Vestíbulo de las criaturas.

Nunca han sido situaciones cómodas para él. Pero entiende que después de todo debe integrarse en la sociedad que ahora ha contemplado. Es quizás por todo lo que su vida a cambiado que busca algo de normalidad, pero tales lujos no son algo a lo que este acostumbrado en otras personas.

Nathaniel esta allí por Eloise. Porque quiere compartir con ella todo lo que está pasando, todo lo que están viviendo. Sin embargo, no esperaba que precisamente una familia que ha permanecido tan cerrada siempre ahora abriese las puertas de su catillo de forma tan… directa. Es quizás por eso por lo que también desconfía quizás.

No conoce el lugar y aquel discurso sin duda parece haber abierto la veda para que todos empiecen a vislumbrar las bellezas de aquel lugar. Nathaniel no puede evitar sentirse altamente interesado en ese tipo de cosas y quizás es por eso por lo que acaba separándose de la Batets y encontrándose en una sala que parece un vestíbulo, vestido con hermosas figuras que le hacen sonreír al ser observadas por el mismo.

— Cuanto simbolismo —susurra en ese momento, desconociendo que no está solo y que un viejo conocido puede haberle escuchado. Una persona que conocer desde hace tiempo, pero cuya verdadera naturaleza ha desconocido siempre.

—Ignoraba que los miembros de Sacmis estuvierais interesados en la mitología.—La voz de Eleazar Lestrange se alza, rompiendo el silencio y dirigiendo una sonrisa cómplice a su interlocutor.

—Lamento la interrupción de lo que parecía un hilo de pensamientos muy complejo.—Añade acto seguido, con amabilidad; tiene una copa de champagne de la mano.—Pero ignoraba si tendríamos otra oportunidad para coincidir a lo largo de la fiesta.—Como miembro de los Siete Sabios —y por ende, aliado eventual de la Hermandad de Sacmis—, Eleazar ya ha sido puesto al corriente de la situación. Nathaniel Anderson, heredero de TecnoIndustries y principal inversor de la Hermandad, ya conoce la verdad sobre el papel de la organización de bastets en el mundo...

Ergo, puede imaginarse que Eleazar es mucho más que un inversor de su propia empresa. —A pesar de todo —le dice entonces—, me alegro de que continúes llevando tu vida con normalidad.—O una normalidad, dentro de las previsiones.

Alguien con el prestigio y reconocimiento del señor Anderson, no podría haberse dejado de presentar a una celebración como aquella.

La interrupción de su hilo de pensamientos no es algo que le moleste, no ante la primera frase que consigue sacarle de dichos pensamientos y hacer que se gire contemplando al que para él siempre ha sido meramente un inversor en su empresa. Con una sonrisa amable Nathaniel observa a Eleazar, preguntándose si el tambien es humano o sencillamente se oculta bien.

— No estoy muy seguro de que normalidad sea la palabra acertada —responde alargando la mano para saludarle como muestra de cortesía—. Han cambiado muchas cosas en mi vida desde la última vez que nos vimos, pero asumo que usted sabia todo lo que se ocultaba tras la Hermandad. —Asique alguien más que le oculto la verdad a lo largo de toda su vida, o más bien desde que le conoce. No selo echa en cara.

A nadie se lo ha echado en cara porque hasta la fecha eso le ha permitido tener una vida normal. La vida de un humano normal que ahora se da de bruces con la realidad—. En cuanto a la mitología… siempre me ha llamado bastante la atención —añade devolviendo su mirada por unos instantes a aquellas estatuas—. ¿Está aquí en representación de alguien señor Lestrange? ¿O simplemente quiere divertirse un rato en estas fechas tan señaladas? —pregunta con curiosidad. Quizas ahora que sabe parte de la verdad pueda descubrir que relación guarda realmente el contrario con la Hermandad.

«Han cambiado muchas cosas en mi vida desde la última vez que nos vimos...»

A buen entendedor, pocas palabras bastan. —De modo que por fin sabe la verdad.—Le dice entonces, sin necesitar más detalles.—Un resultado inevitable, si me lo permite. Aunque... muchos en su lugar habrían perecido antes de desentrañar el gran misterio ante sus ojos.—Y es que, según Eleazar, el señor Anderson es un hombre afortunado... Pues ha descubierto la verdad, y ha vivido para contarlo.

—Colaboré con la Hermandad hace algunos años.—Le explica brevemente.—Mis colaboradores y yo nos volvimos aliados cercanos de los Sacmis con el cambio de milenio.—Aunque igualmente se ahorra los detalles sobre la Masacre de Marsella, pues que Nathaniel haya empezado a descubrir más, no implica que deba saberlo todo.

Y es que en este mundo, la información no es poder. Es una diana en la espalda.

—Me encantaría poder decirle que sólo he venido por diversión —responde, con una sonrisa ladina—, pero no es el caso. Me encuentro... cumpliendo con cierto trabajo.—La vigilancia y protección personal de la señorita @Nadia Petrova, bajo petición expresa del mismísimo @Elijah Mikaelson.—¿Qué hay de usted? Tengo entendido que la señorita Collins ha venido a la fiesta. ¿Ha acudido para acompañarla, o como hombre de negocios?

— Precisamente fue eso lo que ocurrió cuando dicha verdad se revelo ante mis ojos —responde con cierta ironía en sus palabras. Estuvo a punto de morir, y precisamente por proteger a Eloise quien finalmente acabo por protegerlo a él. Algo que quizas dentro de no mucho pudiese cambiar—. Pero agradezco las múltiples oportunidades que he tenido de salir ileso. —Aunque estas se hubiesen visto reducidas últimamente.

Desde su descubrimiento, todo parecía haberse complicado mucho más. Quizas, la ignorancia en muchas ocasiones es el mejor arma de todo humano—. Desde entonces, parece que, al ser consciente del peligro, el riesgo es evidente y por tanto demasiado cercano en ocasiones. —Puede que siempre haya sido cercano, pero él puede notarlo mucho más. Y más peligroso. Pese a todo aquello, Nathaniel sigue desconociendo la verdadera identidad de su interlocutor.

— Aliados… —repite la palabra de forma pensativa—. Así supongo que fui visto cuando era inversor de la hermandad. —¿Cómo podría definirse ahora? Aunque se lo hubiesen dicho varias veces, el no terminada de verse como miembro de la hermandad—. He venido en calidad de acompañante —responde finalmente con una sonrisa—. Y espero que, pese a su trabajo de esta noche, pueda divertirse un rato. —Vuelve su mirada a las estatuas nuevamente pensativo—. Usted y sus aliados… ¿comparten la misma condición que la señorita Collins? —pregunta, quizas mostrándose demasiado atrevido. Pero ahora que sabe todo lo que puede estar rodeándole, quiere saber si está hablando con una persona humana o si por el contrario ha de tener cuidado con sus palabras. Se da cuenta de esto último quizas un poco tarde.

—Ser consciente del peligro no hace que aquel se encuentre más cercano, señor Anderson.—Pese a que Lestrange cree haber entendido bien el punto al que Nathaniel trata de llegar, el vampiro mantiene otra perspectiva.—Siempre estuvo ahí, pero era incapaz de verlo. Ahora que lo ve, en cambio... Podrá protegerse a tiempo.—O como mínimo, intentarlo. Y ya es más de lo que otros en su situación podrían afirmar.

No parece un gran consuelo, pero cuando se trata de la vida y la muerte, uno no debe desperdiciar hasta el más mínimo detalle capaz de generar una ventaja. —Oh, créame —le sonríe, viéndole animado—, los tipos como yo no gozamos de grandes ocasiones para divertirnos... así que aprovechamos hasta la menor oportunidad.—Razón por la que, aunque no ha desatendido en ningún momento la vigilancia de Nadia, tampoco ha perdido el tiempo durante el evento... precisamente, como ahora.

—¿Me pregunta si soy un bastet?—Le dice finalmente, con una ceja levantada y su característica media sonrisa. La delicadeza con la que su interlocutor aún trata el tema resulta, cuanto menos, llamativa para alguien como él.—Me generan tamaña curiosidad, pero no: no soy uno de ellos.—Contesta, sin pudor.—Dígame, señor Anderson: ¿qué sabe de vampiros?

Desde luego, así era. El peligro siempre había estado ahí, pero él no había sido capaz de verlo. No puede cuestionar ni tratar de contradecir aquella lógica. Porque sencillamente era así. Pero el seguía pensando que eso no significaba que realmente pudies prepararse. Al fin y al cabo, las cosas siempre podrían complicarse incluso cuando ellos no lo supiesen.

Se siente ciertamente identificado ante el comentario del contrario. Él tampoco tiene oportunidad de divertirse en demasiadas ocasiones y cuando lo ha hecho… realmente eso no ah asido nunca una buena idea—. Entiendo… el tiempo es limitado para todos. —Y actuar a tiempo es sumamente importante para todos ellos. Esa parte la entiende y en parte en la comparte.

— Es lo que le estoy preguntando, si —la brusquedad de la respuesta o más bien al forma directa de la misma hace que Nathaniel mire a su alrededor. Si él es delicado es porque están rodeados de gente y nunca se sabe quiénes pueden escuchar—. Se que lo que dicen las leyendas no es del todo cierto. Al menos sí que os reflejais en los espejos —bromea, intentando de alguna manera quitarle peso al asunto, tratarlo como si fuese algo normal—. Asique… eso explica porque no ha envejecido en todos estos años —añade, porque sencillamente no le cuesta deducir que tipo de criatura es Eleazar—. En realidad, no es que importe lo que somos si no lo que podemos hacer el uno por el otro —aclara no obstante, al fin y al cabo no le importa que sea batets, humano o vampiro. Era simplemente, curiosidad.

A pesar de lo que ha debido ser un evidente shock emocional para el señor Anderson, está esforzándose por sobrellevar el descubrimiento de lo sobrenatural con optimismo; tanto es así que, incluso, se permite hacer una pequeña broma.

—Hay mucho mito al respecto, es cierto.—Confirma, sobre los reflejos.—Tampoco el agua bendita o los ajos son una debilidad para nosotros, pero… puede estar seguro de que cada una de nuestras fortalezas, acarrea asimismo una consecuencia.—El tiempo, por ejemplo, hace mucho tiempo que dejó de ser un problema para Lestrange. Pero… ¿de qué sirve una inmortalidad de sumisión e infelicidad?

Lo dicho: cada fortaleza acarrea una consecuencia. —Sabias palabras, no cabe duda.—Una clasificación entre sobrenaturales buenos y malos resulta harto absurda: lo importante de cada uno de ellos, es aquello que deciden hacer con los dones que se les han otorgado… y el mayor don que Anderson ha recibido hasta el momento, es una garantía de su propia supervivencia.

La verdad.

—Debo irme.—Concluye, a modo de despedida.—Mis deberes en esta fiesta aún no han terminado. Pero… si quiere un consejo, señor Anderson —añade, antes de marchar—, dispone de una oportunidad de la que otros muchos como usted no han podido disfrutar. Aprovéchela. La información es poder… y necesita poder con el que mantenerse a salvo.—Ha de conocer todas las implicaciones del mundo sobrenatural para estar dispuesto a enfrentarse a aquellas de ser necesario.

En su mano queda su decisión, en cualquier caso.

Y así, dirigiéndole una última mirada a su interlocutor, Eleazar abandona el vestíbulo.

Aunque pudiese parecer algo estúpido, el al menos tomaba nota mental de todo lo que descubría sobre Eleazar. No porque el representase una amenaza si no porque no todos los vampiros se mostrarían de esa manera, y el mejor que nadie podría llegar a saber en un futuro no demasiado lejano.

Sin embargo, el hecho de que el contrario le hablase con tanta naturalidad sobre le tema le sigue resultando extraño. El mismo no termina de sentirse cómodo del todo—. No pasa un solo día en que no agradezca por esta oportunidad de haber seguido con vida después de descubrir la realidad del mundo —responde asintiendo ligeramente antes de despedirse del contrario.

Nathaniel lo ve marcharse, y el por su parte solamente es capaz de pensar que debería reunirse ya con Eloise. Porque llegaba tarde a su cita. ¿Cita? Si, el considera ese tipo de reuniones como tal. Y más en especial como aquel anoche. Por eso, toma la dirección opuesta, en su busca.