Cedric iba rompiendo la cáscara de unos cacahuetes que se había comprado en una tienda cercana a su ubicación. Estaba sentado en uno de los muchos bancos del parque, mientras de lejos podía escuchar la algarabía de la fiesta del verano. La música, las risas y los gritos de júbilo de aquellos que habían querido participar en la festividad, se condensaban en el ambiente.

Con su habitual ceño fruncido, se deleitaba en el simple acto de romper los cacahuetes entre sus dedos. A pesar de su naturaleza fría y distante, encontraba una especie de tranquilidad en ese parque. Cada crujido del fruto seco parecía distanciarlo más de la realidad que lo rodeaba, haciéndolo sumergirse en sus propios pensamientos.

—Esto es un puñetero vicio—se dijo para sí mientras iba masticando los cacahuetes. Nunca creyó que podrían gustarle tanto.

No obstante, de repente, su pequeño tentempié sufrió una violenta interrupción. En efecto, una corriente de aire frío lo envolvió, haciéndolo mirar a su alrededor. Cedric conocía bien esa sensación y, sin apenas inmutarse, dio la bienvenida a su nueva y etérea acompañante:—Tienes suerte que esté acostumbrado a que los tuyos siempre hagáis apariciones en el momento menos oportuno—señaló las cáscaras que había recogido para después tirar en una papelera:—Otro amateur en mi rama y ya estaría atragantado con el maldito cacahuete y haciéndote compañía.

A veces, necesitaba alejarse de Nueva Orleans, de aquellas calles que fueron su hogar durante sus últimos meses de vida. Y en vez de recorrer otros lugares en los que no había estado antes, se había acercado hasta Mystic Falls, ese lugar en el que vivió tan solo durante un corto periodo de tiempo, pero que marcó su vida con recuerdos que preferiría olvidar.

Para su sorpresa, se había encontrado con que el lugar en el que fue retenida contra su voluntad, se encontraba totalmente derruido.

Tras esa pequeña visita, se había dedicado tan solo a vagar. No esperaba encontrarse con nadie. En ese año sin apenas contacto, se había acostumbrado a la soledad del Otro Lado. Por eso le sorprendió aquella sensación, como si alguien se hubiera atravesado en su camino. Al escuchar una voz dirigirse a ella. Se giró, encontrándose de frente con la oscura mirada de un hombre que se posaba sobre ella.

— Puedes verme — no era ninguna pregunta, se trataba de una afirmación. Sin embargo, aquel hombre desprendía una estela de luz diferente a la de un fantasma —. Eres un nigromante, ¿no? Ya he conocido a alguien como tú — susurró, recordando a su querida amiga. Aquella a la que no había vuelto a ver desde que se despidió de ella. Era mejor así.

Al fin y al cabo, Mindy ya estaba muerta.

Cedric frunció el ceño ligeramente mientras escudriñaba a la aparición frente a él. No era la primera vez que se encontraba con un fantasma, pero cada encuentro aún lo desconcertaba un poco. Si bien su habilidad para interactuar con los muertos era una de las principales razones por las que había optado por el camino de la nigromancia, no esperaba toparse con ellos mientras deambulaba por lugares como Mystic Falls.

Con una mirada indescifrable, respondió:—Sí, puedo verte. Y sí, soy un nigromante. —su tono era neutral, aunque su postura mostraba cierta reserva. Era raro que un espíritu identificara su naturaleza tan rápidamente.

—Al parecer, no soy el único nigromante con el que te has cruzado—dejó de comer por un momento, intentando recordar si alguna vez la habría visto con alguno de sus compañeros, pero no pudo identificar ninguna conexión:—¿Por qué estás en Mystic Falls? ¿Hay algo que necesitas o estás simplemente... vagando? —preguntó, su tono ligeramente más suave. Después de todo, Cedric sabía mejor que nadie lo solitario y confuso que podía ser el más allá para un espíritu.

¿Desde cuándo se estaba volviendo tan sensible? Seguramente era culpa de su nueva y forzada "paternidad"

— No. No eres el único — concedió la pelirroja, asintiendo levemente —. Mi mejor amiga también es nigromante — a pesar de que ya no podía sentir dolor, juraría haber sentido ese pinchazo en el pecho al pensar en Danica — De las mejores que he conocido — añadió con un deje de orgullo, a pesar de que la culpabilidad la carcomía.

Culpabilidad por haber roto la promesa que le hizo.

Pero era mejor así, ¿No?

— Solo estoy de paso. Hace años que... Viví aquí — y también, era una forma de acercarse al lugar en el que creía que se encontraba su hermana. Sin embargo, no había tenido el valor de acercarse hasta el campamento. No tenía el valor de volver a verla —. No hay mucho que hacer en este lado... ¿Sabes? — y prácticamente, nadie con quien hablar. Llevaba sola demasiado tiempo, ocultándose del resto de fantasmas que habitaban el lugar, sin ser consciente de como esto iba fragmentando su mente.

Con un levantamiento de ceja y una media sonrisa que apenas tocaba las comisuras de sus labios, Cedric replicó:—Oh, ¿de las mejores, dices? Fascinante, considerando que tú misma pareces necesitar urgentemente los servicios de una.

Con todo, cuando notó que el tono de su interlocutora cambiaba a uno mucho más triste y melancólico, supuso que había algo raro o roto en esa relación de amistad. No quiso indagar, ya que detestaba inmiscuirse en los asuntos personales. De hecho, los evitaba, pero parecía siempre verse envuelto en estos.

—Si estás por aquí es porque algo te ata—comentó mucho más calmado. Conocía bien la experiencia en el Otro Lado y sabía lo difícil que era estar enredado en ese mundo. El eterno navegante en la barca de Carón, con la excepción de que en aquel pequeño navío uno se encontraba solo; sin guía.

—Estuve en ese lado. Sé lo que es—se cruzó de brazos, no sin antes haberse limpiado un poco las migas que le había dejado el pelar los cacahuetes:—Podría ayudarte a volver si lo deseas, aunque teniendo una amiga competente quizás la prefieres a ella.

— Eso no ha sido nada agradable de tu parte — ahora fue su turno de enarcar una ceja. ¡Menudo poco tacto! Que lo dijera ella, pos bueno... ¿Pero un tipo que acababa de conocer —. Discúlpate — le exigió, señalándolo con el dedo índice. De esa forma, también evitaba hablar de Danica, que era de las pocas cosas que todavía le dolían.

Por suerte para ella, el nigromante tampoco indagó más en el tema, cosa que agradecía de forma interna.



Se mordió el labio inferior, bajando la mirada hacia el suelo. Sabía de sobra de qué se trataba. De quién...

— ¿Lo sabes? ¿Eso significa que...? — lo taladró con la mirada. Así que, él también había muerto... Aunque ahora parecía bastante vivo —. No quiero volver. No tiene sentido alguno. Yo ya estoy muerta — pronunció aquellas palabras que se había repetido una y otra vez desde hacía más de un año. Palabras que la habían mantenido alejada de Danica —. No me queda nada en ese lado — susurró a media voz y flojito —. Además... Estoy buscando a alguien — admitió por primera en voz alta. Y es que, tampoco es que hubiera tenido muchas posibilidades de hacer esa confesión antes.

Cedric, al notar la exigencia de la fantasma y su evidente molestia, moderó ligeramente su tono:—Mis disculpas si mis palabras han sido... menos que delicadas—concedió, con un gesto suave de su mano. No obstante, no iba a añadir nada más que eso. Al fin y al cabo, tenía su orgullo.

Observando la mirada baja de la fantasma y escuchando sus palabras resignadas, sintió una comprensión más profunda de su estado. Cómo detestaba su nuevo sentimentalismo:—Entiendo que te sientas de esa manera, atada a una existencia que sientes que ya ha concluido. Pero incluso en la muerte, hay hilos que tal vez aún no hayas explorado del todo y que, muchas veces, nos atan aquí—comentó, intentando infundir una chispa de posibilidad en su resignación:—A mí me sucedió.

De no haber sido por Céline, él nunca habría regresado. El sacrificio de la bruja había conseguido que él ahora estuviese de nuevo en esa estela de los vivos…un acto que difícilmente podría devolverle a la francesa. Siempre estaría en deuda con ella.

Al oír que estaba buscando a alguien, la curiosidad de Cedric se agudizó:—Buscar a alguien, dices. Eso es algo que la magia puede, en ciertas circunstancias, facilitar—hundió ambas manos en los bolsillos de su abrigo mientras aguardaba alguna explicación más por parte de la pelirroja:—Si estás dispuesta a compartir, tal vez pueda ofrecer mi asistencia—carraspeó su garganta al percatarse que aún no sabía su nombre:—Por cierto, me llamo Cedric, ¿y tú?

Lo cierto era que Mindy no esperaba ninguna disculpa por parte del contrario, por mucho que esta se lo hubiera exigido. Parpadeó un par de veces. Probablemente, aquello había sido lo primero que le había sorprendido en todo un año.

No era fácil hablar con alguien después de tanto tiempo aislada y mucho menos hacerlo con una persona que estaba viva, en un plano al que ella ya no pertenecía. Sin embargo, el nigromante era una caja de sorpresas. Dirigió una mirada de soslayo hacia este.

— ¿Hilos que todavía no he explorado? No sé a que te refieres... — susurró en voz baja, cabizbaja. Lo cierto era que Mindy ya se había sentido vacía mucho antes de que Oliver Trudeau pusiera fin a su existencia.

Para ser exactos, desde la noche del Mardi Gras... Aquella noche en que lo tuvo tan cerca... En la que pensó en dar aquel paso... Y al final se echó hacia atrás, consciente de lo que significaría cometer aquel acto.

Un momento que jamás había podido sacar de su cabeza.
Y que ahora ya era demasiado tarde para lamentar.

— ¿Qué fue lo que te hizo cambiar de opinión? — alzó de nuevo la mirada hacia este, todavía mostrando cierta reticencia. Si bien al principio el nigromante se había mostrado frío y sin tacto, ahora parecía interesado en ella —. No sé si funcionaría en este caso... — el tono amargo de su voz fue evidente —. No he sido capaz de encontrarlo en todo este tiempo... — soltó un suspiro, negando con la cabeza. Quizás era hora de asumir lo evidente; Que él ya no estaba...

Se inclinó ligeramente hacia adelante:—Lo que intento decir—se humedeció los labios con la punta de su lengua antes de empezar su respuesta:— Es que a menudo, incluso en la muerte, hay caminos y conexiones que no hemos explorado completamente. Incluso en el Otro Lado, hay vías bastante curiosas que consiguen que el errante de la muerte descubra que no todo está del todo perdido.

Al escuchar la pregunta de Mindy sobre qué lo había hecho cambiar de opinión, Cedric se tomó un momento antes de responder:—Una amiga— respondió con dificultad, pues no le gustaba hablar mucho de Céline y todo lo que supuso:—Sacrificó algo muy importante para que yo regresase. Digamos que fue un punto de inflexión y también me enseñó lo estúpida que fue al hacerlo.

Su tono se suavizó aún más al abordar la amargura en la voz de Mindy:—No encontrar a quien buscas no significa que la búsqueda deba terminar. Quizás con un poco de ayuda externa se pueda hacer algo—la miró de soslayo con interés:—La primera pregunta es saber si está muerto o vivo quien buscas—tras permitir unos segundos de pausa, añadió:—Por cierto, estoy seguro que tu buena amiga ya te ha comentado pero, en el arte de la nigromancia, he aprendido que muy pocas cosas son definitivamente inalcanzables

La verdad es que no estaba pillando al nigromante. O quizás solo no quería pillarlo. Ya había pasado más de un año desde que estaba en el Otro Lado, y Mindy había empezado a asumir ese destino.

— Así que, una amiga...Debió ser muy buena a pesar de esa "estupidez" que mecionas — soltó un suspiro. Ella tenía a Danica, pero ni aun así, esta consiguió hacerle cambiar de opinión cuando le propuso regresar. Lo cierto era, que parecía que Mindy perdió las ganas de vivir mucho tiempo atrás. Incluso antes de su muerte.

¿Y si ese fue el verdadero motivo por el que se enfrentó a Oliver Trudeau?

— Está muerto — respondió de manera inmediata ante las palabras del hombre. Pensar en Maddox dolía. Y dolía mucho. En su último encuentro, las cosas entre ellos no acabaron bien. Y como se arrepentía de lo que sucedió esa noche. De no haber actuado de otra manera —. Llevo buscándolo desde entonces, pero... Nada — agachó la cabeza, en una clara visión de decepción. Cada día, desde que había llegado allí, no había dejado de preguntarse si Maddox se sentiría tan solo como se sentía ella. O si por el contrario, este habría logrado alcanzar la paz de la que había escuchado hablar.

¿Sería si quiera algo real? No lo sabía. Pero la idea de perderlo definitivamente, de no tener la oportunidad de cerrar ese capítulo de su vida... Simplemente la destrozaba más de lo que ya lo estaba.

— ¿Tú podrías localizarlo? ¿Hacerme saber si sigue aquí? — alzó la mirada de nuevo hacia este. Pocas cosas son inalcanzables... Quería creer en ello, en la idea de que, tras todo ese tiempo, todavía quedaba algo de esperanza.

—Es buena persona, sí—le dijo sin querer entrar mucho más en aquel tema:—Pero una soberana estúpida.

Ahora que estaban tratando aquello que concernía a la pelirroja, empezó a relajarse un poco más:—Quizás no quiere ser encontrado. Desconozco cómo murió o qué tipo de relación mantenéis—la primera hipótesis que también consideró fue que la persona que buscaba hubiese encontrado la paz, pero conocía de casos que, sencillamente, se ocultaban de aquellos que más anhelaban verlos.

—Podría intentarlo, por supuesto—asintió con firmeza. Cedric era un nigromante orgulloso que no toleraba el fracaso:—Tan sólo necesitaría saber algunos detalles de esta persona—la miró con elocuencia, ya que ahora le cedía a ella la palabra para que se explayase un poco más.