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Se encontraron 6 resultados para JÉCTOR

Héctor A. PalaxMar Mar 05, 2024 11:34 am
And in 365 days we'll meet again here

31 DE DICIEMBRE, 1984.

No hace falta ser demasiado perspicaz para asumir que, efectivamente, Héctor Palax se halla tan fascinado con aquella mujer, que resulta imposible para él contemplarla de otro modo que no sea alumbrada por la máxima perfección. Con hombreras, o sin ellas, Elspeth siempre se vería ideal a sus ojos.

Aunque... debe admitir que como la prefiere es, precisamente, sin nada de ropa.

Pero no es momento para distracciones, o al menos no mientras la mujer de su vida le presenta lo que sería su casa soñada. —Mi novia tiene un gusto excéntrico y sobrecargado.—Confirma con orgullo.—¿O no ves al hombre que se ha fijado?—Elegante, pero también larguirucho y excéntrico, Héctor Palax sabe que no es varón para todos los gustos. Pero sorprendentemente, sí lo fue para el de Elspeth. ¿No es maravilloso el destino a veces?

Deja escapar un suspiro, dejando de prestar algo de atención al verdadero espectáculo para fijarse en los estampados de cuadros y en las luces de colores. Se concede un breve instante para fantasear en aquel momento: ambos dándose la mano y entrando a aquella casa, como si les perteneciera. Mentiría de no admitir que no es tanto la decoración, sino la presencia de Elspeth, lo que convertiría aquel lugar —y cualquier lugar—, en su verdadero hogar.

Las manos de la morena se deslizan por su cintura mientras Héctor la toma del rostro con infinito cariño. Un mechón de su cabello, quizá más rebelde que los demás, se deja caer por su frente, y él se toma la libertad de retirárselo para colocárselo tras la oreja. —La pregunta es... ¿Me darías opción?—Se permite bromear, contemplándola embelesado y con aquel brillo en la mirada que sólo puede denotar un hombre profundamente enamorado. ¿Sinceramente? Le cuesta creer algo así, y no por ella, en absoluto. Por sí mismo. Porque ni en sus mejores sueños se habría atrevido a fantasear con la posibilidad de que una mujer como Elspeth se fijase en él... ni mucho menos, desde el primer momento.

Sin embargo, ¿cuándo ha podido negarle nada?

—Oh, ¡vaya!—Se echa a reír.—De modo que quieres que vivamos juntos, pero con condiciones.—Una sola condición, en realidad. El rostro del joven Héctor se tiñe de convicción, mientras una idea toma forma en su mente.—¿Y si te lo pidiera ahora?—Le pregunta entonces, de forma sorpresiva.—Así. Sin anillo. Sin planes. Delante de la casa de tus sueños.—Lo que podría haberse planteado como un escenario hipotético, cobra realidad y vida delante de ellos.—Con todo el tiempo para preparar una boda de aquí hasta que te gradúes... Si te pidiera que te casaras conmigo, Elspeth, ¿cuál sería tu respuesta?—La sabe. Por supuesto que la sabe.

Pero quiere oírselo decir... antes de dar el paso.

No le juzgues: el Héctor al que tú conoces ya es mucho más seguro que aquel joven de apenas veintidós años.



31 DE DICIEMBRE, 2013.

«Parece que alguien se ha olvidado de cómo hablar.»

No lo puede evitar: Héctor rompe a reír en una carcajada de felicidad. Puede que el destino les deparase una vida difícil, rozando lo trágico, pero la vida que finalmente han compartido y que compartirán, será mucho más que perfecta. Y lo será, porque Jane forma parte de ella. Enamorado como el primer día, Héctor sigue dejándose sorprender por las ocurrencias de una esposa que siempre sabe cómo dejarle con la boca abierta.

¿Cómo iba a no recordarla? Las luces, los estampados de cuadros... Una decoración típicamente escocesa que se convirtió, sin pretenderlo, en el escenario de su compromiso. —Después de todo este tiempo...—Del dolor, y de los años perdidos y separados, sin el otro, Elspeth —ahora Jane— y Héctor consiguieron retomar su plan justo donde lo dejaron. Una boda, un hogar de ensueño...

Ah, sí: en aquel plan, todavía queda un tercer paso.

Pero es algo que, desde el momento en el que Jane se convirtió en vampiresa, quedó por completo descartado. —Lo logramos.—Coincide con ella, tomándola del rostro y deslizando sus pulgares por las mejillas húmedas de su esposa.—Sí, lo sé...—Suspira, ciertamente pesaroso.—Sé que... no he sido precisamente, el mejor marido del mundo en estas últimas semanas. Pero te prometo que te lo compensaré.—Volcado en su desconexión con los Ancestros, se ha visto en la necesidad de encontrar apoyo en la persona que mejor podía entenderlo, alguien que viviera —de algún modo— aquel mismo proceso: Virgil. Y así, entretanto, Jane elaboró su sorpresa.

Un plan perfecto.

—Además —prosigue, animado, volviendo a alzar la mirada, mas sin separarse de su esposa—, esto es... simplemente perfecto, Jane. Justo lo que necesitábamos.—Y en especial, justo lo que él necesitaba y necesita. La esperanza de que las cosas pueden empezar a ir mejor.

De que sus vidas aún pueden ir a mejor.

SHIP: #JÉCTOR
RESIDENCIA PALAX • 31/12 • con @E. Jane Palax
Héctor A. PalaxJue Jun 15, 2023 10:19 am
I'll give you
all the stars
«Nunca te lo dije, ¿verdad?»
«Ese es uno de tus más grandes atractivos.»

¡Que me parta un rayo si lo ha dicho en serio! Ya era difícil que nadie viera genuino atractivo en el demacrado Héctor Palax, pero que precisamente lo hiciera la mujer más maravillosa del planeta es una suerte que el brujo jamás habría soñado poseer. Ahora, bendecido por la suerte —quizá por última vez—, goza del inmenso honor de hacerse llamar su marido.

Dicen que la vida es una mierda maravillosa, y durante aquellos días, Héctor no habría podido estar más de acuerdo. —Está bien, está bien.—Sonríe, haciendo una concesión.—No tengo el dato. Igual tienes razón.—Después de todo, aún recuerda bien cómo lo conquistó. Fue bastante rápida.

Claro que, ¿quién no habría caído rápida y perdidamente enamorado de Elspeth Coullson?

Así es cómo viene sintiéndose toda aquella Luna de Miel: enamorado, nervioso, como un adolescente lleno de expectativas, y sabedor de estar a punto de disfrutar muchas primeras veces. Jamás creyó que el paraíso en la tierra estuviera a tantos grados bajo cero, aunque puede que el paraíso sea simplemente ella. —Así es.—Asiente.—Casi único.—De modo que, mientras la mirada de Jane se pierde sobre la fantasía boreal, Héctor disfruta del espectáculo más importante; la más pura de las bellezas, hallándose justo entre sus brazos.

Su esposa.

La inesperada revelación de Palax, como no podía ser de otra manera, la pilla desprevenida; tal y como pensaba. ¿Quién iba a imaginarse a estas alturas, que Héctor podría estar dispuesto a renunciar a todo, y a hacerlo desde ahora? Claro: la perspectiva del pelirrojo es muy diferente, y él te habría preguntado en su lugar que quién no lo habría hecho. Sea como fuere, todavía ambos ignoran que a cientos de kilómetros de allí, su hogar se desmorona; cualquier plan que deseen hacer ahora, terminará siendo simplemente eso: un plan.

Pero, hasta entonces, podrán seguir fantaseando con el futuro prometedor que, de otro modo, ambos se habrían merecido.

—No he hablado más en serio en mi vida.—Le asegura con rotundidad, perdiéndose brevemente en la intensidad de su mirada. La expresión de su esposa se llena de dudas, y no es para menos: que Héctor esté dispuesto a hacer aquella locura, tendrá un alto precio para él. La sonrisa tierna de Palax, sin embargo, despeja cualquier miedo.—Y no será necesario.—Jane no podría pedirle algo así, ni lo ha hecho. Es Héctor, y sólo Héctor, quien ha tomado su decisión.—Ya he vivido toda una vida para mis ancestros, Jane. He pasado muchos años sirviendo al aquelarre; por y para los míos. Pero es la hora de empezar a vivir de verdad.—Y bien sabe que no habrá magia que esté a la altura de una vida de tranquilidad junto a la mujer que ama.

—Volveremos a casa... para despedirnos.—Si bien no quedan muchos en el aquelarre del Barrio Francés que aún guarden simpatía por Héctor Palax, no duda que Jane quiera tener unas últimas palabras con Marcel. Teniendo el resto de sus vidas por delante, podrán tomarse la libertad de hacer las cosas bien.—Y después, te dejaré elegir nuestro próximo destino.—Después de todo, la fría Finlandia la ha elegido él, ¿no es cierto?

Acariciando con delicadeza su rostro, Héctor se deja atrapar por la calidez de los labios de la señora Palax. Ignora si aquel gesto era necesario; puede que simplemente necesitase él mismo besarla, sin más. Recuperar su estado natural. —Te amo.—Le recuerda.—Te amo con locura. Lo sabes, ¿verdad?—De allí, a la eternidad.

SHIP: #JÉCTOR

26/04 • 20 pm • @E. Jane Palax
Héctor A. PalaxVie Mayo 12, 2023 12:39 pm
I'll give you
all the stars
Aunque no es la primera aurora boreal que tienen el privilegio de contemplar, Héctor sabe que, siendo la última de aquella experiencia, sí será la más especial. El festival de luces y colores que se extiende ante ellos como uno de los milagros más impactantes de la naturaleza, aún consigue robarle la respiración.

No tanto como su esposa, sobra decir. Aunque quizá se le acerca. —Oh, así que sólo llevamos unas semanas de casados, y ya quieres que te aburra con los datos.—Bromea, aunque en realidad sí sabe algunas cosas. Lo cierto es que en todos estos años de soledad, y cuando su cuerpo se volvía incapaz de soportar una nueva ronda de alcohol y otros opiáceos, aprendió a evadirse asimismo en el conocimiento. Su viejo amigo, Virgil, a menudo le prestaba libros de toda clase de temáticas, con la esperanza de que alguna de ellas le llamase lo suficiente la atención como para no volver a encontrar necesario vaciar otra botella de bourbon durante una nueva recaída.

Las recaídas siempre volvieron, por desgracia. Aunque, entretanto, tuvo la oportunidad de aprender algunas cosas.

De modo que, rodeando a la señora Palax con sus brazos y desde la espalda, acerca los labios al oído de ella para empezar a contarle todo lo que sabe. —Las auroras boreales… o también llamadas, auroras polares, son el resultado de las partículas de viento solar chocando contra la magnetosfera de la Tierra.—Le explica.—Durante dos días, viajan desde el Sol hasta la Tierra a velocidades que ni siquiera tú misma podrías alcanzar.—Bromea, riendo ligeramente.—Su color varía en función del tamaño de la onda energética que producen durante el impacto. Las más comunes adquieren colores verdes o amarillos. Las más grandes, y también menos comunes… lucen de color rojizo o violeta. —Y, ¿a que no lo adivinas?

La temporada 2012-2013 de auroras boreales en Finlandia ha registrado el mayor número de luminiscencias con grado de impacto superior a los 630 nanómetros, de la última década. Razón por la que la feliz pareja ha tenido la enorme fortuna de vislumbrar más auroras violáceas de lo que habrían podido esperar.

Un dato del que presumir y alardear si entiendes de física.

Claro que no podía ser de otra manera. ¿Qué no iba a ser genuinamente especial en aquel viaje? —¿Sabes? De camino desde la recepción, he estado pensando en ello.—Confiesa repentinamente, con la mirada clavada en el firmamento.—Quién me iba a decir a mí que esté frío me mantendría las neuronas más en su sitio.—Añade de forma jocosa, antes de proseguir.—Tal vez… tengamos que abandonar el hotel, pero no tenemos por qué volver a Nueva Orleans.—Le dice entonces, volviendo la mirada y buscando la de Elspeth.—Hemos perdido demasiados años, Jane. Esa maldita ciudad nos ha consumido a los dos.—Puede que fuera el lugar en el que ambos se conocieran y encontraran, pero también fue el lugar en el que se perdieron el uno al otro… varias veces.—Teniendo un mundo lleno de posibilidades… Volver se me antoja innecesario.—Y es que para muchos, Nueva Orleans es un bastión que defender, un hogar. Para muchos… pero no para Héctor.

Su hogar estará allí donde esté Jane.

Y es cierto: durante años, se ha debido a los aquelarres y a su gente. Héctor les ha dedicado su propia identidad; les ha dado todo. Una vida de dedicación, sacrificio y entrega, quizá haya sido suficiente.

Quién sabe: quizá no sea mal momento para jubilarse.

SHIP: #JÉCTOR

26/04 • 20 pm • @E. Jane Palax
Héctor A. PalaxDom Abr 16, 2023 10:21 pm
I'll give you
all the stars


Zac Efron escribió:What if we rewrite the stars?
Say you were made to be mine...
Nothing could keep us apart.
You'd be the one I was meant to find...


SODANKYLÄ, FINLANDIA.

Abril es el último mes de la temporada para ver auroras boreales, aunque dicen que también es el mejor momento del año para hacerlo. Los días en la fría Finlandia empiezan a ser, aunque tímidamente, cada vez más largos, y el festival de luces y colores es aún más vívido e intenso, si cabe.

Héctor le prometió que se vengaría de Jane por lograr casarlos a traición, sin que él pudiera prepararse unos votos en condiciones, de modo que las últimas semanas se ha estado empleando a fondo, preparándolo absolutamente todo para que hasta el más mínimo de los detalles en su merecida luna de miel, fuera sencillamente perfecto. Se siente orgulloso de haber protegido bien el secreto del destino, al menos, hasta que visitaran el aeropuerto: les esperaban por delante dos semanas de ensueño en un complejo polar, desde el que podrían disfrutar de las grandes vistas del firmamento en esta época.

Ese es su regalo de bodas: todas las estrellas.

A lo que ninguno de los dos se ha terminado de acostumbrar es las bajísimas temperaturas del norte del país, aunque aquello tampoco ha sido un problema: no han necesitado demasiadas excusas para entrar en calor.

Por desgracia, todo lo bueno acaba: aquella será su última noche en Finlandia, de modo que disfrutarán de las auroras boreales como se merecen. Jane ya le está esperando fuera del pequeño iglú que ha sido su hogar en los últimos días; Héctor, por su parte, trae de la mano un café negro con miel, bien caliente, que le tiende antes de rodear su cintura con sendos brazos. —Te diré que lo he intentado.—Le dice entonces, repentinamente.—Sí. Intenté sobornar a recepción para quedarnos una semana más.—Se echa a reír, aunque no le importaría haberse quedado a vivir allí una semana más.

De hecho, sus vacaciones debieron terminar hace cuatro días, fecha en la que expiraba su reserva en el complejo. Pero, convenciéndose a sí mismos de que se lo merecían, Héctor dejó en manos de su esposa las labores de persuasión, de manera que desde recepción se les concediera una ampliación de cuatro días más.

Su esposa. Aún no se acostumbra.

Con todo, Héctor y Jane no son tan egoístas como para no ser conscientes del grave overbooking que sufren aquellos hoteles en esta época del año, de modo que, a regañadientes, terminaron asumiendo que aquel pequeño oasis de felicidad debía terminar. Mañana por la mañana, marcharían al aeropuerto y tomarían un vuelo trasatlántico de más de doce horas, de vuelta a casa.

Por completo, por supuesto, ignorantes del grave error que han cometido extendiendo aquel paréntesis un poco más.

SHIP: #JÉCTOR
26/04 • 20 pm • @Jane Coullson
E. Jane PalaxMar Feb 21, 2023 4:46 pm
One year more, Mabon

Como símbolo de su gustosa derrota, Jane esboza una sonrisa de medio lado ante el alarde de Héctor, concediendo silenciosamente aquella victoria. ¿Y cómo no lo haría? Le encanta saber que Héctor hoy día tiene muy presente y con toda certeza, lo que él siempre significó para ella. Incluso, su corazón ha empezado a latir con más fuerza, asumiendo el hecho de que sus severos intentos por alejar al brujo no han servido para disuadirlo de un amor y entrega que ella misma se empecinó tanto por demostrar en el pasado, con hechos y palabras.

—Me alegra que ahora lo sepas. Porque temía que esas gafas oscuras te dificultaran leer mi alma.—Ríe ligeramente. Sí, está aprovechando para bromear sobre sus gafas. Que le encantan, sí. Pero naturalmente y como siempre le ha dicho, le encantan más sus ojos.—Lo sé, lo sé. No las necesitas para eso. Te basta con tu propia alma para hacerlo.—Se replicó ella misma, asumiendo que eso le diría el brujo.

Esas verdades románticas que solo se manifiestan en total intimidad, cuando ambas partes están dispuestas a abrir completamente sus corazones y a dejar que sus almas se comuniquen.

—Toda mi vida he vivido engañada. ¡Y todavía te ríes! —Le golpea ligeramente el hombro mientras se contagia con aquella alegre risa.—Me habría dado cuenta mucho antes —comienza, intentado salvar su pobre perspicacia—, pero preferí asumir que con tu defecto olvidadizo —se encoge de hombros, todavía manteniendo aquella sonrisa juguetona.—Jamás iba a imaginar que me estabas clavando un puñal por la espalda.—Dramatiza, fingiendo total desaprobación.—Y aún cuando te mirada así no cambiabas de opinión —niega con la cabeza—, te encantaba verme molesta, lo sé.—Hace una pausa, y suspira tal y solo lo hace una mujer tan enamorada como antes.—Porque solo tú tenías el poder de contentarme.—Susurra con ternura.

«[…] que cualquier hombre sobre la Tierra habría podido creerse que no hay bebida más deliciosa que el café negro con miel.»

—Es lo más lindo que me han dicho sobre mi café negro con miel.—Suspira. Lo adora, en serio, adora a ese hombre.—Pero, evidentemente tú te lo creías, porque me negabas mi café negro con miel.—Añade a modo de broma seguido de la correspondiente sonrisa, porque no puede faltar, no señor. Aunque Jane ya ha asumido que Héctor lo hacía porque le encantaba verla enfadada, no pierde oportunidad para molestarlo.

«Ojalá algún día consigas mirarte como yo lo hago.»

¿Podría? Con sinceridad, Jane no lo cree posible. De hecho, no cree que alguien más sea capaz. Y al decir verdad, lo quiere así. Sin embargo, no le molesta si Héctor tiene una opinión diferente. Porque Jane entendería perfectamente el por qué de esa opinión.

Una razón impulsada por el amor que le profesa el brujo.

—Siempre me amaste más de lo que yo misma me amé.—La verdad sea dicha.—Y no porque no me amase tal y como uno debería —con sinceridad: lleva un tiempo sin hacerlo. Jane renueva el agarre de la mano ajena con infinita ternura—, es solo que… tú siempre me amaste demasiado, y además siempre supiste cómo hacerlo…Incluso, con la sola mirada.—Por esa razón, si debe conformarse con haber tenido en su existencia eterna, una única persona que le mire de esa manera, lo aceptará sin más. Porque quiere que sea solo él. Únicamente, Héctor.

—No puedo estar hablando más en serio —admite con una sonrisa, ignorando deliberadamente el tono ajeno. Porque en esos casos, se haría su santa voluntad y de nadie más.—Con gemelos —como ella y su hermana fallecida.—Ay por favor, no seas exagerado. Cinco es un buen número. Dos niñas y dos niños, y otro más para ser el voto decisivo cuando hiciese falta.—No creas que no se ha dado cuenta: Jane sabe que a cada detalle sumado, el recuerdo de lo que pudieron haber alcanzado juntos, suena demasiado doloroso. Pero hoy, esa noche, está con él. Y tomada de su mano, siente que puede soportar todo.

Y solo por eso, ha continuado aventurándose a soñar despierta.

—¿Ahora quien es el que tortura? —Le mira con ojos entrecerrados. ¿Sólo un par de Elspeth risueñas y pequeñitas? ¿En serio?—Pues yo sí quería un par de niños pelirrojos con esos… ojos tan hermosos.—Y podría hacer una lista de todo lo que habría querido, heredaran de su padre.—Entonces, habría quedado uno por ahí pendiente, uno que se pareciera a los dos.—Sonríe como si de repente, se hubiera dado cuenta de algo.—Si sabes contar, verás que me habría salido con la mía.—Cinco. Perfecto.—Por supuesto que habría sido tema de discusión, jamás le habría puesto Tessie a alguna, nunca.—Asegura con rotundidad y con todo el ánimo del mundo de evitar semejante locura.

Como si todavía tuvieran oportunidad de ello.

—Está bien. Tal vez lo habría aceptado como segundo nombre.—Solo tal vez.—Y tan solo habría aceptado por tu maldita mirada, esa mirada que siempre conseguía hacerme cambiar de opinión.—En casi todo. Porque un hecho sí que no era negociable: Elspeth no se casaría de blanco, sino vestida como una chica flapper. Y eso se lo habría repetido hasta el cansancio a Héctor. —Pero… te habría costado un enorme pago.—Susurra, deteniendo su andar y deshaciendo su agarre sobre la mano ajena.

Jane mira a ambos lados, observando que se encuentran en una zona solitaria, aparentemente segura. No puede escuchar ni siquiera una sola alma, así que lo da por sentado. La morena se coloca frente al brujo y con delicadeza, alza los brazos hasta estirarlos completamente y le retira las gafas oscuras, guardándolas en su propio bolsillo. Jane contiene el aliento cuando finalmente, lo mira a los ojos.

—Perdón por no haber pedido permiso.—Jamás lo haría, era una realidad asumida.—Pero necesitaba verlos otra vez…—Le toma el rostro con ambas manos y lo contempla por un breve momento. Aquellas arrugas surcando el contorno de sus ojos… Jane las acaricia con su pulgar.—Habría amado envejecer contigo.—Por más que siempre sostuviera que le gustaba su juventud, la realidad siempre vivió ahí, incrustada en su corazón.—Tus ojos son tan hermosos…—Le sonríe antes de demostrarle cómo le habría reclamado aquel pago.

Retomando viejas costumbres, Jane se alza sobre sus pies, de puntillas, y le besa. Presiona sus labios contra los ajenos, deseando recordarle lo perfectos que eran sus besos. Su propio corazón se estremece y late más rápido, tan desbocado como aquella chiquilla que tanto ansiaba ser la futura Señora Palax. Y también, un beso con un sabor diferente. Es un beso que grita para siempre. Un para siempre que ya ni siquiera un poco creía posible.
22 septiembre • 22 pm •  @Héctor A. Palax


Tags / Palabras clave del mensaje: #Jéctor
Héctor A. PalaxVie Nov 11, 2022 6:49 pm
One year more, Mabon

A pesar de lo trágico en la conversación —y en su historia—, Héctor se esfuerza por esbozar una sonrisa. Triste, melancólica y carcomida por el tiempo —y por las posibilidades que no tendrán, ni tuvieron—, pero una sonrisa al fin y al cabo. Al menos, y aunque jamás se lleguen a tener del todo... después de perderse, se han recuperado. En cierto modo.

Y aquello... aquello es mejor que la nada a la que se llevan enfrentando los últimos veinte años.

«Fuiste el centro de todos mis planes.»

Su expresión se vuelve ligeramente socarrona. —Lo sé.—No hay mucho sobre lo que Héctor Palax pueda alardear, pero al menos sí le queda aquello: la conciencia de saberse el pasado, actual y verdadero amor de la mujer que tantos años atrás, le robó el corazón. Pero hubo un tiempo, sin embargo, oscuro y desolador, en el que habría creído fácilmente aquellas mentiras. Tantos años separados el uno del otro, propiciaron que Héctor empezase a dudar... asumiendo que quizá, su momento ya había pasado, y jamás volvería.—Ahora lo sé.—De suerte que hoy, ha podido comprender que se equivocaba.

Avanzando por aquella calle, de la mano como dos adolescentes, Héctor encuentra un poco menos difícil darle vueltas a aquella fantasía: un oasis de irrealidad en el que ambos habrían logrado la felicidad que tanto merecieron y que, en el mundo real, está lejos de su alcance. —Café negro, es cierto.—De forma espontánea, y como si Jane hubiera desentrañado el gran misterio del universo, la vampiresa clava sus dos orbes fijos en él y Héctor, incapaz de aguantarse más, deja escapar una carcajada. Suena ronca, pero sorprendentemente alegre.—Veinte años, Elspeth Coullson.—Le dice, contemplándola.—Veinte años fueron necesarios para que te dieras cuenta.—Como si hubiera esperado tener margen de otros veinte años más. Suspira.—Aquella expresión... sólo cuando te negaba la miel, me contemplabas de esa manera.—Recuerda entonces, dejándose llevar por un recuerdo de hace tanto tiempo que, incluso, puede que ni siquiera sea recuerdo, sino ensoñación.—Se te encendía la mirada con tanta vehemencia, que cualquier hombre sobre la Tierra habría podido creerse que no hay bebida más deliciosa que el café negro con miel.—Y es que Héctor amaba la pasión que su prometida profesaba hacia las cosas; su fuerza era tal, que se hacía contagiosa. La sonrisa en sus labios desaparece, dejando que la nostalgia se abra paso en su expresión.—Ojalá algún día consigas mirarte como yo lo hago.—Sería su único deseo franco... antes de abandonar la vida.

Porque sucederá. Tarde o temprano, natural o accidentalmente, volverá a suceder. Y Jane no podrá apagar su humanidad: la próxima vez, tendrá que aprender a afrontarlo.

Su tiempo como mortal, es y siempre será limitado. También se les agotarán los días para soñar.

Pero no desea empañar la velada con el jarro de agua fría que será la realidad. No: ahora, es su momento. Suyo y de nadie más: ni siquiera pertenece al tiempo.

«O tal vez ellos te habrían despertado...»

Ahí está: el elefante en la habitación... o el fantasma, quizá. —¿Cinco? No puedes estar hablando en serio.—Bufa, con aquel deje de anciano cascarrabias que, de un tiempo a esta parte, es tan propio de él.—¿De cuántos modos planeas torturarme aún, Jane?—Bromea, como si en cada universo alternativo ella hubiera tenido la clave para torturarlo y él, felizmente, hubiera aceptado todas las opciones.—Está bien, está bien. Puede que me hubiera gustado tener un par de Elspeth risueñas y pequeñitas.—El mundo genético no debería haberse privado de su belleza —interior y exterior—, tan prematuramente.—Aunque lo de los nombres habría sido motivo de discusión. Lo sabes.—Sus gafas se deslizan suavemente por el puente de la nariz, permitiendo el poder mirarla con más claridad por encima de los cristales.—Alguna de nuestras hijas habría tenido que llamarse como mi tía abuela Tessie.—Y aquello, no le cabe duda, habría propiciado que Elspeth rompiera a rabiar. Sonríe, provocador.

Qué irónico. ¿Puede echarse de menos un pasado que nunca has tenido?

Tags / Palabras clave del mensaje:#Jéctor

22 septiembre • 22 pm • @Jane Coullson