Antoine de Saint-Exupéry escribió:“It is such a mysterious place, the land of tears.”

No fue capaz de decirle lo ocurrido por teléfono, pero la voz rota de Scarlett preparó al vampiro para, al menos, tener presente que las noticias no serían buenas.

—Es ella, Enzo.—Es todo lo que consiguió articular.—Gin.—Nunca tuvo la oportunidad de que su mejor amigo se la presentase personalmente, tal y como le había prometido. Sin embargo, cuando algunos cazadores la nombraron durante el ritual, Scarlett no tuvo ninguna duda de que se trataba de ella. Su cuerpo, cayendo inerte tras no superar su transformación en nefilim, enmudeció a todos los presentes en aquella explanada.

Ni siquiera sabe cómo encontró las fuerzas para rogarle a Oberón, de los Egregoroi, que le dejase llevarse su cuerpo.

Él se merecía darle un último adiós.

La magia fue su gran aliada para ayudarse a transportar el cuerpo, aunque no se atrevió a adentrarse en el pueblo. Está amaneciendo; un cadáver llamaría demasiado la atención. El cementerio de Mystic Falls, solitario y vacío a estas horas, parecía el mejor lugar para culminar aquella historia. Con los brazos cruzados y el corazón encogido por la pena, Scarlett se limitó a esperar.

El golpe se vuelve mucho peor cuando escucha al vampiro llegar. —Enzo...—Se merece una explicación, sabe que va a pedírsela. Pero las palabras a duras penas abandonan sus labios.—Formaba parte del ritual. Ella... tenía que superarlo por sí misma. Tenía que...—Tenía que mantenerse fuerte mientras la magia de la entidad celestial la convertía en una nefilim.

Pero no lo ha conseguido.
Gin Ashkore no ha superado la prueba.

Se cubre los labios, desconsolada, percatándose entonces de que ha roto a llorar, y lo ha hecho injustamente, pues sabe que no será la partícipe de su dolor. Quizá adelantándose al golpe que su mejor amigo ha vuelto a recibir de la vida, la bruja rúnica empatiza inevitablemente con el inglés. Después de todo por lo que ha pasado, después de haber sido víctimas de la mayor de las desfortunas, Enzo y su compañera se merecían una oportunidad.

Pero el destino ha vuelto a burlarse de ellos una vez más.

Manteniéndose a una distancia prudente del cuerpo, se aparta un poco más, consciente de que Enzo necesitará unos minutos de intimidad. Despacio, los pasos de Sommers se alejan hacia la salida del cementerio.

Le hubiera gustado poder hacer algo más por él. Por ambos.

La mente calmada siempre prevalece.

Lorenzo ha repetido ese mantra por más de cinco décadas, convenciéndose a sí mismo de que sería capaz de extender su inquebrantable resilencia por muchas más décadas, manteniendo la firme esperanza y convicción de que su situación mejoraría, si tan solo se presentaba una sola oportunidad de acabar con Clinton Payne. Obtener su libertad, luchar por recuperar a la mujer que ama, empezar de nuevo...

Todo se esfuma en un abrir y cerrar de ojos cuando Scarlett Sommers entra en escena.—¿Scarlett?—Repara en su quebrado tono de voz. La preocupación embarga al vampiro.—¿A qué te refieres? —Pregunta sin comprender. Sea lo que sea, no debe ser bueno.

La primera y única vez que se vieran en mucho tiempo —después de intentar asesinarle— Gin confesaría la destrucción de la Armería y su actual estrecha con nada más y nada menos que los Augustine.... ¿Acaso...?

Enzo ni siquiera quiere pensar que Payne finalmente ha conseguido la manera de hacerle daño, mediante: Gin. La sola idea le infunde pavor. Por fortuna, la inesperada aparición de su mejor amiga en el cementerio de Mystic Falls, acaba con la agonía de la duda.

Sumiéndole en un estado peor: la absoluta certeza de que Lorenzo parece destinado a vivir un estado perenne de infelicidad y sufrimiento perpétuo.

Enzo se acerca a Scarlet, quien porta un cuerpo inerte en sus brazos, alegando que se trata de la cazadora, rompiendo así cada porción de esperanza de un futuro mejor. Un futuro con ella... Gin.

—No, no, no... ¡NO! —Su corazón se encoge al tiempo que las lágrimas brotan de sus ojos como ríos de agua viva.—¿Un ritual? ¿Qué ritual? —¿Cómo es que él no sabe algo sobre un... ritual? ¿Entonces Payne no tiene que ver? ¿Cómo es que...?

Ni siquiera alcanza a formular la interrogante en su mente. Hace demasiado que el inglés no forma parte de la vida de Gin Ashkore, al menos no de cuerpo presente; limitándose a ser poco más que un fantasma, un recuerdo, un pasado que volvió hace meses a la vida de la cazadora —de la forma más abrupta— y desapareció nuevamente tras aquella reunión con Payne.

Convertido en un nada, por supuesto que no iba a saber sobre rituales ni toda la historia de ágeles y demonios que hay detrás. ¿Y lo triste? Lo triste es que ya no importa. Ahora mismo no importa quien ha sido, porque... Gin no está muerta. No puede estarlo.

—Maldición, love.—Niega con la cabeza repetinas veces, las lágrimas siguen haciendo de las suyas al bañar sus mejillas. ¡Maldición! ¡¿Por qué llora?! ¿Por qué se aferra a su cuerpo? ¿Por qué lo abraza con desesperación? —Mi sangre, mi sangre.—Enzo reacciona y muerde con rapidez su brazo antes de acerarlo a los pálidos labios. Presiona con fuerza para que la sangre entre en el sistema de la cazadora.—¡MALDICIÓN, GIN! —Zarandea el cuerpo.—Lo siento Ashkore, pero lo único que no puedo hacer es dejarte ir.—Enzo tiene miedo de que la gente se vaya, de que lo abandonen. Lo amen o no, todos se van una y otra vez, nadie se queda.

Tal vez ha cometido el error de pensar que ella sería diferente...

En «You are Don Quixote» escribió:—Estoy perdida, madre.
—Dentro de ti, hay mucho más allá de lo que tú conoces. [...] Sé que encontrarás tu camino, hija mía.
—Pero, madre...
—No hay tiempo, cariño. Es la hora de despertar...

No es la primera vez que Gin muere para volver a la vida, y sin embargo, sí es la primera vez que se siente tan intenso, con tantas emociones a flor de piel. El despertar no es progresivo o pausado, ni mucho menos: con el primer latido de su corazón, cada última fibra de su ser despierta en un espasmo violento y cruel. Gin ahoga un grito en su primera bocanada de aliento, abriendo ambos ojos como un resorte y sintiendo cómo le faltan el sentido y la respiración.

Puede que haya tenido que ver con la violenta forma en la que murió: su vida se esfumó sin previo aviso y ahora, de nuevo y sin avisar, ha vuelto al plano de los vivos. O puede que, en realidad, tenga que ver con todo lo que acaba de vivir en el Otro Lado.

Y es que ahí radica precisamente la gran diferencia entre esta ocasión y aquella en la que muriera por primera vez: entonces era una humana sin ventajas, cuya muerte la habría conducido directamente al Más Allá: aquella tierra prometida en la que se dice, las almas puras descansan en paz. Que hubiera regresado entonces fue obra de un arte antinatural: la magia de un brujo de aquellos que se hacen llamar Viajeros. Que lo haya hecho ahora, sin embargo, no se debe a un hechizo en particular... sino a la magia de una de las joyas que aún porta, más por razones nostálgicas o costumbristas, que porque de verdad pensaba que lo podía necesitar.

El anillo de resurrección que le regalase John, su padre.

Aquella joya le ha permitido visitar el Otro Lado brevemente y vivir un encuentro muy especial... claro que, por desgracia, a su regreso es incapaz de recordarlo.

Como tampoco recuerda ahora qué ha pasado, o siquiera quién es... Recuperando el aliento, se percata del sabor metálico sobre sus labios, y del hombre que sostiene su cuerpo, con lágrimas en los ojos. No, no es un hombre. El corazón de la mujer se encoge, conmovido. Es un ángel. Y los ángeles no deberían llorar.

Pero aquel ángel, tiene un nombre. Lo acaba de recordar. —Enzo...—Tiene la voz quebrada; está temblando violentamente. Aún no recuerda bien qué ha ocurrido... y sin embargo, podría quedarse para siempre allí: en los brazos de del vampiro.

¿Así es como se siente el cielo?

SHIP: #GINENZO

Enzo no soportará perderla. La esperanza de recuperar a Gin y obtener su perdón fue lo único que le mantuvo con los pies en la tierra, evitando convertirse en el terrible monstruo que despertaba al apagar su humanidad. En segundos, salvarla se transforma en una necesidad tan importante como respirar, porque de esa manera, también se salvaría a sí mismo. Sin embargo, cegado por el dolor de una posible pérdida, Enzo no se percata de que la solución está ante sus ojos, haciendo efecto.

Y no se trata precisamente de su sangre en los labios ajenos.

Al tomar inconscientemente la mano de Gin para besarla, implorando a fuerzas superiores que le concedan una oportunidad más con ella, siente entre sus propios dedos el metal adornando los ajenos. Por desgracia, eso no le calma inmediatamente. Enzo ha visto anillos de resurrección muy poco en su vida, por no decir ninguno, o al menos no ha reparado demasiado en que lo sean. De modo que, no es que sepa distinguirlos rápidamente y con precisión, menos en una situación como esa, donde su atención está puesta en que su sangre reanime el cuerpo de la cazadora.

Repentinamente, Enzo es capaz de ver la luz al final del túnel. Una sonrisa de alivio y auténtica alegría se dibuja en sus labios, entre las lágrimas silenciosas que no paran de caer. Ni siquiera espera que la humana se incorpore por sí sola, Enzo la toma entre sus brazos y la estrecha, pasando del alivio a la sorpresa.

—¿Cómo…?  ¿Cómo es posible? —Susurra cerca del oído ajeno, todavía abrazándola.—Gin… Tú… Moriste.—Scarlett no mentiría. Además, Enzo revisó a Gin, su corazón no latía. Estaba muerta.

Enzo no quiere separarse de ella, teme que todo sea producto de su imaginación, y su mente lo suficientemente jodida para toda una vida, le hubiera jugado una mala pasada y estuviera estrechando un cadáver. Sin embargo, acaba arriesgándose.

—Sí, eres tú.—Sonríe al encontrar el vivo rostro de Gin y finalmente confirmarlo.—Creí que te había perdido.—Susurra cerca de sus labios. Enzo necesita explicaciones, necesita saber más de lo ocurrido. Pero, en el instante más inmediato, solo necesita una sola cosa.

Enzo rompe la poca distancia que queda entre ellos para unir sus labios con los de la cazadora en un beso muy necesitado, un beso cálido, un beso suave, lleno de amor acumulado.

Estaba preparada para morir.

Se sabe una egoísta, y previsiblemente, una cobarde por pensar de aquella manera. Pero es cierto: por alguna razón, cuando su vínculo con la entidad celestial quebró, Gin aceptó su destino. Uno que habría vuelto a separarla de su hermana, y sobre todo —prácticamente, como si aquel fuera su único final inevitable—, de Enzo. La incredulidad en la mirada del vampiro, sin embargo, confirma un escenario imposible: no ha muerto. Sigue allí, consciente; su corazón, latiendo.

Y, como si cada pulsación fuera sólo para él, se deja abrazar por aquel cálido beso, tan imperioso y necesario como respirar. La humedad de sus labios; el contacto con su piel, son lo más parecido que recuerda a volver a sentirse viva. —Lo... lo sé.—Gin descansa la frente sobre la del vampiro; no quiere, ni puede, separarse de él. La sensación es difícil de describir, porque lleva varias horas sin conocimiento —técnicamente, muerta—, pero sabe perfectamente lo que ha pasado. O al menos, inconscientemente, lo sabe.—Lo siento.—Se disculpa repentinamente, adquiriendo más conocimiento sobre lo sucedido a medida que se recompone.—Yo... iba a decírtelo. Cuando todo hubiera terminado. El ritual... debía... tenía que...—tenía que haber salido bien. Ashkore confió plenamente en que saldría bien...

...Pero no lo hizo.

Un nuevo fracaso en la cada vez más grande lista de decepciones de Ginevra Ashkore.

Aunque, siendo justos, no todo ha salido mal. —Pero... no lo entiendo.—Tratando de ensamblar todas las piezas, sin éxito, Gin trata de reconstruir los hechos.—Debería estar... en el Otro Lado.—Así es cómo funciona. Así es cómo lo vivió Gwen, hace ya dos años. El sobrenatural que fallece, toca el Ancla al Otro Lado y accede al limbo sobrenatural... porque, como nefilim, Gin murió siendo un sobrenatural...

¿...O tal vez no?

La mirada de Gin se desvía torpemente hacia el anillo que todavía luce en su dedo anular. Antes de marcharse, John le regaló aquel anillo de resurrección que, más por costumbrismo —y por negarse a separarse del todo de su padre—, aún seguía llevando puesto. Un anillo que impide la muerte de los humanos, a mano de sobrenaturales.

Como, por ejemplo: la ruptura entre una humana y su vínculo celestial.

—Soy humana.—No queda del todo claro si lo dice como si lo acabara de recordar, o si sólo está delirando. Pareciera estar siguiendo el hilo de unos pensamientos difíciles de descifrar.—Pero... he estado allí. Sé que he estado allí.—En el Otro Lado. Y allí, ha pasado algo...

...Aunque no es capaz de recordar el qué.

SHIP: #GINENZO

Entonces, el ritual es cierto. Un ritual de todavía no sabe qué, pero  que puso la vida de Gin en riesgo.

Enzo deja que Gin se reconforta en su tacto, apoyando también su frente sobre la de ella, sin embargo, las preguntas invaden su mente.—¿Cuándo todo hubiera terminado? —Sus ojos, tan cerca de los ajenos, buscan respuesta en ellos. Enzo no se preocupa por ocultar o minimizar su semblante confundido.—Entonces, te sometiste a esto por tu propia voluntad.—No es una interrogante, Lorenzo usa la lógica de acuerdo con las palabras de Gin para darlo por hecho. De otro modo, si hubiera sabido que la muerte era un riesgo seguro, no habría aceptado pasar por esto, ¿no?

Porque eso habría significado estar dispuesta a morir aún sabiendo que él ha vuelto a su vida.

Y ella no pudo haber elegido arriesgarse de esa manera tan descuidada, ¿cierto?—Pues será mejor que traes de hacerlo, love —Enzo le invita con dulzura—, porque no podré entender lo que sucede.—Aunque por la mirada de la morena, sabe que ella lo está intentando.—¿Por qué deberías estar ahí si es un lugar para sobrenaturales...? —A menos que, en ausencia de Enzo, se convirtiera en una cazadora sobrenatural.

Las orbes del vampiro siguen la trayectoria de la mirada de Gin hacia la joya que porta en el dedo.—Tu anillo...—¿Aquello la ha resucitado? Con sinceridad, no recordaba que Gin tuviera un anillo que hiciera tal cosa.—Bien, será mejor que mientras te ayudo a levantarte, empieces por el principio.—Le propone a la vez que le ayuda con cuidado.—Porque hasta donde sé, la última vez que te vi antes de desaparecer, eras humana.—No se lo recrimina, por supuesto, simplemente se lo recuerda. Enzo no podría recriminarle algún cambio —importante o no— que hubiera ocurrido en la vida de Gin durante ese año y medio en que estuvieron separados.

Pero, ahora que se han encontrado nuevamente, deben ponerse al tanto... Sin secretos. Con todas las de la ley. Y esta es una buena oportunidad para ello.

«¿Cuándo todo hubiera terminado...?»
«...Entonces, te sometiste a esto por tu propia voluntad.»

—Enzo...—Se lo pide, sin palabras, contemplándole con intensidad. En su mirada, sería capaz de hallar toda la verdad.—No debía terminar así.—La posibilidad de fracaso existía, pero los Egregoroi confiaban lo suficiente en su sacrificio y en la elección de cada nefilim, como para que la muerte no fuera una opción real.—¿De verdad crees que me habría expuesto a morir ahora?—Ahora, que están juntos. Ahora, que después de todo este tiempo se han reencontrado el uno al otro.

Ahora que por fin, tienen una oportunidad para empezar otra vez. Para ser felices. Y, aunque todavía se siente débil, Gin no puede evitar sonreír con cierto deje de ironía. —No me has dado el beneficio de la duda ni por un instante…—Ahí está: utilizando las mismas palabras que él le dijo la noche en la que se volvieron a ver, hace prácticamente cuatro meses.

No es un reproche, sin embargo.
A veces, sigue sorprendiéndose de hasta qué punto están hechos de la misma pasta.

—¿Me creerías... si te dijera que siempre lo fui?—Le pregunta repentinamente.—Siempre... me lo pregunté. Por qué mi hermana... podía ver la Marca de mi padre.—Sólo una de las dos fue elegida para convertirse en heredera del legado de la Hermandad de cazadores.—Por qué yo no... podía compartir su mismo destino. Pero el mío ya estaba escrito... o eso pensé.—Y si no le doliera todo el cuerpo, se habría echado a reír sin gracia.

Sintió alivio un auténtico confort bajo aquella premisa: Gin nunca pudo ser miembro de la Hermandad, porque fue elegida para ser algo más. Pero, ¿y si fuera cierto, en cualquier caso? Y si tan sólo... no hubiera terminado de encontrar aquel destino. —Te lo explicaré todo.—Le promete.—Mereces saber la verdad.—Intentó dejarle fuera de todo aquello, porque los Augustine todavía sometiéndolo ya eran suficiente carga sobre sus hombros. Ahora sabe que está en el derecho de conocer cada detalle de aquella catastrófica historia...

...Porque así ha sido siempre Gin: centrándose en rescribir un futuro con el que esconder del todo su pasado.

Pero el pasado siempre vuelve, tarde o temprano.

—Llévame... a casa.—Le pide entonces, dejándose ayudar para levantarse.—Creo que... sé lo que tengo que hacer. Y esta vez, voy a hacerlo bien.—Contando con Enzo, desde el principio.

Como siempre debió haber hecho.

Pero no se adentrará en su historia... ni en aquel nuevo proyecto, hasta que pueda descansar un poco más.

SHIP: #GINENZO