The Vow (2012) escribió:I choose you today, tomorrow, and every day thereafter, as my one and only

Cuando Thaddeus le pidió casarse con él, Uther se atrevió a colocar sobre la mesa una sola condición…

Celebrar la boda el mismo día del cumpleaños de Thaddeus.

De ese modo, Uther aseguró que año tras año, su aniversario de bodas fuese siempre el gran regalo de cumpleaños para Thaddeus. Algunos no hallaron esto demasiado justo para el brujo de Garden, quien como cualquier otro se merecía un día tan solo para él, sin embargo, al propio Thaddeus no pareció molestarle. O al menos, eso siempre ha pensado Uther…

Quien siempre adoró ser el centro de atención del atractivo e inteligente chico Morningstar.

Además, Uther lo tenía todo muy bien pensado: si alguna vez ambos llegaban a separar sus caminos, Thaddeus jamás podría siquiera llegar a olvidar la fecha de su aniversario… En resumidas cuentas: jamás podría sacarlo de su vida. Aquella fecha siempre sería un recordatorio del momento en que decidió que su día ya no pertenecía solamente a él.

Uther está seguro de que esos tres años —casi cuatro — que ambos estuvieron separados, Thaddeus le recordó durante todo ese día con mayor intensidad, probablemente sin celebrar su propio cumpleaños de la manera en como merecía. Y aunque sea observado como una crueldad, Uther no puede sentirse más satisfecho con ese pensamiento.

Porque solo a su lado, Thaddeus sería feliz. De lo contrario, su vida se sumiría en el más profundo de los infiernos. Y créeme que Uther contribuiría a eso… de alguna manera.

Después de todo lo que te conté, ¿No te parece que el 26 de enero es una fecha para celebrarla por todo lo alto?

Uther no ha escatimado en gastos para que su esposo jamás olvide aquel cumpleaños, y por supuesto, su especial aniversario de casados. Sí, este año cumplen veinticinco años de casados y eso significa… Bodas de Plata.

Y Uther lo ha estado preparando con mucho tiempo de anticipación. Tal vez… De forma exagerada….

Exactamente, desde el día en que se casaron. Y pronto sabrás la razón.

Con sus brazos, rodea la cintura de Thaddeus desde atrás y apoya la barbilla en su hombro.—Ahora puedes presumir de que te hice pasar una noche de ensueño en el Château Grattequina.—Le susurra al oído, rozando su lóbulo con sus labios. Sus manos no se entrelazan por encima del abdomen ajeno, sino que se aferran a la baranda de hierro del balcón de la habitación con vista al majestuoso río.—¿No te lo esperabas, cierto? Que te trajeras hoy a Bordeaux.—Sí, Francia. Como lo hizo el diciembre antepasado, Uther ha sacado a Thaddeus de New Orleans, de un momento para otro... Y sin ofrecer mayor explicación.

Pisaron suelo francés la noche anterior, haciendo escala en París. Seguramente que cuando pisaron la ciudad del amor, Thaddeus pensó que ese sería su destino para celebrar aquel día especial, pero la planificación de Uther estaba muy lejos de eso.

No quería nada ordinario. Por fin había llegado aquel día tan esperado… Y definitivamente, París no lo merecía.

Uther le da un tierno beso en el cuello, incluso se atreve a morderle ligeramente de forma juguetona. Luego, se las arregla para sostenerle la mirada.—Debemos vestirnos.—Ambos todavía se encontraban con su bata de baño.—Según el itinerario secreto deberíamos salir en quince minutos.—Sí, le encanta hacerse el misterioso.—Y tú, no vas a arruinarlo con tu irresistible existencia.—Le advierte con determinación.

Thaddeus ni se imaginaba la sorpresa que le esperaba.

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Después de los últimos cuatro años, es la primera vez que Thaddeus celebra su cumpleaños.

Por supuesto que correspondió con amabilidad cada felicitación y cada halago, pero no toleró celebraciones, ni aunque aún tuviera seres queridos o individuos por los que se siente admirado. Para Thaddeus, simplemente, no había motivo de celebración si no podía compartir un año más de vida en la tierra en compañía del único hombre al que amaba.

Y es que el veintiséis de enero no es sólo cumpleaños. También es la fecha de su aniversario.

No creas ni por un momento que para Thaddeus pasara desapercibida la calculada elección de fecha de parte de Uther. Sabe hasta qué punto aquel hombre puede ser frío y metódico; jamás da puntada sin hilo, y no habría sido diferente con su relación. Pero con todo y con ello, Thaddeus siempre fue consciente de la clase de hombre del que se había enamorado. Nunca fue un secreto para él que Uther tendría el control de su vida desde el mismo instante en el que se besaron aquella primera vez... y su fecha de aniversario no habría podido ser menos.

En esto consiste también el amor: no tanto en pasar por alto los defectos de la persona amada, como de conocerlos y sobre todo, aceptarlos.

A fin de cuentas, aquellos siempre se verían superados por sus innumerables virtudes. Por ejemplo —y a cuento también de ser una persona calculadora—, Uther Morningstar es alguien de lo más detallista. Eso significa que, ya semanas antes de la llegada de aquel aniversario tan especial —veinticinco años de casados, nada menos—, Thaddeus pudo imaginarse que su marido tendría preparada una celebración mucho más especial de lo que acostumbrasen. Con todo, Uther no dudó en superar con creces cada expectativa.

Las vistas desde aquella suite del Château Grattequina están a la altura de la inolvidable velada que han compartido en las horas previas. —Empiezo a pensar que tienes algún tipo de fetiche con este país.—Se permite bromear mientras sus manos descansan sobre las de Uther, apoyadas sobre la baranda con él a su espalda.—Si algún día nos jubilamos, ya sé dónde pasaremos nuestros últimos años.—Y no es que Thaddeus sea tan ingenuo como para de verdad confiar en que ambos gozarán del privilegio de una feliz y plácida jubilación...

... Pero como cualquier otro hombre enamorado, a Thaddeus también le gusta soñar con el futuro. —Debemos...—Repite, mientras se le escapa una sonrisa; los labios de Uther sobre su cuello no ayudan a su débil concentración.—Siempre suenas tan estricto.—Los planes del Regente deben estar medidos prácticamente al minuto, pero... a Thaddeus no le importaría disfrutar de aquella suite un poco más.—Sabes, eso casi ha sonado a un desafío.—Sosteniendo brevemente su mirada, no duda en atrapar los labios del hombre, destilando cariño, amor infinito, pero sobre todo... deseo.

Ni va a molestarse en intentar indagar qué pueda tener preparado. Cuando Uther se propone hacer una sorpresa, nada ni nadie puede estropearlo.

Ni mucho menos, él.

Por lo que, aunque se propone intentarlo, finalmente concluye aquel beso con otro más, breve y paciente, antes de preguntar—: Dime al menos qué elijo de atuendo.—Hay varios trajes en su equipaje, y habrá de ser su marido, artífice de todo aquel complot, quien elija el más apropiado para la ocasión.

A decir verdad, no sabe qué esperar del día de hoy... ni cómo podría mejorar.

Pero se trata de Uther Morningstar. Por supuesto que aquel aniversario no ha hecho más que empezar.

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Uther sonríe divertido con el comentario de su marido.—Tengo un fetiche contigo en este país.—Corrige, porque no es lo mismo. Francia no tiene atractivo sin Thaddeus. Ha estado en países más interesantes. Sin embargo, vuelvo y repito: con Thaddeus, Francia le resulta encantadora y tentadora.—Entonces ya va siendo hora de que nos compre una casa aquí.—Por supuesto, sigue la broma de su esposo. Porque es una broma, ¿no?

Es decir, puede comprar una casa para cuando ambos quieran escaparse un rato de la rutina, pero la vida que tanto ha ansiado está en New Orleans. Su poder y control sobre los aquelarres, caminar por las calles de su tierra tomado de la mano de su marido…

Uther tiene todo lo que quiere y justo donde lo quiere. Además, sinceramente, no cree que New Orleans algún día esté preparada para seguir adelante —con los brujos al frente— sin él.

«Siempre suenas tan estricto.»

—Y te encanta que sea estricto.—Le recuerda de inmediato con un susurro seductor antes de frotar suavemente su nariz con la ajena. Pero esta guerra es de dos, y su marido no piensa ponérsela tan fácil: Uther apenas consigue alzar ambas cejas y sonreír con genuina diversión cuando escucha la palabra desafío. Thaddeus atrapa sus labios con una mezcla de dulzura y deseo, irresistible para Uther. Le corresponde con una pasión igual, aunque logra dominarse para no llevarlo de vuelta a la cama.

Todavía tiene los ojos cerrados cuando Thaddeus finalmente libera sus labios.—Pero qué cruel y atrevido… Alguien no tuvo suficiente de mí, hoy.—Y eso le hace sonreír con presunción, porque es exactamente lo que quiere. Te diré algo: si después de veinticinco años juntos todavía puedes conservar ese deseo ardiente por ti, y mantenerlo aún más interesado que la primera vez, entonces puedes estar seguro de que lo has hecho muy bien.

«Dime al menos qué elijo de atuendo.»

—Te dejé una hoja doblada dentro de tu equipaje.—El equipaje que el propio Uther le hizo, después de escoger la ropa y el calzado.—En ese bolsillo que se te olvida que existe.—Le recordó mientras le desataba la bata de baño.—Ve, ve. Allí tienes todo lo que necesitas saber.—Es decir: una lista extensa sobre qué atuendo usaría cada día. De acuerdo, había hasta dos por día…—Yo iré al otro cuarto de baño.—Le avisa antes de escabullirse y dirigirse hacia allá. Si quería llegar a la hora prevista, debía empezar ahora. No es un secreto para Thaddeus que Uther tarda más de lo normal en arreglarse.

Y ciertamente así fue. Cuando sale del cuarto de baño, encuentra a Thaddeus afuera, esperándolo.

Ambos llevan un atuendo similar: un blazer largo de lana en tonos oscuros, que añade un toque de refinamiento. Sobre este, Uther añadió una denim jacket bien cortada. Y, debajo de la chaqueta, una camisa de algodón en un tono neutro. Para la parte inferior, Uther ha optado por unos pantalones de mezclilla oscuros. Con respecto al calzado, ha seleccionado unos botines de cuero negro.

—Te sienta fantástico.—Le recorre de arriba abajo, satisfecho.—Me habrían gustado más unos mocasines, pero no ayudaban demasiado en esta época del año.—Comenta a su marido mientras se acerca a él y entrelaza su mano con la suya.—¿Estás listo? Te espera tu carruaje.—Un Volvo XC60, listo para llevarlos a…

Eso tendrás que averiguarlo en el próximo capítulo.

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«Tengo un fetiche contigo en este país.»

Thaddeus se permite sonreír, conmovido, ante aquella pequeña fantasía. Una posibilidad... remota e irreal, por supuesto, mas no por ello menos deseable. Cualquier lugar para vivir sus últimos días, sería un buen lugar mientras Uther estuviera a su lado.

Pero no sería él quien negase que Francia tiene algo especial. —¿Tal vez París?—Propone con una media sonrisa, pícaro y atrevido, dándole algo más de forma a aquel pequeño gran sueño.—Con vistas a Montmartre...—El barrio de los pintores, de los artistas; de la vida romántica y bohemia... Y aun con todo, unas vistas que ni siquiera podrían hacerle a él la competencia.

No es tiempo para los sueños, sin embargo, ni aunque se trate de su cumpleaños. Es tiempo de vivir el presente, un presente que su marido tiene meticulosamente preparado sólo para él. Las demoras y los cambios de planes no entran en la vida de Uther Llewelyn-Morningstar, ni aunque Thaddeus le sirva en bandeja de plata una tentadora e irresistible oferta... El beso es correspondido con garbo, pasión y deseo, mas no los suficientes como para desviar al brujo de sus calculadas intenciones. —Hablas como si realmente fuera posible obtener suficiente de ti.—Nunca sería suficiente cuando se trata de Uther, y aún menos en los zapatos de Thaddeus Morningstar. Veinticinco años de casados, y algunos más de noviazgo, y sigue sin ser suficiente.

Ni la misma eternidad lo habría sido, es consciente.

—¿Hmm?—Típico de Uther: programar el viaje al detalle, y al punto de realizar hasta un manual de instrucciones con respecto a los atuendos que su marido luciría aquellos días. Instrucciones que, naturalmente, Thaddeus seguiría al pie de la letra. No tiene más tiempo de oponer resistencia; su pareja y Regente se escabulle hacia el cuarto de baño, y el Morningstar de ojos claros evalúa con un suspiro —y una sonrisa teñida en ternura—, la lista de atuendos, ubicada justo en aquel señalado bolsillo. Sin duda, ha elegido sus mejores galas para aquellos días, pulcras y distinguidas, acordes con el refinado ambiente francés. La blazer oscura, la camisa neutra...

Le llama poderosamente la atención descubrir minutos después, que Uther ha elegido un atuendo muy similar. Pero todo lo que Thaddeus puede hacer es contemplarle con amor, y también algo de orgullo.

Sí. Es elegante, apuesto, prácticamente perfecto.
Y es su marido.

Precisamente de aquello tratará la velada, pero obnubilado en los encantos de Uther —y puede que también, pecando de ingenuo—, no lo ha estimado como una posibilidad. —Estoy listo.—Confirma, estrechándole aquella mano. Para él, siempre lo estaría.—Te sigo.—Hoy y siempre. Al fin del mundo, de ser necesario.

Un Volvo ya les está esperando. La pregunta es: ¿con qué rumbo?

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