¿Halloween? ¿Fiesta temática para adultos? ¡Sí! Pero eso no era lo mejor, no… Lo mejor era que podría saciar mis ganas de diversión —que normalmente veían o como afeminadas, al menos mi padre, o como infantiles— de la forma más maravillosa posible porque… ¡Era una fiesta con temática del siglo XVII! Y, más concretamente, piratas y nobles.

Ahora no solo podría disfrutar de disfrazarme, algo que me resultaba muy divertido, sino que podría ver a otras personas con disfraces de piratas… O eso esperaba, la gente de mi edad no solía querer vestirse de ellos… Yo, de hecho, era uno de ellos. Pero de todos modos no creía que me quedase bien ese tipo de ropa.

Que no se me malinterprete, habría sido un pirata fino y divino, pero prefería vestirme como un aristócrata de aquella época y además me enamoré de un disfraz de un color azul precioso que encontré en mi búsqueda. Me compré, además, una peluca rubia para cubrir mi pelo teñido de rojo, pero que lucía muy natural.

Iba muy feliz a la fiesta y al principio, al ver los disfraces y la decoración me quedé maravillado, pues me sentía de verdad en un edificio del siglo XVII… pero luego, las conversaciones comenzaron a agobiarme. Sonaban falsas, vacías… familiares. Familiares en el sentido de que ya las había vivido, me recordaban al pasado que había dejado atrás.

Con una ligera mueca, me aparté de la gente y me dediqué a merodear por el sitio para admirar toda la decoración o acabaría marchándome antes de tiempo.

Aquella vocecita parecía la de un niño que aun creía en Santa Claus. ¿Meterse en el papel? Aquí Magnus no estaba interpretando nada, eso no era un teatro, solo estaba siendo él mismo y se estaba aprovechando de aquel hombre para deshacerse de la alimaña rastrera que lo había vendido años atrás. Pero, si aquel hombre era feliz pensando eso, no sería él quién como para romperle aquella ilusión, al menos por el momento.

— No me incomodaron. Sino no te habría dejado acompañarme. — Aunque aquella compañía en aquellos instantes era mas una necesidad que un deseo. Si hubiera podido, hacía tiempo que le habría dado una patada en el culo y se habría deshecho de él. Al menos se tragó eso de que iba a presentarle a alguien importante. Sin que Tayne lo supiera su plan había empezado a avazar y tan solo quedaban unos pocos pasos como para cumplirlo.

Empujó al hombre rubio contra su presa, mientras sacaba una navaja del bolsillo del pantalón. Pensaba degollarlo allí mismo y dejar caer la navaja al lado del burgués. Pero, cual fue su sorpresa cuando, después de todo aquel tiempo se percató de que había estado errado todo aquel tiempo. Era un simple y mero inocente, un estúpido infeliz que había tenido la desgracia de tener unos rasgos parecidos a los de aquel tremendo desgraciado. Lo podría haber apuñalado igual, habría servido para calmar la rabia que había estado brotando en su interior; mas, le dio pena el hombre con el que había estado conversando. Parecía un cerdo apunto de ser sacrificado en el matadero y lo último que necesitaba era que lo culparan de asesinato.

Sin tan siquiera despedirse, volvió a esconder la navaja en el mismo bolsillo de donde la había sacado y desapareció entre la multitud sin dejar rastro.

—Oh —fue lo único que respondí, sorprendido. Estaba convencido de que podría haberlo molestado… quizá estaba demasiado acostumbrado a que me regañaran o se enfadaran conmigo por abrir la boca, sobre todo en presencia de mi padre. No solo me sentía como un extraño con él al lado, sino también como un pez fuera del agua entre los que, según él, eran los de «nuestra clase».

Prefería a gente como Magnus: sencilla, divertida… interesante.

El hombre parecía estar bien e incluso me preguntó por mi integridad física. También me ayudó a sentarme cuando vio que era lo que estaba intentando hacer. El muchacho iba vestido de pirata también y le dediqué una sonrisa.

—Mira, Magnus, un grume… —empecé a decir, pero cuando miré hacia donde debía estar el hombre con el que había estado hablando hasta entonces ya no había nadie. Por un momento llegué a creer que me lo había imaginado, como si me hubiese vuelto completamente loco, pero… no. No me había imaginado nada, no estaba tan chiflado.

Me despedí del pobre chico y me alejé en busca del otro pirata. ¿Dónde se había metido? Me pasaría el resto de la fiesta buscándolo… sin saber que sería en vano.

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