El mundo se estaba volviendo loco. Mas que ella si podía ser. ¿Cómo era posible que en el tiempo que había estado encerrada, todo se hubiese salido tanto del cauce inicial? ¿Desde cuando los vampiros merecían protección alguna? Los nuevos ideales de la Armería no encajaban con ella. Desde luego que no. Pero no había tenido mas remedio que valerse del engaño para protegerse así misma. Al menos de momento.

Rayna ya tenia todo lo que quería por el momento: la espada y la piedra Fénix volvían a estar en su poder. Los cuerpo de los chamanes que la mantenían con vida estaban resguardados por la nueva Armería, al menos hasta que encontrase un lugar mejor y pudiese destruir aquel sitio desde dentro. No lo aceptaba, no. Sus ideales no encajaban con los de aquella nueva Armería. Rayna no hacia más que preguntarse que había pasado. ¿Cómo los vampiros han sido capaces de llegar tan lejos? ¿Y cómo el mundo podía permanecer tan ciego a la verdad?

Estaba furiosa en realidad, aunque sabia como controlarlo, la rabia y la furia se apoderaban de ella, haciendo que su sangre hirviese. Ese tipo de momentos fueron los que en el pasado le jugaron una mala pasada, y por los cuales acabo encerrada en aquel manicomio. No soportaba recordar todas esas cosas, únicamente la enfurecían mas todavía, y eso… la hacia perder el control. Su forma de controlarlo: la caza.

En Mystic Fall desde luego había mucho que hacer, y no podía arriesgarse a ir de regreso a Nueva Orleans sin estar preparada. Puede que tuviese una vida nueva, pero necesitaba estar segura de cuales eran sus capacidades actuales. Cazar un par de vampiros normales son le vendría mal. Meterlos en la piedra fénix… eso ya era otra historia. Últimamente se había vuelto loca por culpa de todas aquellas almas. Por eso quería atacar directamente la fuente del problema, pero hasta entonces… unos cuanto no vendrían mal. Y ya había localizado a uno.

Le resulto demasiado irónico, casi una burla por parte del vampiro, encontrarlo trabajando en un cementerio. Si, trabajando. AL parecer aquel pobre diablo no había encontrado nada mejor que hacer que disfrazarse de un humano, encargado del cementerio. ¿Era así como se alimentaba? ¿De cuerpos muertos? ¿O directamente los atraía para matarlos y enterrarlos ahí como tapadera? Aquello avivo la sangre de Rayna, que sigilosa, observaba en las sombras. Sabia que la había escuchado, ¿cometería el error de tratarla como a una humana más e intentaría atacarla?

Ya le hubiera gustado a Miklos tener algo más divertido que hacer, pero no era así. Le tocaba trabajar; pringar, como solía decir. Le gustaba, de alguna manera retorcida, mantenerse ocupado haciendo cosas tan sumamente mundanas que le recordaban a una antigua humanidad que vivió y disfrutó. Como cuando todavía era un soldado, que enterraba a los suyos y les hacía cruces con ramas decorando sus tumbas improvisadas, todo porque no podían llegar a casa. Solo unos pocos acababan recibiendo un entierro digno en piras funerarias siendo quemados, aunque siempre creyó que aquello era más de los griegos, pareciera que los suyos también habían adoptado algo similar.

Por suerte, no igual.

Si había algo que no soportaba, aún así, era el hedor de los cadáveres. Mover los más antiguos para meterlos en tumbas más o menos nuevas y hasta frescas, era un arduo trabajo. Nada que Miklos no pudiera soportar, en realidad, teniendo en cuenta que había hecho cosas peores. Y todo ello le ayudaba a calmar esa insaciable sed y hambre que, a decir verdad, empezaba a hacerse muy pesada. Tenía algunas bolsas en su cubículo, pero esperaba conseguir algo más. Demasiado tiempo sin tocar las venas de nadie; justo desde que se vio con Edek, también en el cementerio.

Tenía que calmarse si no quería armar un estropicio. Una vez estuvieron a punto de pillarle y el vampiro aprendió su lección.

—¿Desea algo, señorita? —el escalofrío en su espalda fue brutal como para saber que había alguien detrás de él. Por el rabillo del ojo supo que se trataba de una mujer —de ahí el apelativo—, pero sobre todo, al mirarla de frente tras girarse, pudo darse cuenta de que no tenía absolutamente nada de damisela en apuros. Si acaso, acabaría siendo él el que acabaría en apuros.

Qué ironía.

No era el primer vampiro que marcaba, y tampoco sería el ultimo. Desde que había regresado eran varios los que habían caído y varias las alianzas que había hecho. Rayna sin duda disfrutaba con la cacería y había vuelto a tener más trabajo que nunca. No. No se alegraba de que hubiese más alimañas por el mundo, pero la sensación de la caza, siempre le había perecido excitante.

Sobre todo, cuando todos ellos creían que podían escapar de sus manos, o en este caso de su espada y de ser encerrados en su propio infierno personal. Rayna disfrutaba viendo sus rostros cuando estos creían que morirían, pero en realidad era mucho peor lo que les esperaba y ello, la mayoría, no eran conscientes. Eso era lo mejor.

— ¿Parezco querer algo? —pregunto entonces cruzándose de brazos, y arqueando ligeramente su cuerpo, adquiriendo una pose relajada y al mismo tiempo sensual—. Es una broma de mal gusto ¿sabes? Alguien como tu… encargándose de cadáveres, ¿cómo lo haces? —pregunto, pero no espero que el contrario respondiese. Conforme se movía dando vueltas a su alrededor y manteniendo las distancias, sigue hablando—. Aprovechas este sitio para matar a tus presas y luego que, ¿les das un entierro digno? —cuestiono soltando una carcajada antes de que su rostro volviese a una seriedad amenazante—. A lo mejor es momento de que te den caza a ti.

Y con esas palabras, clavo su mirada en el contrario, a la espera de que este interpretase sus palabras como debía. En su pierna derecha, a la altura del muslo noto la piedra fénix palpitando, igual que lo hacían sus emociones. Este pequeño fulgor no tardaría en verse. Al igual que Rayna también estaba hambrienta. Pero no… todavía no quería sacar su espada, solamente quería jugar con su presa un rato, como hacían ellos con los humanos.

Las palabras de la mujer le estaban dejando patidifuso, pero Miklos hacía un buen trabajo en intentar ignorar sus emociones, su intuición y todas las alarmas. ¿Debería temerle? No. ¿Por qué? No se veía ningún arma, excepto sus palabras que, lejos de dolerle, le entretenían—. No sé de qué me está hablando, señorita. Yo solo soy un humilde enterrador, nada más —humilde mis cojones, pero bueno, no iba a dejar caer su faceta vampírica tan deprisa todavía... ¿No?

No podía hacerlo simplemente porque si se descubría a sí mismo estaría en desventaja. Miklos había sido general en el pasado, antes de convertirse en vampiro. La estrategia era un don con el que había nacido.

—¿Qué tipo de caza me quiere dar usted, señorita? Necesita ayuda psicológica, puedo verlo en sus ojos —no tenía ni idea de dónde se estaba metiendo, pero aquella mujer sabía mucho más de lo que aparentaba y, por tanto, Miklos tenía que andarse con ojo—. No mato a ninguna presa, yo solo les doy el entierro que se merecen a las víctimas de la muerte. Por favor, tenga algo más de respeto, que está en un cementerio.

Desvergonzado, desdichado y caradura. Pobre Miklos, que no sabía qué tortura se le venía encima.

Aquellas eran las presas más divertidas. Las que pensaban que ella no sabía lo que eran. Las que se negaban a aceptar que sabía su verdadera naturaleza. ¿A caso no lo había dejado suficientemente claro? Quizás lo que ocurría es que aquel hombre quería jugar con ella a ese juego. Y Rayna solo le iba a dar oportunidad de ello en ese momento. Cuando la caza comenzase, no habría salvoconducto que mereciese la pena.

— Un humilde enterrador y una mujer perdida que necesita ayuda —dijo riendo sonoramente. Ambas ideas eran estúpidas—. Que irónica es la vida a veces —añade cruzando se de brazos—. Bueno, todos alguna vez en nuestra vida necesitamos ponernos en manos de profesionales. —Si pensaba que ella iba a ofenderse por algo como aquello lo llevaba claro.

Rayna sabía muy bien que su estabilidad era frágil, pero esta en parte también dependía de que consiguiese sus objetivos, y uno de esos objetivos era aquel monstruo chupasangre.

— Víctimas de las muertes que tu provocas... —susurra sonriendo ligeramente—. Se muy bien lo que eres. Tu y los de tu especie necesitáis estar vigilados. Me habla de respeto, ¿una criatura que se alimenta de la sangre de otros para sobrevivir? Una criatura que jamás podrá ver el sol son objetos que lo protejan del mismo. Una criatura que pertenece a la noche... ¿Necesitas que sea más clara... Vampiro? —Sus brazos previamente cruzados, buscaron ahora separarse. Sabía que al revelar aquello este se pondría alerta.

Por eso su mano fue a deslizarse en busca de la empuñadura de la espada fénix, cuya piedra comenzó a brillar con mayor intensidad. Rayna y la piedra, estaban «hambrientas».

Estaba esperando una palabra mal dicha para estar seguro de que aquella mujer sabía lo que era. En cuanto describió lo que era, lejos de asustarse, Miklos esbozó una sonrisa amplia. Una muy, muy amplia. Sorprendido, eso sí—. Vaya —empezó a dar unos pequeños aplausos que cada vez se hicieron más sonoros hasta que finalmente decidió parar—. ¿Has ensayado mucho este discurso? ¿Te rechacé alguna vez y por eso has decidido exponerme, cazadora? —porque dudaba que fuera una humana normal y corriente.

Mínimo se imaginaba que aquella mujer era una cazadora. Lo que Miklos no sabía es que era la cazadora: Rayna Cruz. Una leyenda para muchos. Para él nada más que un mito.

—Tienes razón en una cosa —se rascó la barbilla como si acaso estuviera pensando—. Todos necesitamos ponernos en manos de profesionales alguna vez —por eso el semblante de Miklos cambió de repente, buscando abalanzarse sobre ella con la intención de atacarla.

Él sería su profesional por esa noche si tantas ganas tenía de hacerle una visita al enterrador.

O igual no.

DADO DE MIKLOS: Fallo.

— Acierto: consigue abalanzarse sobre ella.
— Crítico: la lanza al suelo inclusive.
— Fallo: se va él al suelo.

— Alguien como tú no tiene siquiera posibilidades de acercarse a alguien como yo —responde riéndose en su cara. Igual que ha hecho el vampiro antes. Rayna no iba a permitir que una alimaña como aquel hombre—. Soy cazadora, pero no del tipo que seguramente te ha dado caza hasta el momento —responde con una sonrisa maliciosa.

En el fondo sabe perfectamente que el contrario no la conoce. Y eso para Rayna puede ser una gran ventaja, una forma de que ella pueda beneficiarse y aprovecharse de lo contrario. No llego a empuñar la espada porque el contrario finalmente se lanzó contra ella, en un movimiento que Rayna pudo predecir con suma exactitud. La cazadora solo tuvo que apartarse y aprovechar a que el contrario se fuese contra el sueño, para colocarse sobre él y agarrar uno de los brazos del contrario, buscando colocarlo en la espalda del vampiro para retorcer el mismo. Luego sencillamente se acercó a su oreja.

— ¿Crees que os tengo miedo? —pregunta, casi de forma susurrante—. No soy una cazadora cualquiera, y has atenido la mala suerte de cruzarte conmigo. Vas a experimentar algo mucho pero que el simple dolor cuando termine contigo —añade llevando esta vez de forma rápida su mano a la empuñadura y cogiendo la espada fénix, con una intención clara.

DADO DE RAYNA: crítico o_o

— Acierto: consigue partirle el brazo.
— Crítico: consigue clavar la espada en el hombro (esto implica solo marcarlo ya que para encerrarlo en la piedra hace falta apuñalar el corazón).
— Fallo: ninguno de los dos ataque surte efecto.

—¡Puta loca! ¿¡Quién coño eres tú!? —Miklos hacía mucho que no sentía algo tan similar al miedo. Es probable que jamás lo haya sentido de la manera en la que lo estaba sintiendo en aquel momento; incómodo, doloroso, con los nervios a flor de piel. Estaba claro que aquella mujer no era una cazadora cualquiera tal y como le había asegurado y, solo por eso, no podía subestimarla.

El vampiro intentó una y mil veces deshacerse de su agarre, pero le era imposible. Por alguna razón parecía inmóvil y Miklos jamás había sentido tal cosa. No sabía por qué, pero su cuerpo había quedado inútil al completo. Su hombro escocía y no sabía qué hacer. ¿Iba a morir? ¿Así es cómo iba a irse de este mundo?—. ¿¡Qué me has hecho, zorra psicópata!?

Y eso como poco. La cazadora se merecía la peor de las torturas por parte del vampiro, y ya la estaba maquinando.

Las luces de un coche, sin embargo, atrajeron la atención del vampiro que miró hacia delante. Pudo ver cómo las luces quedaban encendidas al principio del cementerio y, o bien eran dos chavales dispuestos a liarse entre las tumbas, o un par de familiares perdidos que decidían ir a la hora más tranquila. Sea como fuere, ¿tal vez estaba salvado?

DADO DE MIKLOS: Fallo.

— Acierto: consigue zafarse pero no escapa.
— Crítico: se zafa de su agarre y escapa.
— Fallo: no lo consigue, queda ya marcado para siempre.

Se ríe, porque no puede evitarlo. Aquella risa sin duda la identifica como una persona loca. Una persona que sin duda no está en sus cabales. Hacía mucho tiempo que Rayan no probaba la sangre de aquella manera. No de forma literal, pero si se sintió nuevamente completa en cuanto la espada rasgo la carne y casi atravesó el hueso.

— Ahora por fin podrás tomarme en serio —continuó diciendo pese a los gritos del contrario que parecía por fin darse cuenta de lo que realmente estaba pasando. Estaba siendo cazado—. Lo que te he hecho no es nada comparado con lo que viene a continuación —se burla de él intentando que no se zafe de su agarre. Además, la espada a perforar el hombro y eso tiene que estar doliendo.

Hacía mucho tiempo que no sentía esa sensación, recordarla la hacía estremecerse y la cazadora sin duda había disfrutado. Todas las cacerías eran así—. Lo siguiente que pienso apuñalar es tu corazón —susurro como una serpiente antes de que la luz los iluminase por completo. Una luz artificial que provenía de un coche. La cazadora chasqueo la lengua en cuanto vio el reflejo de un arma—. ¿También tiene amigos engañados dentro de la policía? —pregunta molesta.

No obstante, sabe perfectamente que si sin varios, no podrá escapar de las armas de fuego, y aunque rabia por matarlos a todos al averse interpuesto en su camino, es capaz de verle el lado positivo a aquello—. Creo que te dejare vivir un poco más, para que vayas preparándote. Deberías intentar huir… la caza acaba de empezar y yo quiero divertirme —Y sin sutileza ninguna extraer la espada, manchada de sangre—. Veamos cuanto tiempo eres capaz hacerme disfrutar con el juego —sentencia antes de salir de allí.