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E. Jane Palaxvampiro
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E. Jane Palax
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Happy New Year, oh
Just remember all the good,
good times we've had together, my dear.



31 DE DICIEMBRE, 1984.

Como cada año, la vibrante y festiva ciudad de New Orleans se preparaba para celebrar la llegada del Año Nuevo. Música en vivo, espectáculos pirotécnicos, comida deliciosa en cada esquina de Jackson Square…

Todo apuntaba a que sería otra despedida de año tan común como las de años anteriores, pero no para Elspeth Coullson y Héctor Palax. Por primera vez, desde que se hicieron novios, ambos jóvenes enamorados estaban pasando juntos la víspera de Nochevieja.

Luciendo su atuendo ochentero, Elspeth caminaba por las calles con su mano entrelazada con la de Héctor. Ambos venían de disfrutar una cena hermosa, única e increíble. Pero la noche no había acabado para ninguno, sino que según Elspeth, apenas comenzaba. La humana estaba conduciendo al joven brujo hacia una calle residencial en el Barrio Francés.

Elspeth usaba un vestido con una silueta ajustada, con hombreras pronunciadas y tela brillante. Su maquillaje incluía una sombra de ojos y un pintalabios de color intenso.

—De acuerdo, debo confesar que necesito con urgencia que las hombreras pasen de moda.—Lo soltó como si en verdad no podía más sostenerlo en su pecho, aunque la verdad era que solo estaba iniciando una conversación superflua para evadir el verdadero tema que quería abordar: lo que ese chico, el tal Uther Morningstar había dicho cuando supo que Héctor Palax no salía con una bruja.

Sí, Elspeth se había enterado. Y no preguntes cómo.

Sin embargo, no mencionó nada del tema, no aunque le mataba la curiosidad.—Esa es.—Elspeth se detuvo repentinamente, señalando una casa enorme con una hermosa decoración navideña. ¿Tan rápido habían llegado a la zona residencial? Ni siquiera sabía por qué se impresionaba tanto, siempre perdía la noción del tiempo cuando estaba junto a Héctor Palax.

—Quiero decorar nuestra casa exactamente así.—Elspeth sonrió ampliamente.—Es una decoración escocesa, única en todo el barrio.—Se apresuró a explicar, recorriendo con los ojos los lazos de tartán y la corona hecha de rama de acebo con bayas rojas, tan solo una ínfima parte de toda la decoración.

Esa era la primera vez que Elspeth Coullson en casi un año de relación, dejaba caer su deseo de compartir un hogar, un espacio de ese estilo con Héctor.

¿Y ahora qué? ¿A él le gustaría la idea?

Sin dejar de apretar su mano, Elspeth lo miró de reojo.



31 DE DICIEMBRE, 2013.

Esa misma noche que Héctor fue expulsado del aquelarre, Uther Morningstar le liberó de su cautiverio. En lugar de marcharse hacia la nave industrial de Marcel, la vampiresa no se lo pensó dos veces para marchar al lado del ex Anciano, directo a la residencia Palax. A la mañana siguiente, Jane volvió con Marcel sí, pero muy brevemente. Le explicó con más detalle lo que le había adelantado la noche anterior por llamada telefónica. Luego, recogió sus cosas y se despidió del que fue su hogar por más de veinte años.

Estaba segura que Marcel lo entendía: después de lo sucedido la noche anterior, Jane no debía ni podía dilatarlo más, tenía que estar con su esposo.

Habían transcurrido casi dos meses después de eso. Jane se esmeró para que sus festividades decembrinas eclipsaran lo sucedido, en verdad se dedicaba, pero todo era demasiado reciente. Y Jane pensaba que por más que le hubiese dado a Héctor una Nochebuena y un cumpleaños a la altura, jamás podría llenar ese vacío que debía estar sintiendo el brujo con la pérdida de su magia.

No obstante, Jane seguiría haciendo su esfuerzo.—No hagas trampas, Héctor Palax. Cierra los ojos.—Le advirtió la vampiresa, aunque ella misma le había fijado una venda en los ojos. La morena lo condujo con cuidado hacia afuera de la casa.

Cuando se detuvieron repentinamente, Jane le dio la vuelta.

—Recuerda que me diste autonomía sobre esta casa…—Segunda advertencia.—Ya puedes quitartela y abrir los ojos.—Le permitió finalmente. Su mirada se deslizó hacia la fachada de la casa mientras su mano sujetaba una fotografía de ambos…

Frente a esa casa del 84’, cuya decoración escocesa Jane había recreado en el hogar que compartían desde hace casi dos meses.

En verdad deseaba que esta Nochevieja fuese inolvidable.

RESIDENCIA PALAX • 31/12 • con @Héctor A. Palax


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Héctor A. Palaxbrujo
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Héctor A. Palax
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31 DE DICIEMBRE, 1984.

Desde el principio supo que no sería fácil, pero el joven Héctor Palax no tenía miedo; no hay nada que temer cuando sabes que estás en el lugar correcto. Y Elspeth Coullson es, a todas luces, su lugar correcto.

Por eso, no permitió que nada empañara su primera velada de Nochevieja. Nada, ni tan siquiera las acusaciones ruines que Uther Morningstar había vertido sobre él días antes: exponiéndolo a pública voz por haber iniciado una relación con una humana, como si aquel hubiera de ser un motivo para que agachara la cabeza y se avergonzara.

¿Elspeth no es una bruja? No, no lo es. ¿Y aquello la hace menos válida para ser su elegida? Según Héctor, en absoluto. Porque ella es mucho más que una humana. Es carcajadas genuinas ante sus ocurrencias. Es olor a café negro con miel en las mañanas que quedaron para desayunar. Es el apoyo indiscutible que, Héctor sabe, nunca le va a faltar. Y él... ah, él es mucho más que un brujo. Ahora, también es una persona amada.

Pero conoce lo suficiente al recién casado Uther Morningstar como para saber que discutir con él al respecto sería menos útil que hacerlo contra una pared. Y porque Héctor valora su tiempo, no lo malgastaría de aquella manera. No lo haría, pudiendo disfrutarlo con quien de verdad desea. —¿Qué hay de malo con esas hombreras?—Inquiere con una sonrisa ladina.—Me gusta cómo te quedan.—Elspeth le gustaría con una bolsa de basura por vestido, y otra de cartón en la cabeza. A sus ojos, no hay nada que no pueda sentarle bien.—¿Hmm?—La feliz pareja se detiene en su paseo, y más concretamente, delante de una de las casas del área residencial.

No es una casa cualquiera. El acebo y los cuadros verdes y rojos confirman sus sospechas: decoración que recuerda a la de un hogar típico de Escocia, la tierra natal de Elspeth. —Un poco recargado, ¿no crees?—No es lo que de verdad piensa, y lo deja caer mientras se echa a reír: en realidad, los detalles han sido elegidos con un gusto elegante.—Echas mucho de menos tu hogar, ¿no es cierto? Inverness.—Desde que se conocieran ha podido perder la cuenta de las veces que ella le ha hablado de su tierra natal.—Así que... quieres que nos mudemos a vivir juntos.—Y lo añade así, sin más: como si se tratara de un comentario casual.

Pero no lo es en absoluto.

Dicen que algunas parejas se toman su tiempo, y otras avanzan demasiado rápido. Héctor no está de acuerdo: cada enamorado sabe la fase a la que debe llegar, y sobre todo, cuándo hacerlo.

Y él supo, desde el día en el que la conoció, que con Elspeth iría hasta el fin del mundo... en cualquier momento.



31 DE DICIEMBRE, 2013.

No han sido semanas fáciles.

Se ha esforzado por mantenerse de una pieza, porque Nueva Orleans sigue atravesando tiempos complicados, y lo sucedido consigo mismo podría ser considerado el menor de sus problemas. Pero Jane le conoce demasiado bien. No se lo pensó ni un momento en trasladarse para vivir a su lado, y aunque en otras circunstancias Héctor habría tratado de resistirse —no es el único que la necesita—, no encontró las fuerzas para hacerlo esta vez.

Después de una vida entera y plena consagrada al servicio de los aquelarres, Héctor Palax ha sido expulsado y desterrado.

Y ahora, no sabe ni tan siquiera quién es.

—Ah, vamos, Jane...—Deja escapar una carcajada breve, más rasgada y rota de lo habitual. Resulta irónico que aún encuentre las fuerzas para sonreír: ella consigue encontrarlas de donde ya ni siquiera existen.—Está bien, está bien: no los abro.—El año pasado y en aquel mismo día, ambos se casaron, de modo que habría mentido de afirmar que no se esperaba ninguna sorpresa ante su primer aniversario.

Pero una vez más, Jane logró superar cualquier expectativa.

Siguiendo sus instrucciones, el brujo se retira aquella venda de los ojos para encontrarse en un viaje al pasado. La fotografía que Jane sostiene no habría sido necesaria, porque irónicamente, recuerda con claridad cada detalle en la decoración de aquella casa que Elspeth le enseñase durante su primera Nochevieja.

Una casa cuya decoración recordaba a Escocia.
Una fantasía del que sería su primer hogar...

Y ahora... es una realidad. —¿Cómo has...?—Un gran mago nunca revela sus mejores trucos, pero le cuesta creer que haya conseguido realizar toda aquella recreación ella sola.—¿En qué momento...?—Otro gran enigma: no ha estado tan ausente de lo que sucedía en su propia casa, ¿cierto? ¿O tal vez sí?—No me lo puedo creer...—Y no tiene palabras. Héctor junta sus palmas y descansa los dedos índice sobre sus labios, conteniendo la respiración.

—Es exactamente como la recordaba.—No: es aún mejor.

RESIDENCIA PALAX • 31/12 • con @E. Jane Palax


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31 DE DICIEMBRE, 1984.


«¿Qué hay de malo con esas hombreras? Me gusta cómo te quedan.»

¿En verdad le estaba haciendo esa pregunta? —Por todos tus Ancestros, Héctor.—Pone los ojos en blanco.—A ti te gusta todo lo que yo me ponga. Básicamente, tu opinión no cuenta: cero objetiva.—Y entonces, sonrió como solo lo hacía una mujer enamorada.

En realidad, Elspeth descargaba parte de su frustración por el tema Uther con las hombreras, pero en verdad no se veía taaaan jugador de fútbol americano. De hecho, esa noche brillaba y no precisamente por las lentejuelas en su vestido.

Elspeth brillaba con luz propia, una luz que se intensificó con la compañía de aquel chico a su lado, el amor de su vida.

«Un poco recargado, ¿no crees?»

—¡OYE! Pero qué atrevido.—La morena abrió la boca ligeramente antes de contagiarse con la risa de su novio.—Pues es una pena que pienses que tu novia tiene un gusto sobrecargado.—Fingió hacerse la ofendida, por supuesto. Se le notaba en la cara. Y sí, por si todavía te lo preguntas, Elspeth le dio un par de consejos a la Señora Mackenzie, esposa del escocés de la casa, y que así pudiera sorprender gratamente a su marido.

Con la mirada anclada en el acebo, Elspeth asintió lentamente con la cabeza.—Creo que lo extraño más por ser los orígenes de algo que nunca pude disfrutar del todo.—Una tierra de herencia totalmente perdida, desaprovechada para ella y también su hermana.—Pero siempre se puede arreglarlo, trayendo un pedazo conmigo. De mi antiguo hogar a… mi propio hogar.—Y con eso, introdujo la respuesta a las siguientes palabras de su flamante brujo.

Elspeth se giró hacia Héctor, deslizó sus manos hacia la cintura ajena y alzó la cabeza para encontrar su mirada.

—¿Y si te diría que desde la primera vez que te vi, me imaginé viviendo contigo en una casa de este estilo, con… hijos —muchos de ellos—, me creerías? —Probablemente no. O al menos no al principio. Elspeth había escuchado de Héctor que jamás pensó ser correspondido por ella, sin embargo, la morena fue suya desde la primera vez que ambos cruzaron palabras.

No hubo manera de no imaginarse un futuro junto a él.

—Pero… se ha saltado un paso, Señor Palax.—Su novio era muy inteligente, así que Elspeth no veía necesidad de aclarar cuál, ¿verdad?—Soy una mujer decente. Y si voy a dormir a su lado todas las noches, pues… —Le recordó, aunque más por bromear que por otra cosa, porque… no era como si a estas alturas todavía no hubiera pasado algo ahí, si me entiendes, ¿no?—Pero no soy cruel. Todavía te queda mucho tiempo por delante, tengo que graduarme.—En su academia como pianista profesional.

Elspeth parecía ya tener muy bien definido aquel sueño, ¿verdad?



31 DE DICIEMBRE, 2013.

«Ah, vamos, Jane…»

—Shhhh, obedezca a su esposa y no los abra.—Fingió un tono firme y autoritario que se disolvió con una risita baja. En cuanto el brujo accedió, Jane hizo un ruidito de satisfacción.—Así me gusta.—Y es que a Héctor no le quedaba de otra, nunca le había gustado ser sorprendido, pero escogió unirse en matrimonio a una mujer que se desvivía por darle muchas pero muchas sorpresas.

Tarde o temprano el brujo tenía que acostumbrarse, porque Jane siempre estaría dispuesta a darle lo que merecía.

Y además, tan solo por ver esa expresión en su marido, lo haría mil veces.—Parece que alguien se ha olvidado de cómo hablar.—Canturreó, burlándose de él con una de sus risitas. Jane se daba por satisfecha, en serio.

—Me gustaría tomar todo el crédito, pero la Señora Mackenzie me echó una mano.—Sí, nunca dejó de relacionarse con ella. Al contrario, la visitó más a menudo cuando su esposo fue asesinado por una pareja de brujos dementes de apellido Ellsworth. Sí, los humanos también estaban sufriendo con Uther al poder, al menos aquellos que no vivían ajenos a la vida sobrenatural de aquella ciudad.

Mientras disfrutaba de la estupefacción del brujo, Jane deslizó su mano hacia la ajena.—Aproveché el tiempo que pasas con Virgil.—Se explicó con facilidad, encogiéndose de hombros.—Eso es, Señor Palax. Esperaba con que la recordaras muy bien.—Después de todo, fue su primera Nochevieja juntos.

Y sobre todo, la primera vez que ambos miraron juntos hacia la posibilidad de un futuro juntos, amándose cada día como esposo y esposa, pensando en añadir hijos, aunque sin ahondar demasiado en el tema por una simple razón… Jane quería que de momento, solo se tratase de ellos dos.

Sonriendo, la morena se giró hacia su marido. Lo abrazó por la cintura y alzó la mirada hacia él.—Conseguimos llegar al siguiente paso, mi amor —le dijo entonces, refiriéndose a su matrimonio, hoy cumplían un año de casados—, lo logramos.—Lágrimas de felicidad surcaron rápidamente su rostro, aunque no tardaron en volverse más amargas.

Desbordando seguridad, Jane alzó la mano y sus dedos se adueñaron del mentón ajeno.

—Sé que estos meses han sido duros, pero quiero reconducir nuestras vidas a lo que soñamos juntos, Héctor. Y quería comenzar con esto.—Durante muchos años se había convencido de que su tiempo con Héctor pasó, que esto no era posible, pero siempre estuvo equivocada.

Así que solo se había vuelto hacia atrás y recordado que ella solía ser Elspeth. Y que los sueños de ella, seguían siendo los suyos, listos para ser vividos aún en medio de las adversidades actuales.

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Héctor A. Palax
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31 DE DICIEMBRE, 1984.

No hace falta ser demasiado perspicaz para asumir que, efectivamente, Héctor Palax se halla tan fascinado con aquella mujer, que resulta imposible para él contemplarla de otro modo que no sea alumbrada por la máxima perfección. Con hombreras, o sin ellas, Elspeth siempre se vería ideal a sus ojos.

Aunque... debe admitir que como la prefiere es, precisamente, sin nada de ropa.

Pero no es momento para distracciones, o al menos no mientras la mujer de su vida le presenta lo que sería su casa soñada. —Mi novia tiene un gusto excéntrico y sobrecargado.—Confirma con orgullo.—¿O no ves al hombre que se ha fijado?—Elegante, pero también larguirucho y excéntrico, Héctor Palax sabe que no es varón para todos los gustos. Pero sorprendentemente, sí lo fue para el de Elspeth. ¿No es maravilloso el destino a veces?

Deja escapar un suspiro, dejando de prestar algo de atención al verdadero espectáculo para fijarse en los estampados de cuadros y en las luces de colores. Se concede un breve instante para fantasear en aquel momento: ambos dándose la mano y entrando a aquella casa, como si les perteneciera. Mentiría de no admitir que no es tanto la decoración, sino la presencia de Elspeth, lo que convertiría aquel lugar —y cualquier lugar—, en su verdadero hogar.

Las manos de la morena se deslizan por su cintura mientras Héctor la toma del rostro con infinito cariño. Un mechón de su cabello, quizá más rebelde que los demás, se deja caer por su frente, y él se toma la libertad de retirárselo para colocárselo tras la oreja. —La pregunta es... ¿Me darías opción?—Se permite bromear, contemplándola embelesado y con aquel brillo en la mirada que sólo puede denotar un hombre profundamente enamorado. ¿Sinceramente? Le cuesta creer algo así, y no por ella, en absoluto. Por sí mismo. Porque ni en sus mejores sueños se habría atrevido a fantasear con la posibilidad de que una mujer como Elspeth se fijase en él... ni mucho menos, desde el primer momento.

Sin embargo, ¿cuándo ha podido negarle nada?

—Oh, ¡vaya!—Se echa a reír.—De modo que quieres que vivamos juntos, pero con condiciones.—Una sola condición, en realidad. El rostro del joven Héctor se tiñe de convicción, mientras una idea toma forma en su mente.—¿Y si te lo pidiera ahora?—Le pregunta entonces, de forma sorpresiva.—Así. Sin anillo. Sin planes. Delante de la casa de tus sueños.—Lo que podría haberse planteado como un escenario hipotético, cobra realidad y vida delante de ellos.—Con todo el tiempo para preparar una boda de aquí hasta que te gradúes... Si te pidiera que te casaras conmigo, Elspeth, ¿cuál sería tu respuesta?—La sabe. Por supuesto que la sabe.

Pero quiere oírselo decir... antes de dar el paso.

No le juzgues: el Héctor al que tú conoces ya es mucho más seguro que aquel joven de apenas veintidós años.



31 DE DICIEMBRE, 2013.

«Parece que alguien se ha olvidado de cómo hablar.»

No lo puede evitar: Héctor rompe a reír en una carcajada de felicidad. Puede que el destino les deparase una vida difícil, rozando lo trágico, pero la vida que finalmente han compartido y que compartirán, será mucho más que perfecta. Y lo será, porque Jane forma parte de ella. Enamorado como el primer día, Héctor sigue dejándose sorprender por las ocurrencias de una esposa que siempre sabe cómo dejarle con la boca abierta.

¿Cómo iba a no recordarla? Las luces, los estampados de cuadros... Una decoración típicamente escocesa que se convirtió, sin pretenderlo, en el escenario de su compromiso. —Después de todo este tiempo...—Del dolor, y de los años perdidos y separados, sin el otro, Elspeth —ahora Jane— y Héctor consiguieron retomar su plan justo donde lo dejaron. Una boda, un hogar de ensueño...

Ah, sí: en aquel plan, todavía queda un tercer paso.

Pero es algo que, desde el momento en el que Jane se convirtió en vampiresa, quedó por completo descartado. —Lo logramos.—Coincide con ella, tomándola del rostro y deslizando sus pulgares por las mejillas húmedas de su esposa.—Sí, lo sé...—Suspira, ciertamente pesaroso.—Sé que... no he sido precisamente, el mejor marido del mundo en estas últimas semanas. Pero te prometo que te lo compensaré.—Volcado en su desconexión con los Ancestros, se ha visto en la necesidad de encontrar apoyo en la persona que mejor podía entenderlo, alguien que viviera —de algún modo— aquel mismo proceso: Virgil. Y así, entretanto, Jane elaboró su sorpresa.

Un plan perfecto.

—Además —prosigue, animado, volviendo a alzar la mirada, mas sin separarse de su esposa—, esto es... simplemente perfecto, Jane. Justo lo que necesitábamos.—Y en especial, justo lo que él necesitaba y necesita. La esperanza de que las cosas pueden empezar a ir mejor.

De que sus vidas aún pueden ir a mejor.

SHIP: #JÉCTOR
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