Lentamente el caos parece esparcirse por todo el país. Las aisladas quejas hacia el dirigente Kang Woo Hyuk han comenzado a sonar continuamente y a llenar constantes titulares y debates en línea. La ciudadanía, especialmente en las ciudades más grandes como Seúl, se encuentra ya dividida entre defensores de una Corea del Sur unida y tradicional, aquellos que buscan una apertura y liberación de todos los derechos, y una agrupación no menos importante de indecisos, en su mayoría ciudadanos demasiado jóvenes u ocupados en el trabajo diario y otro de los debates más sensibles: la economía. Pues sin importar que el ministro de de Economía y Finanzas, Han Dong Sup, asegure un crecimiento económico para lo que queda de año y para todo el 2024, la realidad es mucho más amarga al crecer cada día un poco más la desigualdad entre clases sociales. Una gran parte de la población está bajo riesgos de exclusión y pobreza, y otra tanta se encuentra luchando por sobrevivir con un aumento de los costes en todo lo básico.

Si bien Kang muestra un gobierno estable y "decente", con un aprobado holgado en las encuestas por lograr un mayor apoyo por parte de Estados Unidos, Japón y la Unión Europea en relación a los movimientos militares en contra de las amenazas norcoreanas, el ambiente general del país se percibe extraño. En poco más de un año de gobierno los grupos de protesta en contra del Partido del Poder Popular han ido en aumento, mientras que con la presidencia de Moon Jae In la situación con Corea del Norte no solo era más pacífica, sino que lideró dignamente varias crisis extremas con su ideal de la paz. Kang Woo Hyuk, todo lo contrario, se muestra como un presidente dispuesto a crear un cambio drástico en la dirección que está tomando el país.

En las calles el descontrol político parece contagiar también a las personas. Aunque no se sabe si el liderazgo de Kang está implicado, la violencia ha aumentado casi un 75% desde 2021, expandiéndose una red de violencia extrema que inicia con ataques con cuchillos de gran tamaño en estaciones de tren y metro de toda la capital. El miedo crece entre los más jóvenes, incluso afecta a compañías de entretenimiento y a colegios que reciben amenazas de agresiones y de muerte sin que la policía pueda hacer más que asegurar, para el disgusto general, que esto es llevado principalmente por gente de bajos recursos o de zonas marginales. Con eso la ciudad está cambiando su antigua etiqueta de urbe segura, llamando a la precaución y a no crear más falsos rumores.

Algunos aseguran que es el momento perfecto para impulsar el cambio que tanto desea el gobierno, pero muchos son los que creen que esto es lo que está enloqueciendo a la gente, inconscientes de todo lo que aún falta por llegar.