¿Qué hacía Jaime allí? Bueno, inmiscuirse, eso desde luego. No sabía quiénes —o qué— eran los Gregorianos, perdón, los Grigori, pero tenía su curiosidad. Además, Jaime era un Morningstar-Hegarty, no podía perderse un evento de etiqueta de tal magnitud.

Ni quería, eso tampoco.

Claro que, con él, también llevaba colgada de su brazo a su bonita y pequeña hermana Lydia—. ¿Crees que ese tío guarda cadáveres entre las paredes del castillo? —murmuró en dirección hacia su hermana, mientras se soltaba de ella un momento para cogerse un canapé con crema de arándanos y algo más que no sabía qué era, pero que estaba bastante rico.

¿Había ido por la comida y la bebida? No. Pero era un plus, desde luego. Diez de diez recomendado, de momento, por la hospitalidad del señor @Auron E. Ackerman.

—¡Jaime, por todos los Ancestros! No digas eso ni en broma.—La menor de los hermanos Morningstar reprende al mediano, utilizando su mano libre para golpearlo en el hombro con cariño.—Menos mal que hemos venido en Navidad y no en Halloween.—Porque puede que Lydia sea un poco miedica, y la idea de cadáveres saliendo de entre las paredes ha conseguido ponerle los pelos de punta.

—Aunque, hablando de cadáveres...—Algunos, como su hermano mayor, directamente se han presentado en aquella fiesta luciendo el cadáver de su decadente relación con Nissa, su esposa. Minutos antes, han podido tener la oportunidad de verlos de lejos, aunque dada la situación entre los dos varones Morningstar, lo mejor que Lydia estimó, debían hacer, fue guardar distancias. La presencia de Nissa, al fin y al cabo, sólo habría echado leña al fuego...

Y es Navidad. Se merecen unas fiestas tranquilas.

—Entonces, ¿dices que Omari y Nyiara también han venido?—¡Sus primos, nada menos! Un miembro del catering pasa a su lado y Lydia se toma la libertad de levantar una de las copas de la bandeja.—Aún no he tenido ocasión de coincidir con Omari. Creo que me encantará conocerlo.—En palabras del propio Jaime, es alguien muy divertido.

—¿Qué? ¡Oye, no puedes culparme! ¿Le has visto? Con ese pelo largo mal peinado, un tanto grasiento que me recuerda a Snape de Harry Potter, y esas facciones de brujo malf... Mejor me callaré —porque si Jaime continúa por ahí no solo va a llevarse una reprimenda de Lydia, es que seguramente vayan a echarlo del castillo por alborotador. Por supuesto el joven Morningstar tiene que dar la nota siempre, ¿no?

Es una de sus cosas favoritas que hacer.

—Uh... La alegría de la huerta son, míralos —y es que no hay nada que le moleste más que Ezra tenga un palo metido por el culo cuando está con Nissa. Por favor, ¿por qué tiene que ser tan recto? Si en realidad ese hombre puede ser tan divertido como los demás. ¡Con él lo ha sido! En opinión de Jaime, la víbora de Nissa le chupa la energía mientras le chupa otra cosa bien distinta, pero en fin, no es necesario entrar en detalles tan escabrosos, ¿verdad?

Con un escalofrío recorriendo el cuerpo de Jaime, vuelve la atención a Lydia—. Sí, no sé dónde estará Omari. Habrá ido detrás de algún chico guapo, en cuyo caso me ofende muchísimo que no me haya buscado uno a mí —resopla—. Aunque estoy con mi preciosa y divina hermana pequeña, quien también es una gran compañía —zalamero como él solo, se ha inclinado hacia su hermana dándole un beso en la mejilla—. ¿Tienes tú a alguien en la mira?

—¡Jaime!—Totalmente escandalizada, los labios de Lydia se abren de par en par, formando una mueca de horror casi exagerada.—¿Quieres que nos echen de aquí? ¡Alguien podría escucharte!—Aunque la apreciación sobre Severus Snape, de la saga Harry Potter, la lleva a pensar en la posibilidad romántica de que ese tal Auron Ackerman no es más que un hombre roto por el amor, encerrado en un gran castillo desde el que espera a su amada.

En fin: ahí tenemos a Lydia y sus fantasías idealistas, mientras Jaime fantasea más bien con los cadáveres que su anfitrión pueda esconder detrás de las paredes. —¿No te da la sensación de que... su matrimonio con Nissa le ha cambiado?—Le pregunta entonces a su hermano, con pesar.—Ezra siempre fue... muy suyo.—De actitud pulcra e impecable, fiel a sus principios y muy metódico en todos sus quehaceres.—Pero a veces siento que no se parece en nada a nuestro hermano.—Y aquella quizá sea la peor parte.

Lydia haría cuanto estuviere en su mano para recuperar a Ezra, pero... si le ponen entre la espada y la pared, ella ya sabe cuál será su respuesta.

Ya no se trata sólo de Nissa. Ahora tienen una hija en común, y Clary es la prioridad de su padre. —No irás a abandonarme por un culito prieto el día de Navidad, ¿verdad? Porque entonces la ofendida seré yo.—Hincha los mofletes con expresión infantil. Sólo está bromeando, aunque es una broma a medias: de verdad que Jaime es su único plan para la fiesta.—Pues... la verdad es que no.—Admite, frunciendo la expresión.—¿Deberíamos buscar acompañantes navideños? Hace mucho que no tengo una cita.—Si es que se le puede llamar cita a un encuentro casual en una fiesta.