El mundo se encontraba en constante evolución. Las personas cambiaban, el mundo cambiaba y con ello, mi vida cambiaba. Debía adaptarme a cada nuevo suceso, creer en que no cambiaba con ello la esencia de mi vida. Ahora, me encargaba de asesorar a distintas empresas. Mayores, menores. Cada una con unas necesidades particulares y la esperanza de ser guiadas hacia el éxito. No era ello lo mismo que en mis orígenes, pero si seguía siendo un trabajo que disfrutaba. Normalmente.

Aquella mañana me encontraba en una importante reunión. La empresa a la que acompañaba buscaba fusionarse con otra de mayor crédito del Estado de Virginia. Cada una de ellas contaba con fortalezas distintas que combinándolas tenían intención de alcanzar un nuevo nivel en el mundo empresarial.

Todo sucedió con la acostumbrada tranquilidad. Allí, sentada, escuché en silencio toda aquella reunión, solo hablando cuando así requería el momento. Tras varias horas se terminó por firmar aquel documento que establecía las bases que se seguirían en ese acuerdo.

Tras varios minutos más de protocolos abandoné aquella sede para comenzar a caminar por la calle. Mis pasos podrían parecer aleatorios, pero como si de una suave brisa se tratase, mis movimientos iban llevados hacia una conocida cafetería. Allí pedí un té y mientras esperaba recorrí con la mirada el local hasta que mi atención se detuvo en un punto concreto.

Caminé hacia allí apoyando el bastón que portaba en una de mis manos. Una vez allí dejé mi mano sobre el respaldo de una de las sillas vacías. - Ni el paso de los siglos me impediría reconocerte. - Palabras dichas en un elegante coreano que poco tenía que envidiar a aquel que hablaban los nacidos en el mismo país. Una pequeña brisa dedicada al contrario antes de con tranquilidad sentarme en aquella silla. Atrevimiento por mi parte, pero valido ante aquel inesperado encuentro.

Cuanto había disfrutado antaño de aquella estampa. Antes, el simple hecho de observar la vida pasar por delante de él le resultaba agradable, mágico. Antaño los humanos habían sido criaturas excepcionales para él, únicas en todos los aspectos. Y disfrutaba viéndolos, disfrutaba observándolos y cuando era necesario, tomando parte en sus vidas.

Hacía mucho que no lo hacía de la misma manera. Aun cuando se resistía en numerosas ocasiones simplemente había observado, sin hacer nada. Y sin embargo en la mayor parte de las mismas ocasiones no había podido evitar terminar por hacer algo. Así era su vida: vacía y solitaria. Era la vida que el mismo había escogido.

Y quería que siguiese siendo así.
Porque no quería volver a sufrir.

Pero las cosas estaban cambiando, e incluso alguien como él podría darse cuenta de ello. Su encuentro el día anterior con aquel muchacho de su pasado solamente sirvió para que se diese cuenta de que había estado huyendo de una vida, de un pasado que ahora parecía haberle alcanzado. Bien podría haberse ido, pero Hyeon sabia lo caprichoso que era el destino con personas como ellos. Con criaturas que en esencia eran como él.

La segunda prueba de eso vino cuando aquella voz entro en sus oídos. Había ido allí, buscando algo de tranquilidad, y al mismo tiempo observar la vida de quienes pasaban a su alrededor. Sencillamente observaba, mientras tomaba un café. Nada más. Y entonces, llego ella. Su voz hizo que algo en el interior del kitsune palpitase con fuerza. Verla sentarse, verla en frente de él una vez más abrió más profundamente la herida de su pasado.

— A veces… el tiempo es capaz de sorprendernos —responde con más sequedad quizas de la que ella podría esperar. Antaño fueron amigos, antaño ella le ayudo cuando creía que obtener más poder resolvería sus problemas. No había sido así después de todo—. Te veo bien Fēng Yú —añade mirando a la contraria, ofreciéndole una mirada directa. Si, se veía bien después de tanto tiempo. Pero el no. Seguramente no tardaría en darse cuenta de que aquel al cual conoció tiempo atrás, no era la misma persona.

Había llevado mi atrevimiento a sentarme antes de esperar una respuesta. No era algo que acostumbrase a hacer, pero esta ocasión creí que sería lo más adecuado. La propia educación residía en mis palabras, en mis gestos. Así como sus palabras parecían esconder más de un significado.

Palabras que consiguieron cautivar mi atención casi de forma inmediata. Un añadido más a la sorpresa de contar con su presencia en aquella cafetería donde nunca antes lo había visto hasta aquel momento. - Me temo que no puedo decir lo mismo de ti Kwang Sun-Hyeon. - Nombre completo ante las palabras contrarias. Mismo trato por ambas partes como saludo. Evitando, por supuesto, aquellos protocolos que hoy en día no eran acostumbrados a usarse.

- Te veo diferente. El tiempo pesa sobre tus hombros. - Nuevo atrevimiento por mi parte. Él había sido una persona que durante un tiempo supuso algo importante en mi vida. Aquella vida pasada que tan lejana quedaba en aquel instante del presente que los rodeaba. Era otra época y probablemente, ambos, éramos personas casi por completo diferentes.

Fue en ese momento que trajeron el té a la mesa. Dejé un pequeño gesto con mi cabeza como agradecimiento antes de recuperar mi atención en quien tenía en frente. Podría pronunciar la pregunta en voz alta, pero preferí hacerlo con una sola mirada. Aquel objetivo que él buscaba, quizás, no se había cumplido como deseó.

Una mueca se dibuja en sus labios. No es una sonrisa, pero tampoco es una mala mirada la que refleja en ese momento. Porque sabe perfectamente que la apreciación de la contraria es lo que cualquiera vería de haberle conocido en la época en la que ella lo hizo. todavía no lo había perdido todo… buscaba el poder para poder retroceder el tiempo y no encontró… no pudo conseguirlo y eso era algo que Fēng Yú sin duda no sabía.

Lo que ella había llegado a saber del propio kitsune era que había perdido a alguien, que quería el poder y las colas necesarias para poder recuperar a aquella persona. En ningún momento se plantearon que fuese imposible, pero el finalmente descubrió que no pudo ser. Asique sencillamente, lo perdió todo y su amiga jamás había llegado a saberlo.

— ¿Cómo no iba a pensar el tiempo en alguien que guarda mi condición? —pregunta sarcástico. Como kitsune de tiempo, este mismo pesaba más que sobre cualquier otro. Pero… no era solo eso. Lo que ocurría es que hacía siglos que había perdido el gusto por vida misma. Pero había seguido únicamente por su pura esencia, por una voluntad que en ocasiones no era capaz de controlar—. Antaño creíamos que el tiempo era algo que podía controlarse. —recuerda con cierta nostalgia—. Pero ni siquiera nosotros, podemos hacerlo del todo. —Se refiere a los kitsunes que como el, con capaces de controlar el tiempo.

No le sirvió de nada, no para lo que quería. No para lo que necesitaba. Pero no quiere hablar de ello asique sencillamente, guarda silencio y observa a la contraria curiosos. Sabe que va a seguir preguntando, y responderá conforme sienta que debe o puede hacerlo, porque no es sencillo hablar de todas esas cosas.

El hombre observa a su alrededor, sigue tranquilo. El ambiente de aquella ciudad le gusta precisamente porque pese al so problemas sigue habiendo belleza en sus calles. Tras ser servidos por la camarera él toma el azúcar para echarla en su café no sin dejar de observar a la contraria—. Siempre te gustaron las bebidas típicas de tu hogar —responde recordando aquellos que compartieron en su día, en el templo de su familia. Sun-Heyon siempre aprecio el té de su familia. Siempre se lo ofrecieron en la época de frio… y con el tiempo aprendió tambien a aficionarse a ese tipo de bebidas calientes.

Una sutil sonrisa de mis labios acompañada de un leve asentimiento de mi cabeza. - Tienes razón. - Una respuesta, envuelta en una pregunta, más que acertada para aquello que yo misma le había planteado. Si bien fueron sus siguientes palabras las que me hicieron comprender aquel significado que iba implícito entre ellas. Entre sus líneas y en medio del significado contrario.

Con lentitud y sin pronunciar respuesta, tomo aquella tetera entre mis manos. La inclino suavemente para verter el te caliente sobre aquella taza que habían dejado sobre el pequeño plato de igual aspecto delicado. - En estos años he descubierto nuevas variedades que solo han intensificado mi gusto por las mismas. - Diferentes tipos de tés que había ido probando en los diferentes lugares a los que había viajado.

Terminé de echar el té para dejar la tetera otra vez sobre la mesa. Llevé ahora mis manos a la taza y esperé unos segundos antes de elevarla para dar un pequeño sorbo de prueba. - Deduzco que no pudiste conseguir aquello que anhelabas. - Aquello por lo que ambos habíamos convivido juntos durante una temporada. - El tiempo, al igual que otros elementos, es incontrolable y caprichoso. - Pero hasta yo misma había guardado la esperanza de que pudiese alcanzar su objetivo. Al menos, una joven Yo lo hizo. - ¿Qué ocurrió?

Puede que incluso después de tanto tiempo tuviesen algo que hacer allí. Algo en común. Pero los recuerdos de un tiempo pasado son algo que el atesorar en el interior de su mente, pero que en ocasiones procura no recordar. Fueron tiempos en los que guardo una pequeña esperanza que finalmente acabo perdiendo y que jamás consiguió.

Ella no tarda en darse cuenta. Pero sus palabras se clavan en el como una daga. No quiere responder a aquella pregunta. ¿A caso debe hacerlo? Nadie más que ella sabe esa historia, nadie más que ella puede tener la capacidad de preguntar y obtener una respuesta por parte del contrario.

— No funcionó —responde, cortante, con una sequedad que claramente demuestra que no quiere hablar de aquello. Sencillamente porque no quiere recordarlo. Y, aun así, las palabras siguen saliendo de su boca—. Ni siquiera el poder de sustentar nueve colas fue capaz de devolvérmela —añade. Siempre pensó que llego demasiado tarde, que paso demasiado tiempo y no hubo más posibilidades de retroceder… asique sencillamente, asumió que fue culpa suya.

Sun-Hyeon asumió mucho tiempo atrás que no llego a tiempo, que no se dio la prisa suficiente en conseguir aquel poder. Se culpo. Se sigue culpando por lo que paso. Y eso es algo que nadie podrá cambiar después de todo.

A muchas otras personas aquella cortante respuesta podría haber propiciado una mala reacción, sin embargo, como si de una suave brisa se tratase, aquellas palabras no ejercieron más efecto en mi del que yo misma desee. - Comprendo.

Lentamente, con ambas manos, volví a alzar la taza hasta dar un nuevo y silencioso sorbo de aquel té. No era necesario de más palabras para ser consciente de lo que aquello causaba en el otro kitsune. En el pasado, una soñadora y joven kitsune había apelado por conseguir cumplir el sueño ajeno. Por ayudarle a traer de vuelta junto a él a su persona amada. Actualmente, ya no era esa joven. Había visto y vivido muchas más cosas. Si esa situación se hubiese desarrollado en este instante, hubiese apostado por el fracaso.

- Al menos, lo intentaste. - Con tranquilidad volvió a dejar la taza sobre la mesa. La dedicación y esfuerzo del kitsune del tiempo era algo de admirar. El que ahora se encontrase frente a ella, también lo era. Quizás, con esa duda resuelta, era momento de cambiar de tema. - ¿Qué te trae hasta el otro lado del mundo? ¿Llevas mucho en la ciudad?

No hay respuesta por parte del mayor ante las palabras de la contraria. Si, lo intento y fracaso. Ese es el resumen de su vida. El resumen que hace que todo aquello sencillamente sea lo que define lo que ahora siente y padece el kitsune. Su forma de ver el mundo desde entonces, cambio mucho y, aun así, no puede odiar lo que Min amaba. Eso, es lo que más le molesta de sí mismo.

No se molesta en compartir su divagaciones con la contraria. No lo ve necesario en absoluto. Sencillamente permanece observándola y ante su última pregunta el hombre simplemente suspira pesadamente. Lo que ha estado haciendo tampoco es algo que vaya a compartir con ella, porque sin duda, siente que es una estupidez.

El hecho de que sus sueños sobre Min en Nola sean lo que le ha llevado allí… suena sencillamente a la locura de un hombre que lo perdió todo hace demasiado tiempo y no ha sido capaz de avanzar por la vida.

— Estaba… buscando a los ojos de los antiguos emperadores de corea —miente. Que se haya encontrado con el joven Jin Sun no justifica que sea eso lo que está haciendo allí. Hace tiempo que se desvinculo mucho de ellos—. La familia Hwang ha enviado aquí a los mellizos. Tengo entendido que… has estado ayudándolos. —el propio Jin Sun se lo ha dicho y ya va siendo hora de dejar de lado aquello que pertenece al pasado y centrarse en la seguridad de quienes viven en el presente.