Jardín del ala este.

—Segunda fiesta de la que nos evadimos.—Le sonríe apenas le reconoce.—Empiezo a pensar que esta va a ser nuestra... particular tradición.—Aunque Omari no se lleva a engaño: si se ha encontrado con su primo precisamente en este lugar, probablemente esperaba encontrarse con alguien más. Su esposa, tal vez.

Porque Omari no ha pasado por alto que el primogénito Morningstar no ha venido aquí solo. En la entrada, de hecho, él y su hermana pudieron alcanzar a verlos a ambos de lejos: el matrimonio Morningstar-Basak, felizmente reunido y aprovechando la invitación más inesperada del año. Sobra decir que el mellizo Biobaku evadió aquel incómodo encuentro, pero no dejaría pasar la ocasión de coincidir con Ezra... a solas.

De modo que, sea a quien fuere que estuviere esperando allí, Omari se ha adelantado. —Una Nochebuena interesante, ¿no es cierto?—Le sonríe, acercándose a él. Sostiene una copa de champán de la mano; ha aprovechado aquella barra libre quizá más de lo que debería.—Reconozco que no las tenía todas conmigo para venir, pero... Este castillo no abre sus puertas todos los días.—Como hijo nada menos que del Regente de los Nueve Aquelarres, resultaba primordial que se presentase allí esta noche. A fin de cuentas... no sabían qué misterios podía depararles aquel castillo, o la gente que mora en él.—¿Cómo está Clarissa?—Le pregunta por ella, porque Ezra es un padre de diez —biológico o no, qué importa—, y sabe hasta qué punto se preocupa por su pequeña.

Jardín del ala este.

—Omari, qué grata sorpresa.— Corresponde su sonrisa con otra bastante notoria y un enérgico apretón de manos.—¿Una tradición? —Ezra entrecierra los ojos.—O tal vez me estás persiguiendo.—Apunta con fingida seriedad antes de que sus labios se curven en un atípico gesto de broma.

Omari le hace sentir tan cómodo que se permite una que otra broma. Y es evidente que Ezra no se ha dado cuenta de otro detalle: su rostro siempre se ilumina cuando el brujo Tremé aparece en su campo de visión. Ezra pretendía estar solo un rato, alejado de su esposa y de todos, solo con sus pensamientos. Sin embargo, ha elegido el lugar equivocado.

En fin, Ezra no era maleducado, atendería a Omari. Siendo sinceros, su compañía siempre era bienvenida. Además de entretenida e interesante.

Y hablando de interesante…

—Y enigmática.—Mira a su alrededor, refiriéndose evidentemente a que cada rincón de aquel lugar parece guardar un inquietante misterio.—Si te soy sincero, no pensé que pasaría Nochebuena en este castillo, pero soy demasiado complaciente y heme aquí.—Abre las manos para señalar aquel jardín.

«[...] pero... Este castillo no abre sus puertas todos los días».

—¿Por curiosidad propia o también eres de esos complacientes? —Pregunta con genuino interés.—Es decir, imagino que al tío Uther le interesaría que sus hijos hicieran acto de presencia en un evento como este.—Así que no le sorprendería si le hubiese pedido a sus hijos sacrificar la cena de Nochebuena por asistir a un castillo del único aquelarre que no está bajo su control en la ciudad.

Decir que no se esperaba ese interés ajeno en Clarissa sería mentir. Si hay algo que le agrada de Onari, además de su buen humor y atenciones, es que siempre quiere saber de su  hija. Incluso, detalles de su vida que para otros sería innecesariamente dar un paso más allá de la cordialidad.

—Ella está bien. Crece demasiado cada día y no me refiero precisamente a su cuerpecito.—Sus ojos brillaban cada vez que la mencionaba.—El otro día preguntó por ti.—Sabe que Omari no se esperaba aquello y seguramente le daría gusto.

Clarissa no es así con todo el mundo.

¿Persiguiendo?
Woops.

Está bien, está bien: puede que Omari haya sido un poco evidente en los últimos tiempos. No puedo decirte que el vudú ha cesado en sus encuentros esporádicos y en sus conquistas desde que conociera a Ezra, pero mentiría de no admitir que su rostro protagoniza la gran mayoría de sus más recientes fantasías. El brujo del Garden le tiene por completo fascinado, y no es para menos: Ezra es divertido, inteligente, tiene un elegante sentido del humor...

Y sí: es muy heterosexual. Eso, sin mencionar que está casado, y hasta tiene una hija. Una batalla perdida, a todas luces...

De suerte que Omari siempre ha sido de batallas perdidas.

Quizá por esa misma razón, el vudú se ha esforzado por coincidir con Ezra siempre que ha tenido ocasión, encontrando pequeñas excusas para poder verse, o directamente hacer sus planes. El entorno de Omari bien habrá podido percatarse de su evidente interés en el neoyorkino, pero Ezra no parece haberlo hecho.

O no ha querido hacerlo, al menos.

Y porque Ezra sólo ha pretendido bromear, a pesar de la verdad inconsciente que ocultaban sus palabras, Omari se limita a hacer de su respuesta una carcajada amable.

—¿Complaciente? Oh.—Su conversación es amena y casual, pero Omari toma apuntes mentalmente de aquel nuevo dato.—Así que… venir aquí, ha sido idea de tu señora.—Nissa Morningstar, Başak de soltera, es una mujer imponente y de fuerte carácter, por lo que Biobaku ha venido oyendo.—Tendré que darle las gracias, entonces, o no habríamos podido coincidir.—De verdad que Omari no termina de entender cómo Ezra no ha podido darse cuenta de cuán evidentes son sus insinuaciones.

Quién sabe: tal vez lo haya hecho, pero encuentre la forma de justificarlas, o… de darles un sentido mucho más inocente. Un sentido que no se identifica en absoluto con el directo y seductor Omari Biobaku. —No tengo claro que complaciente sea la palabra que mi padre hubiera elegido para describirme —comenta con amabilidad—, pero… digamos que hubo un poco de ambas partes.—Omari estaba interesado en acudir por sí mismo a aquella fiesta y de ver con sus propios ojos lo que fuera que Auron Ackerman pudiera tener preparado para ellos… Pero, naturalmente, Uther requería cuanta información pudieran conseguir para él. ¿Cuál es su aspecto? ¿La magia que practican? ¿Cuántos brujos hay a su servicio? ¿Tienen potencialidad de convertirse en futuros aliados, o papeletas para transformarse en sus siguientes enemigos?

Uther se sentiría decepcionado luego de que Omari y Naiara le hicieren saber cuán herméticos fueron los Grigori durante toda la velada. De hecho, y tras el discurso de Ackerman, Omari no cree siquiera haber coincidido con ninguno de ellos. Es como si hubieren abierto las puertas de su casa, pero nunca hayan tenido interés en recibir o socializar con sus invitados…

De modo que sólo puede haber una razón para organizar todo aquel evento: les han hecho venir, para observarlos. —¿Por mí?—Cavilando en sus propios pensamientos y en la misión que se suponía, debería haber cumplido mientras se dedica a coquetear con el hombre que le gusta, la confesión de Ezra sobre Clarissa le toma por sorpresa.—Vaya, eso no me lo esperaba. ¿Significa entonces que le he caído bien?—Silenciosamente, Omari se apunta aquella victoria. Sabe cuán importante es la pequeña Clary para su padre, y por ende, entendía la importancia de caerle en gracia.—¿Y qué te preguntó?—Inquiere con curiosidad.

Jardín del ala este.

«Así que… venir aquí, ha sido idea de tu señora»

Ezra asiente con la cabeza.—Ya sabes cómo es, ella habla y yo obedezco. Las mujeres son… —Se encoge de hombros con resignación y luego ríe ligeramente. Siempre ha estado demasiado seguro de sí mismo como hombre para admitir aquello delante de otro. Aunque por lo que ha escuchado de Omari —de otras fuentes—, lo está haciendo delante del hombre al cual eso le importa poco.

—Oh… Claro.—Se limita a responder el siguiente comentario de Omari, manteniendo la sonrisa, aunque ésta se le quedó un poco congelada.—Siempre es un placer compartir contigo…—Sí, ha sentido el cosquilleo en su nuca y no está seguro de que su expresión consiguiera disimularlo bien…

En fin, mejor evadirlo con una sonrisa cortés. Omari no tiene por qué saber que a veces sus comentarios le ponen nervioso.

—En resumen, eres buen hijo sin dejar atrás tus propios deseos… Interesante eso de que consigas casar una cosa con la otra, normalmente es complicado.—Contentar a todo el mundo —o al menos a las personas que amas—, hacer lo que ellas quieren o necesitan de ti y en el proceso, tomar lo que quieres.

Ezra siempre ha sido terrible intentándolo. Así que siempre se decanta por el camino más fácil: sacrificarse por los demás.

Ah pero no se queja del todo, con eso ha conseguido mucho que ahora mismo atesora y ama.

«¿Por mí?»
«¿Y qué te preguntó?»

Ezra deja escapar una carcajada de solo recordarlo.—Que si puedes ir a jugar. Dijo que necesita otro…—Se interrumpe a sí mismo, dibujando una expresión en su rostro un tanto avergonzada.—Otro ken más… exótico.—Ezra ríe nuevamente mientras niega con la cabeza por las ocurrencias de su hija.—Verás, juego con ella y sus muñecas. Me ha casado con todas ellas. Y creo que ya se aburrió de mí.—Se encoge de hombros.—En fin, yo que tú tendría cuidado, o acabarás siendo poligamo como yo.—Vuelve a reír. Ezra no puede hacer más que bromas con respecto a las ocurrencias de Clarissa.

Y se siente en total libertad de hacerlas delante de quién no cree, no lo juzgará como algo tonto.

—Clarissa es… Interesante. A veces quiere leer Poe y Lovecraft, y otras quiere jugar como una niña común…—Comenta, sin saber muy bien cómo tomarse esos cambios bruscos.—En fin, no te aburro más con cosas de mi hija.—Se apresura a añadir antes de bajar la voz:—Más bien si quieres ayuda para la encomienda del Regente, aquí estoy.—A Nissa no le molestaría que consiga un poco de información por su lado con ayuda de su primo.

«Las mujeres son...»

—¿Testarudas, complicadas y difíciles de dominar?—Inquiere con una sonrisa ladina, y dejando escapar una breve carcajada al final. Que Omari no haya sentido jamás atracción por aquellas no significa que no haya ganado experiencia relacionándose con ellas: Priya, Nyiara y por supuesto, su madre, son los mejores ejemplos que podría ponerte al respecto.—Ya. Supongo que por eso me he fijado en ellas.—Comenta, encogiéndose ligeramente de hombros.—Siempre he preferido las cosas más... sencillas.—Y no es mentira, hasta cierto punto. Los embrollos enrevesados, las negativas con dobles sentidos, los affairs difíciles... jamás han sido su estilo. Desde siempre, Omari ha sido claro y directo con aquello que quería, esperando de sus compañeros lo mismo. Tomando cuanto deseaba... cuando deseaba.

Pero Ezra llegó a su vida para romperle todos los esquemas, obligándole a precipitarse hacia el vacío en una fantasía mucho más que complicada.

Una fantasía imposible...
«Siempre es un placer...»
... o casi imposible.

—Siempre es complicado.—Matiza, más bien.—Pero... en la familia de la que vengo, no hay muchas oportunidades para elegir entre intereses alternos.—Si hay alguien aún más firme y radical que su padre biológico, esa es su madre: Adanna. Cuando se trata de la matriarca Biobaku, no hay opciones válidas que no sean la propia... Y si no me crees, pregúntale a Horace Ellsworth.

Ah, es cierto: no puedes. Adanna no dudó en apartarle del medio.

—Vaya, qué interesante.—Las ocurrencias de la pequeña le hacen reír, aunque también reflexionar. Clarissa Morningstar es una niña llena de curiosidad e inquietudes, pero también, de lo más inteligente, observadora y perspicaz. Omari pudo percatarse de ello apenas se conocieron. Y... la elección de sus juegos, sin duda le lleva a pensar... algo que no puede evitar expresar en voz alta.—Y un poco inquietante.—Añade, finalmente.—Quiero decir... ¿Por qué casarte con sus muñecas, cuando ya estás casado con su madre?—Le cuesta creer que Clary realmente desee fantasear con la idea de que Ezra pueda contraer nupcias con alguien más, siquiera alguna de sus muñecas...

Y entonces una idea atrevida y fugaz, cruza por su mente. Una idea que... desecha de inmediato, pese a que su semilla permanece plantada allí.

Sus padres, aun casados, no son felices.
Y Clarissa, lo sabe.

—No creo que puedas aburrirle a nadie mientras hablas de tu hija, Ezra.—Le dice, como siempre: franco y directo.—He oído a pocas personas hablar con semejante devoción de alguien más. Es evidente hasta qué punto... la amas.—No importa que no sea su hija biológica: la pequeña Clary siempre será su hija.

Omari se concede unos segundos de silencio para mirar a Ezra a los ojos, pese a que se esfuerza por volver cuanto antes a la realidad. —En cuanto a eso...—Vuelve la mirada.—Me temo que, en cualquier caso, volveré con las manos vacías a casa. Los Grigori son... herméticos, cuanto menos.—Suspira, entornando la mirada.—Anfitriones que abren las puertas de su hogar y simplemente, desaparecen. Es como si... nos hubieran hecho venir para limitarse a observarnos.—Comparte finalmente en voz alta sus impresiones sobre el misterioso aquelarre, esperando escuchar las teorías de su compañero...

A pesar de que los Grigori sean, de lejos, lo último de lo que le apetezca hablar con él.

Jardín del ala este.

«¿Testarudas, complicadas y difíciles de dominar?»

Ezra arquea las cejas y tras un breve momento en silencio, deja escapar una corta carcajada. Luego, como si repentinamente hubiese recordado que no debía reírse de cosas como esa —teniendo esposa—, carraspea y aguanta lo que resta de aquella risa.

—Nunca he intentado dominar a una, supongo que es batalla perdida.—Confiesa con el semblante reflexivo.—Además, con sinceridad, no me molestan las dominantes.—Algunos hombres pensarían que semejante confesión les restaría hombría, pero Ezra está demasiado seguro de la suya como para elegir caer en estereotipos machistas.

«Ya. Supongo que por eso me he fijado en ellas. Siempre he preferido las cosas más... sencillas.»

Por todos los Ancestros, Ezra acaba de sentir el impulso impropio e imprudente de preguntarle el por qué, un impulso que lamentablemente consigue reprimir tan solo de sus labios, evitando alguna mención al respecto, sin embargo, no de su mirada curiosa.

Teniendo un hermano con la sexualidad seriamente confundida, no puedes culparlo de que quiera más información al respecto para saber como ayudarlo.

No obstante, Ezra se domina para no llevar la conversación por un camino indiscreto y escabroso.

—Creo que todos queremos relaciones más sencillas —asumiendo que hablan del mismo concepto de sencillo, en su caso, la suya con su mujer, por ejemplo—, pero cuando se atraviesan los sentimientos y la intensidad… Toca elegir.—Esa es una verdad reconocida universalmente. Aunque no muchos tienen la valentía de escoger adecuadamente.

«Siempre es complicado. Pero... en la familia de la que vengo…»

—Comprendo.—Asiente con la cabeza de forma solemne.—Cuando nacemos con una responsabilidad a cuestas, resulta complicado dejar el deber familiar de lado. Es agradable encontrar personas que tengan eso presente.—Ezra le dedica una sonrisa de aprobación. Ojalá pudiera hacer lo mismo con Jaime, ojalá su hermano entendiera…

Que no siempre se tiene opción.

En cuanto a las ocurrencias de Clarissa, pensó que Omari se limitaría a seguirle las risas o hacerle algún cumplido sobre ella —como normalmente lo hacen el resto de las personas—, sin embargo, se da cuenta que el brujo Tremé ha observado aquella anécdota desde otra perspectiva, exponiendo detalles que Ezra no captó hasta este momento…

«¿Por qué casarte con sus muñecas, cuando ya estás casado con su madre?»

Ezra abre la boca para intentar decir algo al respecto, pero de sus labios solo sale un suspiro sordo. Tras un breve momento de reflexión, Ezra asiente con la cabeza y el ceño ligeramente fruncido.

—Sé lo que insinuas… Y debí haberlo captado en el momento en vez de tomarlo como algo adorable y gracioso.—Reconoce con seriedad.—Tal vez quiso decirme algo… Quizá vio algo entre Nissa y yo…—Ezra hace lo posible por no alarmarse, pero su semblante no consigue ocultarlo del todo.—Bien, supongo que la observaré mejor una próxima vez.—Resuelve, restándole importancia al asunto en cuanto recuerda que no encuentra solo con sus pensamientos, sino en presencia de alguien a quien poco le importaría su vida privada.

—No me digas eso Omari, no me digas que no te aburro.—Niega con la cabeza.—Sabes que me agrada mucho hablar contigo, y eso sería darme carta blanca para hacerlo toda la noche. ¿Quieres exponerte a eso? No lo creo.—Ezra siente literalmente que hablar de su hija le inyecta energía directamente en las venas. Ella es su todo, la adora y también…

Es la única persona que ama con una emoción y devoción que se le desborda por los poros.

Y le gusta sentirse así de vivo.

Pero también no debe olvidar en dónde se encuentra y lo que ha quedado de hacer junto a su mujer en ese lugar.—Observarnos…—Repite la última palabra que enfatizó Omari en cuanto a su opinión sobre los Grigori.—¿Crees que para obtener información que puedan usar después?—¿O tal vez para evaluar posibles aliados?—No me sorprendería. Este castillo lleva muchos meses en posesión de ellos, y tengo entendido que nunca abrieron antes sus puertas, eso es extraño.—¿Por qué ahora ¿Cuál es la diferencia?

—Mi intención era recorrer el castillo con Nissa para conseguir averiguar algo, pero…—Se interrumpe a sí mismo cuando recuerda la mirada del guardaespaldas de Macon Crewe.—Aquí estoy. Al final me excusé con mi mujer, de que necesitaba tomar aire.—Y así Ezra perdió el rumbo… Entre lo altos setos del jardín y un cielo que debería estar estrellado.—O frío más bien… Es lo único que hay aquí afuera.—Ríe ligeramente, encogiéndose de hombros.

«...con sinceridad, no me molestan las dominantes.»
Ni te creas que Omari no ha tomado nota de eso.

De hecho, y desde que se conocen, el brujo se ha asegurado de realizar notas mentales de cualesquiera datos sobre Ezra que estimase importantes —llegando a niveles que su hermana podría haber llegado a considerar enfermizos. Morningstar es un amante del orden y la pulcritud, de la puntualidad y de cualquier buena costumbre. Le encantan la ropa de marca, los deportivos y...

Sí: las mujeres.

De hecho, Omari ha sido muy claro desde el principio con su homosexualidad y su deseo hacia los hombres, y Ezra no ha podido ser más discreto al respecto, evitando tocar el tema en profundidad y aseguraría, incluso evitándolo. Típica incomodidad heterosexual, habría asegurado el vudú, aunque sigue encontrando formas de justificarlo.

Morningstar le ha atrapado y seducido más de lo que al propio Omari le hubiera gustado reconocer.

¿Y lo peor? Lo ha hecho sin querer. —¿Elegir? Hmm.—Reflexiona, dubitativo.—En fin... Supongo que tengo poca experiencia en esto de relaciones y sentimientos —comenta, sonriendo de forma reconocedora, pues no es un secreto —ni para Ezra, ni para nadie—, que Omari nunca ha tenido relaciones serias—, pero así es como debería ser el amor, ¿no crees? Algo... sencillo.—Fácil. Natural... como respirar.

Pero, por alguna razón, todo en la vida de Ezra Morningstar es harto complejo.

—Creo que hay pocas personas entre estos aquelarres que puedan entender ese deber familiar como nosotros.—A Omari le llega por partida doble —entre Adanna y Uther—, pero Ezra no se queda atrás: como sobrino de Thaddeus Morningstar, el marido de su padre, Ezra ha cargado siempre también con aquel peso. El peso del legado familiar.

«Sé lo que insinúas...»

El moreno se muerde la cara interna de la mejilla. ¿Ha llegado demasiado lejos? —Perdona, yo no...—No pretendía dejar entrever que a lo mejor pasa algo más entre Ezra y su mujer cuando, y hasta donde él tiene entendido, son un matrimonio felizmente casado. Con sus conflictos, es cierto, pero el tiempo les ha ayudado a formar una familia con cimientos sólidos.—No es... asunto mío.—Intenta zanjarlo rápida y torpemente, porque todo lo relacionado con Nissa es territorio escabroso.

Y es que Omari es muy consciente de lo que está haciendo, de las consecuencias de sus caprichos: está poniendo en peligro la coexistencia de una familia.

Pero se ha consolado hasta ahora pensando que no hay nada de lo que deba temer, porque Ezra jamás se fijará en él. Aquello no es más que una fantasía; un encaprichamiento platónico e imposible, y algo que simplemente, nunca va a pasar.

A todas luces: si hay problemas en el matrimonio de Ezra, no culminarán en nada que tenga que ver con él.

O al menos... es de lo que se ha convencido. —Oh vamos, por todos los Ancestros —se echa a reír—, no puedo creerme que sea el primero que te lo haya dicho.—Y no sería el último, está convencido.—¿Qué puedo decir? Tampoco es que tenga... muchos planes para el resto de la noche.—Y aunque los tuviera, Omari habría preferido seguir quedándose con él.

Pero Nissa seguro le echaría de menos, ¿no es cierto?

De nuevo, aquellos intrusivos pensamientos... —Eso creo... y empiezo a estar convencido de ello.—La conversación ha tomado un rumbo algo más sombrío y serio. Todo lo que concierne a los aquelarres y las misiones que han de cumplir en su nombre, son un territorio seguro al que acudir siempre que las charlas con Ezra se arriesgan a entrar en campo escabroso.—Se han asegurado de ser discretos y herméticos... Nunca se han expuesto ante ninguna Facción.—Añade, sobre los Grigoris.—Pero ahora, nos abren las puertas de su hogar sin más... Y nos permiten campar por sus jardines y sus estancias...—Aunque no por todas ellas. Omari no ha pasado por alto que cierta ala del edificio se encuentra cerrada.

Le dedica una media sonrisa a su compañero. —Oye... Te he dicho que no es asunto mío y... no lo es —le dice—, pero... si en algún momento necesitas hablar sobre ello, sólo quiero que sepas que puedes contar conmigo.—Y, aunque te cueste creerlo, no es la oferta de un buitre: se lo dice de corazón. Las ocurrencias de Clarissa, su necesidad para excusarse con su mujer... Puede hacerse el loco para no entrometerse, pero es evidente que el matrimonio de Ezra no es perfecto.

Y eso es, en resumen, lo que el brujo Morningstar necesita realmente: un amigo en el que buscar apoyo en momentos de necesidad.

¿Cómo habría podido negárselo?

SHIP: #EZMARI

Jardín del ala este.

«pero así es como debería ser el amor, ¿no crees? Algo... sencillo.»

—En teoría. Pero… En la práctica siempre es muy diferente.—Suspira resignado. Y por desgracia, la práctica siempre lo es todo. La teoría se termina convirtiendo en un idílico inalcanzable.

Sin embargo, cuando se ama de verdad siempre mantienes la esperanza y la fe de conseguir alcanzarlo.

—Y por eso me siento tan identificado contigo desde que te conocí. Y eso es admirable. Que priorice el deber familiar dice mucho de ti como persona.—Admite con una sonrisa afable. Omari le agrada, definitivamente le agrada mucho. Por eso siempre supo que sería más fácil hacer amistad con él más que con cualquier otro: no tendría que esforzarse demasiado por ser comprendido. Desde que lo vio, supo que sería el tipo correcto para convertirlo en su amigo.—A veces siento que te conozco de toda una vida. —¿Cómo habría sido su vida de haberlo conocido en su infancia o adolescencia?

Ezra nunca tuvo una figura masculina de mejor amigo... Qué va, toda su vida siempre estuvo de alguna forma, acaparada por Nissa. Aunque, ahora que lo piensa mejor, su versión joven habría dudado bastante en acercarse a Omari… Con todo y su abierta sexualidad.

En fin… A veces se siente un hipócrita con Jaimie.

«Perdona, yo no… No es... asunto mío.»

—No Omari, por favor no te disculpes. No me ofendí. Eres mi amigo, y además, mi primo. A veces hay detalles que se me escapan…—Asegura, curvando sus labios con una sonrisa cerrada. Aunque, en realidad, habría preferido no tener que escuchar eso.

Definitivamente, todo lo que tenga el poder de perturbar burbuja de felicidad —como dice Lydia— le alerta y preocupa. Y sin saberlo, sin siquiera darse cuenta de lo que ocurre con Omari, éste apunta a convertirse en el mayor perturbador.

«[...] no puedo creerme que sea el primero que te lo haya dicho.»

La risa del vudú se torna contagiosa.—Pues dicen que soy un apasionado intenso, y lo creas o no, mucha gente lo encuentra aburrido… ¿O tal vez debería decir molesto? Así que yo que tú, tendría cuidado.—Le advierte entre risas, manos al aire.—Bueno, la noche se acaba, yo seré tu plan a partir de ahora. ¿Qué tal eso? —Según Ezra, parece un buen plan. Ya le hacía falta algo de compañía masculina. Ya que su tío Thaddeus no asistió y las cosas están tensas con su propio hermano…

Omari se convierte en la opción ideal.

Y sobre todo, con su opinión sobre los Grigori.—Entonces supongo que debemos ser cuidadosos con nuestros secretos.—Propone. Porque lo último que les falta es que esa información caiga en manos equivocadas.—Si Nissa descubre algo esta noche, te lo haré saber. Después de todo, estamos juntos en esto.—Ezra hará lo que deba hacer para ayudar al Regente, y por ende, a los Ancestros.

Cada nueva sonrisa que recibe de Omari, no puede evitar corresponderle con otra igual.

Después de que Omari hace su ofrecimiento, Ezra no puede evitar alzar levemente ambas cejas.—Gracias, amigo mío. Muchas gracias, te lo agradezco profundamente.—Con solemnidad, Ezra le coloca una mano sobre el hombro. Y después, le da un par de palmadas.—Siempre estás ahí, pendiente de mí. Y eso… Eso no se encuentra en todos lados.—No a menos que sea a cambio de algo.

Pero Omari no es así. Ezra siente que en poco meses lo ha llegado a conocer muy bien.

—Bien, reitero mi oferta. Seamos el plan del otro, vamos a caminar. Este jardín es enorme.— Y a pesar de ello, Ezra está seguro de que llegará a tiempo para encontrarse con su mujer y marcharse a casa.

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