Lleva viéndola por allí varios días. Una humana, deambulando cerca de la casa. Minerva se ha dado cuenta, y está empezando a cansarse. Porque sabe perfectamente a quien está buscando. Y desde luego no es algo que ella vaya a aprobar con demasiada facilidad.

Quizas en el pasado lo hubiese hecho, pero en el presente… no quiere perder a más hijos y si para eso tiene que deshacerse de todo rasgo de humanidad no tendrá otra manera de evitar que puedan hacerles daño.

Aquella mañana la mujer la ha visto, una vez más, como tantos otros días. Sin embargo, para desgracia de la muchacha, aquel día Minerva había salido del cuarto en el que llevaba semanas encerrada por voluntad propia. No quería aire, no quería respirar. Lo que quería realmente era desahogarse.

Y quizas aquella muchacha era la mejor para dicha tarea. ¿Debería dejarle claro que ninguno de sus hijos iba a relacionarse con humanos? Bueno, quizas en algún momento, fuese directa—. Él no está aquí —dice, escueta pero clara, en voz alta y sin andarse con rodeos—. Deja de venir a esta casa —añade, y puede tratarse quizas de una advertencia, o de un consejo.

Marine echaba de menos a Apolo. Llevaba un tiempo visitando la casa, o tratando de hacerlo, pero él nunca estaba allí… Se había ido en algún viaje de negocios o algo así. Aún se le hacía extraño, porque era tan joven como Edward Cullen —aparentemente—, pero tenía su empresa y sus negocios y no asistía al instituto con ella. No se habían conocido allí, lo habían hecho por culpa de la Vulturi. Aquella psicópata…

De solo recordarla le daban escalofríos, así que prefirió desechar esas ideas y tocó la puerta de la casa para probar suerte una vez más. De verdad lo echaba de menos.

Y eso que no la trataba de la mejor manera posible… pero Edward también se había comportado con frialdad con Bella e incluso la esquivaba al principio… y al final acabó enamorándose de ella.

Lo que sorprendió a Marine fue que quien le abrió la puerta era una mujer a la que nunca había visto. Por su aspecto, creyó que sería Esme. Bueno, como Esme. Era una señora muy guapa, pero con una expresión muy dura… no se parecía nada a la mamá de Edward.

—¿Usted es la mamá de Edw… de Apolo? —preguntó, tímidamente, y un poco intimidada. Le había dicho que dejara de ir a su casa, pero, de algún modo, Marine había ignorado el comentario.

«Oye, qué buena está».
A mí me da miedo…».

La ignorancia no eximia de culpa a las personas y el hecho de que aquella objeción fuese ignorada de forma tan directa no le sentó nada bien a Minerva, que enarco una de sus cejas e inclino la cabeza.

— Parece que… o no eres capaz de escuchar o tienes una alta falta de modales —reclama la vampiresa sin apartar la mirada de la contraria—. Soy Minerva, dueña de esta propiedad y madre de Apolo —responde secamente y con seriedad. Una seriedad aplastante—. Y como te he dicho, no está aquí. —Y por ende no pinta nada en aquel lugar.

Minerva últimamente no es la mujer que ha sido siempre. El odio por aquellos que no son de su familia a o clan se ha acrecentado. Al fin y al cabo, fue un cazador quien le arrebato su felicidad. Y por ende sabe que debe proteger a su hijos. A cualquier precio.