—No tengo claro que el blanco sea mi color —de hecho, todos los años le cuesta encontrar un atuendo adecuado para acudir al White Linen Night—, pero la ciudad se ve muy diferente durante esta fiesta. Parece justo que todos lo hagamos, ¿no crees?—Para este año en particular, se ha decantado por una camisa del color protagonista, y pantalones de lino a juego. Sencillo, pero efectivo.

Y sí: aunque se haya decantado por una opción sencilla y segura, ha pasado unos cuantos minutos demás en acicalarse para la ocasión. ¿O de verdad crees que no le preocupaba generar en Cami una buena impresión?

Sea como fuere, no las tenía todas consigo para convencerle de acompañarle a la fiesta, especialmente por el evento que les espera más tarde: boxeo. Un par de sus chicos —@Rhett T. Shaw y @Nigel V. Warwick— participarán en los combates, y Marcel no podía perder la oportunidad de acercarse a animarlos. Claro que, ¿qué mejor que hacerlo bien acompañado?

Y Camille O'Connell, la camarera valiente, ya ha demostrado estar más que dispuesta a apuntarse a un bombardeo.

—Debo advertirte, sin embargo —le dice, mientras ambos descienden por Julia Street con su respectiva cerveza de la mano—, que no estamos solos. Los Strix han venido a vigilarme.—Y, porque uno de ellos se ha mostrado ante él minutos antes de su encuentro con Cami, no duda que ambos estén siendo cuidadosamente oteados en aquel mismo instante.

Aunque, ahora que lo menciona... ¿sabe Cami quiénes son los Strix?

—Debo admitir que el blanco no es mi color favorito, pero lamentablemente hay que cumplir con las obligaciones exigidas para la ocasión.—Menciona con aparente desagrado. Camille gira el cuello hacia Marcel por un breve momento para contemplar su reacción a esa revelación. Luego, se ríe divertida.—Era una broma.—Ensancha su sonrisa jovial.—Te ves muy bien, combina con tu sonrisa, y hasta creo que te ves más alegre de lo normal.—¿Eso es posible? Camille no ha visto otra sonrisa más alegre y contagiante que la habitual de Marcel Gerard.

Por su parte, Camille ha optado por un vestido de línea A, blanco fresco y ligero que refleja el ambiente veraniego. Comodidad y elegancia en un perfecto dúo.—Parece justo, sí. Solo espero no derramar mi bebida en mí, o tendrás que buscarme un vestido nuevo en algún lado.—La aventura ideal para romper el hielo en una primera cita, ¿no? Debe ser una experiencia cuanto menos, graciosa.—¿Y los pendientes? ¿Qué me dices? —Camille mueve la cabeza para lucirlos.—Tono dorado, un toque de sofisticación sin robarle protagonismo al vestido.—Bien, Marcel ya puede ir tomando dato de sus gustos.

—Así que comparto mi primera cita en mucho tiempo con las réplicas de Elijah Mikaelson —da un asentimiento de cabeza—, acabamos de perder unos cuantos puntos, Marcel.—Bromea, riendo mientras niega con la cabeza. La rubia hace una breve pausa y aclara un poco más seria:—No recuerdo haber visto un strix antes, pero físicamente se ven así como agentes del FBI, ¿no? —¿Acaso su cita llegaría a oídos de Tristán de Martel?—Bien, ¿a dónde vamos? ¿Vas a contarme o quieres que use mis tácticas para hacerte confesar? Soy muy buena.—Está contenta, y por primera vez en mucho tiempo siente que está viviendo una porción de lo que significa la normalidad.

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—Por un momento, casi consigues que me dé un vuelco al corazón. —Bromea, llevándose teatralmente una mano al pecho.—Tu maldad no tiene límites, Camille O'Connell.—Pero, al contrario: aquella luz que irradia, propia y naturalmente, le devuelve un poco más de calidez al corazón.

Lo cierto es que hace tiempo que el vampiro no congenia con una mujer como lo ha hecho con Cami. La vampiresa ha conseguido atrapar poderosamente su atención, y hasta el momento, Marcel se ha esforzado por causar la mejor impresión. Realmente quiere sorprenderla. —Esperemos que no se derrame la bebida, entonces. Estás espectacular.—Aunque, siendo honesto, no tiene claro que exista prenda que no sepa lucir bien.

Quien tiene buena percha...

Pero no es todo oro lo que reluce, al igual que aquel par de pendientes. —Veo que Elijah te ha hablado de ellos.—Supone que ha sido Elijah quien le ha puesto al día, pues para Marcel no le es desconocida su cercanía a la familia Mikaelson.—Créeme. No hay nadie con quien me apetezca menos compartir la velada.—Y aunque no ha perdido la sonrisa, su expresión se ha endurecido.—Me temo que Tristán está bastante interesado en mí.—Y sí, lo teme, porque aunque tienen un trato, Marcel aún no tiene claro hasta qué punto pueden fiarse de él.—Pero cuento con que no interfieran más de lo necesario. Si ves a dos o tres algo más trajeados —añade, sobre su apariencia—, mantén los ojos abiertos.—No deben bajar la guardia.

Aunque aquello no significa que no puedan disfrutar del tiempo juntos, ¿no es cierto?

Porque, a pesar de la tensión o de la guardia siempre alta, tan propia de Marcel Gerard, Camille no puede evitar convertir la situación en una agradable, deseable para él. —Conque tácticas de confesión, ¿eh?—Inquiere, divertido.—Venga, sorpréndeme.—Le encantará ver a la rubia tratando de descifrar qué harán esta noche...

Aunque, no nos engañemos: se lo acabará confesando él mismo. ¿Cómo podría resistirse a aquella sonrisa?

Su propósito se ha cumplido, de modo que sonríe con fingida malicia, satisfecha. Al decir verdad, le encanta poner a Marcel en esas encrucijadas, se divierte mucho con sus reacciones.

Eso le permite observar otras facetas del vampiro.

—Y todavía no has visto lo suficiente.—Promete, usando la táctica de hacerse la misteriosa e interesante. Como si no supiera que —por lo observado— no es necesario con Gerard. ¿Y como está tan segura? Lo ha matado con su buen gusto y frescura al vestir, sumando la seguridad que irradia como mujer. Camille siempre ha estado consciente de sus propias habilidades, al menos en ese ámbito.

Y desde luego que las usará todas con Marcel.
Punto para Camille.

—En realidad si revisas mi línea, es algo más típico de Klaus que de Elijah.—Fue él quien les otorgó semejante apelativo frente a Cami, un comentario muy pasajero. La rubia jamás tuvo intención de conocerlo, su curiosidad era nula hasta que Marcel los trajo a colación y su cabeza ha unido las piezas.—Debes sentirte ahogado, lo comprendo.—Camille intenta ponerse en el lugar del vampiro, y realmente no le cuesta nada: a cualquiera le incomodaría que vigilen todos sus movimientos.

—Así que un vampiro milenario compite conmigo por tu tiempo y atención, vaya.—Camille no dejará de sacarle una sonrisa y hacer lo posible para que se relaje.—Bien, tengo la confianza suficiente para saber que estoy ganando.—Ríe sutilmente antes de mirar fijamente al vampiro con un poco más de seriedad.—Vas a resolverlo, lo sé. Escúchame bien. Cundo un tiburón grande te quiere a como dé lugar, siempre puedes convertirlo en un pequeño pez al cual pescar.—Con una carnada bastante simple, pero efectiva.

Pero Camille naturalmente, escucharía el consejo de Marcel y estaría muy alerta. Si aquellos vampiros eran tan astutos como su padre creador, la tienen bastante complicada.

—De acuerdo… Entonces quieres que lo adivine…—¿Si ha entendido bien? Un reto con Marcel. Ah, pero ni creas que Camille se lo pondrá fácil.—Yo pensaba en que simplemente me lo dijeras sin rodeos… Ya sabes, sería una pena que en la noche me toque dar un paseo yo sola en ese carruaje del Jackson Square tirado por caballos…—Se encoge de hombros con fingida inocencia. Camille se aferra más al brazo del vampiro. Está segura que va a ganar.

Marcel confesando en 3…2…1.

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—Klaus, claro...—La mención del híbrido original tenía que darse en algún momento durante sus conversaciones, tarde o temprano. Para Marcel, no es ningún secreto que Cami y Klaus han tenido —y aún tienen—, su particular relación de amistad. El vampiro trató de mantener la camaradería con su mentor, pero aquello tuvo un precio muy alto para él, y para muchos de los que le seguían fielmente.

Y eso, sin mencionar que Marcel aún no olvida que ya Klaus le abandonó a su suerte una vez, en el pasado; cuando Mikael arrasaba la ciudad de Nueva Orleans, y aquellos que se hicieron pasar por su familia hubieron de elegir entre arriesgarse a salvarlo, o huir.

Algunas heridas, simple y llanamente, nunca cicatrizan del todo. —En cualquier caso —prosigue, retomando el hilo de la conversación, y sin la menor intención de arruinar aquella cita—, no es nada con lo que no pueda lidiar. Pero si aún te atreves a compartir el resto de la noche conmigo... pensé que era importante que lo supieras.—Que, por lo que pueda pasar, al menos esté advertida de cuál es la situación.

No quiere sorpresas, y lo que es más importante: no quiere secretos. —Una mujer con carácter y segura de sí misma. Me gusta.—Le sonríe, pues no ha de caberle duda que, efectivamente: ella será su indiscutible protagonista durante la velada.—Interesante comparación.—Añade, arqueando una ceja.—Tal vez tengas razón.—Coincide.—Aunque, por nuestro bien, mejor ahorrarnos las suposiciones delante de Tristán de Martel. Imagínate el golpe a su ego.—Bromea, consciente de que, en realidad, Cami tiene razón: por el momento, Marcel tiene la sartén por el mango.

O la tendrá si, efectivamente, Tristán cumple con su palabra... y consigue para él aquella misteriosa arma.

—¿Así que esa es tu táctica infalible de confesión? El chantaje emocional.—Y deja escapar una carcajada, divertido.—Está bien, no te seguiré torturando. Hace muchos años que viene celebrándose el White Linen Night, pero es la primera vez que se aprovecha la ocasión para orquestar un evento nuevo.—Le explica finalmente.—Va a haber un torneo al final de la calle. Boxeo.—Le sonríe.—Algunos de mis chicos van a participar: @Nigel V. Warwick y @Rhett T. Shaw.—Quizá ya se los haya mencionado alguna vez, desde que Cami aceptó la oferta de unirse a él.—Y estuve pensando: ¿qué mejor forma de conquistar a una chica que llevarla conmigo a toda una exhibición de competitividad y violencia?—Aunque, evidentemente, está bromeando, Marcel pensó que podía ser una oportunidad de que viera en acción a algunos de sus nuevos compañeros.

Y, de paso, de llevarla a disfrutar de un espectáculo... digamos, diferente.

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—Si aún me atrevo…—Repite, ladeando su cabeza y sonriendo con ternura.—Te lo agradezco Marcel, muy considerado de tu parte ponerme al tanto y no dejarme caminar a ciegas en nuestra primera cita.—En verdad lo valora mucho, y puede que sume algunos puntos al vampiro. Después de todo, Camille detesta cuando le ocultan cosas y le tratan como si no pudiera lidiar con esta clase de situaciones.

Cuando ha demostrado que aunque no posea la fuerza ni experiencia de vampiros milenarios, se ha vuelto alguien muy capaz de hacerle frente en la medida de lo posible.

«Una mujer con carácter y segura de sí misma. Me gusta.»

Camille le ofrece una sonrisa complacida y pasa un mechón de su cabello por detrás de su oreja. —Vaya que eres bueno en esto. ¿Debería creerte? —Le mira con ojos ligeramente entrecerrados, deseando leer su mirada. Vamos, ¿a quién quiere engañar? En la mirada de Marcel se nota su transparencia, aunque lo cree perfectamente capaz de un buen truco de conquista.—Oh claro, no queremos que nos quiten los guardaespaldas. O, podría llamarlos sujetavelas. ¿Qué sería más acertado?—Aguanta una risita divertida. De acuerdo, de acuerdo, si Marcel cree que le ha tocado fácil, ni de lejos es así.

Se lleva la mano al pecho de manera teatral.—Me subestimas demasiado, Marcel. Tú me caes bien, por eso te toca el chantaje emocional.—Se explica, como si fuese lo más obvio del mundo. Al decir verdad, hay un sinfín de técnicas emocionales… Bien por todos que Cami es una buena persona.—Ooohh, boxeo.— Arquea las cejas y asiente una vez con la cabeza, evidentemente sorprendida.

No, en definitiva no esperaba esta sorpresa.

—Felicidades, ya tienes absolutamente mi primera vez, aunque sea en una cosa. jamás me han llevado a una cita como esta.—Al decir verdad, no le agrada demasiado la idea, más que nada porque la violencia gratuita no combina con su concepto de romance. Sin embargo, no tiene nada que perder, ¿no es cierto? Y probablemente sí algo que ganar.

Sea como fuere, le hace gracia descubrir que el vampiro concuerda con ella sobre el impacto de un espectáculo colmado de violencia en una primera cita. De hecho, Camille no oculta lo divertida que le resulta la situación. Ríe jovial.

—Uy no, ¡pero qué cosas dices Marcel! Si de niña era fanática de la UFC.—Ironiza antes de dejar escapar nuevamente una carcajada.—Está bien, acepto. Me ha pintado demasiado bien a los chicos que quiero verlos en acción.—Y además, no quiere evitarle a Marcel la oportunidad de estar ahí apoyándoles. Desde que pasa más tiempo con Marcel y sus errantes, Camille ha sido testigo del gran cariño y aprecio que hay en esa peculiar familia.—Pero tengo una condición: si algo importante reclama tu atención o si necesitas ayudarlos, no te preocupes por mí —le gustaría que no sucediera ningún contratiempo, pero desgraciadamente en aquella ciudad eso parece ser la regla—, yo buscaré la manera de divertirme sola.—Añade, acentuando su genuina sonrisa, esperando que Marcel pueda hallar sinceridad en ella.

Cuando aceptas salir con un hombre tan solicitado, no puedes esperar otra cosa.

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—No te propuse que te unieras a nosotros para que te mantuvieras al margen.—Le dice entonces, confirmando así su postura.—Sólo hay una forma de mantenerse a salvo en esta ciudad, Cami... y esa es, gozando de toda la información para saber cuándo mantenerse más alerta.—Fueron los secretos y mentiras, precisamente, los que la condenaron a una vida de inmortalidad.

Pero si Marcel puede hacer algo para evitar que la historia se repita una segunda vez, convirtiendo el final de Camille en una muerte definitiva... vaya si lo hará. Empezando por el principio, por supuesto. —Eso dependerá de lo que confíes en mí.—Sugiere, divertido, dejando escapar una carcajada.—Creo que me decanto por la opción de sujetavelas.—No es que lo sean, por supuesto, pero imaginarse a Tristán y sus hombres ante tan ridícula situación, le resulta... risible, cuanto menos.

Actitud, carácter, y un agradable sentido del humor: definitivamente, Cami lo tiene todo. —No te creas que no pienso anotarme esta victoria personal.—¡Y menuda victoria! No todos los días tienes la oportunidad de que una chica como Cami te elogie al punto de confirmar que eres el primero en algo. Será humana y habrá tenido una vida corta, pero no duda que haya tenido la oportunidad de tener muchas citas.—Vaya, así que eres una fanática. Esa no la vi venir.—Admite, como si no fuera evidente que, con cada nuevo dato que descubre de aquella mujer, se siente aún más complacido y afín.

¿Sabes esa extraña sensación de conocer a alguien que, simple y llanamente, está hecho para ti? —Genial. Te prometo que no te arrepentirás...—Sin embargo, aquella cita viene con condiciones, o más bien, una sola condición.—Cami O'Connell... Me parece justo.—Concede finalmente, satisfecho.—Está bien, pues: vayamos para allá. Tendremos que luchar por los mejores asientos.—Pues Marcel no quiere perderse detalle, y podría apostar que Camille tampoco.

Le espera una interesante primera cita.

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