El pequeño Dragoslav corría con un pequeño cubo entre sus manos. Sus frágiles brazos se aferraban con fuerza al asa, pero aun así era una tarea que estaba costándole bastante. De este salía agua con cada paso que daba, pero no importaba, pues él solo quería llegar a la cabaña y sentirse productivo por haber ayudado con la recolecta de agua. Su abuelo se había empeñado en que no fuese con los demás a por agua porque acababa de pasar por unas semanas enfermos y estaba más débil que nunca.  La única opción que le quedó al chico fue la de escaparse para demostrar a todos que podía ayudar.

E incluso con su cuerpo diciéndole que no podía, él seguía empeñado que si.

Odiaba estar en la cama mientras que los demás eran productivos. Quería ser uno más; pescar, cazar, salir de expedición, aprender a manejar una barca e incluso crear casas, pero no quedarse en la cabaña con el único entretenimiento de utilizar pieles para crear ropajes.

Con las heladas, el único riachuelo que se mantenía líquido se encontraba a unos kilómetros del asentamiento. Nadie lo había esperado y la noche estaba cada vez más cerrada y, con ella, los peligros que acechaban esas tierras. El primero de estes fue una rama moverse. "Será un aguilucho, no te preocupes", se dijo a sí mismo. Luego, forcejeo entre los árboles. "Roedores saliendo a comer", se intentaba convencer. Pero entonces oyó un aullido y vio una sombra que pronto salió de su escondite.

Comenzó a correr por aquellas tierras. La única brújula que le guiaba el camino eran las estrellas y los árboles conocidos, algo  a lo que no prestaba atención. Solo quería llegar a su casa con el agua, aunque pronto tuvo que deshacerse del cubo para ganar agilidad.

En la aldea, su abuelo, preparaba una batida de búsqueda con los pocos vountarios. Estaban en época de enfrentamientos y los escasos guerreros no iban a sacrificarse por un joven que no iba a llegar a la mayoría de edad. Él mismo sabía que su nieto no estaba vivo. Solo consiguió tres acompañantes y porque tuvo que recurrir a tratos y chantajes. Nadie quería.

Entonces, a lo lejos apareció una pequeña sombra que arrastraba ahora. Era Dragoslav y no, no traía agua, pero si que arrastraba el cadáver de un animal que sirvió para alimentar a la tribu durante varios días. No se explicaba cómo lo había hecho pero ese día el niño se ganó el respeto de su gente.