El centro social estaba funcionando bien a pesar de llevar poco tiempo y que las últimas semanas habían tenido a Arizona preocupada por mil cosas. Lo ocurrido con los licántropos la dejó unos días en casa recuperándose para luego enfrentarse a la nueva realidad de los Brujos con un Regente que no era lo que merecían. Sí, su raza seguiría gobernando la ciudad pero con mano dura tampoco era la solución, pues al final terminarían encontrándose con problemas más graves. Por otro lado, necesitaba a sus hijos fuera de la ciudad. Vale, ella los trajo de vuelta, pero encontrarse a su hermana y ex marido no era una posibilidad que encontrase en su cabeza.

Así que su misión ahora era que sus hijos se fuesen un tiempo a estudiar fuera o aprovechar las vacaciones viajando hasta que la ciudad se equilibrase de nuevo. Porque sí, porque sabía que en el cualquier momento alguien podía rebelarse y empezar un enfrentamientos. Y mientras, ella esperaría trabajando en su centro, ignorando todo a su alrededor. Para mantener la cabeza ocupada no había nada mejor que el trabajo.

Caminaba por el pasillo de aquel pequeño edificio hasta lo que parecía ser un taller artístico. En él había desde masa para esculturas, hasta caballetes con diferentes tipos de pintura y lienzos. — Esta sería la sala donde podrías impartir tus clases.— comentó girándose para mirar a aquel chico. — Cada dos semanas llega material básico de parte de los proveedores, pero igualmente siempre puedes pedirme algo concreto a mí directamente.

El mundo es un pañuelo, pero en aquel caso todo tenía que ver con la cercanía. Si bien no me lo habría esperado, tenía una cita sobre arte con una mujer. Pero no cualquier mujer: era una bruja de uno de los aquelarres ancestrales, más concretamente del aquelarre Garden. Solían ser brujos y brujas adinerados y de buena posición social, pero no por ello iba a prejuzgarlos y, después de todo, aunque no había terminado todavía la carrera —y menos aún por culpa de Tarik, que me había mantenido meses fuera de la ciudad y del país—, parecía la señora Ellsworth se había fijado en mí para algo que se planteaba como benéfico.

Eso me gustaba. Quizá de ese modo pudiera distraerme un poco, ayudar a otras personas que lo pasaban mal mediante el arte, algo que yo amaba.

No hablé mientras la seguía, algo cohibido por su presencia, que imponía respeto. No de ese que se inspira por miedo, como Uther Morningstar, sino del que se gana con una buena presencia y unas buenas intenciones.

Cuando llegamos al sitio en concreto me quedé asombrado al ver la abundante disposición de materiales. Madre mía… era increíble.

—Señora Ellsworth… esto es fantástico. Ni en la universidad había visto tantos materiales —dije, alucinado, mientras miraba aún la estancia con detalle. Me giré hacia ella—. ¿Qué desea que haga exactamente?

La bruja necesitaba calma durante un tiempo, centrarse únicamente en su trabajo y ver cómo sus hijos vivían sus vidas sin mayores preocupaciones. Pero no, la situación en Nueva Orleans seguía siendo crítica con los cambios entre los suyos y su hermana deambulando por ahí con su ex marido. Aunque, a decir verdad, a ellos los tenía medio controlados. Los conocía y sabía que en cualquier momento podían hacer un giro sorprendente, pero nada más.

Al ver cómo aquel chico le hablaba con esa educación negó con una sonrisa. — Puedes llamarme Arizona.— mintió. Realmente le gustaba que le hablasen de usted y luego ella decir que no era necesario. La hacía parecer más cercana y eso en política era algo primordial para ganar el cariño de la gente. — Nueva Orleans tiene muchas familias que viven por debajo del nivel de otros. En esas casas hay niños con grandes aptitudes y habilidades que no pueden poner en práctica por la falta de recursos. Principalmente busco alguien que los ayude en sus primeros pasos, alguien que les enseñe si tienen un talento de verdad. — explicó.

— Además, nadie mejor para acercar el arte a los jóvenes que un chico de tu edad y talento. Alguien con quien se puedan sentir identificados y al que vean más como un apoyo que como un profesor al que obedecer. — siguió con su explicación. Ella se dejaba llevar mucho por las energías que sentía de los demás y la que ese joven irradiaba era la de alguien con mucho que aportarle.

—Está bien, Arizona —dije tras un asentimiento de cabeza. La verdad es que esperaba que aquello me ayudase a mí también. Que fuese una terapia… Ahora mi tía me controlaba un poco más las citas y la medicación, con miedo de que volviese a cometer un acto extremo, así que en la próxima consulta que tuviese con la psicóloga le contaría qué estaba haciendo durante el verano.

Arizona tenía razón, Nueva Orleans era una ciudad hermosa, pero, como todo, tenía sus problemas… más allá de lo sobrenatural. La idea que tenía para ayudar a las personas de bajo nivel adquisitivo me gustó e hizo que sonriera, un gesto que casi parecía olvidado tras los meses de estancia forzada en Egipto con Tarik… y eso que durante gran parte de mi vida había llevado la sonrisa en la cara como si me la hubiese tatuado. Estuviese bien o mal.

Sonreí cuando Arizona mencionó mi talento como un halago y bajé un poco la mirada, avergonzado. La verdad es que no conocía mucho a la mujer, había regresado hacía relativamente poco después de haber pasado muchos años fuera de la ciudad y no es que en el tiempo en el que había estado en Nueva Orleans hubiésemos interactuado mucho.

—Me parece una idea estupenda. Y me halaga que quiera contar conmigo —le respondí, volviendo a mirarla a los ojos—. ¿Cómo se seleccionará a los chicos? ¿Qué rango de edades tendrá? ¿Y cómo será el esquema? —pregunté. Quizá eran demasiadas cuestiones, pero creí que eran apropiadas y que a ella no le parecerían excesivas. Solo mostraba mi interés.

A la bruja le gustaba que le hablasen con educación y respeto, haciéndola sentir importante o, al menos, respetada. Sin embargo, sabía dónde no era necesario tanto protocolo y ese era uno de esos momentos. Si todo alía bien, vería a Makalani muchas más veces, por lo que tarde o temprano terminarían cogiéndose confianza. No lo conocía demasiado pero se había hecho la idea de que compartían ideales similares en todo el conflicto que vivían ahora mismo los brujos en Nueva Orleans. Y aunque no fuesen del mismo aquelarre la situación era tan inestable que no podía cerrarse por banda a relacionarse con otros. Aunque siempre con unos límites, claro.

Escuchó todas esas preguntas y sonrió, ya que solo significaba que tenía ganas de ayudar, algo que era primordial para ese centro. Los beneficios para los profesionales no tenían porqué llegar pronto, por lo que era necesaria la paciencia y las ganas.

— Teniendo en cuenta que vamos a empezar de cero no creo que tengamos un gran número de solicitudes, así que en principio aceptaríamos a cualquier joven capaz de recibir órdenes y prestar atención. Supongo que de unos doce años para arriba. Aunque siempre abiertos a cambios según tu opinión, claro está.— explicaba con total tranquilidad, mirándolo. — Quiero que esto sea un lugar enriquecedor tanto para ellos como para ti, que entras dentro de los jóvenes de la ciudad.— bromeó,haciendo la conversación más cercana y menos profesional.

— Siendo clara, lo único que entiendo de arte es cuando voy a una galería e imito a los demás, así que creo que tendrás tú más que aportar que yo.— soltó aquello último como si estuviese reconociendo una debilidad, algo que nunca hacía Arizona.

Escuché y aguardé a que terminase de responderme. Asentí cuando habló de la edad de los chicos, pues estaba de acuerdo. Luego mostré una sonrisa y miré hacia el suelo cuando, por un momento, sus palabras se refirieron a mí.

—Doce me parece una edad adecuada para que empiecen a tomar contacto con las artes plásticas y comprendan algunos conceptos. Tampoco soy un experto en psicología infantil y preadolescente, pero creo que con esa edad ya son capaces de ver si les entusiasma el arte o no —le expliqué mi punto de vista.

Lo que comentó después, sobre las galerías, me hizo reír un poco, pero sin abrir la boca ni emitir sonido alguno más allá del aire que expulsé por la nariz. En ese momento me vino el señor Ackerman a la mente. Seguramente habría refunfuñado porque Arizona hiciera eso en las exposiciones de arte. Hacía muchísimo que no hablaba con él… quizá fuera un buen momento para enviarle una carta.

—La verdad es que creo que sí que habrá muchos interesados. Lo gratis atrae y más si es divertido. —Hice una breve pausa antes de cambiarle de tema—. Por cierto, aún no he terminado mis estudios… de hecho, tendré que repetir el último curso porque, debido a… mi viaje imprevisto —en realidad, la palabra correcta era «secuestro»—, no pude terminar el segundo semestre… Quiero decir que en septiembre volveré a la universidad y eso me quitará tiempo para esta actividad. Eso no significa que quiera dejarla, solo que habría que hacer una readaptación si a usted le parece bien —puntualicé.

Arizona no conocía prácticamente de nada a ese joven pero siempre tuvo en don para adivinar las intenciones de los demás o si era oscuro. No era un poder basado en su magia, sino más bien el haberse relacionado con tantas personas que era capaz de captar sus esencias. Ese joven lo que le transmitía era un cúmulo de sensaciones donde se veía claramente mucho dolor e incluso miedo. Podría equivocarse, pero lo dudaba mucho.

— Doce años, perfecto. Esa edad es muy complicada y en esta ciudad más aún, por lo que un objetivo sano les vendría muy bien.— asintió mientras lo aputaba en un cuadernito donde tenía mil datos. Cuando sus hijos alcanzaron esas edades lo pasó mal porque era el momento en que empezaban a entender la forma de actuar a de su padre real y no con excusas para minimizar los daños.

Continuó escuchando sus palabras, asintiendo como siempre que mostraba interés. — No te preocupes, posiblemente ni los propios usuarios vengan todos los días. Quiero que esto sea una vía de escape a tanto dolor que hay en las calles y con sacarlos de sus vidas tres días me conformo. De todas formas, siempre puedo mirar cualquier sustitución para los días que no puedas venir. — aclaró. No estaba buscando algo profesional, al menos de primeras, lo que pretendía era empezar como una labor social y luego ir viendo. — ¿Entonces aceptas?— preguntó al fin para asegurarse.

Asentí con la cabeza, sonriente, cuando dio una explicación complementaria a mi sugerencia.

Después, cuando le hablé sobre mi libertad de horarios y ella me dio su opinión, me sentí conmovido. Arizona de verdad parecía preocuparse por el sufrimiento de las personas de Nueva Orleans, no daba la sensación de que solo fingía para hacer campaña. De verdad, si seguía así, esperaba que ganase las elecciones. No es que a mí me afectara demasiado quién estuviese en ese puesto, ya que lo que más tenía peso en mi vida eran los aquelarres unidos de la ciudad, pero eso no me hacía ajeno a personas que necesitaban ayuda fuera de nuestro «círculo de magia».

—Claro que sí —contesté, con una nueva sonrisa, mientras le ofrecía mi mano para «sellar el trato»—. Puedo empezar en cuanto me diga. Es más, cuanto antes, mejor —añadí, a riesgo de parecer desesperado. Lo estaba, ¿para qué negarlo? Necesitaba distraerme de mi vida de mierda en la que pocas eran las cosas que me mantenían atado a ella.

La bruja también necesitaba distraerse de todo lo que estaba ocurriendo en la ciudad. Intentaba mantener a sus hijos lejos consiguiéndoles becas de estudio en el extranjero o cualquier motivo para que viajasen. Los quería cerca, claro, pero si eso significaba que su ex y su hermana podían acceder a ellos se sacrificaría. Sin embargo, por mucho que intentaba controlar todo sentía que era imposible y que todo terminaba torciéndose. Sin saber el porqué, aquel chico le transmitía algo parecido a lo que ella misma sentía. No podía descifrar el qué pero era consciente de que ambos podían ayudarse mucho.

— Pues por mí puedes empezar ya si quieres. Tengo algunos niños ya apuntados, hijos de miembros del partido que están deseando probar ya si este centro funciona. — comenzó. — Yo tengo mucha fe, la verdad, creo que con todo lo que estamos viviendo necesitamos que los niños y jóvenes aprendan cosas que de verdad son buenas. Cosas que no hacen daño.— aclaró. Sí, como bruja de una importante aquelarre estaba en la obligación de enseñar magia a sus hijos y así lo había hecho, más no era lo único importante. La vida, por suerte, no solo era matar y luchas de poder.

Entonces sacó unos papeles de su carpeta y los puso sobre la mesa. — Necesito que rellenos estos últimos papeles y entonces todo será oficial ¿vale? Tómate el tiempo que necesites en leerlos y en preguntar cualquier duda. Es solo un papel para presentarlo a los inversores, el contrato real te llegará a tu correo y podrás comentarlo con tu familia o abogados sin problemas.— sabía el abuso que había con los contratos, por eso quiso aclararlo todo bien.

Mucha gente que ha sufrido tiende a menospreciar el dolor de otros porque «ha sufrido más». Sin embargo, otras, como Arizona, parecían reconocer su propio dolor en el de los demás… no sabía mucho de su historia, pero sí que conocía un poco la fama de su exmarido y su hermana menor, era imposible no hacerlo. Por eso pensaba que podría ser una buena alcaldesa y, aunque no me interesase demasiado la política —sobre todo con los problemas de los aquelarres—, si la situación seguía así seguramente acabaría votando por ella.

La sorpresa invadió mi rostro cuando me dijo que ya había niños apuntados. Me sorprendía, pues hasta ahora no tenían profesor, y de repente me puse un poco nervioso. ¿Y si no lo hacía bien? No era lo mismo saber algo que enseñarlo… No demostré mis inseguridades en voz alta, porque necesitaba un trabajo, tanto por mi salud mental como por empezar a contribuir en casa y dejar de ser solo un cúmulo de gastos andante para mi tía.

—Funcionará —dije con convencimiento. En el fondo no estaba seguro de mí mismo, pero quería tanto que saliera bien que pondría todo mi esfuerzo. O al menos esa era mi intención… con mis problemas mentales no podía fiarme de no tener una recaída… y eso me daba mucho miedo.

Asentí con la cabeza, totalmente de acuerdo con ella y consciente de a qué se refería. Nuestro propio mundo, el sobrenatural, se había vuelto demasiado peligroso y había que empezar por pasos pequeños para intentar devolver la seguridad a nuestras calles. A nuestras familias. Aunque no fuese sencillo. Yo daría lo que fuera porque mi tía estuviera a salvo.

A veces pensaba en qué haría si le sucedía algo… y el mundo se me hacía demasiado grande. El pensamiento me ahogaba.

Escuché todo lo que tenía que decirme sobre aquellos papeles que me tendió y alterné la mirada entre ellos y ella mientras hablaba. Me sorprendí al oír «abogados» porque yo no tenía ninguno. En todo caso mi tía. Fue raro, aunque no necesariamente malo. También fue un poco doloroso oír «tu familia», porque la única que tenía era Adrienne… Respiré hondo y asentí, mostrando una sonrisa que en realidad no sentía, pero que había aprendido a fingir perfectamente hacía ya varios años.

—De acuerdo, Arizona. Muchas gracias por confiar en mí, voy a dar mi mejor esfuerzo —le aseguré antes de centrarme en los papeles. Los leería, los firmaría y se los entregaría a la mujer. Luego volvería a casa y le daría la buena noticia a la tía Adri… con suerte podría hacerla feliz después de haberle provocado tanto sufrimiento.