarían? Decidida, y al menor ruido semejante al click de un arma, Katherine se sirve de su velocidad vampírica para echar a correr, escuchando tras de sí —peligrosamente cerca—, el sonido de las balas de madera, cortando el aire. No ha tenido la suficiente puntería esta vez, para su desgracia. —Parece que es la mala suerte lo que se te ha acabado aquí.—Inquiere, no sin cierto deje de sorna en la voz, desviándose en su trayectoria para terminar justo detrás el cazador, a su espalda.

—Tienes suerte de que no pueda matarte —la voz de la vampiresa apenas es un susurro, amenazador y letal, en su oído—, pero antes de que acabe esta noche, me suplicarás que lo haga.—Y es que Pierce no ha perdido de vista que la maldición del cazador es el gran escudo de Jeremy —y de todos en la Hermandad—, y su trato con Silas no le vale estar siendo perseguida por espíritu de mini Van Helsing durante a saber cuánto tiempo.

Pero en fin: Silas tampoco habló estrictamente de matar.