Aún no había logrado superarlo y es que solo había pasado el verano desde que mi madre había fallecido… y eso no era todo, pues había estado arrastrando una enfermedad durante meses hasta que su cuerpo y su mente no pudieron más. Verla deteriorarse fue lo más terrible que había visto en mi vida y tanto Damon como yo nos habíamos mantenido fuertes para no hacerla sentir más mal de lo que se sentía. La actitud de nuestro padre sí que no había ayudado nada…

No había ido a verla en sus últimas semanas de vida, creía yo porque le dolía demasiado, aunque Damon no era tan comprensivo. Lo entendía. Nuestro padre siempre había tenido un carácter fuerte, sobre todo con mi hermano mayor, y después de que había fallecido mamá, eso empeoró. La situación en casa era a veces insostenible.

Pero tenía que rehacer mi vida, pasar página, dejar toda la porquería en casa allí y ser alguien nuevo cuando pisase el instituto por primera vez aquel curso. Y así lo iba a hacer. En cuanto me bajé del coche me mentalicé para mostrar una sonrisa cuando mis amigos me saludaran y así fue.

—Hola, chicos —saludé con una sonrisa cuando me encontré con Caroline, Bonnie y Matt, que habían estado hablando hasta que llegué yo. La pregunta no se hizo esperar. “¿Qué tal estás?” y yo ya estaba preparado para dar la respuesta que había estado ensayando—. Estoy bien, gracias.

Estar de vuelta era extraño pero Mystic Falls se mantenía igual, salvo por la modernidad de los autos y uno que otro nuevo negocio. Hacía apenas dos meses que había vuelto, se había mantenido fuera del ojo público, mayormente rondando el pueblo por las noches. Una vez confirmado que era seguro, que nadie la recordaba, decidió volver a ser parte de la sociedad del pueblo.

La primera vez que lo vio fue en el aniversario del ritual, había ido al cementerio a dejar flores a las tumbas de sus padres, John e Isobel Gilbert y por supuesto, la suya. Fue entonces que lo reconoció. Su instinto fue correr hacia él y arrancarle el corazón, pero aun en la distancia pudo identificar que aquel muchacho que compartía rasgos y similitud con Silas, en efecto, no era él. Desde ese día se había propuesto a comprobar que así fuera y conforme pasaban los días, confirmó que Stefan no era él.

Había aprendido tanto de él en tan poco tiempo, su apellido era Salvatore, iba a la escuela secundaria, tenía un hermano mayor y ese día en el cementerio había estado velando a su madre. Movida por su curiosidad decidió extender su estadía en Mystic Falls, menos mal aun tenía un familiar ahí, su primo en segundo grado Jeremy, quien había enviudado unos años atrás y vivía solo. No dudo en abrirle las puertas, después de todo habían crecido junto a su padre y cuando este comenzó a investigar, Elena fue pilar principal de su investigación hacia los vampiros. No aprobaban en lo que se había convertido pero su estilo de vida ayudó a que su familia pudiera ver con diferentes ojos el vampirismo.

Era el primer día de clases y estaba nerviosa, ¿por qué lo estaba si ya había hecho eso antes? Si, antes, había sido humana. Cierra su diario y lo guarda en su bolsa, lo primero que tiene que hacer cuando entre al edificio es ir a escolares para terminar su proceso de inscripción, lo cual no le demoró más de quince minutos tras hacer un poco de trampa. Entonces lo oye y no puede evitar mirar por encima del hombro. Está con sus amigos, se había memorizado sus nombres: Matthew Donovan, el mejor amigo, Caroline Forbes, no estaba segura de qué había ahí pero no demoraría en descubrirlo durante la clase de Inglés que compartiría con ella y Bonnie Bennett, la nieta de Sheila Bennett, alguien más que conocía su secreto porque bueno... habían sido amigas muy cercanas.

Caminó hacia el pasillo, fingiendo estar perdida como la típica chica nueva cuando choca accidentalmente con el grupo de amigos y sonríe, apenada. — Disculpen, ¿podrían indicarme cuál es el aula 204? Tengo historia ahí y creo que... estoy algo perdida. — Entonces mira hacia él por primera vez en busca de sus ojos y sonríe. Sonaba a que lo tenía todo planeado pero no era con maña, sólo sabía que él tenía la misma clase a esa misma hora y quería conocerlo. ¿Eso la volvía mala?

Como era de esperar, mis amigos no se terminaron de convencer con mi respuesta y enseguida llegaron más frases tipo “¿Estás seguro?”, “Sabes que puedes hablar de ello con nosotros” y “No tienes que fingir”. Agradecía su preocupación, pero no era necesaria. Además de que resultaba incluso algo contraproducente porque no me ayudaba a progresar. Lo que menos quería era hablar de mí en ese momento.

—En serio, estoy bien. No se preocupen por mí, solo quiero pasar un curso tranquilo y mejorar mis notas del año pasado. Y… —Miré a Caroline con una sonrisa de complicidad— no te preocupes, que también asistiré a las fiestas que organices, no te… —Una chica topándose con nosotros me interrumpió y rápidamente la sujeté por si se caía. Me quedé mirándola y mis ojos se encontraron con los suyos como dos polos opuestos que se atraen.

De repente me descubrí atrapado en aquella mirada, en aquel rostro tan hermoso. ¿Quién era aquella chica? Nunca antes la había visto… Pero había hecho una pregunta, ¿no? Sí… era… Era sobre el aula 204.

—Yo también tengo esa clase —respondí, tal vez con demasiado nerviosismo. Definitivamente aquella aparición me había impactado—. Podemos ir juntos si quieres. Me llamo Stefan —Me presenté finalmente, con una sonrisa.

¿Pensarían que había sido abrupta? Su mirada se posó primero en cada uno de los rostros ahí presentes, demorando un poco en espera de su reacción. Sin embargo, un vuelco dio en su corazón cuando Stefan miró directo a hacia ella. Era la primera vez que hacían contacto visual y por una extraña razón, le costó apartar la mirada con tal de no romper aquella conexión que sintió.

Sonrió con notorio nerviosismo, dentro de ella no podía dejar de preguntarse como aquel joven humano podía ser tan... idéntico a aquel hombre a quién creyó amar alguna vez. No fue difícil encontrar diferencias entre ambos, si bien en apariencia eran idénticos, había algo en la mirada de Stefan, nobleza, calidez y humanidad. ¿Sería algún descendiente de Silas? Hasta dónde ella sabía, el jamás había llegado a tener hijos y era hijo único... Tantas preguntas.

— ¿En serio? — Tras parpadear, regresa en sí y sacude la cabeza, riendo por lo bajo. — Eres un ángel, Stefan. — Sonríe más, genuina y natural. Acomoda un mechón detrás de su oreja y se presenta formalmente. — Soy Elena.

No sabía qué tenia aquella chica nueva, pero me había atraído como si fuéramos los polos opuestos de un imán. Me había pasado el verano convertido en un trozo de carne triste y vacío, y sin embargo, ahora no podía dejar de sonreír. No era un gesto exagerado ni pleno, pero sí que tenía los labios curvados en él mientras mi mirada se dejaba atrapar por la suya. Era como si me hubiese hechizado.

«Te estás poniendo en plan antiguo», pensé. Y es que a pesar del siglo en el que vivíamos, siempre me había considerado un chico bastante tradicional. No de esos que esperan a casarse para tener relaciones, pero sí de los que invitaba a la chica a tener varias citas antes de dar un paso más, le compraba bombones y flores si me nacía y la iba a bailar.

—No, pero tal vez hago contraste porque hay muchos demonios por ahí —contesté con modestia cuando dijo que era un ángel—. Elena —repetí mientras la miraba encandilado cuando se colocó un mechón de cabello tras la oreja—. ¿Vamos? Hablamos después, chicos. Y hazme saber cualquier novedad, Caroline —dije antes de que ella me comentase nada al respecto—. Está muy involucrada en el tema de celebraciones y festejos del instituto y ya está preparando la primera fiesta a pesar de ser el primer día del curso —Le expliqué a Elena mientras la guiaba hasta el aula que nos tocaba a ambos—. ¿De dónde vienes, Elena? Y ¿qué te ha hecho venir precisamente a un pueblo como Mystic Falls? Si puedo preguntar, claro.

Stefan, Stefan... que era lo que tenía aquel chico, que me dejaba atónita.
Tras escucharle una sonrisa tímida se dibujó en mí cara. Su contestación fue perfecta, además de belleza, llevaba la modestia de su parte.Fascinante.  En todos mis años que llevaba pisando éste pueblucho, nadie me había llegado a atraer de aquella manera. ¿De verdad podía existir alguien como él?
Le quedaba tan sexy como pronunciaba mi nombre. Me perdí en unos instantes imaginándome quien sabe que cosas y volví a conectarme justo cuando se despidió de sus amigos. Miles de miradas se posaban en su figura

— Guau— Dejé escapar un gesto de sorpresa. —Al parecer eres bastante famoso por aquí —Le susurre entre sonrisas, como queriéndole hacer una broma— ¿Eres el capitán de rugby o algo así?— continué.

¿Qué que es lo que hacía en Mystic Falls? Mmm... no podía decirle que llevaba casi toda mi vida en aquel pueblo y que probablemente conociera a sus antecesores, por no volver a mencionar a Silas, y su increíble parecido. Era hora de improvisar.
—Si, claro. Adelante pregúntame— Le contesté dulcemente.—Pero después tendré que matarte.— Acabe por susurrarle.—Es broma— Le volví a sonreír, esta vez de forma ladeada. —Pues vengo de Harrington, es un pueblo minúsculo que se encuentra a las afueras de Mystic Falls. Tanto que hasta podríamos denominarlo inexistente, ya que al pisar Mystic Falls, me pareció un nuevo mundo.—Intenté sonar lo más natural posible, dejándome llevar. La verdad es que Stefan, me lo hacía todo más fácil.—Y respecto a tú otra pregunta...—Cambié la expresión de mi cara, por una más sombría. —Es difícil de explicar, pero te la contestaré... La verdad es que he venido a Mystic Falls a vivir con mí primo segundo...por qué es el único familiar más directo que me queda. — No era mentira lo que acababa de soltar, pero quizás estaba rozando demasiado al drama.—Pero bueno no hablemos de mí...—Continué, volviendo a cambiar aquella expresión sombría por una más animada.—Tus amigos parecen simpáticos ¿hace mucho que os conocéis? — Pregunté de manera cautelosa. No quería parecer una cotilla, ni nada por el estilo y sacar el tema 'Caroline' de sopetón, me parecía ir de sobrada.

Me reí suavemente cuando dijo que era famoso. Yo no lo veía así, es solo que todos nos conocíamos por vivir en aquel pueblo durante toda la vida. Lo que dijo después fue más gracioso aún, pero en esa ocasión solo sonreí, pues no quería que pensara que me estaba burlando de ella.

—No. Solo soy amable —respondí al respecto—. Aunque sí juego al rugby, pero soy un jugador raso —bromeé mientras caminábamos hacia el aula que nos tocaba. Íbamos uno al lado del otro, pero yo marcaba el camino para ella, que era nueva.

La verdad es que cuando me di ánimos esa misma mañana para poder ir con buen humor a clase jamás habría podido imaginarme que me encontraría con una chica nueva con la que acabaría compartiendo conversación. Y no solo eso, sino que hablaba con ella casi como si no acabase de conocerla. Parecía una persona agradable, simpática y educada, todo lo que se podía esperar de un amigo.

Incluso hacía bromas ya, lo que la convertía en alguien seguro de sí mismo. Una chica divertida. Me reí y me detuve ante la puerta del aula para dejarla pasar primero, haciendo un ademán con ambas manos.

—Sería un giro completamente inesperado que no fuese una broma —comenté con una sonrisa. Sin darme cuenta, Elena me había ido poniendo de buen humor en cuestión de segundos. ¿Cómo lo había hecho? Prácticamente había logrado que se me olvidaran mis penas. Al menos temporalmente.

Escuché, intrigado, la respuesta de Elena a mi pregunta, pues parecía que escondía tanto como yo. O algo así. Cuando dijo lo de su primo me lo confirmó. Ella estaba incluso peor que yo.

—. Vaya… lo siento —dije con honestidad y un rostro algo más triste, sintiendo su pena como si fuera mía. Aunque luego ella misma relajó la conversación preguntándome por mis amigos—. Toda la vida. Somos amigos de la infancia. De hecho, descendemos de las familias fundadores de Mystic Falls. Aunque no lo digo para presumir —comenté con una sonrisilla.

Al parecer le estaba cayendo en gracia. No era mi intención pasarme de graciosa, simplemente aquel chico estaba haciendo desaparecer aquella coraza que me había creado, para poder sobrevivir durante tantos años. Extrañaba aquellas risas que por fin hoy, estaba compartiéndolas nada más ni nada menos que con él.
El camino hacía el aula donde nos tocaría enfrentar una larga charla sobre los antiguos colonos, estaba siendo de lo más entretenida, ojalá la clase fuera igual.

Me hice la sorprendida cuando contestó que si era cierto que jugaba al rugby.— Vaya, casi doy de pleno—Sonreí mirándole a los ojos  — Me merezco al menos un premio ¿no?— Continué. Quizás estaba pecando de ser demasiado confiada, pero no podía evitarlo, quería saber más de Stefan, quería compartir más momentos junto a él.

Oh no.
Ya no tenía excusa para seguir hablando, habíamos llegado, a lo que a partir de ahora sería mi segunda residencia, dónde cumpliría mis años 'imaginarios', manteniéndome físicamente igual que siempre. Suspiré, mirando hacía dentro. Viendo caras desconocidas, y el frío pupitre donde tendría que sentarme en escasos minutos.

— Tranquilo... L-lo intento llevar de la mejor forma posible, ¿ves?—  Le dije de nuevo algo enérgicamente y sonriendole. Lo cierto era que no quería volver a pensar en aquello, el sólo echo de pensar me hacía volver a aquellos recuerdos dolorosos.

Estuve atenta aunque a lo que me contestaba Stefan, pero a la misma vez un poco perdida en mis nostálgicos pensamientos.
Al parecer se conocían de toda la vida, aquello iba a estar complicado si pretendía interponerme entre la vida de la rubia y el joven apuesto Salvatore.— ¿Familias fundadoras?— Soné un poco intrigada por saber. Lo cierto era que sabía acerca de ellos como la que más, pero no me importaría el descubrir que era lo que Stefan sabía acerca de ellos.

La mire con confusión, si bien no se me borró la sonrisa de los labios porque ciertamente era muy agradable estar con Elena. Me sentía extraño, sin embargo, pues nunca había tenido una conexión tan instantánea con nadie.

—¿Un premio? —repetí, curioso. ¿Qué podría darle yo a una chica a la que acababa de conocer, a pesar de que parecíamos haber congeniado muy bien? La verdad es que era como si ya nos conociésemos de antes, por eso me sentía así de raro, pero tampoco me parecía algo malo. Incluso había aliviado un poco mis pensamientos más negativos.

Asentí con la cabeza cuando dijo que lo intentaba llevar de la mejor forma y parecía cierto, porque estaba sonriendo, pero algo me decía que solo estaba fingiendo el gesto. Tal vez era porque yo también lo hacía. Había dejado de lamentarme por fuera y empezado a sonreír para que los demás no se preocuparan por mí ni siguieran preguntando si estaba bien, porque eso solo me hacía profundizar más en mi propio malestar.

Sabía que ellos lo hacían con la mejor intención, pero me sentía mal cuando le daban importancia porque me lo recordaban y me “obligaban” a darle más importancia aún.

—Oh, sí. Las familias fundadoras son las que fundaron Mystic Falls y curiosamente han ido descendiendo desde entonces. Es difícil preservar un linaje, ¿no crees? Pero bueno, ahora se encargan de organizar eventos y fiestas, siempre en honor al pueblo y sus orígenes, aunque en mi familia se encargaba mi madre… ahora lo hace mi hermano, porque mi padre no es… de ese tipo de eventos —expliqué y acabé haciendo una mueca—. Podemos sentarnos aquí.

Asentí prestando atención a todo lo que decía sobre las familias fundadoras. Pero terminé abriendo la boca, cuando escuché lo que decía sobre los linajes — Si, pero al fin y al cabo que sería de nosotros si no lo preserváramos— Reí tras decirlo, pues en mí cabeza quizás, tendría mucho más sentido que tras haberlo sacado fuera. —Con que fiestas…— Dije entusiasmada por saber. —Ojalá haya alguna próxima y puedas enseñarme como las celebráis— Continué diciéndole, mientras me acercaba finalmente a los pupitres.
No pude evitar hacer un gesto con la cabeza tras ver como se tomaba una pausa al nombrar a su padre—Eh, tranquilo—Le dije cariñosamente, tocándole la espalda de modo afectivo. —Si, está bien— proseguí. Sentándome así en uno de los asientos que Stefan anteriormente me había señalado.

La clase no tardó en llenarse de estudiantes ruidosos: En el primer grupito podríamos entablar a los salidorros, los típicos que solo buscan lo que buscan, que disparan estrógenos y gestágenos por doquier y luego no acaban comiéndose ni una rosquilla, a no ser que dicho dulce sea igual que su dueño. Luego tendríamos a los gamberros, los típicos que no quieren ir a clase, pero van a hacer alguna de las suyas, pensando que hacen gracia, pero en realidad lo único que dan es pena. Seguidamente estarían los deportistas, que lo único que les interesan son los deportes, enseñar musculo, y hacer que las chicas se mueran por sus huesos; lo que me recuerda que tenemos el mismo grupo formado por chicas, a las que les gusta calentar pero que no las toquen, a las que llamo las barbies y para finalizar, no podían faltar los empollones, como no; que sería de una clase sin ellos, los verdaderos héroes de esta batalla.
Suspiré, por más que miraba de un lado a otro... no conseguía encasillar a Stefan; quizás aquello era una buena señal.

Por fin, el profesor dio acto de presencia. Era un hombre bastante joven, quizás de unos treinta y poco; y la verdad es que era suficientemente atractivo. Apoyé una de mis manos sobre mi cabeza, intentando escuchar la clase de historia, pero algo hizo que me distrajera.

—Bueno —Empecé—, el linaje no significa nada. Hay gente que ha hecho auténticas barbaridades para preservar el suyo, pero yo considero más importantes otras cosas. Como, no sé, casarte con alguien a quien amas —dije y después sonreí con timidez, apartando al mirada—. Soy un chapado a la antigua, lo sé.

La gente ya no quería casarse y yo era de los pocos que sí. Me daba un poco de vergüenza admitirlo, pero mis amigos lo sabían y ahora, Elena también. Acababa de conocerla, pero —aunque sonase extraño— sentía una gran conexión con ella. No sabía por qué, pero sentía que podría hablar con ella de cualquier cosa. Incluso de mis problemas familiares…

Pero después llegó el profesor y no pudimos seguir hablando, aunque no pude evitar mirar a Elena mientras el profesor Alaric Saltzman se presentaba de forma bastante amena. Tal vez debería haberme sentado más atrás para pasar algo más desapercibido, aunque con mi altura eso era un poco complicado.

En cierto momento, al pillarme sin prestar atención a la clase, el profesor Saltzman me hizo una pregunta sobre el pueblo que yo respondí correctamente. Él me felicitó por ello, pero también me dijo que prestase atención. Puede que no estuviese prestando atención a esa clase, pero solía hacerlo. Además, mi padre se había asegurado de que tanto mi hermano como yo supiésemos perfectamente la historia de Mystic Falls. No aprobaba la forma en la que lo había hecho, pero me alegraba conocerla, porque era muy interesante. Estaba llena de leyendas sobre vampiros, algo que el propio Alaric mencionó.

—Increíble, ¿verdad? —Le dije a Elena con una sonrisa cuando salimos de la clase, mientras la guiaba hasta el aula de la siguiente asignatura— Siempre me he preguntado de dónde vienen tantas leyendas sobre vampiros. Es de locos, pero al menos atrae mucho al turismo y eso siempre es bueno.

Stefan se encontraba a mi lado, e intentaba mirarle de reojo sin que sospechara de mí. Era increíble lo mucho que se parecía a aquel antiguo amor mío, por lo que no era de extrañar que me atrajera, hasta tal punto que me dejará encandilar.

La clase de historia se me estaba pasando amena, tenía que reconocer que Stefan era amante de ello, o al menos lo parecía pues se quitó una de las tantas preguntas que había formulado el Sr. Saltzman. —Magnifico señorito Salvatore— Le susurré, asintiendo con la cabeza mientras hacía un gesto como aplaudiéndole, pero sin el sonido que conllevaba. El profesor Saltzman desde su asiento, se había percatado del extraño coqueteo que me traía con Stefan. Por lo que hizo una pequeña intervención dejándome así en evidencia delante de la clase. —Entendido Sr. Saltzman, la próxima vez lo diré en alto, o me guardaré mis comentarios para después de clases. — Dije agachando la cabeza, mientras recogía uno de mis mechones. Podía notar como el calor que sentía de la vergüenza, hacía que se encendieran mis mejillas.
Era asombroso lo mucho que aquel hombre sabía acerca de los vampiros y de las leyendas que antiguamente se contaba sobre ellos. Si no tenía cuidado de seguro que acabarían descubriéndome, y aquello no podía suceder al menos por él momento.

Observé detenidamente al señor Saltzman, había algo que me llamaba la atención y no, no era por su porte.
El timbre dio por finalizada la clase de historia, yo me levanté de mi pupitre hacía la salida, cuando: —Sr. Saltzman podemos hablar un minuto, por favor— Le dije. No esperaba que fuera tan fácil sonsacarle algo, pero en aquel momento se levantó Stefan e interrumpo nuestra ‘conversación’.
—Si…— Le contesté algo apagada, mientras me arrastraba por él hacía la siguiente clase. —La verdad, es que yo también me lo pregunto de donde se sacan todas esas historias —Le sonreí— Y más increíble aún, es que alguien crea en ello…—Proseguí, intentando quitarle hierro al asunto. —Perdón, no quería ser tan brusca y menos aún si… ¿Tú crees en ello? — Le dije enseguida, cuando me hube percatado de que quizás no hubiera sido buena idea el decir aquello.

—Siento haberte interrumpido, no tenías más que haberme pedido que esperase… —comenté, arrepentido. Lo habría hecho, la habría esperado. Me sentía muy raro, el amor a primera vista no existía, ¿cierto?

Al menos ella no parecía molesta por haberla interrumpido y se sumó a la conversación que yo mismo había iniciado. Eso hizo que me relajara un poco, aunque los nervios iniciales seguía allí —esos que se sienten cuando estás con una chica que te atrae—, e incluso sonriera.

—Bueno, para mí no es tan increíble. Hay gente que cree en muchas cosas que nunca han visto, como dioses, y también están los conspiranoicos y paranoicos. A veces es más fácil darle una explicación a algo, aunque esta sea fantasiosa, que dejar las cosas inconclusas. Es decir, te impide pasar página —expliqué encogiéndome de hombros—. No has sido brusca. Yo no creo en ello, la verdad. Solo creo en lo que puedo ver.

El resto de la jornada la pasé con Elena, enseñándole dónde estaba cada parte del instituto y disfrutando mucho de su compañía.