Magda paseaba entre los puestos del mercadillo con una mueca seria que espantaba a cualquiera que quisiera intentar entablar conversación con ella. Lamentablemente, no es que deseara estar sola, pero las circunstancias en las que se encontraba le hacían imposible esbozar una sonrisa en el rostro.

Las festividades navideñas eran días de amor y felicidad para compartir con sus seres queridos, en su caso solo eran el recuerdo de las personas que faltaban en su vida. Podía rememorar los años que paso con sus hijas en el viejo mundo, cuando aquellos eran días sagrados y se veneraba a un dios más clemente. O en su segunda vida, cuando su mujer y ella hacían acampadas en lo alto de una montaña esperando que las propias estrellas le dieran el comienzo del año.

Hoy, sin embargo, estaba sola. Es cierto que Magda podía haber pasado dichos días con Kol, a quien considera un hijo. Pero sabía que el tiempo también había corrido para él durante su última separación, él tenía una familia de sangre, que pese a ser odiosa, era su familia. La bruja entendía aquello perfectamente. No obstante, la soledad le seguía adonde de fuera.

—Perdona.— Inconscientemente, mientras se hundía en sus propios pensamientos, su mano tropezó con otra al ir a coger un objeto. En el momento en que sus manos se rozaron, Magda supo que no se traba de una humana, era algo más. Con los años aprendió a distinguir a las razas, no obstante, ella se le antojaba una mezcla. Y eso no podía ser... ¿O sí?

Si no fuese por toda la decoración y la música que poblaba la ciudad desde hacía semanas, era muy posible que no hubiese sido consciente de la fecha en la que nos encontrábamos. Hacía ya varios años que no celebraba apenas la navidad. No tenía con quien hacerlo, por triste que suene. Pero más triste era celebrarlo sola.

Por eso había salido a la calle. En un triste intento de contagiarme del espíritu navideño de otras personas. Por el momento, no había surgido mucho efecto, pero me había acercado a ver un mercadillo en el barrio Garden. Había demasiada gente para mi gusto, pero traté de ignorar a todo el mundo para poder observar todas las pequeñas maravillas que había expuestas por allí.

Una pulsera de cuero con algo que parecía una runa metálica llamó pronto mi atención. Estaba tan concentrada en aquello que estiré mi mano dispuesta a cogerlo para preguntar el precio. Aunque parecía que no fui la única que se interesó. Mi mano chocó con la de otra persona y retiré la propia en un movimiento bastante instintivo. - Perdona. - Cuando me di cuenta de que habíamos dicho la misma palabra no pude evitar sonreír. Coincidencias. - Estaba distraída. ¿La quieres? - Señalé la pulserita que habíamos ambas estado a punto de coger.

Quiso acompañar a la desconocida con una risa al percatarse también de que ambas coincidieron, no obstante, su humor no se lo permitió. Por lo que solo acertó a corresponderle con una tenue sonrisa. Desvió la vista hacia la pulsera que señalaba. La verdad es que no se había fijado en ella, Magda pretendía coger la estatuilla que servía de soporte para la joyería.

Tomo la pulsera con cuidado para examinar la runa y después se la tendió a la muchacha. —Es una buena elección. La runa ølrunar. Según la mitología es llama la runa de las maldiciones, pues la usaban para protegerse de los hechizos y los malos augurios.— Y como cualquier mito, tenía parte de verdad y parte de mentira. Magda conocía cuál era la verdad. Sí protegía, aunque como el resto, no de toda maldad.

Espero a que ella cogiera a la pulsera de su mano y, por ende, volvieran a rozarse. Quería sentir de nuevo la magia que provenía de ella, comprobar cuál era su naturaleza. —Pretendía tomar la figura.— Señalo con un gesto de la cabeza, la estatuida de madera de un color casi negro que tenías las formas de una mujer esbelta, de piernas y brazos largos. Un símbolo que, si no se equivocaba, pertenecía a Lilith.

La mujer no respondió de inmediato y eso podría significar distintas cosas. Cosas buenas y cosas no tan buenas. Pero no podía hacer otra cosa que esperar que hiciese algo. Algo que.. no tardó en llegar mucho más. No fue una respuesta verbal, no al menos al principio.

La mujer tomó la pulsera y la observó, en mi caso no pude evitar alzar ligeramente la ceja planteándome si aquello significaba que quería la pulsera o ... no.. parecía que no. Estiré mi mano con lentitud hasta tomar la pulsera de la mano contraria. Hubiese sido más sencillo si la hubiese dejado caer en mi mano, pero tampoco había problema con eso.

- Runa ølrunar. Curiosa.- Traté de repetir bien la pronunciación de ella aunque quizás, más bien probablemente, solo fuese una mala imitación. - Creo que llega un poco tarde a mi vida... - Fue más bien una frase por lo bajo dicha para mi misma, ni si quiera estaba segura si la contraria me habría oído mientras parecía que cogía otra cosa. Maldiciones tenía en mi vida y malos augurios... no estaba segura de que más podría pasarme. No muchas cosas realmente, no que me importasen al menos.

Y al parecer aquella mujer ni siquiera buscaba la pulsera. ¿Podría ser una señal de que debía comprarla? Quizás y si no lo era... haría que lo fuese. Aunque.. - ¿Sabe también que representa la figura? - Para mi, no era más que la figura de una mujer, pero estaba segura, de que algo más escondería. - Por curiosidad. - Aquella mujer había reconocido aquella runa con facilidad. Quizás solo supiese esa o quizás supiese más. Al final, estábamos en Nueva Orleans, ciudad de brujos. Todo este tipo de cosas era cultura general.

Magda volvió a sentir una extraña sensación en cuanto tomo la pulsera. No podía decir con exactitud que significaba y, la verdad, le provocaba curiosidad. Dada la edad que tenía, lo mucho que había vivido y visto, era complicado encontrar algo nuevo en un mundo tan viejo y corrompido.

Una sonrisa más sincera se dibujó al escuchar la inocente pregunta. La bruja había estado observando a la muchacha tras tomar la estatuilla en sus manos. La curiosidad la incitaba, la tentaba a preguntar. Y vio la oportunidad de obtener respuestas entre las preguntas ajenas.

—Es Lilith.— Se la tendió para que pudiera observar más de cerca, para que viera los detalles más pequeños del grabado en el cuerpo de la mujer. Las runas eran para Magda lo más natural del mundo, desde pequeña había escrito y hablado las runas, las aprendió hasta que prácticamente formaron parte de ella. Por eso quizás era el otro tipo de magia el que cautivaba más su atención.

Señalo unas marcas casi imperceptibles en la mujer de madera. Eran, como cicatrices, pequeños relieves que de no ser por algunas curvas podrían haber pasado desapercibidos o ignorados. —Existen muchas historias sobre Lilith. Algunas cuentan que es la primera mujer, antes que Eva, y que, al contrario que ella, jamás se sometió al hombre ni a Dios.— Se notaba que le apasionaba la historia, por el tono que usaba, por las pausas que daba, por la intriga que causaba.

—No obstante, tal y como nos han enseñado los hombres a lo largo de la historia, cuando una mujer es fuerte siempre acaba mal.— Sus ojos tomaron un brillo oscuro, rememorando su propio sufrimiento, las veces en que se vio sometida y torturada. Y también lo reconoció en los ojos ajenos. —¿No es verdad?— Pese al tono de pregunta, Magda sabía que podía estar pinchando en una posibilidad, una puerta que dejaba abierta a que ella le contara aquel secreto que ansiaba descubrir.

Hice una pregunta y obtuve una respuesta. Lilith. Conocía algunas cosas sobre ella, o al menos, lo que me habían contado a lo largo de mi vida. Sobre aquel demonio con aspecto de mujer. ¿Habría otras historias? No dudaba en que la respuesta sería si.

Tomé con la mano libre la figura y la observé con cuidado. Era de madera, un bonito tallado, un pequeño chasquido de nostalgia a los orígenes de la que alguna vez fue mi manada. Suspiré para ahogar la pena y nostalgia antes de seguir con mi mirada los puntos de atención que aquella mujer me señalaba. - Una mujer con las ideas claras. - Una vez más, una frase entre dicha por mi parte, un comentario producto de las frases de ella. Una mujer que no se dejó pisar por otros. Algo tan idealizado como imposible para mí.

Y como si de un eco se tratase. Aquellas palabras de la mujer retumbaron en mi cabeza varias veces antes de que tuviese que cerrar un par de segundos los ojos para tomar aire y asentir despacio. - Supongo que si. - Volví a tenerle despacio la figura para que pudiese recuperarla. - Aunque no solo por ser mujer solemos acabar mal. ¿Verdad? - Respondí ahora añadiendo una pregunta a mis palabras mientras una sonrisa algo tensa se dibujaba segundos en mis labios. Podría atribuirse a mi color de piel, a mis raíces. Pero mis palabras iban mucho más allá de eso. Ser como Lilith, era una condena para muchas.

Un largo suspiro fue la única respuesta de Magda a la pregunta de la muchacha. Intuía lo que esperaba que respondiera. Era cierto que tenían más posibilidades que las mujeres comunes, pero incluso en su condición de sobrenaturales, eran débiles ante sus semejantes. Por lo que cuál no tenía sentido rebatir algo que veía como cierto.

Se giró para quedar frente a el puesto del mercado y alzo la mano para llamar al vendedor. Saco un fajo de billetes de su bolso y se lo tendió al hombre al tiempo que señalaba ambas cosas: la pulsera y la figura. Tras la transacción monetaria volvió su vista a hacia ella. —Puedes quedarte la pulsera, considéralo el regalo de una amiga.— Cogió la figura de las manos ajenas y la guardo en el mismo bolso del que saco el dinero.

Y comenzó a alejarse, pero tras un par de pasos, volvió a girarse en su dirección. —Me llamo Magda. Sé que es un nombre extraño, es el diminuto de un nombre antiguo y que llama aún más la atención. Es un nombre que tiene una historia trágica y complicada, y algo me dice que tú portas uno similar. ¿No es así?— Y la invito a caminar junto a ella y a contarle mucho más.

Quedé en aquella posición mientras veía a la mujer llamar al vendedor. Tengo que decir que tanto aquello como sus palabras, como el dinero que sacó, me descuadraron tanto como para conseguir que abriese la boca sin llegar a decir ninguna palabra. No es normal que alguien a quien acabas de conocer, por casualidad, se ofrezca a pagar algo y no solo eso, además, te llame amiga. En otros momentos de mi vida podría haberlo considerado un bonito detalle por su parte. ¿Ahora? Ahora mi mente solo podía viajar inquieta en la posibilidad de que aquella acción escondiese una segunda inteción.

- Eh... no es necesario que me regale nada. - No pude evitar aquello mientras me quitaba finalmente la figura de mis manos. Mientras me quedaba después mirando como se alejaba y aquella pulsera aún permanecía en mis manos.

Sus nuevas palabras y aquella oferta me hicieron desconfiar una vez más. Quedé por unos segundos mirando aquella pulsera. Si algo podía demostrar aquello es que aquella mujer no era humana. ¿La razón de su comportamiento? Era todo un misterio para mí.

Y por eso dudé, dudé si alejarme en dirección contraria, si tomar la guía de los puestos y correr hasta perderla de vista. Claro que llegado a este punto una se detenía para pensar si quedaba algo por lo que no arriesgar. ¿Y lo triste? Lo triste era pensar que no quedaba nada.

Por eso finalmente caminé tras ella mientras me ponía aquella pulsera o trataba de ello. - Mi nombre es el resultado del amor. - Negué corrigiendo mis palabras. - Al inicio lo fue. Ahora, si, es el recuerdo de una historia trágica y complicada. - Negué una vez más y tomé aire soltándolo lentamente. - Sapphire. - Mi nombre. Diferente. Bonito. Quise preguntar, quise acusar, pero guardé silencio tras aquella respuesta, a la espera de alguna razón a todo esto.

—Sapphire. Significa joya o algo similar, ¿verdad? Lo siento, se supone que por tener más edad debería de conocerlo, pero no siempre lo puedo saber todo.— Se encogió de hombros restándole importancia, pero sin dar una sensación de indiferencia ni desprecio. Magda sabía que las apariencias lo eran todo, cualquier mínimo gesto o comentario malinterpretado podía echar por tierra sus intenciones.

Magda continuo andado en el momento en que Sapphire se unió a ella. Las manos de la bruja iban y venían entre las baratijas de los puestos, como buscando algo más que llamara su atención. Aun así, sus palabras y su cuerpo se orientaba hacia la muchacha. —Soy una bruja, Sapphire.—Admitió cuando estuvieron en una zona menos abarrotada. Magda no tenía que alguien pudiera escuchar su confesión, sino las consecuencias de esta. Era una bruja que provenía de una época en la que eran quemadas por la sola sospecha, por lo que decirlo en voz alta suponía demasiado. Pese a la tolerancia moderna y el escepticismo actual.

—Y no lo digo como una de estas.— Alzo su mano para señalar fugazmente a muchas de las mujeres que, ataviadas de gitanas, vendrían cartas y cristales. —Sé que no eres humana. Puedo detectar algo sobrenatural en ti, pero no soy capaz de identificarlo. Lo cual, teniendo mi edad, sí que es una novedad y, por lo tanto, interesante.— Sus ojos relampaguearon de emoción en el momento en que volvió a posarlos en la desconocida, sobre ese misterio con patas que la seguía. —¿Qué eres, Sapphire?

Asentí despacio a aquellas palabras. La mujer no iba desencaminada pero tampoco había dado en el clavo con ello. En otro momento de mi vida podría haberme extrañado. ¿Ahora? No, simplemente, cada persona era más sorprendente que la anterior. - Si. Es una piedra preciosa. La que había en el anillo con el que mis padres se prometieron. - Recuerdos amargos, historias tristes y melancólica.

A otras personas podrían ponerlas tristes y si, me ponía triste y al mismo tiempo, me hacía darme cuenta del punto en el que me encontraba. De cada una de las desgracias que como piezas en cadena habían ido sucediendo una tras otra, sin dejarme un solo instante para levantar cabeza.

Por eso mantuve el silencio tras aquellas palabras, por que necesité unos pequeños segundos para regular mi interior. Los suficientes para que su "confesión" no me pillase especialmente por sorpresa. Una bruja. Alcé mi mirada a ella.

Había acertado. Pero, no solo en ello, sus siguientes palabras despertaron distintas reacciones en mí. Y creo que la más característica de todas fue la pequeña risa que surgió de mis labios mientras negaba y miraba al suelo. Segundas intenciones. La simpatía nunca viene debido al amor propio. Nunca. - Perdona. - Negué despacio. - Creí por una vez podría equivocarme. Pero el interés ... - Negué una vez más y tomé aire.

- Soy el ser al que todos odian. Incluso los pocos que son como yo. - Alcé ambas cejas mientras elevaba la mirada hacia ella, dejando ver aquellos ojos ambarinos por unos segundos y mis manos acompañaban elevándose también a ambos lados. - Soy una híbrida. - Claro que ello tampoco sería una revelación completa, no?