Cedric era consciente del poder que albergaba Lucien. Si bien había personas como Raegan y como él que cuyo desencanto era inequívoco, poco podían hacer. El frente de resistencia era una minoría frente a su dominio que hacía ya tiempo que mostraba una voluntad militarizada. Ellos dos, en cambio, eran una fuerza que procedía de distintos frentes y obraba por distintos motivos, por lo que resultaba complicado ofrecer una genuina resistencia de choque.

Con todo, el nigromante estaba dispuesto a empezar con las primeras sacudidas. Era hora de que Lucien y los suyos sufriesen una caída definitiva. Marlene obtendría su merecida venganza.

—No vengo para que me lances un sermón—frunció el ceño mientras su mirada escrutadora repasaba cada uno de los resquicios de aquella habitación de motel. Se habían reunido en el peor de los lugares para poder entablar aquel tema que tanto les afectaba:—Sé que he estado ausente, pero tengo mis motivos—desvió su atención hacia ella tras haber concluido que su entorno era repugnante pero que, como mínimo, les ofrecía la privacidad que buscaban:—¿Tiene nuevos aliados, no?—sonrió, burlón:—Aunque no sólo me interesa eso. ¿Qué me puedes decir del pueblo? —se acercó a una silla de madera que había libre. Era los pocos objetos del mobiliario que le parecía decente: —Y con mi pregunta me refiero a qué tipo de gentuza hay, antes de que te hagas la graciosa con descripciones generales de su vegetación o fauna.

— Prefería los lugares en los que solíamos reunirnos en Nueva Orleans — rodó los ojos, con una evidente mueca de disgusto en el rostro. Raegan siempre había sido una mujer que se movía entre lujos. Meterse en un motel de carretera le parecía cuanto menos vulgar — No es asunto mío donde hayas estado. Todos tenemos nuestros secretos — se encogió de hombros, antes de sentarse sobre el colchón de la cama que presidía la habitación. Los muelles del somier crujieron de manera muy exagerada en cuanto lo rozó —. Qué desagradable — volvió a quejarse antes de volver a centrar su atención sobre el nigromante —. Sí. Tiene una alianza con una manada de licántropos de la zona. Los Lanvik. ¿Te suenan? — si Cedric poseía un poco de cultura sobre la raza, sabría a quienes se referían. Se habían ganado su nombre desde hacía generaciones —. Son un problema menor. No les temo — respondió, como si le quitara importancia. En realidad, Raegan hacía tiempo que no temía a nada.

¿Qué necesidad había de ello cuando poseías la inmortalidad?

— Como ya te has dado cuenta. Este pueblucho poco tiene que ver con Nueva Orleans. Su población está en su mayoría muerta. Ya sabes a lo que me refiero — muchos vampiros y seres sobrenaturales en general, pero a la vez, poco que hacer y sobre todo, poco íntimo —. Entiendo el interés que puede despertar en Lucien, pero carece de clase se mire por donde se mire — escudriño la habitación nuevamente, como si buscara algún otro detalle que pudiera criticar —. Además de tener que andarnos con el doble de cuidado para reunirnos. Parece que las pareces tengan oídos... O se caigan a cachos — frunció los labios en una mueca de disgusto y regresó la mirada hacia el nigromante —. Dime Cedric... Todavía estás pensando en vengarte, ¿Verdad? — enarcó una ceja. Si bien durante un tiempo creyó que este no regresaría, todavía podía percibir en la mirada aquel mismo fuego que brillaba en la propia y que clamaba lo mismo que ella llevaba deseando toda su vida.

—¿Crees que está entre mis nuevos gustos reunirme en barracas? —bufó, sin dejar de mirar de un lado a otro por si aparecía alguna pulga o cucaracha. Cedric estaba convencido que debía haber nidos de insectos:—Me alegro que sepas respetar eso—el ruido de la cama le confundió por un instante. El nigromante tuvo la errónea sensación de que un mueble se había caído:—Me siento como en una película de los hermanos Marx, salvo que en ésta no me acabaré riendo—se levantó para tomar otra silla por el respaldo y ofrecérsela a su amiga. El ruido que hacía ese somier no le estaba gustando:—Raegan, mejor siéntate aquí. No pienso convertirme en Verne y hacer un viaje al centro de la tierra para rescatarse del agujero en el que caerás por culpa de esta cama.

La madera parecía demasiado vieja y en mohecida para aguantar el peso de cualquier persona. El nigromante temía que fuese a derrumbarse todo:—Sí que me suenan los Lanvik—retomó de nuevo la palabra cuando se volvió a sentar en su silla:—Resucité a algunos de sus miembros familiares. Conocí incluso al Alfa en el otro Lado y me explicaron que es un cuernudo. Aparentemente su mujer se acostaba con su hermano—se encogió de hombros, ya que nunca le había dado importancia a esa manada hasta ahora. Si Lucien había hecho un pacto con ellos, debía considerar acercarse a alguno de sus miembros:—¿Sigue siendo el cornudo el Alfa? Porque podría doblegarlo a mi voluntad—Los secretos que poseía de Aksel Lanvik y, sobre todo, la ayuda que le proporcionó a su hijo Ragnar debían ser motivos suficientes para que le concediese algo a cambio.

—De esto me he percatado. ¿Por qué quiso venirse hasta aquí?—como ella, siguió su mirada para buscar cualquier objeto u agujero para comprobar que aún no estuviesen siendo atacados por termitas:—No la he perdido. ¿Sabes quién asesinó a Marlene?—su pregunta salió en un susurro peligroso. Se concentraba ahí su odio y la amenaza implícita hacia el causante:—Mi asquerosa hermana. ¿Dónde está Ophelia? Este es mi primer objetivo.

— Pues no lo sé, Cedric. Eres tú el que me ha citado aquí — rodó los ojos, evidenciando el desagrado que sentía. Sin duda, nadie jamás relacionaría a la elegante Raegan con un lugar tan cochambroso y vulgar. Finalmente se levantó de la ruidosa cama para aceptar la silla que el nigromante le ofreció —. La próxima vez, mínimo me llevas al Ritz. Prefiero conducir hasta Richmond que reunirme en cualquiera de las inhabitables cloacas de este pueblucho — pasó un pañuelo por la silla antes de sentarse sobre esta. Si no salía de ese lugar con pulgas, sería un milagro.

Aun así, trato de concentrarse en el motivo de su reunión para no salir corriendo de allí y llamar la atención.

— ¿Un cornudo? — alzó una ceja, despertando el interés antes ese chisme en referencia a la manada aliada de los Levesque —. Supongo que te refieres a Aksel Lanvik — así que, un cornudo. Negó con la cabeza —. No, él ya no es el alfa de la manada. Ahora lo es su hermano, Loki Lanvik. Es con él con quien Lucien entabló una alianza — le explicó. No había tenido el placer de coincidir con ninguno de los hermanos Lanvik, por lo que no tenía una opinión predefinida de ninguno de los dos.

— Es evidente; No le fue bien en Nueva Orleans — se encogió de hombros, tratando de acomodarse en la silla sin éxito alguno. Menuda porquería —. Jean-Paul hizo mucho daño al aquelarre, creando discordia y dividiéndolos entre los que lo apoyaban a él y a Lucien. Hubieron purgas que acabaron con la vida de muchos brujos y eso dejó al aquelarre demasiado debilitado — le explicó. Raegan había conseguido salir del paso seduciendo a Lucien y jugando un peligroso papel entre ambos líderes. Aunque, finalmente, fingió ser fiel a Lucien para acabar de forma definitiva con Jean-Paul.

Ante la pregunta del nigromante, se hizo un silencio en la habitación. Tras varios segundos, asintió levemente, aunque parece que este también sabía de quién se trataba.

— Ophelia ya no es alguien de quien tengas que preocuparte — respondió, consciente de que aquellas palabras no se trataban de ningún tipo de consuelo para el nigromante —. Lucien la mató por su lealtad hacia Jean-Paul. Lo lamento — y no, no lo sentía porque estuviera muerta, sino porque no lo había hecho a manos de Cedric y este no podría sentir la satisfacción de ver como la vida de esta se apagaba. No podría alcanzar esa venganza y podía entender lo desolador que podría resultar ese sentimiento de impotencia, pues ella también lo vivió el día en que descubrió que Bal Blackthorn estaba muerto.

El brillo húmedo en los ojos de Cedric apenas se notaba a la luz tenue de la habitación del motel, pero ahí estaba. Su expresión se mantuvo inmutable, su rostro esculpido en piedra a medida que procesaba la información que Raegan le proporcionaba. No era la primera vez que escuchaba la confirmación de la muerte de Ophelia, pero cada vez que se mencionaba, se sentía como un nuevo golpe. Como un recordatorio de su fracaso, de su incapacidad para proteger a los que amaba.

"Muerta", la palabra resonaba en su cabeza, cortante y cruel. Pero al menos estaba muerta, eso era algo. No era suficiente, pero era algo.

—Tu pésame es inútil —dijo finalmente, su voz ronca por la tensión no expresada—. Lucien... —mencionó el nombre del asesino de su hermana con un desprecio apenas contenido—Parece que siempre llego tarde. Pero no lo haré la próxima vez.

Se levantó de su silla, paseando por la habitación con una energía casi febril. La frustración que sentía era tangible, una bestia feroz a la que apenas podía contener. Llevó una mano a su frente, masajeándola como si eso pudiera aliviar el dolor persistente que sentía.

—Entonces es Loki Lanvik... —murmuró para sí mismo, almacenando el nombre en su memoria—¿Y qué sabes de él? ¿Es tan despiadado como su hermano? —preguntó, volviendo a mirar a Raegan.

No tenía intenciones de hacerle daño a Loki, al menos no de momento. Pero era bueno conocer a los aliados de sus enemigos. Si había algo que la vida le había enseñado era que, en el juego del poder, cada pequeña pieza de información podía ser valiosa. Y Cedric estaba más que dispuesto a utilizar cada recurso a su disposición para conseguir su venganza.

— No era un pésame — se molestó en aclarar, sin apartar la mirada del contrario —. Yo también sé lo que se siente cuando alguien te arrebata la venganza que deseas — añadió en un tono calmado, sin elevarla demasiado —. Era evidente que sucedería. Tu hermana se equivocó a la hora de elegir a que líder arrimarse — un movimiento poco inteligente por parte de la mayor de los Harris que acabó con su vida —. Qué triste acabar tus días siendo el perrito faldero de Jéan Paul — se tuvo que morder la lengua al ver como Cedric se ponía en pie y comenzaba a dar vueltas por la habitación.

— Me estás poniendo nerviosa — no pudo contenerse en comentar antes de que este se dirigiese a ella en busca de información sobre la manada —. Desplazó a su hermano del trono como alfa de su manada. ¿Tú que crees? — alzó ambas cejas. Como mínimo, sabía que no iba a ganarse el premio a hermano del año —. De hecho, Aksel Lanvik está desaparecido — se encogió de hombros. Los problemas de manadas no eran asunto suyo, lo único que le preocupaba era esa alianza que tenían con los Levesque —. ¿Qué es lo que se te está pasando por la cabeza? — quiso saber, mostrando su completo interés hacia los pensamientos del nigromante.

—Suficiente. Creo que me ha quedado claro ya lo de la condenada Ophelia y como se me escapó de las manos. Maldito sea Lucien—gritó, sin poderse contenerse ante su amiga. El hecho de que Ophelia se le hubiese escapado le había alterado más de lo que creía.

Sin embargo, cuando ella le reveló la situación de Aksel y el trono de la manada, sus pasos se detuvieron y volvió su mirada fría hacia ella—Las manadas y sus complicadas jerarquías... siempre metiéndose en problemas. Me sorprende que Lucien se haya rebajado a tener relaciones con perros —dijo con desdén. Naturalmente, Cedric nunca había tenido problemas con los licántropos, al contrario, pero le sorprendía que alguien tan elitista y esnob como su enemigo hubiese accedido a ese tipo de alianza.

Al oír su pregunta final, Cedric se llevó una mano al mentón, reflexionando—Tengo la leve sospecha de que todos estos eventos están entrelazados. La desaparición de Aksel, la alianza con los Levesque, y la aparición de ciertos seres... —Su voz era baja y cargada de un resentimiento apenas contenido— Lo que realmente me gustaría saber es qué pieza del rompecabezas me estoy perdiendo. Porque estoy seguro de que hay más en juego de lo que parece a simple vista

Volvió a sentarse lentamente, sus ojos nunca dejando los de su interlocutora —Te prometo te diré algo cuando sepa un poco más. No obstante, ¿Cómo estás tú con Lucien?

— A mí no me grites, Cedric — le advirtió en un tono pausado, lleno de calma. Sabía que el nigromante estaba dolido y necesitaba desahogarse, pero que le alzaran la voz no se lo permitió ni a su difunto esposo.

En el momento en el que Cyril se convirtió en una amenaza para ella... En fin, ya se sabe como acabó.

— Porque tienen el mismo objetivo que Lucien; Mantener el equilibrio y deshacerse de de todo sobrenatural con colmillos — rodó los ojos. El Levesque estaba ahora tan centrado en su objetivo que no reparaba en que la verdadera amenaza se encontraba cada noche entre sus sábanas —. ¿Ciertos seres...? ¿A qué te refieres? — preguntó impaciente. Odiaba cuando el nigromante se hacía el misterioso de esa forma.

"¿Cómo estás tú con Lucien?"

No respondió de inmediato, sino que se tomó varios segundos antes de hacerlo. Una sonrisa traviesa apareció en los labios de la mujer.

— Digamos que mi relación con Lucien está en un punto bastante íntimo — remarcó aquella última palabra, dándole cierto énfasis —. Ya sabes a lo que me refiero. Fue demasiado fácil hacer que cayera ante mis encantos — y es que, si de algo pecaba el líder de los Levesque, era de aquella debilidad que sentía hacia el sexo femenino —. Antes de que digas nada; Lo tengo todo bajo control. Incluido a Lucien — admitió, mostrándose bastante segura de sus palabras.

Cedric soltó un pesado suspiro, mirando fijamente a Raegan. Si había alguien con quien prefería no discutir, esa era ella. Su tono inquebrantable y esa mirada decidida siempre le recordaban que, a pesar de su carácter en ocasiones tempestuoso, había personas en el mundo a las que realmente apreciaba.

—Lo siento, Raegan. No debería haberte alzado la voz. Ha sido un día largo y mi paciencia anda algo desgastada— confesó, pasándose una mano por el cabello.

La información sobre los objetivos de esos seres y Lucien lo puso en alerta, y más aún cuando Raegan mencionó su relación "íntima" con Lucien. Alzó una ceja, sorprendido, aunque conocía bien las habilidades de seducción de su compañera.

—Así que jugando con fuego. Interesante y sumamente peligroso y descabellado— comentó con una ligera sonrisa: —Espero que sepas lo que haces. Lucien no es alguien con quien se pueda jugar a la ligera.

Hizo una pausa, mirándola directamente.

—Si necesitas ayuda o las cosas se complican, sabes que estoy aquí para ti, ¿verdad? Debes vigilar tampoco caer en tu propio juego— expresó Cedric, mostrando, por primera vez, cierto escepticismo con Raegan y sus intenciones.

Aceptó las disculpas de Cedric con un leve asentimiento. No soportaba que le alzasen la voz, pero Cedric era lo más parecido a un amigo que la nigromante tenía y ni siquiera a él se lo permitía.

— Llevo años jugando con fuego y no me he quemado. Al menos de esta forma es más divertido — y retorcido —. Además, es bueno amante. Sabe complacer a una mujer — y en especial, a una como Raegan, que era muy exigente en la cama.

— Lo sé, Cedric. Pero no debes preocuparte. Lo tengo todo bajo mi control. Especialmente a Lucien— una de sus comisuras se curvó en una sonrisa que reflejaba su seguridad.

Aun no era consciente, ni tampoco repararía en ello tras abandonar aquella cochambrosa habitación, de que puede que Cedric tuviera algo de razón y estuviera cayendo en su propio juego de seducción.