Odia seguir teniendo que hacer todos esos trámites, pero en el fondo sabe que no le queda más remedio. Porque hace tiempo que aquello dejo de ser parte de lo que su padre hacia para pasar a ser su responsabilidad.

No es la primera vez que tiene que hacer tratos con mercadees a cambio de beneficiarse así mimos y a su casa, pero nunca han sido cosas que le gusten. Su padre llevaba muerto unos años y estar en su lugar era lo que le había tocado después de haber sido participe en la muerte sigilosa del mismo.

No se sabe que él tuvo algo que ver y así seguirá siendo, pero al menos Dion ha podido quitarse ese peso de encima. Lástima no haberlo podido hacer antes de que su pobre madre pagase las consecuencias.

Está esperando aquella visita, con un vaso de wiski entre sus manos. Los hielos se mueven y suenan ligeramente contra el cristal del baso. Finalmente, las puertas se abren y su visita se deja ver, confirmando que es un viejo amigo de su padre. Alguien que para su sorpresa no ha cambiado lo más mínimo desde que él era niño.

— Señor De Cotteblanche —saluda educadamente, como siempre han hecho entre miembros de la realeza. Sonríe amablemente acercándose a su invitado y teniéndole la mano—. Seguramente estaría esperando a mi padre, pero lamentablemente ha fallecido. —No sabe si el contrario está al tanto, pero desde luego es la primer aves que trata con el niño que siempre ha estado observándole desde detrás de su padre—. Espero que no sea un inconveniente cerrar el acuerdo conmigo —añade finalmente—. ¿Quiere algo de beber?

Apenas recordaba cuánto tiempo había pasado des de que pisó Inglaterra. No podía negar que había echado de menos aquellas espléndidas tierras verdes y las lluvias típicas de aquel precioso clima. Las tierras Orientales por las que había pasado sus últimas décadas eran distintas, pero sin duda tenían un encanto especial, incomparable a la campiña inglesa.

Había vuelto a aquellas tierras con una clara intención: comerciar, hacer aquello por lo que había estado instruido des de bien pequeño. No era algo que le hubiera cautivado nunca, pero era verdad que gracias a ello había podido mantener en parte el estilo de vida al que siempre había estado acostumbrado. Aquel día iba a visitar uno de los mejores compradores que disponía. Había anunciado su aparición con cierta antelación por correo, pero desconocía si la emisiva había llegado a  tiempo. Con él, había carreado un par de baúles. En uno solo habían pertenencias personales, mas, en el otro se encontrarían parte de los objetos que servirían como ejemplares muestra para el señor De Lesage.

En cuanto llegó, esperó al que el mayordomo anunciara su presencia y en cuanto se le permitió, entró a la habitación junto un sirviente que se ocupó del segundo baúl previamente mencionado. Le sorprendió que quién ocupara la silla en la estancia fuera el hijo de la familia en vez del padre, por lo que inmediatamente pensó que lo peor había sucedido con el pobre hombre.

— Es un placer volverlo a ver señor De Lesage. — pronunció con su peculiar acento francés a la vez que le  tomaba la mano a Bartholomew, finalizando en un firme apretón. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no meter la mano y llamarlo Señorito tal y como antaño había hecho. A veces se le olvidaba como de rápido pasaban los años para unos y lo lentos que pasaban para otros. El jovencito De Lesage se había convertido en todo un hombre, convirtiéndose en la cabeza de familia.

El hombre dio en el clavo cuando supuso que había estado esperando al antiguo señor. Verdaderamente, encontrarlo a él había sido toda una sorpresa, aunque no lo había mencionado por respeto. — Lamento mucho su perdida, señor. — pronunció con verdadero pesar agachando la cabeza. Con ello había certificado lo que ya se había supuesto tan solo entrar. Aquello explicaba por qué había dejado de recibir repentinamente correspondencia de  Telamon. Era una verdadera pena, pero en aquellos instantes, tras haber perdido a tanta gente a lo largo de los siglos, solo era otro nombre que recordaría y no dejaría que se perdiese en las tempestuosas pareas del tiempo.

— Será todo un honor poder negociar con usted. A fin de cuentas, ahora debe ser usted quién se ocupa de los negocios de su padre. — Mientras hablaba indicó al sirviente que dejara el baúl a su lado y que con ello ya podría retirarse. — Le he traído algunos ejemplos para que se haga a la idea de la calidad exquisita de la que su padre y yo habíamos estado hablando por correspondencia. — Se había puesto a hablar olvidándose por completo de nombrar qué era aquello con lo que el antiguo señor había deseado comercializar.

Se agachó a abrir el baúl, levantando levemente los ojos de la cerradura en cuanto el castaño le ofreció alguna bebida. El vampiro titubeó unos segundos mas en última instancia prefirió escoger la opción mas sabia. — Si me puede ofrecer lo mismo que está tomando usted será todo un placer. — Y con ello continuó jugueteando con el bulto hasta abrirlo por completo.

De su interior extrajo un envoltorio de tela, el cual desempaquetó con estricta delicadeza hasta exponer el contenido y ofrecérselo a Bartholomew. Se trataba de una exquisita pieza de porcelana china, la más fina nunca vista en el mundo. Parecía un cascarón el cual pudiera romperse con solo una suave brisa, siendo aquello justo donde irradiaba todo su valor. Hasta el momento, el comercio con Asia había estado ciertamente difícil, pero siendo Zéphyr bienvenido a aquellas tierras tras años y años de justo comercio, se le había permitido exclusivamente obtener tales piezas. — Ignore toda la porcelana que ha visto hasta el momento y fíjese en esta maravilla del Oriente. Saben manipular la cerámica como ningunos otros en el mundo. Han sido solo unos pocos los que han conseguido hacerse con estas valiosas obras y no dudo que sería indistinguible que usted pudiera llevar a poseer o incluso comercializar estas piezas en Inglaterra. — No estaba seguro de si De Lesage sabría valorar aquellas piezas, así que solo quedaría esperar a su respuesta para ver si podrían llegar a un trato justo para ambos bandos.

Bartholomew asintió cuando el pésame por parte del contrario llego. Lo cierto era que puedo le importaba a él lo que realmente había pasado. Su padre había sido un maltratador, un psicópata y una persona depreciable a la que el mismo había asesinado. No de forma directa, no con sus propias manos, pero si había sido quien se las había ingeniado para que eso pasase.

Por eso seguramente no lamentaba la muerte de su padre, y nunca lo haría. Asique si, aun sabiendo que sus deberes recaerán sobre él había tomado cartas en el asunto. No quedaba más de su familia que él. Y tampoco tenía intención de dejar herederos que siguiesen su camino. Él no era ese tipo de hombre que disfrutase con esa vida, menos aún sería un buen padre. No tuvo siquiera un buen ejemplo que seguir.

Siguiendo a su invitado con la mirada, Bartholomew procedió a servirle lo mismo que estaba tomando el conforme veía como el contrario manipulaba la mercancía que sacaba con sumo cuidado y finalmente le ofreció—. Aquí tiene —le ofreció e l baso con la misma bebida antes de dejar la suya en la mesa más cercana y proceder a inclinarse para observar aquella figura.

— Sin duda, es una taya exquisita —puntualizó nada más verla. Él había sido enseñado por su padre para poder expresar una idea con las palabras adecuadas. Además, desde pequeño y gracias a su madre había sabido distinguir buenas piezas, ejemplares como aquel que solo con su cercanía irradiaban algo sumamente increíble—. Sin duda parece una pieza sumamente especial. Puede que no entienda tanto como mi padre, pero comprendo a la perfección porque siempre eligió su mercancía. —Por encima de la de otros—. ¿Puedo? —pregunto finalmente señalándola, con la clara intención de tomarla para examinarla con mayor detenimiento.

Enfrascado en el muestrario que le iba a presentar al señor De Lesage tomó la bebida que este le ofreció y sin darle ni un solo sorbo, la dejó en la mesa para seguir con demostración. — Merci — pronunció con su familiar acento francés siguiendo mirando los contenidos protegidos dentro del baúl.

Le mostró el objeto en cuestión con un brillo en los ojos que demostraba la pasión que sentía por aquellas preciosas obras. Adoraba el arte, siempre lo había hecho. Y aunque el trabajo de comerciante nunca le había atraído de la manera que su padre le habría gustado, Zéphyr consiguió hacérselo suyo a su manera, comerciando con aquello que más quería en el mundo. Al escuchar las palabras del contrario se le iluminó la sonrisa. Sabía que el antiguo señor De Lesage podía apreciar aquellas piezas, pero era todo un gusto ver que su hijo había adoptado aquella misma capacidad.

— Por favor, tómela y admírela todo el tiempo que desee. — ofreció Zéphyr poniéndole la pieza delicadamente entre las manos. — Podría conseguir más como esta. Incluso juegos de té completos, vajilla, jarrones y mucho más.— Ahora que ya tenía las manos vacías, tomó la copa de whisky y se paseó por la estancia observando curiosamente las pinturas colgadas en las paredes. Era una costumbre que había adquirido con el tiempo, en sus numerosas visitas en aquella casa. Nunca se cansaba de escudriñar los lienzos encontrando detalles que ninguna otra vez había visto.

— Conozco a muchos artistas de esos países, por lo que no dude que va a conseguir la mejor calidad al mejor precio. — Y todo gracias a los años que había pasado viviendo en esas regiones cuando los ciudadanos se cansaron de comercializar con los "Bárbaros del Sur", tal y como llamaban a los occidentales la población de la zona. Zéphyr se había ganado su confianza, por lo que en muchas cuestiones era una excepción a la regla. — Aunque, si hay algo más que sea de su interés tal vez se lo podría conseguir. — Se volteó para ver a aquel hombre que le era tan conocido y desconocido en partes iguales. — ¿Arte? ¿Ropajes? ¿Mobiliario? — Tal vez Bartholomew escondiera otros gustos diferentes a los de su padre y quisiera darle un nuevo empuje con diferentes ideas al negocio familiar.

El noble toma entre sus manos aquella joya tan bien tallada. No sin antes haber esperado el permiso del contrario ahora la observa, anonadado ante la belleza. Sus dedos pasan delicadamente por el tallaje de la misma, notando la madera, las betas disimuladas de la misma. Sin duda es una pieza exquisita que se alegra de tener entre sus manos.

— Siempre me han interesado los juegos completos de figuras o piezas de colección —responde en referencia a las colecciones que menciona—. Tenemos una vajilla entera que data de más de cien años de antigüedad. Era un corte rudo y antiguo, pero igual de hermosa que lo conocido antaño —comenta con cierta nostalgia. Era algo heredado de la familia de su madre.

Sin embargo. Bartholomew ha tenido mucho tiempo para pensar en que quiere invertir el dinero de su patrimonio. Aquel dinero maldito que le dejo su padre al morir. Sin duda no es algo que a él le haya gustado, pero ha hecho lo que ha tenido que hacer porque su padre se lo merecía. Ojalá, pudiese traer de regreso a su madre. Es lo único que el joven lamenta.

Sus pensamientos, observado aquella figura le llevan a dibujar por tiempo más antiguos hasta que finalmente la voz del contrario de lleva de vuelta a la realidad de lo que están llevando a cabo en ese momento—. Reconozco que la industria textil es algo que siempre ha llamado mi atención. Pero, sobre todo las piezas de decoración. Cuadros, cortinas y alfombras… todas esas cosas, llaman mucho mi atención —comenta dejando en su sitio aquella pieza—. ¿Podría conseguir ese tipo de suministros? —pregunta tomando entre sus manos el vaso de su bebida. Bebiendo del mismo pausadamente, conforme espera una respuesta.

Sin duda no había nada mejor que las antigüedades, aquellos resquicios del pasado en el presente que hacían posible rememorar los viejos tiempos de una manera distinta, poseyendo parte de aquellos recuerdos entre las manos. Siendo alguien que ya llevaba bastantes décadas en la faz de la tierra, le era encantador poder mercantilizar con aquellos preciados vienes con personas que los supieran valorar. La familia De Lesage era una de esas y por eso Zéphyr no había podido desanclarse de ellos con el paso de los años. En cierta manera, les había tomado cierto aprecio y cada vez le resultaba más complicado el hecho de aparentar ser un "humano" entre ellos cuando el tiempo no hacía mella en su cuerpo.

El vampiro escuchó con atención la descripción de aquella vajilla. Sin duda, aunque Bartholomew dijera que estaba anticuada, estaba seguro de que debía ser preciosa. — Es maravilloso que la pueda conservar habiendo pasado de generación en generación. Me encantaría poder apreciar tal antigüedad. — comentó mientras hacía que el hielo se deslizara dando círculos en el interior del vaso.

Había creado contactos alrededor de todo el mundo hasta el punto de poder conseguir casi todos los suministros que alguien pudiera desear, siempre y que estos no entraran en conflicto con la moralidad del vampiro. Por ello, conseguir mobiliario decorativo como cortinas y alfombras de lujo y procedentes de lugares que mayoritariamente aquellos que lo adquirieran nunca visitarían. — Oh, claro que puedo conseguirlo. Puedo importarle des de alfombras persas a grandes espejos franceses, incluso arte asiático el cual he visto que poco a poco ha estado despertando el interés de las casas nobles. — Y que en las siguientes décadas terminaría desarrollando incluso un estilo en Occidente acuñado por el nombre de Japonismo. Por lo que sería una apuesta segura.

Tomó un sorbo del fuerte líquido el cual, al descender por su cuello le daba la sensación de volver otra vez a la vida. — Pídame Señor De Lesage y yo se lo daré. Comprenderá rápidamente porqué su padre confiaba tanto en mi. — Aquellas palabras no fueron pronunciadas con malicia o altivez, simplemente sabía como había funcionado aquello con el paso de los años y firmemente pensaba que podría tramar una "amistad" con su nuevo cliente, ofreciéndole todo lo que necesitara para su negocio.

Podría ser que el contrario jugase con sus intereses o que le estuviese vendiendo algo que luego no tendría la calidad prometida. Sin embargo, Bartholomew sabía perfectamente que no era el caso del contrario. Su padre —aunque no llevasen buena relación—, confiaba en aquel hombre y sin duda el dinero era lo que siempre le había hecho moverse.

Por eso, el hombre que ahora se encontraba delante del contrario sonreía con sumo agrado ante las palabras del contrario—. Sera un placer mostrársela, si quiere verla —concedió mientras se acercaba nuevamente, al contrario—. No es algo que mostremos todos los días, pero estoy seguro de que, si mi padre confiaba en voz, sois persona no solo de fiar si no amigo de la familia —añade observando aquella talla que ha estado tocando previamente.

— Me asegurare de que reciba el pago correcto por la mercancía transportada y expuesta en el día de hoy —añade con sumo gusto tomando entre sus manos nuevamente aquella reliquia—. Y me gustaría ver la calidad de esas alfombras persas en el próximo cargamento. Quizás, alguno de esos espejos también. Sorpréndame, señor Cotteblache. Tengo dinero suficiente para pagar lo que traiga —añade acercándose a una de las puertas—. ¿Me acompaña a ver esa vajilla? —pregunta con una sonrisa. Quizás puedan continuar la conversación conforme se dirigen a dicho lugar.

No esperaba tal oferta por parte de Bartholomew pero gustosamente la iba a aceptar. Quería apreciar aquella oportunidad que seguramente solo se le presentaría una vez en la vida. — Estaría encantado de poder verla en persona si no le parece una intromisión. — A fin de cuentas era su casa y aquella era la primera vez que ambos interactuaban tan directamente en un espacio largo de tiempo. Lo que más le sorprendió fue escuchar de la mismísima boca De Lesage que el vampiro en aquella casa era considerado como un buen amigo. No podía admitir que aquellas palabras suponían mucho más de lo que seguramente el contrario hubiese pensado.

— No dudo en que el precio será justo como siempre. — No tenía ni la menor duda. Teniendo en cuenta el antiguo Señor De Lesage, estaba seguro que había formado más que adecuadamente a su hijo, pudiendo tal vez darle un nuevo empuje al negocio familiar teniendo en cuenta sus intereses. — Tendrá todo lo que desee. En cuanto llegue este nuevo cargamento me pondré en contacto con usted. Será dentro de aquí unos cuatro o cinco meses. — A fin de cuentas, los trayectos en barco seguían siendo largos.

Zéphyr dio un último sorbo a la bebida antes de posar el vaso en una mesa cercana para si poder acompañar a su anfitrión. — Será todo un placer. — pronunció acercándose al contrario para así seguirlo. Era la primera vez que escudriñaba la vivienda y estaba ansioso de conocer qué otras maravillas escondía aquella mansión. Cuadros, esculturas, vasijas, tapicería, mobiliario… Estaba seguro que todas las estancias albergarían según secreto que las haría únicas.

Desconocía cómo se largo sería el camino, así que para hacerlo más llevadero pensó en entablar una conversación un poco más casual o que al menos que no estuviera relacionado con el trabajo. — [b] Creo que es la primera vez que hablamos tan directamente. Debo admitir que me lo imaginaba diferente. — sin duda esperaba una persona menos afable y más seca tal y como en los comienzos había sido su padre, pero al parecer aquel hombre era diferente y no podía esconder que aquello le gustaba.

Aquella no era una colección que se soliese enseñar, así como así. Sencillamente era una ocasión de su padre que el apreciaba, pero es cierto que en el fondo todo lo que tuviese que ver con su padre le importaba más bien poco. Sin embargo, las cosas siempre podían cambiar a mejor, y ese podría ser el caso de todo lo acontecido hasta el momento. Su padre ya no estaba, y él vivía más desahogado.

Allí, en aquella sala, observando lo prometido Dion tiene la certeza de que aquel hombre sin duda sabrá apreciar la belleza de lo que tiene delante. Es por eso por lo que una hoy en día ha decidido conservar dicha reliquia.

— ¿Diferente? —pregunta conforme avanza por aquellos lugares, y una sonrisa se dibuja en su rostro—. Lo diferente en ocasiones tiene la capacidad de sorprendernos especialmente —añade con serenidad mientras en su mente sigue dándole vueltas a muchas otras cosas—. Estoy seguro de que podrá hace negocios tan importantes conmigo, como aquellos que hacía con mi padre. O mejores —añade finalmente.

Dion se detiene por última vez antes de girarse hacia su interlocutor y alarga la mano para despedirse del mismo—. Ha sido todo un placer conocer por fin en persona —añade manteniendo igualmente aquella sonrisa en su rostro—. Estoy deseando nuestro próximo encuentro —finaliza dispuesto a que su conocimiento mutuo aumente gracias a los negocios que se cerraran de ese momento en adelante.