—Te diría que no quiero ser muy mala con ella pero te estaría mintiendo. Me encantaría destrozarla —y puede que eso haya sonado muy psicópata, pero es la verdad. Katherine Pierce no se merece menos—. Aunque creo que hay una lista muy larga para eso —comenta con una risa, encogiéndose de hombros—. Cada vez que se esconde sucede algo malo, casi que prefiero que salga de su cueva.

Porque parece que las malas noticias la persiguen. Mejor dicho, Katherine es una mala noticia en sí misma.

—Lo sé —asiente con la cabeza ante la mención de Bonnie y suspira. La bruja le caía bien, aunque no la conociera demasiado—. Espero que más pronto que tarde —dice con una sonrisa amplia, asintiendo con la cabeza de nuevo—. Damon no es santo de mi devoción pero te creo. Parece un pirado de libro realmente el Kai ese —y eso le pone nerviosa. Hace tiempo que no se enfrenta a gente de ese modo, se siente oxidada y no le gusta—. Claro que tengo algún difraz en mente. Soy la reina de los disfraces.

Y de los sustos, que a nadie se le olvide.

Si algo han conseguido Elena, Stefan, Damon y los demás muchachos de la panda, es hacer que Lexi se sienta «bastante» como en casa. Por no decir que al completo como en casa—. Eso me alivia —admite con una pequeña sonrisa dibujándose en los labios, casi con timidez incluso—. La velocidad vampírica es mi ventaja, ¿lo recuerdas? —se ríe suavemente. Sea a donde sea que vaya y en cualquier momento, Lexi no llega tarde.

La velocidad vampírica es su mayor aliada en esos casos, por suerte.

Tuerce el gesto ligeramente asintiendo con la cabeza al final—. Sí, creo que necesito opinión femenina. No estoy acostumbrada a los vestidos —desde que empezó a llevar pantalones no ha parado y la verdad, normal. Le son extremadamente cómodos—. Bueno, nunca he visto a Stefan como algo más que un amigo, pero no negaré que es atractivo —lo cual es cierto, causa furor entre las mujeres allá donde va—. ¿¡Pareja!? —Lexi no puede evitar el tono de sorpresa y timidez que se apodera de ella.

Vaya con Elena, ¿eh?

—No somos pareja —le da un toquecito suave en la frente con todo el cariño del mundo—. Aunque lo que dices es verdad. Él me lo ha dicho alguna vez también. Está más feliz conmigo. Además, no puedo irme y dejarlo con Katherine —tiembla solo de pensarlo—. Tengo que defenderlo de esa bruja —en el peor de los sentidos—. Y ahora, señorita Elena Gilbert, será mejor que hablemos de su vida amorosa mientras nos vamos a probar ropa.

Ah, ah, porque si a Lexi le toca hablar, a Elena también.

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—Gemela malvada.—Repite el apelativo, dejando escapar una breve carcajada.—Qué forma tan cariñosa de llamarla.—Más de lo que Katherine se merecería, no le cabe duda.—¿Se ha vuelto a saber algo de ella? Parece que se la hubiera tragado la tierra.—Y ojalá así fuera. Pero duda que hayan tenido tanta suerte.

—Es maravilloso que tengas tú también ahora tu propia joya solar.—Le dice.—Habría... sido algo más fácil conseguírtela si Bonnie... bueno, ya sabes.—Tampoco quiere culpar a su mejor amiga, si bien no ha sido capaz de recuperar su magia en estos últimos meses, otro asunto del que el grupo ha estado volcado y preocupado en los últimos tiempos.—Pero conseguimos dar con una bruja dispuesta a ayudar y lo demás fue pan comido.—Incluso si hubieran sido necesarios más esfuerzos, habría merecido la pena.—Cuando quieras, salimos a dar un paseo a plena luz del día y lo estrenas un poco más.—Elena feliz de poder acompañarla en la experiencia.

—Damon es un ángel al lado de ese chico.—Aunque, dada la opinión que la vampiresa tiene sobre el mayor de los Salvatore, entiende la comparación.—De hecho, está obsesionado con él... con todos nosotros. No sé muy bien de dónde ha salido —admite—, pero parecía dispuesto a hacernos la vida imposible.—«Ojalá se le haya tragado la tierra con Katherine.» ¿Es mucho pedir?—Tenerte aquí es un alivio, no lo dudes. Cuantos más seamos, mejor.—Pues bien lo ha dicho Lexi: Halloween se está acercando, y nada apunta a que vaya a ser una fiesta tranquila.

—Venga, vamos a arreglarte eso.—Le propone con una sonrisa, tomando a la rubia del brazo para llevársela de allí.—Y me cuentas por el camino qué planes tienes para Halloween. Habrás pensado en un disfraz, ¿no?—Al menos, podrán evadirse un poco teniendo la esperanza de que todo vaya bien.

Pero no se engaña: es probable que no las tengan todas consigo.

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Tratando de añadirle cierta nota de optimismo a la conversación, Elena sonríe ampliamente. —Bueno —se encoge de hombros—, esta Navidad no tendrás por qué pasarla sola. Nos tienes a nosotros.—Y es que puede que Lexi empezase siendo simplemente la amiga de Stefan, su mentora y aquella que consigue sacar lo mejor del menor de los Salvatore. Pero no: a día de hoy, es mucho más que eso.

Prácticamente podría decirse que es una más. —¡Uy! Pues vas a tener que darte prisa, o vas a llegar muy justa.—¡Dejándolo todo para el último momento! Elena no puede evitar sentir afinidad con Lexi, recordando que la metódica Caroline, en su lugar, se habría horrorizado.—¿Quieres que te acompañe a alguna tienda cuando termine la chocolatada? Creo que ya sólo queda un ratito. Podría echarte una mano.—Tampoco es que Elena sea una diosa de la moda; de hecho, tiene un estilo bastante sencillo. Pero si necesita a alguien para aconsejarle cómo se le ven distintos trajes de prueba, podría prestarse a ello.

Se encoge ligeramente de hombros. «¿Estamos hablando de Stefan Salvatore?» —No lo sé. ¿Estamos?—Intenta verse inocente, pero nada más lejos de la realidad.—Bueno... Supongo que últimamente estáis pasando mucho tiempo juntos. Más de lo habitual, quiero decir.—Y es que la propia Lexi lo ha dicho: el vampirismo forma parte de ella y de su estilo de vida, razón también por la que se ha convertido en una auténtica nómada. Rara vez se asienta en ningún lugar por demasiado tiempo, habiendo coincidido con Stefan repetida, aunque esporádicamente durante décadas.

Sin embargo, Lexi lleva desde el verano en Mystic Falls... sin aparente intención de marcharse. —Me parecéis una bonita pareja.—Confiesa repentinamente, sin tener del todo claro si quizá está metiendo la pata. Pero la vida también es riesgo, ¿no crees?—Siento que sacas lo mejor de Stefan.—Tan contraria a Katherine, capaz de sacar lo peor de él.—Y él se ve más feliz desde que estás aquí.—Teniendo en cuenta que la mochila de traumas a superar es cada vez más pesada a espaldas del vampiro.

—Pero igual son sólo cosas mías.—Añade, sonriendo y llevándose el chocolate caliente a los labios, pretendiendo disimular, mas sin perder de vista la reacción de su interlocutora.

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—No te preocupes más, en serio. Casi que prefiero que seas tú a quien me encuentre que a tu gemela malvada —la expresión de Lexi cambia a una de desagrado por completo, suspirando. Con haberla visto una vez ya es más que suficiente—. ¡Oh! Es genial —asiente con una sonrisa, acariciando el collar. La verdad es que le hace mucha ilusión tener algo que le permita estar en la luz del sol por fin—. Echaba de menos la luz del sol, ¿sabes? Muchísimo. Ahora si me voy de Mystic Falls en verano me podré ir a la playa y usar bikini por fin —y así no tendrá que salir solamente de noche, que menuda pereza.

—Sí, con algunas cosas me he puesto al día. ¿Quién es ese chico? ¿Y por qué le hace la competencia a Damon en cuanto a locura se refiere? —vale tal vez eso último no tendría que haberlo dicho tan a la ligera—. Lo peor es que los fantasmas salen mucho en Halloween, y se está acercando. Me preocupa lo que os pueda pasar entonces —se encoge de hombros hablando con sinceridad—. Pero yo os protegeré ahora que estoy aquí, ¿eh?

Porque Lexi Branson siempre va al rescate.

—Distintas... Sí, creo que distinta es la palabra idónea —ella lo recuerda vagamente, pero puede decir que las navidades antaño se tomaban como una fiesta mucho más familiar. No es que actualmente no lo sea, pero es como si hubiera un aura de tristeza sombría que opaca todo lo bonito que pueda traer la navidad—. Pasar las navidades solo por elección propia tampoco suena tan mal. Yo lo he hecho —hace una ligera pausa antes de continuar—. El problema radica cuando no es tu elección, si no que las circunstancias te han obligado a algo así.

Y, la verdad, Lexi no podría soportar algo así. Lo ha vivido, y no le gustaría volver a pasar por esa etapa nunca más. La tan positiva y carismática Lexi Branson no siempre ha sido así.

—¡Claro que sí! Me pondré un vestido bonito, debo ir de compras —asiente con la cabeza algo pensativa. Tiene que estar más deslumbrante de lo normal—. No, es que me resulta tan... efímero. Y yo ya estoy tan acostumbrada a la inmortalidad que tengo este estilo de vida corriendo por mis venas, y no sé vivir de otra manera —por eso necesita a alguien que al menos sepa seguirle el ritmo aunque no lo comparta. Lexi alza una ceja mirando a Elena, para después alzar la otra. ¿Qué?—. ¿Stefan? ¿Estamos hablando de Stefan Salvatore? —se le ha escapado una carcajada—. No es algo que haya pensado nunca. ¿Por qué? ¿Es que nos ves juntos o algo?

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—Oh, estoy también de acuerdo con esa parte.—La de que las Navidades se han convertido en una época extremadamente consumista.—Creo que los regalos y los gastos en todo y para todo han terminado cobrado un papel... demasiado esencial. Imagino que... tiempo atrás, las cosas eran distintas.—Todavía a Elena le cuesta comprender el concepto de la inmortalidad. No es fácil concebir a personas como Damon, Stefan o la propia Lexi, desenvolviéndose en un contexto histórico totalmente diferente... sin haber cambiado un ápice. Al menos, en apariencia.—Pero me gusta pensar que lo importante sigue siendo reunirse con nuestros seres queridos.—Familia... o amigos. Para Elena, son lo mismo.—Esta noche tendremos una cena por Nochebuena. ¿Vendrás?—¿Siendo la mejor amiga de Stefan? No lo duda ni por un segundo.

Aunque, en realidad, en los últimos tiempos Elena tiene la sensación de ambos amigos están pasando juntos más tiempo de lo que es habitual; la propia Lexi, de hecho, hacía tiempo que no permanecía tantos meses consecutivos en Mystic Falls. Pero puede que sólo sea una apreciación errónea por parte de la observadora réplica.

O puede que no.

—¿Se te han presentado muchos problemas con la Navidad en los últimos años?—Pregunta con franca sobrenatural. Siendo Elena también una vampiresa desde hace apenas dos años, también está interesada en detalles como aquellos. Se encoge de hombros con sencillez.—La historia seguro fue más romántica en Verona. Pero sí.—Bromea.—También meno trágica.—Añade. Las palabras de Lexi la hacen reflexionar brevemente.

«Que no es que tenga a nadie en mente pero...»

—Entonces... ¿nadie en mente, eh? ¿Nadie... nadie?—A la morena no se le da tan bien sonsacar información como a su mejor amiga, Caroline; pero puede intentarlo.—¿Ni siquiera... un atractivo vampiro de apellido italiano y ojos verdes que lleva ya un tiempo rondando por el pueblo?—Duda que necesite más detalles para saber exactamente de quién están hablando.

Stefan, quién sino.

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—Mira, te voy a ser sincera, Elena. Creo que la navidad es una época bastante bonita. Consumista, pero bonita —se ha reído suavemente y, si bien entiende el punto de muchas de las personas que no están de acuerdo porque el capitalismo esto y el capitalismo lo otro, ella va a seguir disfrutando de la fiesta ya sea comprando regalos a sus seres queridos o simplemente haciendo lo que le dé la real gana.

Demasiados «grinchs» en el mundo para amargarla.

—Oh sí, me he puesto al día con todo —¿ha remarcado la palabra «todo»? puede que un poco. Pero sin maldad—. También es verdad que ser sobrenatural y creer que puedes vivir la navidad sin ningún problema es, cuanto menos, una utopía. Y estoy siendo generosa —a ver, no siempre es miss simpatía o positivismo —ya se ha visto— pero Lexi sabe cuándo hay que ser realistas también—. Es que Matt es muy guapo —Lexi le da un mordisco al rollito de canela asintiendo con la cabeza y por un momento se pregunta si Stefan se pondría celoso si dijera eso delante de él.

¿Lo haría?

Ni siquiera se pregunta por qué está pensando en eso y sinceramente, mejor—. Así que un Romeo y Julieta pero de pueblo, ¿eh? —la mueca de la vampiresa es graciosa, pícara, como ella solamente sabe hacer—. No, no. Yo ya he tenido mi ración de humanos y no ha salido bien. Supongo que o es otro ser sobrenatural, específicamente un vampiro, o nada. Que no es que tenga a nadie en mente pero creo que entiendes lo que quiero decir, ¿no?

Porque es probable que, efectivamente, Elena le entienda mejor de lo que Lexi pueda pensar. Si ya lo ha dicho antes: está enterada de todo. O bueno, casi.

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—Así que también eres de las que les gusta la Navidad, ¿eh?—Estas fiestas dividen el corazón de los conciudadanos entre aquellos que se encuentran desencantados con el espíritu navideño y el consumismo que rodea a la festividad, y aquellos que todavía disfrutan de la comida, los encuentros y las viejas costumbres.—La verdad es que lo echaba de menos. El año pasado no pudimos celebrar las fiestas en condiciones; imagino que Stefan ya te lo habrá contado.—Y es que el año pasado por aquellas fechas, Mystic Falls se encontraba dominada por la peligrosa comunidad de los Viajeros. Aquellos brujos se sirvieron de sus artimañas para engañar a Elena y a Tom Avery, haciéndose con la sangre de las réplicas y expulsando a todos los vampiros con su barrera anti magia.

Les expulsaron de su propio hogar durante meses, incluida la fiesta de Navidad.

De suerte, todo ha cambiado este año. —Pues un rollito de canela para la señorita.—Acercándose a uno de los puestos desde los que se han ofrecido la comida y el chocolate, Elena sonríe con amabilidad el voluntario y le tiende su pieza a la vampiresa.—Oh, Matt tiene su público, que no te quepa la menor duda.—Le sonríe con complicidad.—De hecho... puede que fuéramos pareja un tiempo.—Admite, torciendo el gesto. Parece que hubiera pasado una eternidad desde entonces.—En fin, una de las hijas predilectas de Mystic Falls, y el quarterback más popular del instituto. Supongo que era de esperar.—Pero, como a menudo suele pasar, lo que es de esperar no termina saliendo siempre del todo bien.

—Imagino que plantearse una relación con un humano cuando eres un vampiro no debe ser nada demasiado... habitual.—Cuando tienes la eternidad a tu alcance, cualquier romance finito puede resultar insuficiente. Y cierto es que Stefan buscó conocerla tiempo atrás, llegando a entablar una relación sin pretender jamás que Elena renunciase a su naturaleza humana.

Pero Stefan es la excepción a la regla en muchas cosas; bien lo saben ambas. —De no ser por eso, te diría que creo que ahora mismo Matt está soltero y sin compromiso.—Bromea, sonriendo.

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Plaza del Ayuntamiento.

—¡Claro que sí! No me lo puedo perder —además, quién mejor que la propia Lexi Branson para animar el cotarro. Efectivamente - nadie—. Cierto, por suerte esta vez voy vestida de negro —sonríe ampliamente, sus mejillas haciéndose más notorias aún si cabe. Le da un aspecto adorable y lo cierto es que ella no se queja; le gusta y todo—. Chocolate caliente, lo que más me gusta de la navidad —comenta con una pequeña risa saliendo de sus labios, asintiendo con la cabeza—. Rollitos de canela, hace tiempo que no como.

Supone que porque hace demasiado tiempo que no celebra la «navidad» como tal. La última estuvo sola, y no quiere volver a pasar por ahí. Sí, fue decisión propia y sí, siempre sabe cómo divertirse, pero echaba de menos a la gente de Mystic Falls, especialmente echaba de menos a Stefan. Aún se arrepiente por no haber mandado una postal, pero por lo menos ese año está ahí.

—Pues sí, pero no te preocupes, ya lo veré más tarde —se encoge de hombros, si es que vaya par son, nunca se ponen de acuerdo para verse—. Así que Matt, ¿eh? Ese chico es muy mono. Una lástima que sea humano —admite con franqueza. Pero bueno, a ella no le supone ningún problema. La suerte de haber aprendido a controlarse hace ya más de cien años.

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Plaza del Ayuntamiento.

—¡Lexi! ¡Qué bien que hayas venido!—Una animada Elena se acerca a saludar, vaso de chocolate caliente en mano.—Espera, no repitamos la jugada del otro día.—Bromea, recordando su incidente con el café, y estirando el brazo lo suficiente como para que el chocolate no se convierta en un peligro para ellas; acto seguido, la estrecha en un cariñoso abrazo.—Te has perdido el discurso de la alcaldesa, pero creo que aún queda chocolate. ¿Te gustan los rollitos de canela?—Pues sí: parece que el espíritu navideño ha embargado a la joven Gilbert.

Y no es para menos.

Dos mil doce ha sido un año horrible. Realmente horrible. Su desencuentro con Qetsiyah, el secuestro a manos de Kai Parker... el incidente en el Día de los Fundadores. Disfrutar al menos de una Nochebuena tranquila, está siendo todo un regalo para ella.

Aunque aún es un poco pronto para cantar victoria.

—Oh, ¿venías buscando a Stefan? No sé si sigue por aquí.—Admite, frunciendo el ceño.—Pero me imagino que más tarde nos reuniremos todos en el Grill. Así vemos a Matt y no perdemos las buenas costumbres.—Y es que, cómo no: el rubio se ha ofrecido voluntario para doblar turno un día más.

Al menos allí, podrán hacerle un poco de compañía.

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—De verdad, menudo desastre.—Para una vez que se encuentran, Elena tenía que echar la vestimenta de Lexi a perder. De suerte que la rubia no parece habérselo tomado a mal.

—Lo sé, Stefan me lo contó.—Le sonríe.—De hecho... digamos que nos involucró a unos cuantos en cierto complot para que llevases puesto... eso.—Meses atrás, Stefan les pidió ayuda a ella y a Annie Furtwängler para conseguir un collar de lapislázuli que permitiera a Lexi salir y disfrutar asimismo de la luz del sol. Ya ha anochecido, pero no duda que la vampiresa ya haya podido darle mucho uso a tan valiosa herramienta.—Imagino que ya has podido utilizarlo, ¿no? ¿Lo echabas de menos?—Puede hacerse una idea. Elena sigue sin ser consciente de la suerte que ha tenido contando con varios contactos de brujas capaces de conseguirle una joya solar apenas se transformó.

Una fortuna de la que no todos pueden presumir.

—Tienes entendido bien.—Confirma con un asentimiento lleno de preocupación.—Kai Parker nos ha traído de cabeza últimamente. No sé si Stefan te lo ha contado.—Frunce la expresión, compungida.—Aunque llevamos unas semanas más o menos tranquilas.—Toda una hazaña.

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—Dios mío, gracias a dios que eres tú —Lexi suspira y hace un amago por abrazarla, pero la vampiresa niega con la cabeza al final volviendo a su posición original—. Mejor dejamos el abrazo para otro momento —dice, señalándose la ropa—. Tranquila, no te preocupes —coge los pañuelos aún así, limpiándose aquello que pueda ser más fácil de quitar.

Definitivamente no es Katherine, porque si lo fuera seguro que se estaría riendo de ella la muy...

—¿Cómo has estado? Llegué al pueblo hace unos meses pero he estado ocupada —y cuándo no, si la mujer sigue con sus tendencias más nómadas, aunque sigue en Mystic Falls por suerte. Lexi tira los pañuelos a la papelera más cercana, volviendo su atención a Elena—. Tengo entendido que el pueblo está cada día más loco, ¿no?

Porque según tiene entendido, la situación de los losers ha rozado la línea de lo excesivamente complicado, si es que no la ha cruzado ya. ¿Cómo pueden tener tanta mala suerte a veces?

—¿Lexi? —Un momento de distracción y un empujón en aquella calle concurrida son suficientes para que Elena termine topándose de bruces con una mujer a la que reconoce inmediatamente. Rubia, guapa y con una personalidad arrolladora: no puede ser otra que Alexia Branson, o simplemente Lexi, la mejor amiga de Stefan.

A quien, por cierto, acaba de arruinar la vestimenta de hoy con aquel empujón y su café derramado. —Dios mío, qué desastre.—El vestido blanco se ha echado prácticamente a perder, aunque quizá aún esté a tiempo de arreglarlo.— Lo siento, Lexi, de verdad; no sé dónde tengo la cabeza.—Se disculpa atropelladamente, llevándose ambas manos al bolso.— Espera, creo que tengo pañuelos por aquí.—Le dice, antes de tenderle un par y de ayudarla a limpiarse las manchas más superficiales.

¡Menudo reencuentro! Hace tiempo que no se ven, y Elena ha hecho de aquel cruce fortuito una completa catástrofe.