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Gin S. Ashkorecazador
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Gin S. Ashkore
you are don quixote
a revelation


Velkan Strom escribió:Sigues siendo aquello heroína que se enfrentó a una manada despiadada, aquella que plantó cara a algo que desconocíamos y se nos velaba [...] Eres un don Quijote, Gin Ahskore. [...] Eres una mujer de grandes dotes, destinada a vivir un elevado ejemplo, a responder grandes exigencias, a cumplir designios que aún desconoces…a ser…por siempre, nuestro don Quijote…alguien distinta, única.

Nunca ha estado allí, y sin embargo, cuando Gin despierta tiene la corazonada de que ya conoce perfectamente aquel lugar... quizá porque, después de todo, no es la primera vez que muere.

Abriendo los ojos poco a poco, se percata asimismo de que no está sola. De algún modo, es probable que nunca lo haya estado. —Madre.—Darlene Ashkore se encuentra a su lado, esperando pacientemente a que despierte. En silencio, y sonriéndole de forma maternal, ella le tiende una mano para ayudarla a incorporarse.—¿Dónde...?

—El Otro Lado.—Responde pacientemente, antes de que Gin concluya su pregunta.—Pero no te quedarás por mucho tiempo.—Le advierte, con cierto deje de tristeza, y aun con todo, sin perder su sonrisa.—Tu padre hizo algo bueno por ti, después de todo.—Los ojos verdes de Darlene se desvían hacia el anillo que, desde hace meses, casi de forma costumbrista, Gin luce en su dedo anular. Confundida. la cazadora repara en él antes de entender lo que su madre le está queriendo decir.

—El anillo de resurrección.—Comprende.—Pero, madre... No funcionará conmigo. No soy sobrenatural.—Es como si Darlene controlase todas las respuestas a todos los enigmas que se le presentan, tal y como sucediera en el pasado: cuando Gin no fuera más que una niña demasiado joven para entender la envergadura del complicado mundo que se extendería ante ella.

—Oh, cariño.—Acariciando su rostro con dulzura, Darlene le retira un mechón de la frente sin dejar de contemplarla. Pareciera estar atesorando cada instante de aquel reencuentro.—Moriste como humana. Tu vínculo con la entidad celestial... rompió justo antes de que cayeras.

—Así que estuviste allí.—Avergonzada, y asimismo decepcionada al recordar poco a poco lo que ha pasado, Gin se abraza a sí misma.—Netsaj me ha rechazado.—Comprende finalmente, y sonríe con cierto deje de ironía. Prácticamente se lo debería haber esperado, ¿no es cierto? No fue la hermana elegida para formar parte de la Hermandad; tampoco la hija favorita de su padre —y, a día de hoy, no puede juzgarle: después de todo, Gwen siempre fue la más noble de las dos. Creyó estar destinada para liderar la Armería, y la condujo a su destrucción. Creyó entonces, haber sido Elegida para cumplir una misión más allá... una misión para la que no ha sido apta.

Así es Gin Ashkore, después de todo: rota, defectuosa e insuficiente.

Sin embargo, en la mirada de Darlene puede leerse que ella tiene otro parecer. —¿Eso crees?—Le pregunta repentinamente, sembrando la duda en su hija por primera vez.

—Madre, yo... Rompo todo lo que toco.—Cierto matiz de desolación se deja finalmente escuchar en su voz.—Tantos murieron por mi culpa, en la Armería... El infierno ha desatado su caos por mi culpa.—Por Sybil, es cierto; pero Gin le concedió el poder para dominarla, después de todo.—No es de extrañar que la entidad celestial no me quiera en su misión.

—Pero tu misión siempre ha estado clara, Gin.—Le contraría entonces su madre.—Creíste que amaste demasiado para convertirte en líder, pero porque amas, no puedes ser mejor líder. ¿Recuerdas lo último que aquel cazador rubio te dijo, antes de enfrentaros a los lobos Lanvik?

—¿Velkan?—Irónicamente sí: lo recuerda. Entonces Gin se torturaba porque la mayoría de los suyos fueron asediados por Sybil, la sirena encerrada en la bóveda de la Armería... hasta que ella misma la liberase.—Me... me dijo que era Don Quijote.—Y sonríe, de nuevo, con tristeza.—Pero se equivocaba.—Niega con la cabeza.—No pude hacer nada para protegerlo. Incluso lo sucedido con él fue culpa mía, madre. .

—¿Lo fue?
Gin suspira.
—Estoy perdida, madre.

—Dentro de ti, hay mucho más allá de lo que tú conoces. Tu destino nunca ha estado en los Augustine; en el fondo, siempre lo has sabido. Pero tampoco ha estado entre el cielo y el infierno. Es la Tierra quien te necesita, Gin.

—¿Los... humanos?—Inquiere, extrañada. Pareciera que su madre quisiera que llegase a la solución por sí misma, pero Gin aún se siente incapaz de dar con sus propias respuestas.—Pero, madre... la Armería ya fracasó una vez.

—No sólo te importan los humanos, ¿no es cierto?

La castaña vuelve la mirada, algo avergonzada. —No.—Fue difícil para ella admitir sus sentimientos por Arylia, pero sólo cuando lo hizo, se permitió ser feliz... aunque fuera por poco tiempo. Amarla a ella le abrió la puerta para conocer años más tarde a Enzo, confirmándose que, a pesar de todo lo que han vivido, quizá todavía tengan una oportunidad.

Quizá tengan una oportunidad para sentirse dichosos y completos.

—Sé que encontrarás tu camino, hija mía.—Le asegura Darlene con una cálida sonrisa.—Nunca he dudado de ti... Ni un sólo momento.

—Pero, madre...—Antes de poder oponerse, Darlene la interrumpe de nuevo. —No hay tiempo, cariño. Es la hora de despertar.

Y, para cuando Gin despertase, sería incapaz de recordar aquel reencuentro en el Otro Lado. Un reencuentro que, pese a todo, ha conseguido abrirle los ojos.

14/02 • 7.30 am • Autoconclusivo


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Thinking you could live without me.

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