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Kol T. Mikaelsonbrujo
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Kol T. Mikaelson
LINKED FOR LIFE
A SINGLE, INTIMATE, UNIQUE CONNECTION
El antiguo refugio de los Strix cayó en desuso con la toma y control del Continental: la implacable torre del Barrio Francés, antaño perteneciente a Balmer Industries, se ha convertido en la nueva base de la organización, de modo que el refugio fue tapiado y cerrado a cal y canto, reservándose a otro tipo de operaciones...

Como la tortura y extorsión de prisioneros, por ejemplo.

Kol ha perdido la noción del tiempo. Encerrado en uno de los sótanos de aquel refugio, privado de la luz del sol, y de comida y alimento en condiciones, ya ha perdido la cuenta de las veces que han entrado a darle palizas, dejarle inconsciente, romperle alguna que otra costilla, y formularle una y otra vez la famosa pregunta: una que ya se ha negado a responder.

«¿Cuál es tu relación con Mikael, el Destructor?»

Y un sujeto, en particular, ha sido especialmente insistente: Theseus Atreides. Lo reconoció desde el primer momento en el que le vio aquel lugar: el porte elegante, altivo; la expresión de superioridad... Tal vez, nunca se hubiera atrevido a contemplarlo de aquella manera de haber reconocido su verdadera identidad.

Y por eso, por ahora, Kol se ha mantenido tranquilo. Porque todavía, no saben la verdad.

Todavía.

—Veo que has podido descansar...—Kol reconoce al vampiro griego al fondo de la sala, subiéndose las mangas de su camisa blanca. Kol —todavía Kaleb, según sus secuestradores—, acaba de despertar de un estado de semiinconsciencia; cual peso muerto, su cuerpo cuelga de la pared, con sendos brazos levantados y encadenados. Puede sentir su propia sangre seca sobre la mejilla, fruto de la última paliza.—Te felicito.—Añade, con una sonrisa intrigante.—Hacía tiempo que no encontraba a un brujo tan resiliente y... tan joven.—Aquel detalle ha debido atrapar poderosamente su atención, sin duda.

Qué brujo tan especial, ¿no es cierto? Tan resistente... y tan bien informado.

Demasiado.

—Así que... esta vez, has venido solo.—Como desviando la atención, Kaleb saca un tema radicalmente diferente. Pareciera que ambos tratan de volcar el peso y la atención de la conversación sobre el otro.

¿A qué ha hecho referencia? La mayor parte del tiempo, han sido otros lacayos —peones, supuso Kol—, quienes se encargaron de torturarlo e interrogarlo, pero algunos días Theseus se ha presentado personalmente. Y nunca lo ha hecho solo. Aquella joven vampiresa —de nombre Sylvie, por lo que Kol pudo retener entre sus conversaciones—, aprendiz directa del vampiro Atreides, ha acudido a todas aquellas macabras sesiones. La situación debió ser particularmente intensa para maestro y pupila, pues en una de aquellas ocasiones, ambos se alimentaron el uno del otro.

Delante de él. A pocos metros del cuerpo casi inconsciente del prisionero... poco después de golpearlo brutalmente.

El Strix entorna la mirada en silencio. —¿Conmigo no tienes suficiente?—Se limita a comentar, sonriendo con ironía. Pero empieza a percibir por dónde van los tiros del perspicaz brujo.

—Te da miedo, ¿no es cierto?—Le pregunta entonces Kol, alzando el cuello para mirarlo.—Que te vea tal y como eres. Que ella... sepa la verdad.—Tal vez, de algún modo se ha podido ver reflejado. Hubo un tiempo —y aún sigue siendo así—, en que uno de sus mayores miedos fue precisamente aquel: que Davina le conociera tal y como era.

El psicótico y descontrolado vampiro original.

No se esperaba aquellas preguntas, por supuesto. Quizá por esa razón, su respuesta demora unos segundos de más. —Westphall... Deberías vigilar esa lengua.—Le dice entonces.—Tal vez no pueda matarte —aún, supone Kol—, pero sí puedo hacerte desear que lo haga.—Casi de forma que lo hiciera verse descontextualizado, Kol deja escapar una carcajada ronca, irónica.

—Hacía... mucho tiempo que no veía algo así.—Murmura entonces, como si sólo estuviera hablando consigo mismo.—Un vínculo vampírico.—Y sí: sabía que atraparía poderosamente la atención de Theseus al pronunciar aquellas palabras. Kol cierra los ojos a causa del cansancio, y como respuesta, al principio, sólo obtiene silencio. Un silencio revelador.—... Así que no lo sabes.—O no lo sabía, al menos. Es todo lo que añade mientras escucha unos movimientos por la sala. Theseus se ha tomado la libertad de buscar una silla y colocarla del revés, justo frente a él; tomando asiento a horcajadas, evalúa cuidadosamente a su prisionero, sin saber muy bien qué esperarse.

¿Un truco?
¿La distracción de un hombre desesperado?
¿O puede que... la verdad?

—Háblame de ese... vínculo vampírico.—Le dice entonces, despacio, como tratando de colmarse de una paciencia que en realidad no tiene. Aquella información le interesa, y controlar los instintos puede ser clave.

—¿Tu jefe no te lo ha dicho aún?—Inquiere, con una inocencia que Kaleb por supuesto tampoco tiene.—¿Qué demonios os enseñan en los Strix?—Y sonríe, irónicamente, como si hubiera hecho alguna clase de broma personal. Conoce la respuesta: lo justo y necesario. Las ovejas son más obedientes al pastor cuando sólo son conscientes de los lobos que acechan ahí fuera, ignorantes de lo grande que puede llegar a ser el campo. Tristán aprendió bien aquella lección.—Una conexión... única.—Pronuncia tras unos segundos de silencio, tragando saliva y volviendo a alzar la cabeza para contemplar a su interlocutor.—Extremadamente íntima. Pocos... vampiros llegan a experimentar algo así en su vida.—Kol, de hecho, jamás lo ha vivido. Pero sí ha oído sobre el vínculo vampírico, y lo que se llega a sentir cuando se forma uno. Las emociones siempre son intensas entre los vampiros, pero aún lo son más bajo la influencia de una conexión tan poderosa como aquella.

—Insinúas que entre la señorita Belcourt y yo hay una... conexión íntima.—Comenta el vampiro, rodando los ojos. Cualquiera podría haberse percatado de algo así, ¿no es cierto?

—Es mucho más que eso.—Replica el brujo en su lugar.—Cuando... un vampiro establece un vínculo, ya no hay vuelta atrás. Las emociones... La energía de ambas partes, queda conectada. Dejan de ser dos entes separados para convertirse en... uno.—Pronuncia, con intensidad.—Las fuerzas se comparten, pero también, las debilidades. Una situación de peligro de uno de los dos, deja al otro por completo expuesto y vulnerable. Y... si la conexión se rompe —por muerte, o por otros motivos—, dicen que el dolor es sencillamente insoportable.—Mucho más de lo que ningún ser mortal y vivo sobre la tierra, pueda llegarse a imaginar.

Sonríe.

—Pero, ¿qué sabré yo?—Concluye acto seguido.—Sólo soy un brujo.—No: es mucho más que eso, y Theseus lo sabe... pero no ha logrado las pruebas para comprobarlo.

Lo que sí ha conseguido, es una información que necesitaba, aunque no lo sabía. Perturbado e inquieto ante aquello que acaba de descubrir, Theseus se levanta y abandona la estancia, volviendo a dejar aquel sótano en silencio. Kol, por su parte, ha conseguido justo lo que necesitaba: tiempo.

Con suerte, podrá descansar un poco más antes de la próxima sesión.

18 abril • noche • @Theseus C. Atreides




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