crónicas vampíricas
ConéctateTe estamos esperando
¿No tienes cuenta? ¡Registrate!
Abril, 2014
próxima limpieza31/05: personajes y temas
cronicasVampiricas¡Gracias por estos cuatro años!
mystic falls, virginianew orleans, luisiana
apr, 2014temp max 26°C / min 13°C

anuncio 21/04reapertura del foro

anuncio 28/03cuarto aniversario. ¡gracias!


Erzsebét A. Báthoryhereje
https://cronicasvampiricasrp.foroactivo.com/t6086-la-condesa-sangrienta-id
Erzsebét A. Báthory
WE WERE AN UNHOLY DUO
SINCE THE FIRST TIME


trigger warnings: nudity, murder, blood, explicit sex.

Es el momento.

El astro reina alcanza su cenit, argentada y casta, convirtiéndose en la señal que Báthory esperaba. Dejándose embargar por su luz plateada, contempla desde la soledad de sus aposentos, una noche más, su belleza. Hace semanas que Ferenc, su marido, volvió a la guerra; prácticamente ha llegado a acostumbrarse a que su lado de la cama yazca frío, como el corazón de la esposa que, impávida e imperturbable, le sigue esperando en casa.

No me mal entiendas: Erzsebét no ha dejado de amarlo. Tal vez, jamás lo haría. El Caballero de Hungría no sólo se convirtió en leal y devoto marido: es también su maestro. Ferenc Nadásdy abrió para ella un mundo de posibilidades macabras, dando rienda suelta a su imaginación y liberando a la bestia que, cada vez con más frecuencia, comenzó a desquitarse con el servicio, deleitándose con la sangre, los gritos…

Los ruegos de clemencia.
Pero mentiría de no admitir, que con cada nueva salida —cada vez más prolongadas en el tiempo—, le ha echado un poco menos en falta.

Ella, en cambio, jamás se marchó de su lado.

—Condesa —Erzsebét reconoce por el rabillo del ojo el intenso color pelirrojo de la melena de Marena, avistándose en la semioscuridad—, está todo listo.—La morena corresponde con un asentimiento, volviéndose para contemplarla.
—Adelante, pues.

No fue la primera vez que llevaban a cabo uno de aquellos siniestros rituales. Marishka y Jelena, las dos jóvenes brujas a su servicio —viajeras, acostumbraban a nombrarse—, invitaron a Báthory a participar de toda clase de ritos y ceremonias que aseguraron, le ayudarían a conservar su belleza. La batalla contra el tiempo era una afrenta que Erzsebét no podría ganar para siempre, pero ante la que mantendría el mentón alto por cuanto le fuera posible. En aquella ocasión sería diferente, sin embargo. Otras veces, tanto las brujas como incluso algunos adeptos a su servicio —Ficzko o la joven Katalin, entre ellos, y por supuesto, Tatjana—, se unían a participar de aquellos rituales, que en casi todas las ocasiones incluían una matanza indiscriminada de vidas inocentes, y muchos cuerpos que ocultar.

Pero mañana será Navidad… y quizá por ese motivo —o porque Marena era aún más consciente que ella de lo que pasaría esta noche—, su vieja amiga se hizo con las instrucciones para ser ella misma quien las guiase a ambas durante la ceremonia.

Una ceremonia de juventud que sólo las pertenecería a ellas.

Darvolya acompaña de la mano a la Condesa —ya apodada Sangrienta, luego de que los rumores sobre sus infames asesinatos comenzasen a extenderse cual leyenda negra—, escaleras abajo, alcanzando la parte más profunda del fortín de Čachtice: las termas, para ser más exactos. Los pequeños huecos enrejados permiten que el agua del río bañe aquellas termas, utilizadas tradicionalmente por el servicio. Hace meses, sin embargo, que Erzsebét expulsó de aquella ala a sus sirvientes, prohibiendo el paso y aprovechando el espacio para utilizarlo en beneficio de sus propios fines.

El espectáculo macabro habría resultado demencial para cualquiera, pero no para ella. Una fila de cuerpos colgados sobre las paredes, aún drenan su sangre sobre las termas: todas mujeres jóvenes, pero esta vez, la mayoría son nobles. Fue Majorova, precisamente, quien tuvo la idea de recabar la juventud y belleza tan sólo de aquellas cuyo rango, Erzsebét tolerase conservar. La pérdida de sangre ha propiciado que la mayoría haya perdido el conocimiento… o estén a punto de hacerlo. La vida las abandona, gota a gota… para que Erzsebét pueda apropiarse de ella.

Y lo haría.

Con suma delicadeza, Marena desliza sendas manos sobre el cuerpo de la Condesa, ayudándola a desprenderse de cada prenda. Conoce el proceso: cada centímetro de su piel debe estar en contacto con la sangre de los sacrificios. No pasa por alto que la pelirroja se toma su tiempo para llevar a cabo la tarea, contemplando el cuerpo desnudo de su compañera sin pudor; Báthory hace lo propio, devolviéndole la mirada apenas Darvolya repite sus movimientos, exhibiendo su desnudez. La tradición reza que aquella noche, Dios Todopoderoso llegó a la tierra, encarnándose y naciendo en el cuerpo de una criatura indefensa. La luna se halla en su punto álgido y esta noche, Erzsebét Báthory volverá a nacer.

Toda magia tiene un precio, y el suyo lo pagaron una docena de vidas humanas. Es la hora de la siega: de tomar el resultado prometido y ansiado. Erzsebét no tiene miedo.

No lo hará sola.

De nuevo, tomándola de la mano, Marena guía a Báthory hasta las termas; desciende los escalones de espalda, uno a uno, sin perder de vista a su compañera, avanzando en su descenso. La sangre —aún tibia— baña sus tobillos, rodillas, muslos; alcanza su cintura… Y llegadas al fondo de la terna, asciende sus pechos para tocar el nivel de su clavícula. La pelirroja sigue con la mirada a Erzsebét, y ella le sostiene aquella mirada, oteándola intensamente. El instante se siente tan íntimo, que Báthory ni siquiera se muestra inquieta por los cuerpos colgando por encima de sus cabezas.

Tenía razón: aquel ritual sólo las pertenecería a ellas… pero hasta el momento, Erzsebét no fue consciente de las consecuencias. De las verdaderas consecuencias. Porque no habría testigos de lo que pudiera pasar esta noche.

Nadie tendría… que saberlo.

Marena se acerca un poco más, descansando ambas manos sobre sus hombros. —Despacio…—El momento del bautismo quizá fuera la parte más importante del ritual: a partir de entonces, toda su nívea piel se encontraría en contacto con la sangre de las doce jóvenes, y la magia empezaría a fluir, incontrolable, salvaje… como ambas.—Juntas.—Le recuerda, y Erzsebét toma una respiración profunda… antes de sumergirse en la terna, llena de sangre. Puede sentir el calor incendiándole la piel, pero no proviene del líquido carmesí.

¿Magia?
¿Deseo, tal vez?

Tienen que permanecer sumergidas el tiempo posible; al unísono, como dos almas conectadas, Marena y Erzsebét regresan a la superficie, hinchando sus pulmones con una amplia bocanada de aire. La sangre, a juego con la intensidad del color de sus cabellos, desciende por la melena de Marena; las gotas carmesís recorren su frente, mejillas, cuello…

Ignora cuánto tiempo permaneció allí, inmóvil, contemplándola.

Su vieja amiga no destruye el momento con palabras: al contrario, y al igual que ella, guarda silencio, sin dejar de contemplarla. —¿Cómo… cómo estoy?—Creyendo abandonar su ensoñación —pero hundiéndose aún más en ella, si cabe—, es Erzsebét quien vuelve a hablar, como queriendo indagar si el ritual ha funcionado. Nadie jamás la había observado con semejante nivel de devoción…

Nadie. Ni siquiera, su marido. —Perfecta.—Una sola palabra, pronunciada con firmeza.—Eres una auténtica diosa en la tierra, Erzsebét Bàthory… y pronto, todo el mundo podrá saberlo.—¿Todo el mundo? Como si los demás importaran… Súbditos, plebeyos, sirvientes, nobles… reyes. Todos ellos parecieron desvanecerse en el eterno vacío, dejándolas a ellas solas, ante la inmensidad de un universo que las pertenece. Presa de su fascinación por aquella mujer, Báthory alza una mano, deslizando su pulgar por el labio inferior de Marena, aún bañado en sangre. Huele a metal, a sal… a orquídeas silvestres.

—Pruébala.—En aquel momento, no habría sabido decir si se trataba de una sugerencia, una orden… o un ruego. Jamás cruzaron la línea. La química y la afinidad entre ambas mujeres nunca fue suficiente para que Erzsebét rompiera sus votos, para que traicionase a su marido, a…

En aquel breve instante, Erzsebét se percata de que ni tan siquiera recuerda su nombre. Ferenc Nadásdy se ha desvanecido junto a todos los demás…

Y así, conteniendo el aliento, sintiéndose más vulnerable y frágil de lo que osó demostrar jamás, los labios de la morena toman los de la pelirroja, despacio. Su boca se embarga del sabor metálico e intenso de la sangre fresca, pero también, del propio sabor de Marena: dulce, avainillado, deseable. La lengua de Erzsebét empieza a recorrer cada recoveco en la boca de su compañera, cada vez más rauda y feroz, más deprisa… Como si temiera que el efecto opiáceo de aquel ritual estuviera a punto de desvanecerse y ellas, de despertar.

Pero no es la magia la que ha intervenido esta vez. Y pronto, ambas lo sabrían.

Ignora en qué momento es Marena quien toma la iniciativa, reteniendo su cuerpo contra los escalones de la terma, permitiendo que Báthory tome asiento… y facilitándose a sí misma el mejor acceso. Le falta el aliento. No necesita instrucciones, porque ya participó más de una vez de ceremonias de magia negra que incluían como complemento estrella el éxtasis sexual. La diferencia es que, naturalmente… jamás participó de aquellas ceremonias con Marena.

Pero es Nochebuena: la noche más mágica del año… y esta noche, cambiaría todo.

Porque como si las falanges de Marena estuvieran hechas para ella, se adentran en aquel paraíso desconocido, convirtiendo su respiración contenida en gemidos cada vez más incontrolables. Erzsebét arquea la espalda; su cuello se echa hacia atrás y se estira hasta su máximo exponente… dejándose llevar. —Deja… que se llenen de ti, Condesa.—La voz de Marena también suena frenética, entrecortada.—Víctimas y diosa inmortal… seréis solo una.—Y así, leal y obediente, Báthory se deja llevar a su máxime entrega, hundiendo los dedos en la cabellera sangrienta y húmeda de Marena.

—No podré… aguantar mucho más.
Salvaje y perfecta, como un tentador súcubo recién ascendido del mismo Averno, Marena desliza su lengua desde su mejilla hasta su oído. susurrando allí—: Entonces, no lo hagas.—Y muerde suavemente el lóbulo de su oreja, mientras Erzsebét la estrecha con fuerza contra su cuerpo…

Alcanzando la cúspide del placer.
Su primera vez.

Años, siglos más tarde, la Historia recordaría a Anna Marena Darvolya como su mejor y más íntima amiga: la única persona con la que Erzsebét pudo llegar a ser ella misma, y con la que compartió no sólo sus más grandes atrocidades, sino también, sus secretos más oscuros. Lo que nadie en la Historia podría haber imaginado… es que el más grande, lo vivieron aquella noche. El principio de un pecado que las acompañaría durante el resto de la eternidad…

Y del que jamás desearían desprenderse.

24 de diciembre, siglo XVI • autoconclusivo


I am not a woman
I'm a god

A Moonstone y a Ragnar E. Nørgård les gusta esta publicaciòn

No puedes responder a temas en este foro.