«Felicidad».

Hacia tanto tiempo que Diane no tenía ese sentimiento que prácticamente se le ha olvidado. Pero esa felicidad es algo que Joanne ha conseguido devolverle. Ha costado mucho, desde que se fueron, ambas intimaron, aceptaron su nueva vida.

La vida que nunca pudieron compartir como madre e hija. Diane la creyó muerta tanto tiempo que… no pudo asimilarlo. Tardó mucho en hacerlo. Reencontrarse, asimilar que era verdad… fue duro.

Pero lo consiguió.
Juntas lo consiguieron.

Ahora, aprenden la una de la otra. La joven de la cazadora, y al cazadora de la inocencia y la bondad de la niña. Aquella mañana habían salido a cazar. A cazar conejos para poder comer, porque así era la nueva vida de Diane: cazar para comer y alimentarse, no para matar sobrenaturales.

En ocasiones echa de menos aquella vida, pero fue una vida a la que quiso renunciar incluso siendo ya adulta, una vida a la que tuvo que volver y de la que ahora ha podido salir gracias a Joanne. Asique, puede decirse que tiene la vida que siempre ha querido. Lástima que aquel día todo vaya a cambiar… y no para bien.

— Mira lo que tenemos aquí —susurra al cabo de un rato rastreando. Señala las huellas que ha conseguido localizar—. ¿Crees que podrías rastrearlo tu sola? —pregunta con una sonrisa. Quiere saber cuánto han mejorado sus capacidades en los últimos meses.

¿No? Me estoy perdiendo. ¿Que no puede verla? Vale.. me estoy perdiendo demasiado ¿Qué mierdas tengo en el brazo? de donde ha salido? Por que Diane me da la espalda? Joder... no fastidies que ahora todo se iba a fastidiar más de lo que ya estaba fastidiado.. No puede ser. ¿De verdad?

- Diane... - Una pequeña llamada al verla de espaldas mientras me enderezo algo más en el suelo. De hecho, no se por que, quizás es cosa de que aún ando medio mareada, pero todo esto me estaba revolviendo el estómago. Es que hasta pillo la chaqueta y me la vuelvo a poner solo por esconder esa cosa que ha puesto así a Diane. A mi madre.

Un miembro de la hermandad... No se que es eso, pero suena a secta. Que a ver, seguro no es, pero mira, yo ya no se nada. Y menos aún se cuando Diane de pronto vuelve y me toma de las manos. ¿Qué vuelva a Mystic Fall? Por qué? Pero con lo bien que estábamos las dos ahora aquí? Si a ver, que se ha jodido un poco por esto que acaba de pasar pero...¿De verdad?

- ¿Sola? Tú...¿Tú no vienes? - Por sus palabras sonaba a que no. Pero no me molaba la idea de volver a separarme de mi madre ahora que por fin me había encontrado con ella. ¿Y si la volvía a perder? No, mira, no podía volver a pasar eso. Pero como iba a decirle que no. Tendría que buscar a la otra Ashkore. La que suponía que tenía la misma marca. - Pero no se ni que es la hermandad esa y ahora que te había encontrado..

Si podía pasar algo para que la vida de Diane se viniese abajo, era aquello. Lo que menos esperaba cuando decidió marcharse con Joanne era que tendría que regresar a Mystic Fall. Pero tenían que hacerlo, y por el momento tendría que hacerlo sola. Porque la mayor no había terminado de asimilarlo.

— Tengo que… —intenta hablar, pero las palabra son salen de su boca. No quiere ser dura, no puede serlo, pero… está abandonándola, y lo sabe. Pero el rechazo que siente en ese momento es superior a la necesidad de ejercer como madre. Y, sin embargo, acaba dándose cuenta de que es un error. Suspira pesadamente—. Joanne… escúchame. Recuerdas que te hable de que… ¿tienes un hermano? —le recuerda con aquella pregunta. La historia de su familia es complicada y aunque no se la conto en su totalidad… no quiso omitir ese detalle.

El hecho de que su hermano pequeño estuviese con su padre en ese momento era un problema. Si ella, habia desarrollado la marca… el pecho de Diane se hacía pequeño a cada segundo que pasaba. No era consciente de la situación real, y tampoco sabía cómo manejar los sentimientos que estaba teniendo su hija en ese momento.

Aun con cierta reticencia se acerca a su hija, buscando su mirada. Le cuesta mucho sostenerla y las muestras de cariño no se reflejan en ese momento. Diane solo se ha acercado, pero no a ha tomado por las manos y tampoco la mira con total sinceridad.

— Tengo algo que hacer antes de ir contigo… y tengo que… —le cuesta explicárselo—. Comprobarlo sola —responde mirándola—. No vas a perderme, pero… necesito que confíes en mí. Todo saldrá bien —añade tomando entre sus manos el cuchillo que en su momento le regalo y ha estado cuidado tras aquel incidente—. No tardare en reunirme contigo —se lo ofrece, una vez más, como regalo. Para que pueda recuperar lo que es suyo.

Un ejemplo de que quizas nunca debió dárselo.