Era una de esas noches de verano que anuncian tormenta. Wyatt había acudido a aquel pueblo de mala muerte por una única razón: su sobrina Gwen. Aunque también le interesaban los incontables recortes de periódico que había acumulado sobre muertes misteriosas, desapariciones o ataques de animales demasiado salvajes. Llevaba años siendo cazador y evidentemente esa era la peor tapadera jamás ideada para proteger un lugar plagado de vampiros. ¿Qué mierda de pueblucho era ese? ¿Y por qué nadie hacía nada al respecto?

Habían quedado a las 22:30, en un aparcamiento cerca de un supermercado. El cazador descansaba apoyado sobre su preciada moto, dando las últimas caladas a un cigarro que terminó bajo su bota al reconocer las luces de un coche inconfundible, el impala de John, que ahora era el "bebé" de Gwen. Cuando la vio salir de él esbozó una pequeña sonrisa apenas perceptible. No era muy dado a muestras de afecto, pero para ella siempre tenía reservado un abrazo, así que, dejando para después los saludos, se adelantó hasta que se fundieron en uno. Breve, pero significativo.

—Bueno, no nos pongamos sentimentales —bromeó, separándose de ella para poder mirarla bien— ¿Cómo estás? —puede que alguien que no conociera a Gwen creyera que, a simple vista, estaba perfectamente— A parte de más delgada que la última vez que nos vimos, ¿tan mal cocina ese chucho? —había conocido al tal Aron hacía unos meses; al parecer era un licáncotropo al que su sobrina había tomado especial cariño.

Bromas a parte, era evidente que la cazadora no estaba en su mejor momento, sin embargo prefirió no darle muchas vueltas. Tenía otro plan en mente: un tipo de terapia un tanto peculiar.

—¿Has traído tu arma? —preguntó en un tono más serio. Un cazador nunca debía salir por la noche desarmado, así que contaba con ello— Porque conozco un bar al que podemos ir a tomar algo. Tú conduces —le guiñó un ojo, seguro de que intuía por dónde iban los tiros.

Porque ¿qué pasaba cuando dos cazadores entraban a un bar lleno de vampiros?

Pues, fácil: se desataba el puto infierno.

Ya está. No aguantaba más, había llegado a su límite.

Incluso aunque lo intentaba, cada día que pasaba era peor que el anterior. Cuando sentía un pequeño momento de felicidad, luego el golpe era más fuerte. ¿Por qué tuvieron que ser ellos? ¿Por qué ella salió con vida? Incluso si agradecía poder haber vuelto a los brazos de Aron, aquellas preguntas no paraban de rondar su cabeza a todas horas. Era por eso que había recurrido a otro tipo de ayuda. Una llamada de emergencia.

A la persona que estuvo para ella en su peor momento, su tío Wyatt.

Aparcó el Impala en el aparcamiento en el que había quedado con su tío. Antes incluso de llegar ya lo había visto apoyado en su mítica moto a la que tanto cariño le tenía, de la misma forma en que ella amaba a su bebé. Lo primero que hizo nada más salir del coche, fue correr hacia los brazos de su tío. Ninguno de los dos era especialmente cariñoso y efusivo, pero en ese momento ella necesitaba un abrazo y Wyatt estaba ahí para dárselo. Era un gesto que realmente apreciaba, al igual que lo hacía el hecho que hubiera acudido a su llamada de socorro. Ella mejor que nadie sabía que su tío era un solitario.

— Estoy viva — respondió con una mueca a su tío cuando este le preguntó por su estado una vez que se separaron. No era mentira, ella estaba viva al contrario que otros — No te metas con Aron, sabes que él te adora — hizo una mueca. Aún no había tenido la ocasión de contarle a su tío como aquella relación especial que mantenía con el licántropo se había convertido en algo estable. Y ya se imaginaba cual sería su reacción cuando lo hiciera — Que por cierto, te manda saludos — añadió pues le había contado que esa noche se iba a reunir con su tío — ¿Y tú? Te veo bastante bien, de una sola pieza. Con todos los miembros en su sitio —.

— ¿Por quién me tomas? ¿Piensas que tengo el maletero lleno de peluches y gominolas? — ahí era donde guardaba parte de su arsenal de pelea. Un bar. Gwen enarcó una ceja aunque por el gesto de su tío, supuso que beber era lo que menos iban a hacer en ese lugar — Espero que tengan bourbon del bueno. Después del ejercicio físico me vendrán bien un par de tragos — aceptó volviendo de nuevo al coche con él.

— ¿Has venido desde muy lejos? — le preguntó interesada mientras se dejaba guiar por las indicaciones que el hombre le daba. Los Ashkore eran todos unos nómadas por lo que no le extrañaría que lo hubiera pillado en la otra punta del país.

Tenía ganas de llegar al lugar, si una noche de terapia con Wyatt no la sacaba del bucle. ¿Qué más podía hacerlo?

Si cualquiera de sus sobrinas —ya fuese Gwen o Gin— lo necesitaba, esa era razón suficiente para dejarlo todo y acudir a la llamada. Y, por lo que pudo transmitir aquel abrazo, Gwen lo necesitaba más de lo que expresaría a través de palabras. Los Ashkore nunca solían pedir ayuda, tenían que estar muy mal para hacerlo. Quizá esa era precisamente otra de sus maldiciones: el maldito orgullo.

—Bueno, eso es un comienzo. Los Ashkore somos difíciles de matar —intentó animarla, apretando con cariño su hombro antes de soltarla del todo— ¿Que el chucho me adora? ¡Mierda! Eso es que no estoy cumpliendo bien mi labor de tío. Se supone que debería tenerme miedo —bromeó —o no—, ignorando totalmente la naturaleza de la relación que mantenía ahora su sobrina con dicho licántropo; aunque, por supuesto, nunca se le había pasado por alto el modo en que él la miraba—. Dile de mi parte que las manos quietas si no quiere perderlas —agregó cuando la cazadora le dijo que le mandaba saludos.

—Mientras lo que pierda no sea la cabeza todo va bien —torció una sonrisa. Había estado cerca de hacerlo en varias ocasiones, pero ahí seguía; sobreviviendo a un día a día que era más parecido a una sentencia de muerte que a una vida—. Esa es mi niña —no se esperaba menos de ella. Aún recordaba como, siendo apenas una cría, le había pedido a Papá Noel un arco con flechas de verdad y, cuando se había encontrado con un peluche en su lugar, se había sentido terriblemente decepcionada.

Ya en la carretera, Wyatt sintió cierta nostalgia al escuchar el ronroneo del motor del Impala; era justo tal y como lo recordaba. —Nebraska —respondió a secas, toqueteando la radio para buscar alguna emisora que mereciera la pena—. Mis planes eran seguir hacia el norte del país pero, eh, un poco de calor no está nada mal —en realidad odiaba el calor, sin embargo no estaba ahí precisamente por el clima, sino por ella—. Ese bar está en el siguiente desvío, a la izquierda —le indicó al ver que ya estaban llegando—. Es un lugar frecuentado por vampiros, que aprovechan que está en el culo del mundo para que la fiesta nunca se termine —la puso en situación.

—Nos haremos pasar por dos neófitos descarriados para poder entrar y, una vez dentro, empezará nuestra fiesta —sus ojos brillaron de forma extraña, con ansia. Esa noche prometía. En realidad todas las noches que pudiera matar monstruos prometían, y era mucho mejor cuando lo hacía codo con codo con Gwen.

Cuando llegaron, el lugar parecía sacado de una película de serie B. Era una mezcla entre un motel de los ochenta y un bar de carretera; lo peor de los dos mundos. Una única farola iluminaba el aparcamiento y, más atrás, podía verse un cartel de neón de lo más hortera. —Estos vampiros no tienen sentido del gusto —gruñó Wyatt cuando su sobrina apagó el coche—. Esconde bien tus armas —le recordó, saliendo del vehículo para dirigirse a la puerta del club. Ante ella, protegiéndola, había un vampiro que parecía venir de la mismísima estepa rusa.

—¿Qué querréis, forrasterros? —su marcado acento lo confirmó.

—Hemos hecho un largo viaje, nuestro destino es Mystic Falls... y unos colegas nos dijeron que aquí alguien como nosotros podría descansar y recuperar energías —mintió Wyatt, tomando la palabra. Su expresión era seria, fría, así que parecía que estaba diciendo la verdad. Miró a Gwen de reojo para que le siguiera el rollo, esperando que aquel vampiro no reconociera a ninguno de los dos.

LANZADA DE DADOS

0, 25: El vampiro ruso los reconoce, así que tienen que entrar a la fuerza.

50, 75, 100: Su mentira suena creíble, no los reconoce y pueden entrar sin problemas.

Su tío Wyatt era especial para ella, puede que no fuera la figura paterna ideal, pero había estado para ella siempre que lo había necesitado, por eso el que hubiera acudido a su llamada significaba tanto para ella. Tanto que lo único que quería era echarse a llorar en sus brazos, por lo que se tuvo que recordar a si misma que era una Ashkore y los Ashkore no lloraban delante de otros Ashkore.

— De hecho, hasta me ha preguntado que cuando te pasas por casa a tomar unas cervezas — no pudo evitar esbozar una sonrisa. Era cierto que su tío podía dar miedo o imponer cierto respeto cuando no se le conocía, pero para Gwen esa era una característica que a sus ojos lo hacía adorable. Una opinión que estaba segura que Aron estaba lejos de compartir.

— Ah, sobre eso… — hizo una mueca, se le había olvidado por completo contarle a su tío sobre la subida de nivel que había sufrido su relación con el licántropo — Sus manos siempre están disponibles para salvarme. Ya sabes, he sumado unas nuevas cicatrices desde la última vez que nos vimos — no era necesario que Wyatt supiera en que otros lugares ponía sus manos.

Agradeció el cambio de tema y poder montarse en el coche para conducir. No era la primera vez que su tío iba a su encuentro desde tan lejos, ya lo había hecho una vez cuando se encontraba en su peor momento — Ah, ya lo entiendo todo. Has venido aquí para prenderle fuego al bar y me estás usando como excusa — bromeó mientras seguía las indicaciones que este le daba, desviando el coche en esa dirección.

— ¿Hacernos pasar por uno de ellos? Me gusta el plan. Sabes que a Gin y a mi siempre se nos dio bien hacernos pasar la una por la otra — algo que ella había seguido haciendo durante su estancia en aquel pueblo. El recuerdo de su hermana la ponía nostálgica, más tarde, cuando acabaran con el trabajo le preguntaría a Wyatt sobre su gemela.

— Esto es lo que se dice para nada discreto — murmuró una vez que aparcó el coche a varios metros del lugar, entre las sombras donde nadie pudiera verlos. Una vez se bajó fue directa al maletero, donde se armó con su amplio surtido de armas que ocultó entre su ropa, como bien le había sugerido su tío.

Una vez lista, se dirigió junto a él hacia la puerta del club, donde tuvo que entrecerrar los ojos para evitar ser deslumbrada por las luces de neón — Spokóynoy nóchi — saludó en ruso — También nos han dicho que este es el mejor lugar para echar unos tragos, ya sabes a lo que me refiero — se dirigió hacia el portero de manera cómplice, que tras escrutarles con la mirada de arriba abajo, se hizo a un lado y les abrió la puerta. Dejándoles acceder sin más problema — Spasíva — agradeció antes de entrar.

El ambiente era tétrico, estaba todo prácticamente a oscuras, tan solo iluminado por la luz de unas cuantas velas distribuidas por la sala. Mientras que las paredes del local se encontraban pintadas de rojo, adornadas con calaveras y una especie de espadas medievales. A medida que avanzaba por el lugar se sentía más ansiosa, con ganas de empezar la fiesta.

Al fondo del local, se encontraba la barra, donde un vampiro mayor con cara de malas pulgas se encontraba sirviendo las copas a sus clientes — ¿Que opinas? ¿Por las buenas o por las malas? — le susurró a su tío llevándose la mano hacia la parte trasera de su pantalón, donde llevaba escondida su pistola.

0-25: En el interior del bar solo se encuentran 5 vampiros, borrachos.
50-75: Cinco vampiros borrachos y dos en buena condición física.
100: Cinco vampiros borrachos y cinco vampiros con ganas de fiesta.

Cuando su sobrina le dijo que el tal Aron le había preguntado que cuándo se pasaría por su casa para tomarse unas cervezas, no supo muy bien si debía enfadarse o reírse por su osadía. ¿Que era un poco protector? Bueno, puede que sí. Incluso cuando cualquiera de sus sobrinas sabía cómo matar a una persona en apenas unos segundos de mil formas diferentes, seguían siendo aquellas niñas que él recordaba.

—Hay que admitir que el muchacho los tiene bien puestos —concedió, correspondiendo a la sonrisa de Gwen—. Supongo que un par de cervezas no hacen daño a nadie... Bueno, eso dependiendo de cómo se porte él —tenía la sensación de que aquel encuentro iba a ser divertido para todos, menos para el pobre licántropo. De pronto, tenía ganas de esas cervezas.

—Eso le da puntos a favor. Quizá incluso sobreviva —bromeó, aunque que Aron hubiera salvado a Gwen de verdad era un punto a favor. La vida de un cazador era peligrosa, y bien lo sabía él, y tener a alguien que cuidara de ti podía suponer la diferencia entre vivir o morir.

—¿Yo? ¿Usarte de excusa? —saltó de pronto, siguiéndole el rollo— En realidad prenderle fuego a ese antro es la excusa para volver a ver a mi sobrina, que seguro que tiene muchas cosas que contar. Además, beberemos gratis —eso también era importante. Y, cuando terminaran el trabajo bien hecho, podrían brindar como en los viejos tiempos.

—Claro que lo sé, ¿cuántas veces me engañasteis con eso? Ah, joder... Eráis como pequeños demonios —había cierta lástima en su tono de voz. Wyatt no era un tipo nostálgico, aunque puede que la edad lo estuviese cambiando, pero echaba de menos ver esa antigua camaradería que había entre las hijas de su hermano. Eran como uña y carne, y ahora ni siquiera se hablaban.

Cuando llegaron a aquel bar, Wyatt miró a Gwen con cierta sorpresa. ¿Desde cuándo sabía ruso? Si no tuviera que mantener las apariencias, hasta le habría aplaudido. Optó por callarse y asentir con la cabeza, como si estuviera de acuerdo con lo que estaba diciendo su sobrina. Aquel fortachón pareció tragarse el cuento, así que ambos cazadores se adentraron en el lugar.

—Menudo gusto para la decoración tienen los rusos —sobre todo si eran vampiros—. De momento, tanteemos el terreno —agregó en voz muy baja para que solo Gwen lo escuchara, dando un par de zancadas hasta alcanzar la barra. Tras ella, un tipo rudo al que le faltaba un ojo se acercó, dejándoles un par de vasos que llenó con lo que parecía sangre y whisky. Menudo puto asco, y qué forma de estropear un buen licor.

—Mira y aprende —susurró a Gwen, fingiendo que se acercaba el vaso a los labios para dar un trago—. ¡Eh, grandullón! —pareció cambiar de idea en el último momento, captando la atención del camarero, que se giró de nuevo hacia ellos con cara de malas pulgas— ¿No te quedaba B+? —en realidad no tenía ni la más remota idea de qué tipo de sangre era aquella, solo sabía que su olor le daba arcadas; su única intención era distraer a aquel idiota y hacer que se acercara.

Porque, entonces, puso en marcha su plan suicida.

Mientras sacaba un mechero de su cazadora y lo encendía, le tiró el contenido de la copa al camarero, lanzándole después el mechero. Al momento su ropa comenzó a arder, al igual que el sujeto. Si Wyatt había descubierto algo en sus años de cazador, era que esos hijos de puta ardían muy bien. Y que la verbena era su talón de Aquiles. Por eso, unas horas antes se había colado en el lugar para hacer unos añadidos en los aspersores del techo, que se activaron cuando la alarma de incendios captó el humo.

Pronto todos los vampiros comenzaron a gritar de dolor, fijando sus ojos hambrientos y rabiosos en los dos forasteros que parecían estar tranquilo.

—¡Ahora! Es el momento de patear traseros —gritó, justo antes de sentir como unas manos lo atrapaban por la cazadora para arrastrarlo tras la barra— ¡Menudo hijo de puta... —farfulló mientras se revolvía, alcanzando su pistola de balas de madera y utilizándola contra el camarero, disparándole a un pie para que lo soltara— ...más resistente! —agregó, viéndose libre, y disparándole en el corazón para rematarlo.

La diversión tan solo acababa de comenzar.

LANZADA DE DADOS

0, 25: Dos vampiros se lanzan a por Gwen, y otros dos a por Wyatt.

50: Todos toman la sabia decisión de salir al exterior, por lo que deben seguirlos.

75, 100: Un vampiro intenta apagar los aspersores, y otro intenta morder a Gwen.

Ante las palabras de su tío, Gwen empezaba a plantearse si realmente era una buena idea juntar a los dos hombres en el mismo lugar y para colmo, sumándole alcohol. ¿Debería advertirle antes de que el lobo era su pareja?

— Vamos, si ya lo conoces. Aron es un encanto. Estoy segura de que en algún momento os llevaréis muy bien — o quizás no. Sí, mejor esperaba a que su tío estuviera de mejor humor tras haber pateado un par de culos vampíricos antes de darle la noticia de su nuevo estado sentimental.

— Acabas de decir las palabras mágicas. Me muero por una buena copa de whisky escocés — y es que la combinación de alcohol, más ver arder a las malditas sanguijuelas, era el cóctel favorito para un Ashkore. Aparte de que necesitaba algo fuerte que le hiciera olvidar durante unas horas el fracaso de misión de la que salió con vida unas semanas atrás.

— Lo divertido de todo era que siempre caías, incluso aunque ya te habíamos engañado varias veces. Supongo que cada vez éramos más convincentes — sentía una opresión en el pecho a medida que hablaba sobre aquellos tiempos en los que su hermana y ella eran una sola. Siempre había tenido a su gemela muy presente en su memoria, pero desde que llegó a Mystic Falls, la necesidad de volver a entablar contacto con ella se había disparado hasta el punto de imaginar en más de una ocasión como sería su reencuentro y las palabras que le diría, empezando por un lo siento.

Pudo notar la mirada de su tío sobre la de ella cuando pronunció aquellas palabras en ruso y tuvo que contener la risa para no cagarla. Ni mucho menos la cazadora podía comunicarse en el idioma del país del vodka, tan solo se trataban de algunas palabras sueltas que había aprendido viendo documentales durante sus estancias en los moteles de mala muerte cuando viajaba por el país. Nunca se le ocurrió que le podría ser útil en su labor como cazadora.

Tuvo que reprimir una arcada al ver como el camarero les servía aquel mejunje de alcohol y sangre, recordándose a sí misma que a ojos del vampiro, debía de verse como el más apetitoso de los manjares.

— A ver, sorpréndeme — le susurró tomando la copa entre sus dedos, meneándola de un lado a otro con parsimonia, haciendo tiempo para no tener que tomarse esa guarrada o siquiera llegar a olerla. Por suerte, su tío salvó la situación en el momento indicado —. ¡Por fin! Estaba a punto de quedarme dormida — una sonrisa sarcástica apareció en los labios de la cazadora en el instante en que los aspersores empezaron a empapar la estancia. No tardó en desenfundar su pistola del interior de su chaqueta. En total eran siete vampiros los que tenían que reducir —. Tres para ti y tres para mí. El que sobra para el más rápido — propuso. Intentó ir en ayuda de su tío, pero dos vampiros la cercaron, Wyatt tendría que apañárselas por sí solo.

Disparó contra uno de ellos varias veces y golpeó en el codo al que se le acercaba por detrás, girándose para pegarle una patada en el costado. Por suerte, gracias a la verbena aquellos bichos eran muchísimo más lentos, lo que les proporcionaba cierta ventaja. Una ventaja que se estaba agotando, pues empezaba a notar como el agua que caía sobre ellos comenzaba a escasear.

— ¿Necesitas una ayudita, Wyatt? — preguntó a su tío justo antes de que uno de los vampiros la derribara contra el suelo —. ¡Joder! — exclamó forcejeando contra la sanguijuela — ¡Yo lo llevo bien! — farfulló entre gruñidos metiendo la mano dentro de su chaqueta para sacar una estaca que clavó con fuerza en el pecho del vampiro. No le acertó en el corazón por centímetros. Aprovechando ese momento, la cazadora tomó impulsó empujándolo y después lo pateó con fuerza para alejarlo de ella.

El vampiro golpeó contra una pared y cuando la cazadora se incorporó para volver a lanzarse hacia él se percató de la tubería rota a sus espaldas.

— ¡Tío Wyatt, cúbrete! — le pidió a su tío sacando un mechero de su bolsillo. Lo abrió y lo lanzó en dirección a donde se encontraba la tubería mientras que ella saltaba por encima de la barra para cubrirse de la posible explosión que tenía intención de provocar.

0: El mechero se cae al suelo y F de fracaso.
25: Una pequeña explosión controlada se lleva por delante un vampiro.
50-75: La explosión se lleva por delante a dos vampiros que estaban cerca.
100: La explosión se lleva por delante a tres vampiros de un plumazo y  medio bar.

Al escuchar a su sobrina, el cazador escupió al suelo, como si le diera a entender que eso de "llevarse muy bien" nunca sucedería. Sabía que, en el fondo, el tal Aron no era tan mal chico, pero era inevitable que su lado más cascarrabias y desconfiado saliera a la luz cuando se trataba de su querida sobrina.

—Todos los hombres son un encanto cuando quieren algo, no te fíes —le dijo alzando el dedo índice, como si estuviera dándole una lección de vida o algo por el estilo. Él, desde luego, sabía bien de lo que hablaba; tenía años de experiencia a su espalda—. Oh, pero si se sobrepasa contigo... avísame, le clavaré una flecha en su peludo trasero de lobo —por el tono que empleó, parecía ir bastante en serio. Mejor para el licántropo no descubrir hasta qué punto.

—Esa es mi chica —le guiñó un ojo de forma cómplice. Quería creer que su buen gusto en cuanto a alcohol lo había heredado de él, porque ambos eran unos fanáticos del buen whisky. Y también de patear culos vampíricos.

—No te rías de tu tío —la reprendió a modo de broma, dejándose llevar unos instantes por la nostalgia de una época que era mejor... mucho mejor—. Eráis un buen equipo, y todavía podríais seguir siéndolo —la miró de soslayo, consciente de que aquella era una conversación que debían guardarse para después. Ahora, tenían trabajo que hacer, y vampiros que matar.

Una vez dentro, el infierno no tardó en desatarse. Y es que... ¿qué sucedía cuando dos cazadores entraban a un bar repleto de vampiros? Que lo convertían en su patio de recreo. Y no importaba que aquella panda fueran vampiros duros de la Madre Rusia; Gwen y Wyatt trabajaban bien juntos, y habían salido de situaciones peores.

—Quien se cargue solo a tres, invita a todas las rondas de la noche —bromeó, resurgiendo tras la barra después de disparar al "cóctel molotov" que había querido llevarlo con él a las puertas de la Muerte. Un segundo no tardó en acercarse a él, surgiendo de la nada, empujándolo de nuevo tras la barra justo en el momento en el que Wyatt intentaba salir— Maldito hijo de... —Bang! Un disparo directo a su cabeza, pero no fue suficiente para pararlo. La estaca que el cazador clavó en su pecho, sin embargo, sí que funcionó.

—¡Se resisten, pero al final todos caen! —respondió a voces, logrando al fin saltar más allá de la barra, rebuscando una segunda estaca oculta tras su chaleco— ¡Gwen! —a lo lejos, vio que su sobrina estaba en problemas, aunque no tuvo tiempo para ir a socorrerla, pues un tercer vampiro ruso se apareció tras su espalda, llegando a morderle un hombro antes de que pudiera clavarle el arma en el estómago— Espero que te guste la verbena, capullo —lo empujó, recuperando la estaca para volver a herirlo con ella; esta vez, en el pecho.

—¿Huh? —al escuchar la advertencia de Gwen, se giró hacia ella. El mechero en su mano y la tubería rota eran todas las pruebas que necesitaba para hacerle caso, volviendo a lanzarse tras la barra, esta vez de forma voluntaria. Se quedó sentado en el suelo, cubriéndose la cabeza con los brazos, y asegurándose de que Gwen estaba a su lado.

Entonces, el suelo vibró y parte del bar fue pasto de las llamas de la explosión, que carbonizaron a tres de los vampiros— ¡Eso ha sido una jodida locura! —gritó en cuanto estuvieron a salvo, girándose hacia su sobrina— ¿Estás bien? —preguntó antes de nada, levantándose y ofreciéndole una mano— Buena jugada, niña —la felicitó, antes de que el sonido de unos gruñidos los interrumpiera. Dirigiéndose a ellos, se encontra un vampiro con el rostro quemado y muy mal aspecto que apenas podía mantenerse en pie.

El último.

—Todo tuyo, yo invito. Te lo has ganado —le cedió los honores, rebuscando en las estanterías alguna botella superviviente y llevándosela consigo para compartirla como recompensa—. Tenemos que salir de aquí cuanto antes, vamos —la apremió una vez hubo terminado el trabajo, dejando atrás aquel bar que no tardaría en ser consumido por completo por las llamas.

Era un espectáculo digno de ver, lejos, con una buena dosis de alcohol y la conversación que se debían.

Tuvo que reprimir una carcajada al ver la reacción de su tío cuando le habló de Aron. Fue una buena idea que su tío fuera a visitarla. Después de pasar aquellas últimas semanas de bajón, su ánimo había subido lo suficiente como para querer echarse a reír.

— Le diré que tú también le mandas saludos y que estás deseando volver a verle para tomarte esas cervezas — ¡Ay! Si su tío Wyatt supiera que en realidad ellos ya habían traspasado esa fina línea y que lo de "sobrepasarse" era cosas de los dos...

Y de un momento a otro, pasaron de hablar de su compañero de casa a un tema mucho más delicado; su hermana. La cazadora se tensó, desviando la mirada hacia el retrovisor. Diez años desde que dejó a Gin atrás y todavía no era capaz de superarlo. Y nunca lo haría. Porque el día en que Gwen se marchó de casa renunció a su otra mitad. ¿Cómo podía seguir sabiendo que su hermana se encontraba en esos momentos en alguna parte del mundo llevando a cabo probablemente lo que ella estaba a punto de hacer? Destrozar vampiros.

Y vaya que si lo hicieron.

Aquel bar hortera y de mala muerte se convirtió en el ring de los cazadores. Gracias a la ingeniosa trampa del río Wyatt, tuvieron una ventaja sobre sus enemigos que Gwen no dudó en aprovechar.

— ¡Son una maldita plaga! — le gritó a su tío mientras se enfrascaba en la lucha con aquel vampiro que acabó por darle la idea explosiva que les daría la victoria. Una idea improvisada en apenas unos segundos que podía salir bien o podía salir muy mal.

¡BOOM!

La cazadora había tenido el tiempo justo de saltar tras la barra y cubrirse los oídos con ambas manos. La madera vieja del suelo retumbó bajo ellos y la onda expansiva se llevó parte del bar, haciendo que cristales y madera se entremezclaran, saltando en varias direcciones.

— Ya sabes que me gusta improvisar — se justificó tras ponerse en pie y se aferró a la que quedaba de barra medio mareada. Percibía el sonido de un pitido agudo debido a la explosión y el calor, sumado con el olor a carne quemada no ayudaba a que se sintiera mejor —. Menuda cucaracha... — murmuró al identificar los gruñidos lastimeros del único que quedaba en pie —. No sé como se dice adiós en ruso. Nos conformaremos con un: vete al infierno — y tras aquellas palabras, clavó una estaca en el corazón del moribundo vampiro, poniendo fin a su miserable existencia.

— No pierdes el tiempo — comentó al ver la botella que su tío se llevaba con él. La cazadora la tomó prestada una vez que regresaron hasta el coche. No había nada como un buen trago después de un trabajo bien hecho —. ¿Ahora que vas a hacer? — le preguntó deevolviéndole la botella tras apoyarse en el impala —. ¿Te quedarás unos días? ¿Volverás a Nebraska? ¿O todavía no has decidido nada? — porque así era la vida de un Ashkore en realidad, impredecible. Sin un sitio al que realmente pudieran llamar hogar.

— Por cierto, tengo algo que contarte — su tío ya estaba de mejor humor y tenía alcohol para festejar, era el momento de decírselo —. Aron y yo... No tienes que preocuparte de que se sobrepase. Estamos juntos desde hace unas semanas — ale, ya esta. No era fue tan difícil soltarlo. Lo complicado sería aguantar el sermón que vendría por parte de su tío.

No había nada como una hermosa explosión, el olor de carne de sabandija quemada, las vísceras vampíricas pintando los escombros... Oh, Wyatt no cambiaría eso por nada en el mundo, y adoraba compartir aquellos momentos con una de sus personas favoritas en el mundo, su sobrina.

—Y tienes un talento para ello. ¡Oh, dios, menudo caos! —exclamó en un tono jovial y animado, porque a todo cazador le gustaba el caos cuando eran sus enemigos los que mordían el polvo— A mí no me mires. Las únicas palabras que conozco en ruso son vodka... y eristoff. Ah, y moskovskaya —no era de extrañar que todo su vocabulario ruso estuviera relacionado con bebidas alcohólicas.

Años de experiencia en el tema.

—Es la recompensa por un buen trabajo. No me mires así, vamos a compartirla —bromeó, cediéndole los honores de abrir la botella y darle el primer trago mientras dejaban atrás aquel club reducido a escombros. La pregunta de su sobrina le hizo encogerse de hombros—. Supongo que me quedaré unos días. Parece que necesitáis una mano más en este pueblo. Además, es casi como un coto de caza libre, ¿cómo negarme? —en realidad, también se quedaría porque quería echarle un ojo a Gwen. No porque pensara que fuera débil ni mucho menos, sino porque estaba pasando por un mal momento y eran familia.

—¿Ah, si? —enarcó una ceja, reclamando la botella para darle un trago. Al escuchar lo que tenía que decirle paró de beber en el acto, escupiendo parte del alcohol al suelo para no atragantarse. Eso nunca era una buena señal: Wyatt jamás desperdiciaba el buen whisky— ¿Qué estáis qué? —casi gruñó, volviéndose hacia la cazadora con una expresión confundida— Esa explosión debió haberme dejado medio sordo, no puedes estar hablando en serio... ¿con ese lobo? —la miró con más detenimiento, como si buscarla algún pequeño gesto que delatara su broma.

Solo que Gwen parecía hablar bastante en serio.

—Pero él es... es un licántropo. ¿Sabes que eso lo hace peligroso? —comenzó a razonar con su sobrina en un tono de regaño. Wyatt no creía que los licántropos estuvieran al nivel de los vampiros —sino, jamás habría permitido que uno se acercara a una persona que apreciaba tanto—, pero seguían siendo... no-humanos— ¿Estás segura de lo que estás haciendo? —agregó, sin darle tiempo siquiera a responder a su interior pregunta. Después, se llevó la botella a los labios y dio un buen trago. Sin duda, lo necesitaba.

Entre el humo y el calor que desprendía el fuego que devoraba lo que quedaba de aquel tugurio de mala muerte, a Gwen le llevó unos segundos recuperar la compostura antes de incorporarse del todo para abandonar el local junto a su tío.

— Es como el epicentro de lo sobrenatural. No sé qué tiene este pueblecito que los atrae tanto... — la cazadora negó con la cabeza, quitándole el tapón a la botella para echarle un buen trago —. Con la cantidad de bichos, no sé como no han arrasado todo el pueblo — concluyó tras devolverle la botella. Que bebiera, que lo iba a necesitar para cuando le diera la noticia.

O no…

Hizo una mueca y entrecerró los ojos al ver como Wyatt escupía el mismo trago que segundos antes le había dado a la botella. Mala señal, muy mala señal. Tendría que haberse esperado a que su tío se hubiera bebido tres tercios de la botella como mínimo. Pero ya estaba ello y Gwen no iba a retractarse.

— Estamos juntos. Ya sabes, como una pareja — ¿Por qué todavía le avergonzaba tanto admitir ese tipo de cosas? Bueno, quizás la intimidante mirada de su tío y sus gruñidos incrédulos también influían en ello… ¡Dios, tendría que haber sido ella quien se tomara la botella! —. Sí, lo sé. Una vez al mes le salen garras, colmillos y mucho pelo — era algo de lo que era consciente casi desde que lo conocía y en realidad, nunca le resultó un problema.

— Si te soy sincera… Al principio no lo estaba. Tú estuviste conmigo en el hospital cuando... — Peter. Cada vez se le hacía más complicado pronunciar el nombre de su ex-prometido. ¿Qué pensaría él de esto? ¿Se sentiría decepcionado de saber que le había entregado su corazón a otro? —. Esto no es algo nuevo, empezó hace casi un año. Solo que yo siempre he tenido miedo de que algo malo pueda sucederle… De perderlo... — porque él era la única persona a la que no se podía permitir perder en su vida. Aron no solo se había metido en su corazón, sino que era parte de ella. Y no podía imaginar una vida sin él —. Pero al final no pude seguir evitando lo inevitable... Por primera vez en mucho tiempo pensé en mí y en lo que quería — le costó mucho tomar esa decisión e incluso ambos necesitaron un empujón. Pero no se arrepentía de nada—. Y lo quiero a él. ¡Le amo! — se sorprendió a sí misma admitiendo aquello en voz alta de forma tan directa y sin estar bajo la influencia del alcohol.

Le amo.

— Sé lo que estás pensando y lo siento si te he decepcionado. Pero no voy a renunciar a él — no iba a seguir haciéndolo, no después de haber descubierto lo maravilloso que era despertar cada mañana a su lado —. Espero que puedas entenderlo… Si no es hoy, al menos algún día — y de verdad esperaba que así fuera, pues su tío era lo más parecido a una figura paterna que había tenido en los últimos diez años.

Algo había hecho mal, se decía a sí mismo mientras procesaba aquella información. ¿Que estaban juntos?, ¿como una pareja? ¡Pero cómo era posible! Era algo... antinatural; un licántropo y una cazadora, casi hasta parecía el comienzo de algún chiste de cazadores. No, no, no. ¿Cómo había permitido que su sobrina, a la que quería como a una hija, se acercara a un Lanvik?

—Es una broma de las tuyas, ¿verdad? Tiene que serlo. Siempre se te dio bien tomarme el pelo, incluso cuando eras una cría —se negaba a creerlo, haciendo aspavientos como si estuvieran en medio de una discusión. Sin embargo, la expresión de su sobrina era bastante seria y la conocía lo suficiente para saber que le estaba contando la pura verdad— ¿Lo sabe tu padre? —inquirió, tratando de relajarse un poco y volviéndose hacia ella. ¿Estaría John a favor de algo así? No lo creía.

Entonces, Gwen se sinceró completamente. Por el modo en que hablaba, estaba claro que de verdad amaba al tal Aron, ¿y qué podía hacer él al respecto? Ya era mayorcita para tomar sus propias decisiones, por mucho que él no estuviera a favor. Era su vida, después de todo. Tras un rato largo, el cazador soltó un largo suspiro y volvió a dar un trago a la botella, entregándosela a Gwen para que hiciera lo propio.

—Menudo marrón, Gwen —soltó otro gruñido por lo bajo. No parecía muy contento, aunque su expresión era también la de un hombre resignado—. No puedo decidir con quién compartes tu vida, solo darte consejos que no seguirás —porque ambos sabían que, como buena Ashkore, era testaruda hasta decir basta—. Joder, pero menuda puntería la tuya. ¿No podía ser un... cazador? ¿Qué fue del tal Freddie? Estaba coladito por ti —también compartía su misma profesión, y parecía un buen hombre, aunque a Wyatt tampoco le parecía suficiente para su sobrina.

Ningún hombre podría estar a la altura nunca, ¿o quizá sí?

—¿Él... también te quiere, el pulgoso ese? —quiso saber, usando un tono de voz más bajo, aunque sin poder evitar referirse al licántropo de forma despectiva— ¿Se porta bien contigo?, ¿te cuida? Más le vale o le haré una visita —agregó de mal humor. Aunque puede que se la hiciera de todas formas. Debía comprobar por sí mismo que era un buen hombre.