—Estás preciosa esta noche, Eloise —elogió a la mujer rubia que tenía a su lado. Era su Rafiq, líder de la Hermandad en la sede de Nueva Orleans. Infundía un gran respeto, eso era innegable. No lo hacía por sus rasgos, que más bien Jade los consideraba dulces, sino por su propia presencia. Tenerla frente a ella era todo un honor, por muy acostumbrada que estuviera —y lo poco que le agradaban las jerarquías—. De verdad que no entiendo cómo algunas personas pueden ir cómodamente con esto —prosiguió, quejándose ahora del vestido que cubría su cuerpo. No era una fanática de los vestidos, más bien, todo lo contrario. Los odiaba.

Pero la ocasión lo merecía y el dresscode que rezaba la carta obligaba a ello, por anticuado que le pareciese y lo incómodo. Jade, por desgraciada, no había asistido al lugar como mera espectadora de la fabulosa noche que el señor del castillo había preparado para los neoorleaneses. Los propósitos individuales y comunes con otros miembros de la Hermandad que empezaban a desperdigarse por el recibidor era otro muy distinto.

—Creo que esta noche va a ser muy favorecedora, tanto como favorece el color del vestido a tu tono de piel y de ojos —volvió a elogiarla. Al parecer, estaba de muy buen humor pese a las circunstancias. Consecuencias de ser una workaholic: trabajar y trabajar era lo único que conocía y disfrutaba, porque le permitía olvidarse de, lo que ella consideraba, la mierda de vida que tenía.

—Muchas gracias —dijo, con una pequeña sonrisa danzando en sus labios—. Tú también estás muy guapa, aunque creas que los vestidos son un rollo —añadió con una carcajada. La verdad es que Eloise también lo creía en el fondo, pero era cierto que una vez te acostumbrabas a ellos y a su presencia, podían dar un toque muy elegante si sabías cómo vestirte y qué vestidos escoger—. ¿Por qué no te has puesto un traje chaqueta? Podría haberte quedado muy bien.

Esa era otra opción que a Eloise le gustaba usar. Igual Jade estaba más acostumbrada a esa ropa también, ¿no? No lo sabía a ciencia cierta.

—Oh venga, vas a hacer que me ponga roja —admitió, llegando a hacerse realidad segundos después. No sabía encajar los piropos o elogios, siempre le costaba—. Si de aquí no nos vamos con varios números de teléfono, habrá sido una decepción total —no es que ella estuviera interesada en recibir los números de otras personas que no sea @Nathaniel J. Anderson, pero Jade no lo sabía y no tenía por qué—. Centrémonos, de todos modos hemos venido a trabajar.

Aunque por el camino, las dos mujeres levantaran toda clase de miradas y atenciones, tal y como merecían.

—No soy una persona... elegante, que digamos. —Encogió sus hombros sutilmente—. Mi armario únicamente tiene camisas y vaqueros, todo lo que veas distinto a eso es prestado. —Y, por supuesto, tenía diversos significados ese prestado que pronunció. La comisaría, a momentos, podía ser muy útil en cuanto a prestaciones se refería por todo lo que llegaban a requisar. Pero ese vestido que lucía no procedía de un robo, sino una prestación de una amiga cercana—. Aunque quizás deba hacerte caso y probar con un traje chaqueta. Para la próxima será —correspondió con una alivianada sonrisa.

Retomando el motivo original por el que su presencia en la fiesta había sido requerida, Eloise dio los primeros pasitos en la conversación. Números de teléfono. Contactos. Gracias a ellos, la Hermandad lograba ser tan escurridiza en sus movimientos. Jade asintió ligeramente—. ¿Seguimos con el plan establecido? —Quiso asegurar—. Tengo entendido que una estrella paseará por este lugar esta noche —, y, claramente, se refería a @Nissa S. Morningstar, cuya presencia en la ciudad sorprendió a muchos después de que la abandonara—. Ella será uno de mis principales objetivos. ¿Con quién continúo?