Era la última semana de clases y debido a eso estaba muy estresada. Eran esos días del curso en los que todos los días teníamos como mínimo un examen y como máximo pues… bueno, uno por asignatura de ese día. Por ese motivo, me pasaba las tardes de los últimos días en la biblioteca y salía cuando el sol comenzaba a ponerse. Eso era lo bueno, que al menos anochecía más tarde.

Sin embargo, aquel día era domingo, así que aproveché una pequeña parte de mis ahorros y me fui a pasar la tarde en una cafetería superbonita a la que había ido en alguna que otra ocasión porque me encantaba. Además, la camarera era muy simpática y siempre me atendía con una gran sonrisa.

Tras mis horas de estudio con una deliciosa merienda para reponer fuerzas, me marché de allí y caminé de regreso a casa. En teoría no iba a pasar nada, nunca pasaba nada… pero siempre hay una primera vez para todo.

Estaba realmente aburrida aquel día. Bellatrix había ido a...la verdad no me había quedado claro por que lo único que me fastidiaba es que no me hubiese dejado ir con ella. Esperaba no fuese ninguna locura por que no me perdonaría si le pasaba algo.

Pero, como no iba a saberlo hasta que volviese... si, el cabreo y aburrimiento creaban una mala combinación en mi misma. Allí, sentada en una cafetería prometo que casi se me cae al suelo el móvil al verla entrar. No me podía creer lo que veían mis ojos... el pequeño ratoncito había vuelto...

Pronto me oculté de su vista mientras la sonrisa más macabra que puedas imaginar aparecía en mi rostro. Fui paciente, tremendamente paciente y esperé a que ser marchase de aquella cafetería. Cuando lo hizo... bueno, salí de allí y comencé a caminar tras ella.

Como si fuese una amiga perdida aceleré el paso para ponerme a su altura. Pasé mi brazo por encima de sus hombros y le sonreí de forma encantadora y adorable. - Cuanto tiempo sin vernos... ¿me has echado de menos ratoncito?

Di un respingo cuando sentí que alguien me ponía un brazo encima y la miré con sorpresa. La chica parecía muy amable, pero sus palabras eran un poco confusas… al menos para mí. ¿Por qué? Pues es que hablaba como si ya nos conociéramos… y yo la verdad es que no la recordaba. Me dio vergüenza pensar que ni siquiera me sonaba su cara. ¿Y por qué me llamaba «ratoncillo»? Quizá se había equivocado de persona… pero no quería ser descortés con ella.

—¡Hala, qué pelo más bonito tienes! —Yo también tenía una melena pelirroja, pero a ella la veía mucho más guapa que a mí misma. Además, aunque aquel comentario era sincero, pensé que quizá de ese modo sonaría menos feo lo que diría después—. Perdona, pero… creo que te has equivocado de persona. Espero no ofenderte, pero lo cierto es que… no te recuerdo.

Y, en realidad, si pensaba en ello, no era la primera vez que me pasaba algo así de raro. Primero los que me llamaban Marine en el orfanato, después mis compañeros de clase, que parecían conocerme ya, si bien yo no me acordaba de ellos… Esperaba algún día poder entender qué pasaba, porque cuando intentaba indagar en eso solía darme jaqueca.

Haberme encontrado con ella era una bonita sorpresa, pero descubrir, que además, no me recordaba... No se decir si eso solo consiguió despertar más mi interés en ella o me molestó. Quizás un poco lo segundo, pero lo primero ganaba por goleada. Desde luego que lo hacía.

El comentario del pelo me daba bastante igual, me interesaba el segundo. Ese si que era mucho mejor. Por que que no me recordase volvía el juego totalmente diferente. No menos divertido, solo diferente. Tanto que iba a tener que cambiar todo mi estilo de juego, pero oh vamos... aquello solo hacía todo mucho más interesante.

- ¿No me recuerdas ratoncito? - Aún sin quitar mi mano de su hombro la miré como si realmente me doliese que no me reconociese. Como si fuese la mejor amiga del mundo a la que han olvidado. Demasiado triste para ignorarlo. - Con lo buenas amigas que éramos y lo bien que nos lo pasábamos juntas.. - Al menos yo, por supuesto. - Soy Emerald. Íbamos juntas a comer helado y a hablar de libros. ¿No me recuerdas de verdad? - Otra vez esa expresión triste que tanta pena esperaba diese a la contraria.

¿Ratoncito? ¿Por qué me llamaba así?’ La miré con el ceño fruncido, no por enfado, sino por la confusión. A mí no me sonaba de nada que alguien me llamara así y no podía tratarse de un apodo que me hubiese puesto cuando era mucho más pequeña porque ella parecía bastante joven.

¿Comer helado y hablar de libros? Sonaba a algo que yo haría, pero… claro, no lo recordaba, por mucho que lo intentaba no lo conseguía. Ni siquiera su nombre despertaba alguna reacción en mí, un clic en mi cerebro. Nada. Por eso, al ver su cara me sentí mal… Era culpa mía, yo tenía muchas lagunas mentales.

—Yo… lo siento, Emerald. No creo que sea culpa tuya, es que… bueno, no sé, creo que he olvidado muchas cosas importantes —confesé. No quería hacerlo, no me gustaba hablar de eso con nadie porque sabía que no era normal y me daba miedo lo que pudiese pasar, pero… creí que era necesario en ese momento para que ella supiera que el olvido tenía más que ver conmigo que con ella.

Había cosas que no recordaba… como a mis padres. Ni siquiera sabía qué había pasado con ellos. No recordaba qué había pasado en mi vida previa al orfanato… más allá de experiencias con Blanche. Es decir, con mi abuela. La abuela Blanche.

Mi juego había comenzado, diferente, pero divertido. Debía prestar más atención a mis palabras por que no podía romper aquella ilusión de una forma brusca. Podría ser amiga del ratoncito, al menos hasta que me cansase. ¿No era emocionante? Por que a mi me lo parecía demasiado.

Su confesión fue bastante esclarecedora, pero mi rostro reaccionó como yo quería que lo hiciese. Es decir, expresión de tristeza, mezclada con sorpresa y un ligero toque de preocupación. La fórmula perfecta. - Oh... vaya. Disculpa.. Y yo tomándome tantas libertades.

Una mueca en mi boca y un suspiro profundo mientras fingía pensar. Como si lo necesitase, ya sabía que había a hacer a continuación. - Tengo una idea! - Un poco de emoción en la voz. - ¿Por que no vamos a tomar un helado? Seguro que así me recuerdas. Podemos hablar de últimos libros que hayamos leído o algo...

La respuesta de Emerald me hizo sentir un poco más aliviada, ya que parecía haber entendido lo que me pasaba y no juzgarme por ello… Era algo que me causaba mucha inseguridad. No era normal que una chica de mi edad tuviese ese tipo de problemas de memoria.

—No, no te preocupes. Es decir, no lo sabías… —le expliqué.

La idea que me propuso después me hizo sonreír mientras mis ojos irradiaban emoción. ¡Helado! Aunque después me agarró la inseguridad… ¿Y si a pesar de todo eso no me acordaba de ella? Podíamos probar, pero me daba miedo que no sirviera de nada y ella volviese a sentirse mal y poner esa cara. No sentía que la conociera, pero si éramos amigas entonces la querría. No quería hacerle daño.

—Pero… ¿y si no funciona? ¿Y si no consigo recordarte…? No sé… la verdad es que esto de que haya olvidado cosas no sé por qué es —le conté, preocupada.

Hice un gesto con mi mano para quitarle importancia mientras encogía mis hombros. No lo sabía y había sido una sorpresa, pero probablemente no la misma sorpresa que la contraria esperaba. Pero habíamos dicho que queríamos divertirnos a si que... diversión habría.

Y supe que la tenía casi en el anzuelo cuando vi aquella expresión de ilusión y ganas. Si es que el helado nunca falla. Para la gente tan básica como este ratoncito es sumamente sencillo acertar...

A si que tendría que seguir jugando mi papel de buena persona un poco más, ug repugnante, me da hasta escalofríos. Pero la ocasión lo merecía a si que volví a hacer un gesto con la mano para quitarle importancia. - bueno... si no funciona nos comeremos un helado muy rico y pasaremos un buen rato. - Una sonrisa mega agradable que ni el mejor de los actores y... - Y si no me recuerdas... volveremos a hacernos amigas. ¿Si?

Y probablemente no debería contarle a alguien que no recordaba algo tan personal como que tenía problemas de memoria, pero me salió solo. Tampoco debería haberle creído, pero vivía entre nubes de confusión que a veces me dejaban aturdida. Los dolores de cabeza que sentía en ocasiones tampoco ayudaban.

Y la chica parecía tan simpática… Primero de supervivencia, no confiar en desconocidos aunque parezcan amables, lo sé, pero… bueno, lo hecho, hecho está. Le sonreí un poco ante su simpatía y asentí con la cabeza, porque me encantaba el helado.

—¡Suena bien! —dije con entusiasmo. Me parecía buena idea que empezásemos de cero, al menos así podría tener más amigas. Me llevaba muy bien con Autumn, pero no siempre podía estar con ella y así no me sentiría tan sola—. Pues el último libro que leí fue El corredor del laberinto. ¿Y tú?