Se acercaba la navidad, y cuando más se acercaba el mes de diciembre más lejos estaba su buen humor y sus ánimos por hacer algo que no fuera pasarse el día metida en la cama. No quería saber nada de esa celebración, y menos aún que alguien le recordara su cumpleaños. Si era posible, ese día planeaba escabullirse donde nadie pudiera encontrarla, lejos del campamento y lejos también de todos los sitios que frecuentaba normalmente.

Y eso le daba un nuevo objetivo a corto plazo: encontrar un buen lugar donde pasar ese 24 de diciembre a solas, solo ella y sus ganas de perderse del mundo. Quedaba un mes todavía, así que tenía tiempo de sobra para buscar un lugar y tenerlo listo para ese día.

Iba por la carretera con el skate, y los cascos del walkman que llevaba enganchado en uno de los bolsillos del pantalón, abstraída por completo del mundo que la rodeaba. También tenía demasiado fresco lo ocurrido el día de Halloween. No entendía todavía qué era lo que les había pasado, ni cómo había sido capaz de atacar de ese modo a aquel chico. Y todavía no le había vuelto a ver desde aquella fiesta...

Se había subido a la acera en el último momento, dispuesta a cruzar un paso de peatones cuyo semáforo marcaba la luz verde para los peatones, cuando un coche apareció a toda velocidad de quién sabe donde y estuvo a punto de atropellarla. O menos que a punto, porque llegó a tirarla del skate. Y encima tenía las pelotas de echarle la culpa a ella mientras se bajaba del vehículo. —¡¿Te piensas que estás en una carrera de coches o en el GTA, gilipollas? El semáforo está en rojo para ti!— Ni había visto a la persona que era, pero con querer quitarse la culpa de encima ya le había tocado las narices.

Las fechas señaladas siempre son y serán estresantes, pero Lexi jamás ha llegado a ver que tanto. Todo pasa demasiado deprisa como para siquiera ser consciente de lo que está sucediendo, pero cuando vuelve en sí misma, decide interponerse entre el señor del vehículo y la muchacha—. ¿Por qué no nos relajamos todos, mejor? Aquí no ha pasado nada —con la compulsión consigue que el hombre se marche sin más, bufando.

Si es que cada vez peor, vaya estúpido.

—Que conste que estoy de tu parte, pero quería echar a ese salvaje —se encoge de hombros, observando a la muchacha—. ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?