—Así que me estás diciendo que tenemos unos enemigos ultra poderosos —algo había oído, pero Isaiah desde que entró a la manada estaba mucho más metido en sus habilidades y entrenamientos que otro tipo de cosas. La verdad era que no tenía ni idea de quiénes eran los enemigos de los Media Luna hasta hace, bueno, bien poco. Los brujos, por ejemplo, lo eran—. Y dos de ellos están locos, entiendo —los Ellsworth—. ¿Algo más que deba saber?

Se avecinaban tiempos turbulentos para los licántropos de Nueva Orleans por lo visto, lo que a Isaiah le preocupaba—. ¿Crees que si les digo a los demás miembros de la manada de rezar antes de que todo explote, se vayan a reír de mí? —Isaiah había adoptado a Will como su mentor y, ya puestos, un amigo. Fiable, sincero, y dispuesto a ayudarle en lo que necesitaba.

Y por lo visto el cura necesitaba mucho ahora.

—Así es—asintió, relajado en el cómodo sillón mientras charlaba con su compañero. Desde la partida inesperada de sus dos mejores amigos, William se había apoyado mucho en Isaiah. Era muy buen hombre y tenía una paciencia para escuchar bastante singular. Se había convertido, de forma inesperada, en una de las personas más apreciadas para el lobo:—Vigila con esos dos locos, Isaiah—el ceño de William se profundizó y se arrugó hasta formar unos sutiles pliegues sobre su lisa frente:—Los Ellsworth son muy peligrosos. Precisamente su locura y su inagotable sed por la tortura, los hace impredecibles—sin mudar su expresión a una más relajada, prosiguió:—Existe alguien más. Mortimer—deslizó aquel nombre como si un mal presagio hubiese empezado a germinarse en aquel cálido salón.

Los brujos eran, en su mayoría, el peor problema de todos, pero había entre éstos personalidades muy difíciles de derrotar:—No. Me parecería francamente vergonzoso si eso pasase. La fe es un motor que ha ayudado muchas veces a la humanidad a seguir perseverando—él no era muy creyente, pero podía comprender a la gente que lo fuese:—Si quieres te ayudo con eso. Sería una buena idea también reunirnos y aunar fuerzas—no conocía suficientemente bien a los demás, pero no creía que fuesen a rechazar la idea de Isaiah.

—Mortimer. Ese tiene nombre de malvado de película de Disney —concretamente le recordaba, por alguna razón desconocida, a la película de «El Jorobado de Notre Dame» pero bueno, no iba a ser él el que desoyera un consejo de alguien que consideraba un mentor y un amigo. Además de tener mil veces más experiencia que Osborne en cuanto a licantropía se refería.

—Lo sé. Y a mí mismo me ha ayudado, aunque últimamente me lo cuestiono todo bastante —suponía que por su licantropía casi recién descubierta. Y ya no solo eso, es que además los sentimientos también eran más... Bueno. Más intensos. De alguna manera. Así que su cabeza estaba llena de pensamientos hilados entre sí que acababan siendo contradictorios; tenía que aprender a controlar cada pequeño impulso que tuviera para no volverse loco—. No sé... No te voy a mentir, me da un poco de vergüenza. Nadie me ha dicho nada por eso de ser cura e incluso algunos han venido en busca de consejo algunas veces pero...

¿Se sentía cohibido? Al máximo.

—Estoy realmente preocupado por lo que está por venir.

—Ostras, no había caído en eso—soltó una carcajada al asociar el nombre del brujo con la película con la que creía que Isaiah hacía la referencia. Si bien ambos eran distintos, compartían la misma crueldad hacia aquellos que consideraban inferiores:—Éste es uno de muchos. Será una batalla complicada—William era un optimista que intentaba ser objetivo. Mantenía férreamente sus esperanzas en la facción lupina, pero también sabía que sus rivales eran sumamente peligrosos.

—Esto sí que no me lo esperaba—comentó con un deje de preocupación: —¿A qué se debe? Espero que no tenga que ver con la licantropía—empezó a ponderar los motivos de su distanciamiento hacia la religión y esperaba que ninguno tuviese que ver con el descubrimiento de su nueva condición:—¿Nada respecto la batalla o algo más concreto?—adelantó un poco su torso hacia delante para reducir las distancias entre los dos sillones que ocupaban:—Dar consejo no es fácil y saben que de ti pueden tener un buen confidente—intentó animarlo, pero sentía que había cosas que Isaiah aún no le estaba compartiendo.

Le preocupaba verlo de aquel modo. Su compañero se había convertido, no sólo en un pupilo para él, sino en un buen amigo:—Quizás deberías empezar a desahogarte. ¿Qué tal si lo intentas conmigo?—le sonrió con calidez:—Venga, dime, ¿qué te aflige?

—No sabría decirte —Isaiah no estaba seguro de los motivos que lo habían llevado a alejarse de la religión per se, o que lo estaban conduciendo a ello. Lo que sí tenía claro era que, en algún momento, volvería a esa vía¡. Antes de la batalla, además. Estaba seguro. O por lo menos eso quería creer. Tenía fe en que Dios no los abandonara. Muchos dirían que cómo podía tener fe en un hombre cuando él y sus compañeros eran criaturas sangrientas, bestias, pero Isaiah siempre diría lo mismo: que Dios amaba por igual a todas sus creaciones.

Ese convencimiento era el que le salvaría de caer en un bucle de preguntas sin respuesta y una espiral de oscuridad o, al menos, eso esperaba él. Había desconectado durante casi toda la conversación, más o menos, absolutamente sumido en sus pensamientos y sensaciones.

De repente, Isaiah se sintió incómodo con la conversación. No por algo que Will hubiera dicho, si no más bien por sus propios sentimientos al respecto su licantropía, al respecto de su religión y, sobre todo, consigo mismo.

—No, creo que no estoy preparado para abrirme todavía. Lo siento Will —murmuró, levantándose de su asiento poco después—. Creo que iré a dar un paseo, si no te importa. Necesito reorganizar mis ideas.

Isaiah nunca había tenido una crisis de fe tan fuerte como esta. ¿Qué le estaba pasando ahora?