MICHAEL JACKSON escribió:
As she stalked the room
I could feel the aura
Of her presence
Every head turned
Feeling passion and lust

The girl was persuasive
The girl I could not trust
The girl was bad
The girl was dangerous

Amélie entró en el Rousseau's. La puerta hizo un ruido demasiado fuerte para su gusto, que intentaba entrar de la manera más silenciosa posible, aunque le gustó recibir la atención de varios hombres. Con un vestido amarillo ceñido perfecto a su cuerpo, destacaba cada una de sus curvas del mismo. Curvas que Tristán de Martel conocía muy bien y que esperaba que, en algún momento, quisiera volver a recordar.

Decían que el mayor arma de una mujer era la seducción, la persuasión venía justo en segundo puesto. La de los hombres, la manipulación. Cada uno de los dos era experto en las armas suyas y del contrario porque, desgraciadamente para ella, Tristán no estaba corto ni falto en el juego de la seducción tampoco. Puede que ese hubiera sido el problema desde un principio.

Que Tristán de Martel y ella no eran tan diferentes. En realidad eran lo contrario: demasiado iguales.

—Un bourbon, por favor. ¿Me lo puede llevar a esa mesa de allí? Gracias —sonrió coqueta, batió sus pestañas y se movió directa a la mesa donde se encontraba la presa que esa noche había ido no a cazar, pero sí a acechar—. Tristán de Martel. Me temo que tenemos una conversación pendiente que mantener, ¿no te parece?

Pese a ser estrictamente exquisito con sus lugares de esparcimiento, aquel bar frecuentado en su mayoría por el vulgo de la ciudad, era una apuesta ganadora en cuanto a zonas que quien pretende dejarse ver como líder en esta ciudad, debería tomar en cuenta.

Tristán lo hizo esta noche y no pudo ser menos oportuno.

Esa voz era demasiado reconocible.—Te hiciste de rogar.—Menciona con serenidad sin volver la cara hacia la mujer, dejando su vaso de Cahteau d’Yquem a un lado.—Tantos meses en la ciudad y temía jamás volver a tener el placer de tu compañía.—Lo exasperante en Tristán de Martel es que normalmente nunca sabes cuando está siendo sarcástico.—Mírate, la resurrección te sentó espléndidamente.—Aunque después de todo el mal que aquella mujer le hizo a su querida hermana, su tono en aquel abordaje queda muy claro.

No le hace ni una pizca de gracia su presencia en aquella ciudad. La quiere a kilómetros de @Aurora de Martel.

Levanta sus orbes hacia ella y sonríe de medio lado, forzadamente.—La última vez que te vi, tu perfecto y bien formado cráneo estaba separado grotescamente de tu cuello —resalta con elegancia y envidiable serenidad—, ¿te apetece ponerme al tanto de lo que ha sucedido en tu extemporánea existencia? —Susurra como todo un caballero lo haría frente a una dama como aquella.

—Lo bueno se hace esperar, tú mejor que nadie deberías saberlo —siempre tan pulcro, tan paciente. Siempre yendo un paso por delante de los demás. Siempre tan... falso, crítico y sin personalidad. Una copia de @Elijah Mikaelson, sin más—. ¿El placer? La última vez que nos vimos no recuerdo que te diera tanto placer verme. Viva no, al menos —porque lo que más disfrutó fue su muerte.

Su ejecución por parte de cierta mujer con la que, más tarde o más temprano, también pensaba enfrentarse.

Tal vez haberse dejado caer por allí era una imprudencia. Sin embargo, Amélie podía tomarse aquella licencia. De un modo u otro acabaría convenciendo a Elijah de usar ese pequeño desliz a su favor—. Querido, yo siempre he lucido espléndida. Aunque debo admitir que haber vuelto a la vida ha sido más que refrescante, deberías probarlo —Amélie acababa de amenazarle como si nada mientras llevaba su copa de bourbon a sus labios, mojándolos con la misma finura de una reina—. Digamos que uno se acostumbra a vivir en El Otro Lado y haces... amigos.

Amigos poderosos, amigos a los que les interesaría tener a Amélie de su lado. Amigos con los que contactar una vez estuvieran todos reunidos en el plano de los vivos y de los que, obviamente, Tristán no iba a saber nada.

—He estado ocupada viajando, ya sabes. Coleccionando objetos, siempre me gustó —una costumbre que adquirió hace mucho tiempo. Ha ido a varios lugares, claro: Roma, Babilonia, Cancún, Alejandría,...—. Pero dime una cosa Tristán de Martel —Amélie recobró un tono mucho más encantador además de alegre, al mismo tiempo que se acercaba a la mesa y se pegaba a la misma, inclinándose hacia él con la intención de susurrar tal y como el vampiro había hecho momentos atrás—. ¿Cómo está tu querida @Aurora de Martel? ¿Sigue igual de loca que siempre? ¿Cómo crees que se pondrá cuando sepa que tu ex amante, con la que tan bien lo pasabas, está también por Nueva Orleans?

Ah, cómo disfrutaba atormentando a los de Martel.

Desde luego que lo sabe. Debe ser que por esa razón se ha permitido ser feliz con Aurora justo ahora y no antaño. Felices como pareja, porque en relación a lo fraternal, han tenido sus altibajos —Amélie, quizá uno de los más importantes, por desgracia— pero han sido más los momentos de felicidad.

—Oh querida mía, es lo que sucede cuando traicionas a tu rey.—porque sí, Tristán todavía se cree su único regente. Amélie no le engaña. Ambos saben que aún después de su muerte sigue obsesionada con él. De otro modo, ¿por qué ha vuelto? ¿Por qué lo ha hecho desde octubre del año pasado de manera tan misteriosa? Confía en que siga tan resentida y celosa como antes.—Intentaste arrancarme la única persona realmente importante en mi vida. Naturalmente, jamás volvería a verte con ese placer que te dediqué antaño.—Explica como si hablara del clima, manteniendo la sonrisa e impecable educación.

—Si he de descender al Seol por segunda vez, será por un motivo de peso. El destino me libre de que sea por un traidor, o por medio de una ex amante obsesiva.—Probar la muerte no le aterra. No conseguir volver es el verdadero problema. De hecho, pensaba que jamás tendría que ver aquella cara frente a él, pero alguien le ha resucitado. Y sólo se le ocurre un nombre:

Elijah Mikaelson, antiguo y verdadero jefe de Amélie.

Ante la mención abierta del nombre de su querida hermana, Tristán alza aún más las comisuras de sus labios. Ni te creas que se dejará amedrentar.

Aunque la cercanía de la vampiresa le fastidia un poco. Le recuerda viejos tiempos donde ambos disfrutaban sin límite de cualquier tipo de placer.

—Oh, ella lo sabe. Pero entiende que no significas algo en lo absoluto. Que jamás significaste.—Un par de piernas esculturales, un rostro perfilado, cabello tan rojo como el de su propia hermana —y también actual prometida— sólo ha significado claramente la necesidad de Tristán de buscar un reemplazo a lo que no podía tener en su momento. Y en el fondo, sabe que Amélie siempre lo supo. Sin embargo, la vampiresa pareció decidir repentinamente que ya no quería seguir siendo el reemplazo, así que intentó tomar cartas en el asunto en cuanto a Aurora. Por fortuna, Ariadna siempre la tuvo vigilada, y evitó el desenlace de ese preocupante episodio.

Pero el pasado siempre acecha como un fantasma, y hoy ha vuelto a Tristán en medio de su tranquila meditación en un bar.

Alza la mirada hacia la imponente mujer.—¿A qué has vuelto? —Pregunta, ladeando la cabeza, manteniendo la calma.—Nunca tuviste poder sobre mí, Amélie. Y no empezará a pasar ahora.—Él sí lo tuvo sobre ella. En su momento consiguió realmente la lealtad de la mujer, apartándola de Elijah.

—Oh Tristán, pero qué cosas me dices. ¿Y todo eso sin una cita de por medio? Eres un bribón —Amélie puso los ojos en blanco—. ¿Todavía te crees con derecho sobre mí? Hace tiempo que dejé de formar parte de la organización, no sé si te acuerdas. Sé que me echas de menos, tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo —y no lo decía de una manera carnal y salvaje. Tristán sería un cretino, además de inepto, si no reconociera que Amélie tenía habilidades y dotes.

Mismas que él se encargó de enseñarle y perfeccionar, por supuesto.

—Lástima para ti que yo haya vuelto a la vida, ¿verdad? —sus labios rozaron su propia copa en cuanto la tuvo entre sus manos, dándole un gran sorbo. A veces para aguantar al pomposo de Tristán uno tenía que beber alcohol—. No te equivoques, por muy traidor o ex que pueda uno ser, un enemigo es un enemigo. Te recomiendo que no los subestimes. No me digas que te has vuelto un imprudente, Tristán de Martel —por supuesto que no.

Más bien era todo lo contrario. Seguía siendo el mismo controlador tóxico y manipulador de siempre, pero tenía la audacia de llamarla a ella obsesiva. Por favor... Lo aprendió de él también. Más o menos.

—Por supuesto que jamás signifiqué lo mismo que Aurora significa y significará para ti —y aunque le dolía reconocerlo, ahora era capaz de no morirse de celos después de hacerlo. Bueno, tal vez no tan así; todavía deseaba acabar con ella. Sin embargo, más movida por la venganza en sí que por haberse quedado con Tristán—. Pero los dos sabemos que sí signifiqué algo. Aunque fuera una ínfima parte, lo hice. De alguna manera tuve importancia en tu vida, Tristán. Me da igual que no lo admitas, no lo necesito.

¿Su aceptación? Jamás.

—Eres tú el que cree que sigue teniendo poder de algún tipo sobre mí —se encogió de hombros. Sin embargo, lo hacía. Solo no quería admitirlo en voz alta—. Qué pasa, ¿no puedo venir a Nueva Orleans? No sabía que esta fuera tu ciudad. ¿La has conquistado ya con los estirados de tus amigos?

Si de Martel creía que Amélie iba a revelarle sus planes, individuales, personales y grupales, lo llevaba muy, muy claro. No lo haría.