— Venga vamos... No me hagas amenazarte — lo señaló con el índice de su diestra, de una manera tanto acusadora como autoritaria —. ¿Vas a decirme lo que te pasa? ¿O voy a tener que llamarla a ella? — añadió en un tono burlón. Y es que estaba 100% segura de que lo que fuera que estuviera pasando por la cabeza de su padawan tenía algo que ver con la bastet.

Con la cuál, por cierto, había forjado una especie de alianza.

Pobre Desmond...

— Que ya te digo. No me voy a quejar de que quieras verme y tomar un par de cervezas mientras recordamos viejas batallitas, pero... — colocó una mano sobre su hombro, apretándolo con cariño. No iba a seguir presionándolo si no quería hablar de ello, pero tampoco iba a fingir que no se daba cuenta de las cosas —. A mí no me engañas, Desmond — concluyó, llevándose en botellín de cerveza a los labios para darle un trago y así que este tuviera pie a contarle lo que le sucedía en caso de así desearlo.

—¿Te importa si lo dejamos? No quiero hablar de ello —respondió, desviando la mirada y con una expresión taciturna grabada en el resto. No quería sonar tan borde con Kyle, pero no es como si pudiera controlarlo—. Solo quería verte para advertirte de algo —más allá de las cervezas que estaban compartiendo, las cuales le venían bastante bien para despejar un poco la cabeza y aquel enfado que cargaba desde que se enteró de los planes de Silver.

Más bien, de a quién involucraban dichos planes.

—Rayna Cruz ya ha empezado a hacer de las suyas —de esa forma, desvió el tema de forma magistral hacia uno bastante impactante, que lo ponía en peligro a los dos—. Y con eso me refiero a que ya está empezando a encerrar a los vampiros que ha marcado. O sea, que ya tiene la piedra fénix en su poder —y él, por supuesto, estaba marcado. Aún recordaba las últimas palabras de la cazadora, la amenaza directa.

"La próxima vez, no tendrás tanta suerte".

—He pensado en dejar Mystic Falls por un tiempo, en hacerlo solo —le confesó entonces, algo que ni siquiera le había dicho a Silver. Desmond siempre tendía a refugiarse en la soledad cuando las cosas se torcían demasiado, y en aquel instante le parecía que no podían ir a peor.

Cuán equivocado estaba.

Ugh... Definitivamente, las cosas no iban bien en el paraíso.

— De acuerdo — se llevó el botellín a los labios para darle un trago en silencio, más su mirada no se apartó de Desmond en ningún momento, observándolo como si estuviera juzgándolo.

No iba a insistir, pero era evidente que lo que fuera que había sucedido era algo grave que le afectaba. ¿Habrían roto? ¿Silver se habría vuelto a marchar de su vida? ¿O había algo más y por eso Desmond no quería hablar de ello?

— ¿Rayna Cruz? — la cazadora. Bien conocida entre los suyos. Si Kyle no se había planteado formar una alianza con esta, era porque sabía que era imposible por más que ambas persiguieran el mismo objetivo — Espera, Desmond — alzó la palma de su diestra —. Si tú te vas, yo me voy contigo — le aseguró. Él no se lo había pedido y era consciente de que su pupilo sabía cuidarse bien él solo. Pero, ¿Con Rayna Cruz de vuelta a la acción? Ni loco —. Yo no tengo nada que me ate aquí, a Mystic Falls — a ningún lugar del mundo, de hecho, salvo por July. Y esta ahora se encontraba haciendo su vida en otro lugar —. Lo único que me queda aquí eres tú — colocó la mano sobre su hombro, dándole un apretón cariñoso —. Y a donde tú vayas, yo iré. Somos un equipo, ¿Recuerdas? Y somos más fuertes cuando estamos juntos — esbozó una pequeña sonrisa, aunque esta no tardó en desvanecerse cuando un pensamiento cruzó su mente —. ¿Se lo vas a decir a ella? — no mencionó su nombre, porque había comprendido que no era el momento. Pero al menos, tenía que hacerle reflexionar sobre eso.

Si marcharse de allí era lo que de verdad quería.

Porque Kyle seguiría a Desmond allá donde fuera, pero... ¿Estaba el dispuesto a terminar del todo con lo único que de verdad le había hecho feliz en los últimos dos siglos?

¿O es que acaso ya se había acabado?

—Iba a intentar disuadirte, pero supongo que no hay forma de hacerlo —admitió, sintiéndose egoísta por aceptar tan pronto su ofrecimiento. Pero ¿a quién pretendía engañar? La necesitaba a su lado—. Sé que lo somos, quizá hasta podamos hacerle una visita a July. La echo de menos —intentó pensar en algo positivo de su partida; no se le ocurrían muchas más cosas.

Y todo optimismo que pudiera haber arañado con los dedos se derrumbó como un castillo de naipes al pensar en ella.

—Aún no lo sé, aunque al menos se merece... un cierre —le dolía pensar en que ese sería un punto final, en todos los errores que había cometido junto a Silver y que el más grande de ellos —amarla— lo perseguiría allá a dónde fuese. De forma bastante literal debido al vínculo que los unía. ¿Habría alguna forma de romperlo? Lo dudaba, y le avergonzaba terriblemente pensar en ello frente a la única persona que había creído que podía cambiar, a la que había fallado.

—Kyle, hay algo más que no sabes, algo que... —sus palabras murieron poco a poco en sus labios, que soltaron un gruñido a la par que se llevaba una mano al costado, aunque había varios puntos de dolor que despertaron de pronto por su cuerpo, y una emoción muy intensa atenazando su pecho: miedo— Silver —fue lo único que dijo, clavando sus ojos muy abiertos en Kyle antes de desaparecer.

Sabía que algo no marchaba bien, podía sentirlo como si lo viviera en propia piel, podía incluso verlo si cerraba los ojos. Silver estaba en el bosque y sangraba, la voz de un hombre la buscaba por cada rincón; el mismo que la agarró del cuello y Desmond se vio obligado a frenar su avance llevando sus manos al suyo como si estuviera viviendo ese mismo momento.
Aquello lo ralentizó y, aunque los pulmones le ardían, intentó continuar a través de la espesura, siguiendo la dirección que sabía que debía seguir hasta que fue incluso capaz de percibir el olor de su sangre. Fue entonces cuando empezó a sentir... vacío, el más puro vacío.

Supo que ella ya no estaba.

Un grito desgarrador henchido de sufrimiento rompió el silencio del bosque. Sus rodillas golpearon la hierba, manchada, mientras su visión se teñía de rojo. El mismo color que, aún cálido, recorría la garganta de Silver. Sus dedos le apartaron el cabello del rostro y sus ojos buscaron algún resquicio de vida en los suyos, que parecían observar el horizonte tras él.

No había nada, ¡nada! Era como si le hubieran arrancado el corazón del pecho y todo en él comenzase a morir...

No habría forma de disuadirla, tal y como Desmond indicó. La decisión de Kyle ya estaba tomada y nada la haría cambiar de opinión. Desmond era todo lo que tenía. Él era su mejor amigo, su confidente, su familia. Era su chico.

Si él se marchaba, iría tras él.
Y podrían visitar a July.

— Yo también la echo de menos. Es hora de reunir a toda la familia — le guiñó un ojo, de manera cómplice. Su aventura en Mystic Falls acabaría si él así lo deseaba. Pero primero, tenía un asunto pendiente que no podía dejar escapar — Mira, Des... — colocó una mano sobre su brazo, en señal de apoyo. Para que supiera que, pasara lo que pasara, estaba de su lado. Que nunca lo abandonaría —. No tengo ni idea de lo que ha pasado entre vosotros, y no pretendo meterme... pero según te miro, diría que os hace falta una conversación — porque Kyle lo conocía mejor que nadie, o al menos, eso era lo que ella creía. Al fin y al cabo, llevaban juntos mucho tiempo como para percibir el dolor en su mirada al pensar en ella.

— ¿De qué se trata? — la mirada perspicaz de la cazadora se posó sobre este, dándose cuenta de inmediato que algo no iba bien —. ¿Desmond? ¿¡Qué sucede!? — era testigo del dolor que este mostraba. Algo malo estaba pasándole. Algo muy malo —. ¿Silver? — repitió confusa. La última palabra que Desmond pronunció antes de desaparecer.

Y no lo dudó, salió corriendo tras él.

Desmond la había tomado por sorpresa y le llevaba ventaja, pero Kyle era también rápida. Durante unos instantes frenó en mitad del bosque, mirando en todas direcciones tras haberle perdido la pista. Fue el sonido de su grito agónico lo que la hizo reaccionar y salir disparada hacia ese lugar.

Frenó en seco al sentir un hedor que le hizo arrugar la nariz. Frente a ella, se alzaba una escena dantesca, que provocó que su corazón se encogiera.

— Desmond... — no se paró a pensar, rápidamente se lanzó sobre él, abrazándolo por la espalda para contenerlo —. Mírame — le pidió, tomando su rostro con una mano, tratando que apartara la mirada del cuerpo sin vida de la mujer que amó — Mírame a mí —. prácticamente se lo suplicó. Las lágrimas inundaron su visión, sintiendo aquel dolor como si fuera propio.

Sabía que nada de lo que dijera podría confortar a Desmond. Absolutamente nada.
Pero tenía que tratar de forma desesperada que se quedara con ella.

Era como si le arrancaran las entrañas y lo dejaran con vida, agonizando y muriendo poco a poco... Deseando esa muerte, deseando desaparecer junto a ella. Estaba en el suelo, abrazándola contra su pecho, acariciando su pelo ensangrentado. No la escuchaba, no la sentía. Solo había vacío, vacío... Un desgarrador vacío.

—Está muerta, está muerta —balbuceaba sin ningún sentido, una y otra vez. Alguien lo estaba abrazando, pero el dolor seguía ahí, consumiéndolo. Se estaba ahogando en sus profundas aguas—. Es mi culpa, todo esto es mi culpa —notó que lo tomaban de la barbilla y vio los ojos de su maestra, pero era como si su mirada estuviera fija en otra parte, atormentada y rota—. Es por mi culpa. —La había dejado sola, a voluntad. La había dejado desprotegida en un lugar lleno de peligros, sabiendo cuáles eran sus intenciones, su empeño por devolverle lo que había perdido.

Por cumplir su deseo.

—No lo soporto, no lo... —Se abrazó aún más fuerte al cuerpo frío de Silver. Las lágrimas se deslizaban sin control por su rostro, no podía respirar. Quería morirse allí mismo.

Fue entonces cuando una voz sonó en su cabeza, una voz conocida. Era la suya propia, tentándolo... Había sido fácil la primera vez, ni siquiera tuvo que pensarlo demasiado. En aquella ocasión, también rodeado de sangre y culpa en su propio hogar familiar, le bastó con cerrar los ojos y suprimir todas aquellas emociones que lo atormentaban.

Así que cerró los ojos, muy fuerte. No quería mirarla, ni a Silver ni a Kyle. No quería sentir nada.

Desaparecer.
Solo quería desaparecer.

Poco a poco, sus postura se relajó. Soltó a la mujer que había amado, cuyo cuerpo inerte se fue deslizando por sus brazos hasta caer de nuevo al suelo. Cuando abrió los ojos, no había nada. Su expresión llena de pesar desapareció, siendo sustituida por la sonrisa triunfal de quien se sabe libre... Al fin, después de tanto tiempo.

—Sabía que esto iba a pasar tarde o temprano. —Una risa inhumana salió de sus labios antes de empujar a la vampiresa que lo mantenía preso en aquel agobiante abrazo—. Arrivederci, Roma —se despidió de ella, y del viejo Desmond, antes de desaparecer entre los árboles.

Bienvenido a Mystic Falls, Desmond Miller.

Lo abrazó con todas sus fuerzas, tratando de retenerlo junto a ella en todos los sentidos de la palabra. Aunque tristemente, por mucho que sostuviera el cuerpo de Desmond entre sus brazos, la mente de este ya no se encontraba allí, sino en otro lugar que Kyle no era capaz de alcanzar.

— ¡No es tu culpa, Desmond! ¡No lo es! — mientras trataba de convencerlo de algo sobre lo que él no tenía poder, l as lágrimas comenzaron a descender por su rostro.

Kyle nunca lloraba. No lo había hecho en el último siglo. Y en ese instante lo estaba haciendo, porque Kane solo tenía dos puntos débiles. Y Desmond era uno de ellos.

— Escúchame, vamos a encontrar a quien sea que ha hecho esto. No quedará impune — lo obligó a mirarla. Sus dedos ascendieron por su mejilla en una suave caricia y una silenciosa súplica de que se centrara en tan solo en sus palabras.

En su voz.

Sabía que Desmond no buscaba venganza, que lo que deseaba era lo único que Kyle no podía devolverle; A Silver. A pesar de esa certeza, necesitaba hacerle saber que ella estaba ahí, que pasara lo que pasara, no iba a a abandonarle… pero sobre todo, necesitaba que no la abandonara él a ella.

Mas cuando sus ojos encontraron los de este, no pudo apreciar reconocimiento alguno en ellos.

Lo estaba perdiendo

No…
Ya lo había perdido…

Pudo percibir el momento justo en el que sucedió. Los sollozos desparecieron y la respiración de este volvió a la normalidad. Su corazón ya no latía acelerado, presa del dolor, como lo había hecho instantes antes.

No hizo falta que él se lo dijera, Kyle ya lo sabía.
Desmond Kane había dejado de sentir.

— ¡No, no, no! ¡Desmond, vuelve! — el chillido desgarró su garganta cuando este la empujó, liberándose de su agarre. En menos de un parpadeó, el vampiro desapareció entre la inmensidad del bosque, dejándola atrás.

Sin perder el tiempo, la cazadora cargó en sus brazos el cuerpo de Silver. No sabía mucho de ella, salvo que tenía un hermano al que trataría de localizar para entregarle sus restos y que tuviera el entierro digno que esta merecía. La llevó a un lugar seguro, dejándola al cargo de alguien de confianza y entonces de marchó.

Tenía que encontrar a Desmond y devolverle la humanidad antes de que este hiciese más cosas que sumar a su lista de culpa.

Esa noche, no solo él había perdido a la persona que mas amaba.

Kyle también lo había hecho.

Pero ella un tenía la oportunidad de recuperarlo.

O de morir en el proceso.