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Maegor Valyrianvampiro
Maegor Valyrian
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—Por fin despiertas.

No le había resultado complicado encontrarla. La información que le había aportado su querida Layla había sido suficiente para buscarla y atraparla. Maegor había estudiado y seguido su rutina. Estudió sus horas de entrada y salida al trabajo, sus hobbies y dónde dormía. Tras esperar unas semanas, esperó un momento donde estuviese sola para inmovilizarla.

—Puedes gritar lo que quieras, pero nadie te va a escuchar—había vigilado mucho el entorno en el que se encontraban. Se trataba de una empresa abandonada, cuyo sótano—lugar donde estaba atrapada—no tenía esquinas donde fijar la mirada y cuyas paredes no ofrecían ninguna grieta o agujero donde pudiese esconder y calmar su conciencia:—La buena noticia es que no te voy a matar—no podía permitírselo todavía cuando deseaba enviar un mensaje a Frank:—La mala noticia es que desearás que lo haga. —le aseguró con una sonrisa pérfida.

Agarró de las cadenas que le ataban por los tobillos para atraerla hacia él:—Comencemos con la función, preciosa—activó una palanca que hizo que el cuerpo de la cazadora se suspendiese. Sus muñecas, también encadenadas, habían estado unidos a una ancla del techo que le permitía mantener el cuerpo de su víctima inmovilizado:—Vamos a experimentar con tus límites.  
29/05 • 2 de la mañana •  @Dylan R. Avery  


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Dylan R. Avery
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"Por fin despiertas".

El sonido de aquella voz fue lo primero que logró escuchar cuando comenzó a recobrar los sentidos. Lo último que recordaba era haber cerrado el taller, tarde, como siempre, y caminar rumbo a su casa.  

Era evidente que no llegó a su destino.

Sintió el frío metal que envolvía sus muñecas, percatándose entonces de que estaba presa por unas cadenas.

¿Quién eres? — trató de incorporarse hasta quedar sentada para poder contemplar al hombre que la retenía. No lo conocía, nunca lo había visto, pero parecía que él si sabía quién era ella —. Supongo que más bien, debería de preguntar ¿Qué eres? — ¿Vampiro? ¿Demonio? Quizás se había enterado que era una néfilim y por eso la había secuestrado.

Soltó un quejido cuando el vampiro tiró de la cadena que sostenía sus tobillos. Instintivamente, trató de darle una patada, aprovechando la cercanía.

¡Suéltame ahora mismo! — se revolvió, comenzando a perder los estribos al verse completamente atrapada y a su merced. Su garganta dejó escapar un grito al sentir como su cuerpo comenzaba a elevarse. Aquello no le gustaba nada —. ¿Qué es lo que quieres de mí? — su pulso se había acelerado y podía notar su corazón ir más rápido de lo normal.

No sabía si era el tono de su voz, su aspecto elegante e imponente o la ausencia de uno de sus ojos que cubría tras un parche lo que le hacía desprender un aura aterradora que podría helar la sangre del más valiente de los hombres.

Y a ella, le ponía la piel de gallina.
30/06 • 2 de la mañana • @Maegor Valyrian


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Maegor Valyrianvampiro
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“¿Quién eres?”

Los ojos celestes del vampiro brillaban por la excitación que le provocaba la diversión inminente:—¿Acaso importa mi nombre o lo que soy?—la sonrisa pérfida del neófito no desapareció ni un segundo mientras observaba el terror de su víctima.

Con los miembros ahora totalmente extendidos en una rejilla que colgaba sobre aquel abismo, apreció la impotencia de la humana mientras ésta demandaba información que no iba a conseguir:—La muerte dicen que es el límite, ¿pero qué es el terror, Dylan?—acompañó su pregunta con otra de sus carcajadas maliciosas:—Estudiar el miedo a la muerte, aproximarnos a ella para ver cómo los rasgos de la persona se van deformando…Sartre había dicho que ningún hombre podía conocer jamás su propia muerte, pero vamos a intentar hoy que tu mente juegue con el deseo de conocerla.

Maegor se volvió a alejar, dejando a la cazadora suspendida en un cielo negro y vacío sobre una oscuridad infinita. El vampiro había vigilado que no entrase apenas la luz, para que la mente de la humana divagase sobre su destino. Cualquier grito o movimiento, sería tragado por aquella abismal negrura que la rodeaba.

Lo primero que tomó el vampiro fue dos tipos de cuchillo. Una daga y un desollador. Por el momento, se reservaba el segundo para más tarde.

Maegor se acercó a la chica con paso lento y en silencio. Deseaba que fuese ella la que provocase con su imaginación aquello que podía suceder. Asimismo, sumergido en la penumbra, dificultaba que ésta previese su siguiente acción. Lo único que vería sería un balanceo plateado, cada vez más amplio, y cada uno más letal que el anterior.

Finalmente, la hoja surcó el aire y se clavó en la parte trasera de su brazo, cercenando casi por completo, sus tríceps, rompiendo el húmero y abriendo una raja que, si no llegó a la arteria, fue porque el vampiro no quiso.  
29/05 • 2 de la mañana •  @Dylan R. Avery  


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Importa cuando me tienes retenida contra mi voluntad sin motivo aparente — forcejeó con las cadenas que apresaban sus muñecas, dándose cuenta lo inútil que era tratar de escapar de ellas —. ¿O solo eres un psicópata que se dedica a secuestrar mujeres? — ¿Podría tratarse tan solo de un objetivo al azar de una mente retorcida?

No... Aquello parecía demasiado personal como para que se tratara de una simple coincidencia o de algo al azar. Aquel ser, fuera lo que fuese, la conocía. Sabía su nombre y parecía haberla estudiado y esperado por el momento oportuno para atacarla. Como si se tratara de algún tipo de retorcida venganza. Pero... ¿Contra quién? Eso era lo que no lograba comprender.

¿Alguna vez te han dicho que hablas demasiado? — se sentía impotente, con el cuerpo inmovilizado, colgando de... Ni siquiera era capaz de ver lo que había debajo de ella. Prácticamente todo estaba sumido en la oscuridad y eso la inquietaba todavía más —. ¿Entonces eres un sádico? ¿Solo haces esto por diversión? — trató de hacerlo hablar para ubicar su posición en aquella penumbra, aguzando el oído para poder guiarse a través de los pasos de este.

No iba a mentir, si lo que quería era asustarla, lo estaba consiguiendo.

Vamos. No te hagas el misterioso. Algo tienes que querer con todo esto — siguió intentando, haciendo fuerza con pies y manos, en otro inútil intento por escapar.

Todo sucedió tan rápido que apenas fue consciente de lo que estaba sucediendo hasta que notó que percibió un resplandor plateado surcar el aire, muy cerca de ella. Demasiado cerca. Instantes después un fuerte golpe en su antebrazo que le hizo abrir los ojos de par en par cuando la hoja de aquella arma traspasó su piel, cortando sin piedad las capas de tejido. El grito que escapó de su garganta inundó la sala, haciendo eco en aquella profunda oscuridad.

El dolor parecía expandirse en ondas desde el punto de impacto, extendiéndose rápidamente por todo su cuerpo que no tardó en comenzar a temblar.

¡VOY A MATARTE, CABRONAZO! — chilló con todas sus fuerzas, revolviéndose ya no solo de los nervios, sino como respuesta a las terminaciones nerviosas que su cuerpo emitía. Amenazar a su captor no era lo más inteligente en aquella situación de inferioridad, pero el dolor de aquella herida abierta no le dejaba pensar —. ¿Qué es lo que quieres? ¡Vamos! ¡Dilo! ¡Hijo de puta! — siguió chillando mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos. Podía sentir como la sangre caliente brotaba de aquel corte y como se deslizaba por su piel, mientras el dolor persistía sin darle ningún tipo de tregua.

Igual que tampoco lo haría aquel ser.

Aquello solo era el principio.
30/06 • 2 de la mañana • @Maegor Valyrian


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Maegor Valyrianvampiro
Maegor Valyrian
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ADVERTENCIA: Contenido violento y gore

—Hmmm—fue la único que recibió su presa como respuesta. Se aburría con facilidad cuando éstas empezaban con sus insistentes preguntas y, aparentemente, la trabajadora de su juguete era una de esas víctimas habladoras:—Demasiadas preguntas y ni una que valga la pena contestar.

Maegor no pretendía ni sonsacarle información ni descubrir nada de ella. Dylan Avery le resultaba insignificante; un mero peón en sus juegos para hacer de la vida de Frank un infierno. Con todo, no deseaba matarla para que enviase un claro mensaje a su enemigo.

Al principio, se limitó a torturarla. Los primeros ecos de su dolor lo embriagaron de placer. De haber estado iluminada la sala, podría haberse visto cómo sus facciones mudaban a las vampíricas:—Ya que insistes, aunque—permitió otra de sus pausas para inquietarla:—necesitaré para este momento que estés en silencio—lanzó el cuchillo teñido de rojo al suelo.

El ruido del arma al caer fue lo único que se escuchó por un momento en esa apretada penumbra.

Como en el caso anterior, haciendo uso de la oscuridad que los rodeaba, extendió su brazo derecho hacia el rostro de Dylan. Acto seguido, entró con fuerza su mano por la boca de la morena hasta llegar a su garganta. Buscaba que se quedase por un momento sin oxígeno, sentir cómo su cuerpo se convulsionaba ante esa invasión violenta.

—Un poco más adentro—con la otra mano que tenía libre—la izquierda— penetró en su estomago. Poco a poco, sus dedos fueron rasgando la pared de éste, escarbando aún más profundamente para agarrar con fuerza el colon y el duodeno:—Esta vez dejarás de expulsar tantas preguntas y palabrotas—dio un tirón para que sintiese un dolor parecido al que se sentía cuando se destripaba a alguien.

Sin embargo, no pretendía matarla aún, por lo que sacó sus manos ensangrentadas y encendió la luz.
Empezaba la segunda fase de su tortura.

Una bombilla que colgaba del techo iluminó con su luz pálida y artificial dos nuevos protagonistas en esta tétrica habitación. Ante ella se encontraba dos niños pequeños dormidos y sentados en una silla. Estaban inmovilizados por cuerdas y enmudecidos por un esparadrapo en su boca.

—Son dos hermanos. Los encontré por la zona y me apetecía explicarte su historia conmovedora y fraternal—sonrió sombrío:—El juego es el siguiente. Escoge a uno de ellos

Dylan debe lanzar dado ACIERTO/FALLO
Dependiendo de qué salga, la tortura será una u otra

29/05 • 2 de la mañana •  @Dylan R. Avery  


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No quería responder a sus preguntas. O quizás, simplemente, es que le dieran igual. Lo cual aumentaba la impotencia de la nefilim que estaba atrapada y a merced de un monstruo que parecía tan solo disfrutar con torturarla.

La descarga de dolor ardiente se disparó desde el punto de corte, extendiéndose como una ráfaga por todo su brazo. Aquella dolorosa sensación fue por la picazón y el entumecimiento que se apoderó de la zona afectada.

Ya no podía sentir el brazo.

Eres un bastardo... — siseó siguiendo la metralleta de improperios, descargando toda su rabia en este.

Una mala idea.

Cuando el vampiro le metió la mano en la boca, trató de morderlo con fuerza, sin embargo, la falta de aire le hizo desistir, notando como se iba ahogando. Una sensación asfixiante que fue a peor cuando sitió una puñalada en el estómago que le hizo revolverse y contraerse del punzante dolor que sintió.

Su mirada se nubló. Lágrimas de impotencia y dolor se entremezclaron a medida que el vampiro la destrozaba por dentro mientras que ella no podía hacer nada más que sufrir aquella agonía a manos de este. Y todo eso mientras se ahogaba.

Podía sentir su final. Como la muerte la llamaba.

Y, oh, dios... No había nada que desease más ese momento. Cualquier cosa que acabara con su sufrimiento.

Expulsó una bocanada de sangre cuando el vampiro se apartó de ella. Su cuerpo se se combulsionaba debido a los expasmos involuntatios. La herida en su estómago sangraba y podía escuchar claramente el sonido del líquido carmesí al chocar contra el suelo.

Todo a su alrededor se nublaba y era consciente de que su tiempo se agotaba.

Y cuanto antes, mejor.

La voz del vampiro le hizo reaccionar. No fue consciente de en qué momento encendió este la luz, su mirada se había oscurecido y apenas podía percibir las formas con nitidez. En un segundo de lucidez, pudo distinguir de qué se trataba. O quienes...

No... — pronunció con la voz ronca, apenas audible. A pesar de la debilidad que sentía en todo su cuerpo, su ritmo cardiaco se alteró —. Suéltalos... — no podía elegir. No podía ser partícipe de aquel macabro juego en el que estaba en peligro la vida de dos niños —. Mátame ya... — una súplica que tal solo el oído del vampiro sería capaz de escuchar.

Se estaba desangrando, su cuerpo no resistiría más. De hecho, era sorprendente que todavía siguiera respirando. Debía ser a causa de su condición como nefilim. Un humano normal no habría sido capaz de resistir tanto.

Sus lágrimas seguían derramándose, impotente de no ser capaz de hacer nada para liberar a aquellos niños del monstruo que representaría cualquier pesadilla. Era una nefilim, un ser sobrenatural, protector de los humanos y se suponía que debía estar preparada para combatir a los mismísimos demonios y seres del infierno.

Por favor... Ayúdame

Una súplica silenciosa hacia los de arriba que nadie escucharía.
30/06 • 2 de la mañana • @Maegor Valyrian


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The Final Bossnarración
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The Final Boss
El miembro 'Dylan R. Avery' ha efectuado la acción siguiente: Lanzada de dados


'Acierto/Fallo' :
I'm going to feast on your screams [Dylan] ALwR39t
Maegor Valyrianvampiro
Maegor Valyrian
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ADVERTENCIA: Contenido muy violento, gore, crueldad.

“Suéltalos”

Maegor sintió una morbosa satisfacción al escuchar aquella súplica y petición de la cazadora. Podía notar que el rostro de Dylan estaba comenzando a experimentar tirones y calambres por la presión de la tortura. Incluso los músculos de sus piernas y brazos ya no podían disfrazar los espasmos.

Palpitaba el dolor en cada una de las células del cuerpo de la morena y aquello lo excitaba.
—¿Ese es tu deseo?—su boca se tensó con labios amplios y apretados. La sonrisa brillante que se le había cincelado no auguraba nada bueno:—¿Dónde está tu actitud desafiante, Dylan?—con un paso desmesuradamente lento, se acercó en primer lugar hacia el niño.

Seguía dormido, pero un chasqueo de los dedos largos del vampiro lo despertó de inmediato:—Tienes trece años, ¿no?—la víctima asintió con su cabeza, pues el esparadrapo impedía que pudiese verbalizar su respuesta:—Vamos a dejarlo en que tenías trece años.

El cuchillo con el que antes había clavado a Dylan, seguía en el cinto de su cinturón. La sangre de la cazadora aún resbalaba por el filo plateado, dejando tras de él una estela rojiza de pequeñas gotas. Esta era el arma que pretendía volver a utilizar ahora.

—Ya que te has portado bien, Dylan, dejaré que la niña siga durmiendo—por supuesto, las intenciones del neófito iban a ser igual de desagradables para la familiar del joven:—Empecemos la función.

Con mucha elegancia, sacó el cuchillo de su escondite para clavarlo a la altura de la barbilla del semi adolescente. Maegor no tuvo que utilizar mucha fuerza para empezar a despegar la piel del rostro. El chico, desesperado, sacudía su cuerpo entre convulsiones por el dolor contra el que no podía luchar. Le fallaban las fuerzas mientras el cuchillo de su opresor atravesaba la carne y el hueso, arrancándole finalmente el rostro de cuajo.

Maegor se apartó a un lado para que Dylan contemplase su acción. Le había arrancado las facciones como una máscara y había dejado un amasijo de sangre y músculo palpitante. En el agujero abierto de la boca la raíz de la lengua se agitaba y escupía chorros de sangre, incapaz ya de articular los gritos agonizantes de antes.

Las piernas del joven convulsionaban por el sufrimiento y de sus pantalones empezó a gotear sangre. Poco a poco, el corazón agitado del humano empezó a descender su ritmo hasta que, finalmente, dejó de cantar.

—Siguiente—con una frialdad absoluta, despertó del mismo modo a la chica. Ésta sólo tenía dos años menos que su hermano y, ante la visión de un gran amasijo de sangre a su lado, empezó a sollozar y a moverse desesperada sobre su asiento. Lo único que podía hacer para expresar su deseo por vivir y escapar, era patalear inútilmente mientras los dedos del vampiro acariciaban con insólita suavidad la cabeza rubia de la niña.

En su caso, le sacó la tela de su boca que la había mantenido muda.

La chica pudo empezar a verbalizar su terror. Aunque no era del todo su voz, sino una voz patética que sonaba estúpida, que nada hacía honor al verdadero miedo mortal que sentía. Y, de todas formas, ella sabía que era ya demasiado tarde.

—A ti te mostraré la superioridad de mi especie. Sin necesidad de pequeños instrumentos—el cuchillo que aún mantenía en su mano derecha lo lanzó al suelo con un ruido ensordecedor:—Los humanos sois tan insignificantes—una aseveración que quiso subrayar mientras buscaba el contacto visual de Dylan:—Incapaces de protegeros y de proteger al prójimo.

Sonrió con malicia, antes de hundir ambas manos en el diafragma de la chica para abrirla en canal. Lo hizo sin dificultad, rasgando la tela, piel, músculo y hueso con sólo la presión de sus manos sobre la carne joven de la víctima. La sangre de la joven tiñó la ropa de Maegor, que se oscureció aún más, especialmente los puños de su camisa mientras los hundía en el interior de esa sopa cálida del cuerpo de la criatura.

Sus dedos sacaron un riñón y, mientras la víctima aún se retorcía en la silla, se lo enseñó para que lo visualizase. Los ojos de la chica parecían ahora dos gemas negras, inyectas en sangre, incrustadas en un rostro roto; ojos que emitían aullidos en lugar de una voz humana…

—b]Los cazadores siempre necesitan una prueba de su caza[/b]—Maegor se dirigió entonces a Dylan y, atrapándola de la garganta, forzó que abriese su boca para meterle el riñón:Bon appétit, aunque me falta el punto final para que él también comprenda lo que le sucederá—con una velocidad pasmosa, tomó la máscara facial del chico y la colocó encima de la cara de la morena. El neófito se tomó su tiempo para intentar amoldarla a la de Dylan, aunque la pequeña cara del niño no conseguía cubrir toda la superficie facial de la adulta.

Con todo, su diversión terminó antes de lo esperado.

Un ruido acabó con su juego. Alguien parecía haber entrado en su “morada” y aquello le obligaba a tener que partir antes de tiempo. De este modo, rompió el cuello de la chica en un movimiento seco y, antes de desaparecer, se despidió de su víctima principal:—Dile a Frank que le envío saludos.

Con una última carcajada, abandonó la sala.


 
29/05 • 2 de la mañana •  @Dylan R. Avery  


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Balthazar A. Schulzbrujo rúnico
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No sabía cómo, pero lo había sentido. Un dolor indescriptible y el terror calándole hasta los huesos, y después había vuelto a ver su imagen en su cabeza. Se la había levantado de la cama de un salto, vistiéndose con la primera camiseta y los primeros vaqueros que encontró, calzándose y saliendo de su apartamento a toda prisa.

Se subió a su coche y arrancó a tal velocidad que los neumáticos chirriaron contra el asfalto antes de salir despedidos hacia la dirección que indicaba aquel vínculo que probablemente nunca llegaría a comprender del todo. Mientras conducía, sentía el sudor frío por la espalda y aquel miedo asfixiante que no llegaba a comprender del todo. Oh... pero lo haría.

Llegó a un sitio que parecía demasiado tranquilo pero, al entrar en la destartalada casa, el olor nauseabundo a sangre le hizo llevarse una mano a la nariz de forma instintiva, tapándosela. Avanzó y entró a una sala en la que brillaba una tenue bombilla que, por suerte, no alumbraba demasiado aquella tétrica y espantosa escena.

¡Dylan! —en cuanto la vio fue hacia ella de inmediato. No se preocupó por desatarla, sino por la herida que más sangraba; dicha sangre era demasiado oscura, indicando que era una hemorragia preocupante. Si fuera tan solo una humana, ya no estaría viva. Pero seguía siendo vulnerable, así que activó al runa de curación y colocó una mano sobre la profunda herida, que se cerró parcialmente... Lo suficiente para darle tiempo y sacarla de allí.

Eh, mírame. Ni se te ocurra cerrar los ojos —le pidió, sujetándola de la barbilla con delicadeza mientras buscaba su mirada, que parecía esquivarlo a causa del cansancio y, probablemente, por el shock del trauma—. Te voy a sacar de aquí. Vas a estar bien —le aseguró mientras la desataba, cargándola con cuidado para llevarla hasta su coche.

Al pasar junto a las otras sillas que había colocadas vio la sangría que había tenido lugar, sintiendo que se le revolvía el estómago y conteniendo las ganas de vomitar allí mismo. Era horrible. ¿Qué tipo de monstruo sería capaz de hacer algo así?, ¿y con qué motivo?

Sin perder más tiempo, apartó la mirada y salió al exterior mientras los minutos corrían en su contra. Ahora solo debía pensar en una cosa: en salvarla.
30/06 • 2 de la mañana • @Dylan R. Avery


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Dylan R. Avery
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Quería morir.
Deseaba hacerlo.
Que acabara ya.
Que todo acabara ya.

¿Por qué su corazón no dejaba de latir?


El charco de sangre empapaba el suelo, extendiéndose cada vez más bajo sus pies. A pesar del estado de semi inconsciencia en el que se encontraba, pudo percibir imágenes de aquella horrorosa escena que jamás sería capaz de sacar de su cabeza y que la perseguirían por el resto de su vida que tan solo deseaba que fuera lo más corta posible.

No había podido hacer nada por ellos.

Nada.

Y ahora lo único que la esperaba era el infierno.

El brillo en su mirada comenzó a extinguirse, dejando caer la cabeza y abandonándose a ese frío que abrazaba su cuerpo, invitándola a tomar la única salida que ansiaba. Indicándole su final.

La promesa de dejar de sentir.

"¡Dylan!"

Su voz resonó como un eco lejano, tirando de ella hacia la superficie, impidiendo que se ahogara.

Bal... Balthazar... — articuló su nombre en un susurro casi inaudible que le costó un mundo pronunciar. El calor del roce en su barbilla fue lo único capaz de percibir en medio de aquel frío que apuñalaba su cuerpo. Entreabrió los ojos, su opaca mirada fue capaz de percibir el brillo azul que desprendía la del rúnico —. No me... No me...no me dejes. Fue incapaz de terminar la frase, pues en ese instante todo se volvió oscuro para ella.

Aunque para su suerte o su desgracia, la muerte no sería capaz de alcanzarla esa noche por mucho que la reclamara.

Aun le quedaba una misión por cumplir.
30/06 • 2 de la mañana • @Maegor Valyrian + @Balthazar A. Schulz


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