La había acompañado en un silencio incómodo desde que habían salido de aquel bar, al que Katherine decidió prender fuego para eliminar las pruebas de lo que había sucedido. Sus métodos le parecían deplorables, pero tampoco se había negado... ¿Por qué? Fácil. Para protegerla a ella, a Anna. Por ella también había aceptado una alianza forzosa con la vampiresa que había hecho un infierno la vida de su hermana y sus amigos, llegando incluso a asesinarla a ella.

Al final, había servido de algo: Anna había regresado... solo que no del todo.

—Dime algo —la tomó de la mano para frenarla justo cuando estaban atravesando el puente Wickery, mientras el amanecer disipaba las sombras que los habían envuelto todo el camino—. Lo que sea, por favor, Anna. Grita si quieres... Desahógate. Estoy aquí, siempre voy a estar aquí —la acercó a sí mismo. Quería abrazarla, sin embargo tenía el presentimiento de que aquel no era el momento, así que se limitó a mirarla. Estaba cambiada, y su expresión era distante y tormentosa... pero seguía siendo la chica de la que se había enamorado.

—Me gusta lo que te has hecho en el pelo —intentó cambiar de tema, y tomó entre sus dedos uno de los mechones rojizos que se mezclaban con su melena oscura—. Te pega —alejó su mano, pero no se movió del sitio; no iba a alejarse, no iba a dejarla sola en aquel momento. Le daría tiempo si lo necesitaba, pero su mano siempre estaría a su alcance si deseaba tomarla.

Así que esperó, esperó paciente una reacción en ella... Fuera cual fuera esta, y sin imaginarse lo que se avecinaba.

Los había matado... Los había matado a todos...

Las caras de sus víctimas se repetían en su mente, como si de un desfile se tratara. La mayoría de ellos eran desconocidos, unos desdichados que tuvieron la mala fortuna de cruzarse en su camino esos meses. Y entre todos ellos, una cara conocida; Irene. Su amiga había ido a buscarla hacía solo dos días, ella también quería arreglarla... Jamás podría olvidar la mirada asustada de la vampiresa ni la súplica en su voz instantes antes de arrancarle el corazón.

Nunca se lo perdonaría.

El roce en su mano y la calidez que esta desprendía la trajo de vuelta a la realidad, alejándola durante unos instantes de esa oscuridad en la que se estaba hundiendo. La misma calidez que, minutos antes, había provocado que sus emociones volvieran de nuevo a ella.

Tan solo se encogió de hombros, sin saber qué responderle. Podía sentir la cercanía entre los dos, pero al mismo tiempo, era como si Anna se encontrase a miles de kilómetros de distancia, en el lugar en el que sus demonios le recordaban toda la sangre que había derramado durante los últimos meses. Fue cuando Jeremy tomo un mechón de cabello entre sus dedos, que se atrevió a alzar la mirada hacia este, pero la acabó desviando apenas un segundo después, producto de la culpabilidad y vergüenza que sentía ante sus actos.

— Has visto lo que he hecho esta noche. Con toda es gente inocente que no se imaginaba lo que les iba a suceder cuando decidieron salir... — y si solo hubiera sido esa noche... —. Y es lo mismo que he estado haciendo durante los últimos cuatro meses — su voz se quebró, al igual que lo hizo su alma cuando el sentimiento de culpa la golpeó con fuerza, sacando a flote esos remordimientos de los que había carecido y que ahora no tenían intención de desaparecer.

— Sabes de lo que soy capaz. Lo que puedo llegar a hacer... Lo que he hecho — repitió, consumida por esa oscura emoción que presionaba su pecho y escapaba a su control —. Ya no puedes mirarme como lo hacías antes — asumió, dando un paso hacia atrás para alejarse de él, incapaz de soportar ese dolor ante esa realidad de la que empezaba a ser consciente.

Porque si Jeremy afirmaba lo contrario, estaría mintiendo.

Puede que Anna estuviera a apenas unos centímetros de él, tan cerca que podía tocarla, pero no llegar a ella... Era como si estuviera tras un cristal que no podía romper, en algún lugar oscuro en el que no quería que entrara. No era la primera vez que sentía que lo alejaba de ella, solo que en aquella ocasión de su pasado apenas acaban de conocerse. Ahora, tras todo lo que habían pasado juntos, dolería mucho más.

—Nada de eso eras tú, Anna —trató de hacerle comprender aquello, solo que era consciente de que para ella no sería tan fácil, y menos siendo algo tan reciente—. Tú nunca harías algo así. Sé que no es fácil de asumir, apenas acabas de regresar, y no puedo ni imaginarme cómo debes sentirte —le dolía verla de aquel modo. Tan solo quería protegerla, llevarse su dolor y también la oscuridad que había decidido adueñarse de sus vidas. ¿Cuándo habría una tregua?

—Basta —le pidió, frunciendo el ceño, observando cómo se alejaba un poco más—. No asumas cosas por ti misma —agregó con cierta frustración. Era cierto: Anna había cometido actos terribles. ¿A cuántas personas habría asesinado? Prefería no saber la respuesta... Pero sabía que la Anna que él conocía, la de verdad, nunca jamás haría tal cosa—. Yo me enamoré de la chica de la biblioteca, de la persona que sé qué eres. Eso no va a cambiar —aunque no iba a ser un camino fácil, tampoco para él por mucho que no lo dijera en voz alta. Había visto la escena sangrienta en aquel bar, y no sería sencillo olvidar las palabras llenas de malicia de la Anna sin humanidad.

Pero ¿darse por vencido, sin más?
Eso jamás.

—Sé que no es simple... pero no estás sola en esto, no lo estarás si decides quedarte. Si no huyes —su mirada se volvió, de nuevo, suplicante. Una parte de él presentía un fatal desenlace y no quería aceptarlo—. No solo me tienes a mí, tienes a Stefan; él pasó por lo mismo, podría ayudarte. Y Caroline... Hay mucha gente para la que eres importante —pero, sobre todo, lo eres para mí.

"Tú nunca harías algo así".

Pero lo había hecho. Las imágenes de la masacre que cometió en ese bar eran la prueba de ello. Se sucedían en su cabeza y se entremezclaban con cada una de las barbaridades orquestadas en los últimos cuatro meses en los que, carente de emociones, había arrancado decenas de vidas sin ningún tipo de remordimiento.

Y ahora, las estaba sintiendo todas al mismo tiempo.

— Son mis manos las que están manchadas de sangre, Jeremy — insistió y bajó la mirada hacia ambas palmas. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo y cerró los ojos, tratando de apartar esas imágenes de su mente —. He asesinado a mucha gente — la voz se le quebró al pronunciar la palabra que había tratado de evitar y que volvía más real todas las atrocidades cometidas. No era una pesadilla de la que pudiera escapar al despertar.

Jamás podría huir de las consecuencias de sus actos.

— No, no... No digas que no va a cambiar — le pidió, dándole la espalda para alejarse de él y así poder volver a rehuir su mirada, que se le hacía imposible de sostener —. ¿O acaso eres capaz de olvidar lo que has visto hoy? La chica que conociste en la biblioteca era capaz de muchas cosas para liberar a su madre... — no iba a ser un hipócrita; en el pasado también hizo cosas moralmente incorrectas, pero, ¿Asesinar a decenas sin remordimientos ni culpa? Nunca —. Me prometí a mi misma que no volvería a dañar a nadie después de que mi madre fuera libre... — y había roto esa promesa. Una promesa que se vio reforzada a raíz los sentimientos que empezó a desarrollar por el Gilbert.

No solo se había fallado a sí misma, también a lo que sentía por Jeremy.

Tenía razón, de todos sus amigos, Stefan podría entenderla mejor de o que lo haría ninguno. Al final, ambos habían pasado por lo mismo y casi al mismo tiempo. Pero era demasiado pronto para acudir a él, después de lo que sucedió en su último encuentro.

— Y os he decepcionado a todos — susurró, apoyando amas manos sobre la barandilla del puente. A lo lejos, pudo percibir los primeros rayos de luz que se reflejaron sobre la superficie del agua —. Me costó mucho ganarme la confianza de todos y ser una más del grupo — y no podía culparlos por la desconfianza que despertó. Al final, inicialmente se acercó a Jeremy para utilizarlo... Y acabó enamorándose como una quinceañera —. No creo capaz de ser capaz de mirarlos a la cara después de todo... — especialmente, a ti. Sintió una punzada de dolor perforar su pecho, ante la innegable realidad que se cernía sobre ellos.

Si ni siquiera podía sostenerle la mirada... ¿Qué sería de su relación?

— Dime una cosa... ¿Ahora mismo, serías capaz de mirarme a la cara y no pensar en lo que ha pasado allí dentro? — su voz tembló y una sensación de vacío se adueñó de ella, empujándola hacia el oscuro abismo que la reclamaba —. Porque yo no puedo — soltó un pesado y sentido suspiro con el que contuvo las lágrimas que se acumulaban en sus oscuros orbes.

Y fue en ese momento, cuando lo supo.

Lo sabía, sabía que estaba justo frente a un desenlace. Uno que no le gustaba en absoluto. Ella se alejaba, o quizá ya estaba lejos y era él el que pretendía acercarse a lo inalcanzable, y no quería aceptarlo. No estaba preparado para hacerlo... Nunca iba a estarlo.

—No eras dueña de tus actos —insistió, esta vez con menos seguridad. Era consciente de que la defendía porque la amaba; sin embargo, si se hubiera tratado de cualquier otro vampiro en su situación, el cazador habría hecho lo que tenía que hacer alguien como él: matar al monstruo. Disgustado, sintió que se le revolvía el estómago solo de pensarlo—. Nadie en tu situación lo sería... No podrás devolver esas vidas, pero puedes aprender a vivir con ello —algo que no sería fácil. Jeremy no era tan iluso como para creer lo contrario, no obstante estaba dispuesto a ser paciente con Anna.
 
—Puedes empezar de nuevo esa promesa... a partir de ahora. Anna, eres una buena persona —estaba seguro de ello, a pesar de lo que había visto. Esa versión oscura que se había dirigido a él con tanta crueldad, que había asesinado a gente inocente, simplemente no era Anna—. No te culpo de esas muertes; no es que pueda olvidar lo que he visto, pero sé que la persona que eres de verdad sería incapaz de hacer algo así voluntariamente. La Anna con emociones —la chica de la biblioteca.

Se sintió impotente al verla culparse de aquel modo, mas no se acercó a ella esta vez. Temía que volviera a alejarse, así que la contempló de espaldas mientras el cielo de la noche daba paso, lentamente, a un nuevo día. Uno teñido de gris e incertidumbre.

"Porque yo no puedo".

—Entonces... ¿Qué vas a hacer? ¿Irte, sin más? —temía la respuesta. Negó con la cabeza, enérgicamente, pues se negaba a aceptarla. En esa ocasión sí que se acercó, agarrándola de la muñeca y obligándola a darse la vuelta para poder verla— Por favor, Anna, entiendo que no sea fácil para ti —y era incapaz de saber hasta qué punto—, pero no desaparezcas —no sabía si podría soportar que otra persona importante de su vida desapareciera sin más, sobre todo cuando podía evitarlo de verdad.

No era capaz de justificar sua actos, ni siquiera bajo la excusa de haber perdido su humanidad. Decir que no era ella, era como ponerse una venda y fingir no haber visto nada. Porque incluso si los últimos meses careció de emociones, al final, eran sus manos las que estaban manchadas de sangre. Las que se habían encargado de ejecutar a cada víctima, incluida a Irene, aquella a la que, una vez, consideró una buena amiga.

"Eres una buena persona".

Aquellas palabras dolían tanto como el cargo de conciencia que se cernía sobre ella y que le impedía ver más allá de aquel oscuro pozo que la engullía. Porque, simplemente, no lo era.

— No es tan sencillo. Empezar de nuevo no va a borrar el pasado — susurró, con la voz rota, marcada por el peso de sus violentos actos — Sería... Demasiado fácil — ¿Y en qué clase de persona la convertiría eso? Por más que doliera, debía asumir sus actos.

Se quedó en silencio durante unos instantes. Los primeros rayos de Sol comenzaban a brillar dando paso al amanecer de un nuevo día. El principio de una nueva etapa... Y, sin embargo, para Anna, se sentía más bien como el final.

El final de una historia...
De su historia.

No respondió de inmediato a su pregunta, ni emitió sonido alguno hasta que sintió el agarre en su muñeca, más no opuso resistencia, tan solo, volvió a desviar la mirada.

— Es lo mejor. Para los dos — afirmó en tono derrotista, como si se diera por vencida —. No puedo quedarme aquí y hacer como si nada hubiera pasado. No puedo tan solo arrancar la página y escribir sobre una nueva hoja en blanco — se mordió el labio inferior y cerró los ojos con fuerza. Una lágrima se derramó, rodando por su mejilla.

No era una decisión que realmente quisiera tomar, todo lo contrario; odiaba tener que hacerlo. Porque era necesario.

— Ahora mismo, no soy buena para ti — ¿Y alguna vez lo fue? Estuvo a punto de ponerlo en peligro una vez y había roto la promesa que hizo. Quizás, nunca lo fuera —. Necesito tiempo a solas, lejos de Mystic Falls — lejos de ti... El vacío en su pecho se iba haciendo más y más grande ante el inminente golpe final —. Es mejor que lo dejemos aquí. Ahora... — tragó saliva, dificultándose ante el nudo que se había formado en su garganta al pronunciar aquellas palabras con las que marcaba el final.

—Sé que el pasado no puede borrarse —quizá estaba siendo demasiado inocente, demasiado inmaduro, creyendo que podía ser tan fácil como volver a estar juntos y que Anna superaría todo lo que había hecho. O demasiado egoísta, al procurar retenerla de todos los modos posibles—. Pero puedes aprender a vivir con él. Sé que ahora te parece imposible, pero también que eres lo suficientemente fuerte como para conseguirlo. Si hay alguien que puede salir de esta, eres tú, Anna —afirmó con una seguridad que, esperaba, fuera algo contagiosa. Solo que no fue así.

En cierto momento, Jeremy fue consciente de que no había nada que él pudiera hacer para retenerla. Que, como tantas otras veces, esa decisión se escapaba a su control. No quería rendirse, sin embargo también sabía que no podía atarla a él, a obligarla a quedarse. La quería demasiado como para hacerlo.

—Para mí no es lo más fácil, no quiero perderte... otra vez —parecía que estaban condenados a hacerlo, una y otra vez, en un infinito círculo vicioso. Si ella no lo perdía a él, era al revés. ¿Y si llegaba el momento en que fueran incapaces de volverse a encontrar?— Es lo último que quiero... Aunque sé que no puedo obligarte a que te quedes, ojalá lo hicieras —notaba que el ardían los ojos, vidriosos ante la perspectiva de un nuevo adiós. Otro más en la larga lista de despedidas Jeremy Gilbert.

—Entonces, vete —le dio la espalda, antes de que las lágrimas lo delataran, y apoyó ambas manos sobre la barandilla del puente Wickery—. Adiós, Anna —se despidió, sin saber a ciencia cierta si ella se había marchado al pronunciar las últimas palabras de aquella amarga conversación. Sintió humedad en sus mejillas y apretó con fuerza las manos alrededor de la barandilla, mientras el sol, llegando en el peor momento, lo iluminaba todo.

Solo supo que, al darse la vuelta para marcharse, ella ya no estaba allí.

Vivir con el pasado...

Tal y como Jeremy indico, en ese momento, lo veía imposible. Y ni siquiera sus palabras cargadas de apoyo y comprensión podían reconfortarla en ese periodo de oscuridad. ¿Acaso existía algo que pudiera hacerlo? Lo veía demasiado lejano.

Tan lejana como la distancia que se estaba creando entre el cazador y ella. Porque, si no podía sostenerle la mirada... ¿Qué sería de ellos?

— Ojalá no tuviera que hacerlo... — susurró con un hilo de voz, cerrando los ojos mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas —. Ojalá... — su voz se fue extinguiendo hasta quedar en silencio, sintiendo aquel nudo afsixiante en su garganta retener sus palabras.

Lo que había hecho, el daño y dolor que había provocado no podía ser reparado, al igual que las vidas que sus manos habían extinguido no regresarían. Y lo único que le quedaba era afrontarlo... Pero no allí.

No en Mystic Falls.

"Adiós, Anna."

Abrió los ojos de nuevo, al escuchar aquella amarga despedida. Ella no era la única que se había quebrado aquel 24 de Diciembre. Hubiera deseado que las cosas fueran diferentes para ellos. Que solo hubiera necesitado refugiarse en los brazos de Jeremy para saber que todo iría bien, como había sucedido otras veces. Pero aquella, ya no era una opción para ella, no mientas la losa de la culpabilidad y la vergüenza recayera sobre sus hombros.

Los rayos de sol dieron paso a un nuevo amanecer que marcaba el final de una historia que había significado todo para la vampiresa. El mismo momento que aprovechó para desvanecerse del lugar antes de que el cazador se diera la vuelta.

Aquel era el final de lo mejor que le había sucedido a lo largo de sus quinientos años de vida. Jeremy Gilbert había sido su primer y único amor y tener que decirle adiós le partió el corazón.

Quizás, en un futuro, las cosas podrían ser diferentes para ellos. Podría volver a mirarlo a los ojos sin que el remordimiento y la culpa la atormentaran. Podría volver a ser la chica de biblioteca... y no el monstruo sin humanidad que se encontró esa noche.

Quizás... Tan solo el tiempo lo diría.