No todo el mundo podría decir que nacido en mil setecientos setenta y seis, tendrían posibilidad de ver el nuevo milenio. Bartholomew podría hacerlo gracias a Deucalion. Y por eso y muchas otras cosas más, lo amaba profundamente y quería compartir la eternidad con él. Le había brindado tanto…

Estaba allí por él. La aristocracia era algo que aborrecía. Se había criado en ella sí, pero su pasado aun pesaba como una losa en ciertos aspectos, y aunque Deucalion ha sabido mitigarlos, cuando no se encuentra con él, se siente más incomodo de lo normal.

Sobre todo, por la presencia de ciertas personas de las cuales nunca ha llegado a fiarse del todo, entre ellas el hermano de Deucalion, Theseus. Desde que lo conoce, siempre ha sentido cierto rechazo, demostrado con elegancia y sin que este sea notado. La tensión no obstante en ocasiones es más que palpable.

— Una noche esplendida —comenta cuando el contrario está lo suficientemente cerca de él. Bartholomew coge una copa de vino entre sus dedos y observa al hermano de su amado—, e importante para muchos —añade a su frase, llevando la copa a sus labios. Aunque preferiría la compañía de su amado en esas ocaisones, mantener vigilado a su hermano también era una de sus prioridades… por si acaso.

Frío, meticuloso, calculador. El vampiro Reina —rango que tan sólo él mismo y @Aya Al-Rashid ostentan entre los Strix—, no podía faltar a la tradicional fiesta de siglo nuevo llevada a cabo entre todos los vampiros de la organización. Se trata de una celebración mucho más especial que las últimas, pues coincide que, en treinta minutos, no sólo dará comienzo un nuevo siglo: también comenzará un nuevo milenio.

Claro que ninguno podría haber asegurado que estarían a punto de presenciar uno de los episodios más oscuros entre los Strix.

Y por eso todos, incluido Theseus, se encuentran en Marsella esta noche.

—No cabe duda.—Es habitual brindar con champán a la entrada del nuevo año, pero el griego siempre fue algo escéptico con las tradiciones. La sombra de una media sonrisa se esboza en sus labios antes de darle un trago a su copa.—Dion.—Saluda a su cuñado.—Hubiera podido asegurar que no te separarías en toda la noche de mi hermano.—Y es que la relación entre @Deucalion P. Atreides y su esposo es tan extremadamente cercana, que Theseus la encuentra... desagradable. Empalagosa.

Cosas de enamorados, se suele decir. Theseus, que jamás ha conocido aquel sentimiento, no puede comprenderlos... ni tampoco le interesa hacerlo. —¿Es tu primera fiesta de cambio de siglo?—No está del todo seguro; a decir verdad, le bailan un poco las fechas desde la entrada de Dion a los Strix.

Sin duda era lo que Bartholomew había preferido. Encontrarse con Deucalion en lugar de estar pendiente de Theseus era algo que habría agradecido mucho más. Principalmente porque prefería siempre la compañía del único ser al que había amado como amaba a Deucalion. Pero por el momento habría de esperarle.

— No tardare mucho en volver a reunirme con el —responde con el mismo tono de voz—. Pensaba que estarías con alguna de las mujeres que tenemos esta noche presente —le responde bebiendo de su copa—. Tu hermana también está por aquí —añade, como si eso fuese una justificación al hecho de que Theseus estaba solo porque quería.

Lo cierto era, que sabía perfectamente la opinión de Theseus frente a la relación que guardaba con su hermano, pero poco le importaba a Dion en realidad. Solo dejaba que Deucalion le llamase así, pero sabía bien que Theseus aun sabiéndolo buscaba la mayor parte de las veces provocarle. Ambos eran así, corteses pero mordaces. Su relación se había basado en eso desde siempre.

— Así es. Es la primera vez que asisto a tal evento —responde con suma educación, la que ha mantenido siempre con el contrario. Pese a todo, el respeto es algo que Bartholomew jamás ha perdido, menos con sus superiores. Porque si, tiene clara su posición allí—. Es una noche muy especial, en muchos sentidos. Cambio de siglo… de milenio. De habérmelo dicho hace doscientos años, nunc ame lo habría creído —añade.

—Ah, sí.—Sonríe de forma ladina.—Sé de buena cuenta que habría habido más de una candidata interesada en acompañarme.—Y no es para menos: como miembro Reina en la organización, el menor de los Atreides suscita conveniente atracción en muchas de sus compañeras. Sin embargo, Theseus las rechazó a todas.—Pero es una noche por y para los Strix. Alguien como yo, no se puede permitir distracciones en un evento así.—Y aun con todo, sin embargo, no tardaría en demostrar que, por desgracia, no mantuvo la guardia lo suficientemente alta...

De otro modo, quizá, hubiera logrado evitar la gran masacre que acontecería minutos más tarde. —Mi querida @Ariadna D. Atreides —coincide, hablando de su hermana—, tan deslumbrante como siempre. Preveo que será una de las grandes protagonistas de la noche.—Y no es para menos: no hace tanto tiempo que la hermana de los Atreides logró evitar una gran desgracia, arrancándole la vida a @Amélie De Villiers. La traidora atentó contra la vida de Aurora, y por poco no consigue sus propósitos.

Tristán la ha llenado de halagos y recompensas desde entonces, eternamente agradecido por que impidiera que su amada hermana le fuera arrebatada de los brazos. —La eternidad podría ser demasiado larga... o aburrida sin grandes fiestas, ¿no crees?—Pero también, dicen que es aún más larga cuando has de vivirla sin compañía.

Bartholomew no es un vampiro especialmente antiguo, pero cada instante de inmortalidad por su parte ha sido un instante más de felicidad en la desgraciada vida de su hermano mayor: el primogénito, Deucalion Atreides.

—Dion.—Le dice entonces.—Sé que... nunca hemos hablado demasiado.—Theseus es un hombre demasiado ocupado como para gozar del privilegio de cultivar sus relaciones sociales.—Pero quiero darte las... gracias.—Y en su lacónica expresión puede leerse que no está demasiado acostumbrado a las palabras de gratitud.—No sé demasiado sobre sentimientos —más bien, no sabe nada—, pero en más de novecientos años, no he visto a @Deucalion P. Atreides sentirse tan afortunado y dichoso como ahora. Le haces feliz.—Y eso es algo por lo que Theseus, de algún modo, siempre se sentiría en deuda con él.

Al fin y al cabo, Deucalion y Ariadna son todo lo que le queda... además del propio Tristán, de alguna manera.

Igual que el contrario sonríe con cierto encanto ante la mención de que más de una candidata querría pasar la noche con él. Cierto es que Dion sabe muy bien todo el encanto que siempre ha derrochado Theseus y es por eso quizás por lo que entiende perfectamente que el hombre se divierta con ese tipo de placeres. Al menos el también lo hace, y nada menos que con su hermano Deucalion.

— Estoy de acuerdo en eso —responde ante la mención de tu hermana—. Ariadna siempre ha sido una de las mujeres más hermosas y elegante con la que me he encontrado. Tiene el porte de una reina. —En realidad para Bartholomew, toda la familia Atreides tenía ese porte. El que había disfrutado de hombres y mujeres, finalmente encontró la belleza y la necesidad de amar en un hombre. En Deucalion—. No podría ser de una manera diferente. Esta noche ha de ser especial para todos —añade tomando un poco más de su copa.

Lo que Dion no espera es escuchar momentos más tarde aquella confesión por parte del contrario. Nunca se han llevado del todo bien, no sirve de nada negarlo. Y cierto es que tampoco se han llevado nunca del todo mal, pero… siempre ha habido una desconfianza, al menos por parte de Bartholomew en el sentido de que siendo la segunda «reina» de Tristán… Theseus quizás oculta más de lo que enseña.

— Tu hermano… fue la única persona capaz de comprenderme y amarme tal y como yo era —confiesa quizás dejándose llevar por el momento. Él también sabe ser sincero, quizás es un momento que pueden compartir en el que las palabras y el corazón hablen por encima de la duda infundada por cada cual—. Yo tampoco entendía mucho de sentimientos hasta conocerle Theseus. Estoy seguro de que cuando encuentres a esa persona comenzaras a entender cómo funcionan esas cosas. —Una sonrisa se dibuja en los labios del noble—. He aprendido muchas cosas de Deucalion. No tienes nada que agradecerme, él también me hace feliz. Soy yo quien esta agradecido de que me consideréis un miembro más de vuestra familia —concluye con aquella pequeña revelación que, no obstante, ha conseguido remover cierta calidez en su interior.

La sonrisa ladina de Theseus bien podría haber actuado por sí sola como una respuesta. Sin embargo, no duda finalmente en añadir—: Tenemos.—Tienen todos ellos, el porte y la elegancia de auténticos reyes. Pero, ¿a quiénes se refiere el griego exactamente? ¿A los Atreides? ¿A los Strix?

La mirada del vampiro desciende ligeramente. —Ya veo. Tal vez tengas razón...—Concluye, de forma enigmática, aunque sin demasiadas esperanzas. Lo cierto es que, con más de novecientos años de vida, Theseus no espera encontrar nada en esta Tierra que realmente pueda atraparlo o sorprenderlo. Descansando una mano sobre el hombro de su interlocutor, el griego dirige a Dion una mirada cómplice. —Disfruta de la velada. Aún queda mucha noche.

Por desgracia, y al contrario de las afirmaciones y pensamientos del vampiro Reina, aquella velada está muy próxima a terminar...

Y no en las mejores circunstancias.

Enigmático. Así había sido el hermano de su amado para él. Lo cierto es, que en general, Dion no había visto que los Atreides mostrasen sus sentimientos muy a la ligera. Ene l fondo el mismo no era tampoco ese tipo de persona. Asique, entendía perfectamente, al contrario. Pero había sincero al decirle que creía que todos encontrarían a su media naranja.

— No suelo equivocarme muy a menudo —responde con una sonrisa cómplice—. Puede que incluso esta noche —añade—. Como bien dices, queda mucha noche. Disfrútala —finaliza, e igual que el contrario toma una dirección él toma la contraria, en busca del único hombre al cual quiere prestar atención esa noche.

Lástima que ninguno de ellos hubiese previsto que aquella velada pasaría ser la noche más trágica en todas su vida. Al menos para la pareja conformada por Bartholomew y Deucalion. Una noche de celebración pasaría a ser el principio del fin. Un fin demasiado largo.