Patio de armas.

Así que... fiesta de Navidad en el hogar de los Grigori.

Katherine tuvo la oportunidad de tratar con ellos en el pasado, poco antes de descubrir que los Mikaelson estaban aliándose con ellos para devolver a la vida a Klaus. No se imaginaba, sin embargo, que volvería a cruzar sus muros. Las noticias de aquella fiesta corrieron rápido como la pólvora recién prendida, y Nadia...

En fin: ella parece demasiado interesada en recuperar el tiempo perdido.

Y no me malentiendas: de alguna manera, Katherine también. No en vano, invirtió tanto tiempo para encontrarla; se arriesgó, a costa de que incluso Klaus pudiera volver a encontrarla... Pero hay personas que, simple y llanamente, no tienen madera para ser madres.

Y aun con todo, lo intentan. —¿Tu amiguito no va a quitarnos el ojo de encima en toda la noche?—Le increpa a Nadia denotando molestia, mientras toma un tentempié de una de las bandejas del catering.—Me está poniendo de los nervios.—Se refiere a Eleazar Lestrange, el guardaespaldas personal —o algo así—, que Elijah se encargó de asignarle personalmente a Nadia.

Como si lo necesitara. —No me gusta para ti.—Le advierte, como la buena madre que es, aunque sin deshacerse de su característica ironía.

Con sinceridad, no siente el menor interés en saber qué ocurre con los habitantes de aquel castillo, sin embargo, la ocasión le ha venido bien para pasar tiempo de madre-hija con Katherine. Y no es que últimamente no lo han hecho, pero esa sería su primera Nochebuena cerca de la otra, naturalmente Nadia invertiría sus esfuerzos en darle toda su atención a su madre.

Y en un castillo como aquel…

Porque en el fondo, tal vez muy en el fondo, sí desea sentirse como una princesa al lado de su Reina recién encontrada.

Nadia no puede sentirse más plenamente feliz y realizada al atravesar el umbral de las grandes puertas junto a su madre. Ambas divas, diosas, deseadas… Completas y perfectas representantes de las tres ”D”. Por supuesto, no todo era perfecto, ambas se estaban acoplando la una a otra, Nadia se estaba esforzando por ser paciente con quién jamás tuvo la oportunidad de entrenar para saber cómo ser madre.

Katherine Pierce era una mujer difícil, sí. Pero Nadia no se quedaba atrás y la propia Katherine de seguro ya se habría percatado de eso. Después de todo… De tal palo, tal astilla.

—¿Qué? —Distraída, se vuelve hacia ella con el ceño ligeramente fruncido. Echa un rápido vistazo por el salón, identificando el rostro de Eleazar Lestrange en el proceso. Nadia emite un profundo suspiro de fastidio y desvía el rostro antes de encogerse de hombros.—Déjalo que lo intente.—Le comenta mientras se hace con una copa de un mesero que va pasando por allí, restándole importancia.—No eres la única a la que le gusta que los hombres la persigan. —Admite con una sonrisa un tanto satisfecha.

Porque sabe que la presencia de Eleazar no se debe a una orden de su jefe, sino a que ella ha venido.

—¿Por qué? ¿Acaso no te agradan los vampiros antiguos con traje? —Replicó con suavidad, alzando una ceja. Sí, Nadia se estaba burlando de su madre porque no tenía cara para criticar a Eleazar cuando estaba enamorada de uno con características marcadas muy similares…

Elijah Mikaelson.

—Eleazar es muy guapo, educado y divertido… Pero tranquila, tengo en orden mis prioridades. De un par de acostones no pasará.—Le guiña el ojo y luego lleva la copa a sus labios.

Las cosas eran así de sencillas, ¿no?

Atractiva, coqueta, y denotando evidente placer desafiando a la autoridad: definitivamente, es hija suya.

Y es que no importa que Katherine no haya tenido oportunidad de criarla: hay ciertas cosas que, simple y llanamente, se llevan en la sangre. —¿Quieres una lección de alguien que entiende del tema?—No se la ha pedido, pero va a dársela igual.—También hay que saber elegir bien a los hombres que nos persiguen. Créeme —suspira con ironía—, hay tipos espectaculares que no quieres que te persigan en absoluto.—Y habla desde la experiencia: más concretamente, quinientos años de persecución huyendo de Klaus Mikaelson.

¿Elegir mal sus objetivos será algo que también se hereda?

«¿Acaso no te agradan los vampiros antiguos con traje?»

—Vamos a tener que poner normas sobre los golpes bajos.—No es que Katherine sea especialmente fan de las reglas, pero cuando encuentras a tu horma de tu zapato, resulta conveniente ponerlas.—Por favor, ahórrame los detalles, ¿quieres? Sigo siendo tu madre.—En realidad, no se siente tan incómoda al respecto como quizá debería, pero que sea precisamente Lestrange el motivo y centro de la conversación es lo que no resulta del agrado de Katherine en absoluto.—Pero te lo digo en serio. Ese hombre no te conviene.—Ninguno de los Siete Sabios, en realidad. Katherine suspira pesadamente.—Elijah es... un hombre de valores —le dice entonces—, pero lo único realmente invariable en su vida, es su familia. Y Klaus... siempre será su familia.—Es algo que Nadia ha de tener muy presente.—Le bastará con chasquear los dedos para volver a ponerme en contra de Elijah —si es que no lo ha hecho ya—, y eso le llevará directamente a ti. Puede que Eleazar sea guapo, educado, divertido; de lo más atento y encantador... Pero no creas ni por un momento que lo es porque le interesas de verdad. Le conviene serlo, Nadia; nada más.—Y, tan pronto como Elijah cambie de parecer... Eleazar lo hará también.

Siempre ha sido así. Siempre lo sería.

Y, cuando suceda, Nadia tendrá que estar preparada para todo lo que vendrá después. Porque es muy inocente si de verdad piensa que un vampiro antiguo y con traje, como él... te acompaña en una historia con tan sólo un par de acostones de por medio.