—Diane.— No se han visto en años. Por lo menos, desde que era menor de edad y de eso hacía diez o doce años. No obstante, ella salta a los brazos de la mujer como si el tiempo no hubiera pasado y ahora fueran prácticamente desconocidas.

La abraza con cariño y afecto antes de separarse para poder hablar de su reencuentro. El sonido de los villancicos se escucha de fondo. Hace nada que encendieron el alumbrado navideño que decora la plaza del pueblo y, tras eso, el coro inicio su retahíla para crear un ambiente digno de postal. Y, aunque en su cabeza tararea algunas palabras de la letra, intenta centrarse en lo importante. Porque, pese a la felicidad que muestra, ese reencuentro no lo es.

Fiona piensa en su padre.

Y eso hace que su sonrisa se apague con rapidez. —Me alegra que pudiéramos vernos antes de fin de año.— Se cuelga de su brazo, como una niña, incitándola a caminar y alejarse de la música. —Me han venido muy bien tus consejos a lo largo de estos meses.— Una sonrisa curva sus labios hacia un lateral con nerviosismo. —Y he entrado.— Quiere gritarlo. Como quien anuncia su entrada a la universidad, pero lo dice en un tono bajo, con cuidado. —Soy parte de la armería.

Se enorgullece. Probablemente demasiado.

Reconocer su voz simplemente hace que una sonrisa se dibuje en sus labios segundos antes de girarse para encontrarse con su rostro. Fiona siempre fue una niña con muchas aptitudes, y aunque siente cierta lastima de que no se lleve bien con su padre, siempre ha intentado apoyarla por deferencia al mismo. Al fin y al cabo, fueron y eran buenos amigos, asique no era de extrañar que Diane le hubiese cogido cerito cariño a la muchacha.

Cuando esta se agarra de su brazo esa sonrisa se hace mucho más amplia—. Felices fiestas Fiona —le responde posando una de sus manso en la ajena que rodea su brazo. Y sin embargo no puede decir nada más pues la noticia de la contraria no se hace esperar—. No tenía ninguna duda de que lo conseguiríais —responde finalmente apretando la mano que ha tomado para acariciar previamente. Diane está segura de que sus consejos no han sido lo que ha permitido que la muchacha entre a la Armería pues sin duda, tenía capacidades para ello. Diane se limitó simplemente a darle algún que otro consejo.

— Me alegro de verte tan feliz —añade al cabo de unos segundos. La ve orgullosa de sí misma, y Diane sabe que su padre tambien lo estará cuando se entere —si no se ha enterado todavía. Lo cierto es, que en ocasiones ha intentado mediar entre ellos, pero no quiere presionarla, no en ese momento. Por eso, no pregunta por su padre—. ¿Por qué no vamos a celebrarlo? —pregunta entonces mirándola.

Su sonrisa se ensancha en cuanto escucha las palabras de afirmación de Diane. Tal vez fuera por la cercanía o porque nunca tuvo un ejemplo materno tan cercano como ella, pero se siente así, como si su propia madre celebrara su triunfo. Solo que, de ser su verdadera madre, se habría horrorizado al descubrir que seguía los mismos pasos que su padre.

Fuerza la sonrisa alegre que antes tenía en los labios, aquella que no debía haberse apagado por el recuerdo de sus padres y que debía mantenerse en pos de las fiestas y el esperado reencuentro. —¿Dónde quieres ir?— Fiona está perdida en el pequeño pueblo. Aún no es la primera vez que lo visita, siente que fue hace décadas cuando recorrió sus calles y, por tanto, apenas lo recuerda. Por lo que espera que sea ella quien tome la delantera.

Aprieta con afecto su brazo, acercándose a ella. —No sabes cuanto me alegro de verte.— Se apresura a repetir. —Tus cartas y mensajes me ayudaron mucho durante estos meses de formación, pero se sentía "impersonal". Además...— Se calló mordiéndose el labio inferior, una muy mala costumbre que solía tener. —Esperaba que pudieras contarme más ahora que estoy aquí.

La curiosidad de Fiona no se hace esperar y, de nuevo, porque es algo que ya ha intentado en varias de sus comunicaciones, trata de sonsacar más información a Diane de los planes de la armería. Planes en los que ella, como novata, no está incluida.

«Esperaba que pudieras contarme más ahora que estoy aquí.»

Eran tantas las cosas que le habían pasado a Diane que era complicado poder contarlas todas en una sola conversación. Sonríe no obstante ante las palabras de Fiona—. Me alegro mucho de que te hayan servido —responde acariciando la mano ajena que se apoya alrededor de su brazo. Diane avanza dirigiendo a la muchacha hacia alguna de esas casetas de comida que pueblas en centro de Mystic Fall.

— Han pasado muchas cosas desde que no nos vemos —susurra suspirando posteriormente—. No quiero aburrirte con mis historias de señora mayor —bromea girando la cabeza para mirarla—. Me he convertido en madre de dos hijos… he vuelto a la Armería para ver lo mucho que ha cambiado y tratar de ayudar a Gin de nuevo… —es un resumen corto pero conciso. Al fin y al cabo, no tiene mucho más que contar.

Lo que realmente ha vivido es mucho más trágico. Llegar a ese pequeño momento en el que ni siquiera se siente estable ha sido difícil. Y la verdad es que no lo quiere. Habría preferido quedarse con su hija, vivir una vida normal. La que siempre ha querido y nunca ha podido tener—. Tengo curiosidad Fiona —dice al cabo de un rato intentando desviar el tema de ella—. ¿Por qué la Armería? —pregunta. Quiere saber por qué finalmente quiso entrar en aquella vida que ella, sin embargo, había tratado de evitar siempre.

Abre los ojos, como un niño al que le han prometido lo que tanto desea, y hace un puchero posteriormente. —No, por favor.— Tironea de su brazo, con esa actitud infantil que tiene. Insistiendo. —Abúrreme.— Prácticamente le suplica. —Abúrreme mortalmente con tus historias. Quiero oírlo todo. Las cazadas, las investigaciones, las criaturas...— Y hace hincapié en lo último. Lo que más le interesa. Esas criaturas sobrenaturales que, pese a ser lo más destructivo del mundo, despiertan su curiosidad.

—Espera...— Detiene su caminar y obliga a Diane a hacer lo mismo debido a que siguen unidas levemente. —¿Madre de dos hijos? Eso quiere decir...— La mira con ilusión, primero al rostro y luego al estómago. Dado que se conocen desde hace tiempo, es más que conocedora la historia de la cazadora. La perdida de su hija en la infancia y todo lo posterior, por tanto, solo deduce una explicación: embarazo. —Pero... No puede ser. ¿O sí?— No quiere ofenderla, pero la edad...

Y luego, como una bombilla que por fin hace clic, le viene la idea. —O, tal vez, ¿la has encontrado?— Como todo en ella, la esperanza es demasiado. Positiva, incesante y exacerbada. Porque ese es un tema del que hablaron en el pasado, la desaparición de la hija de Diane y las posibilidades de llegar a encontrarla algún día.

Sigue con su retahíla, con sus miles de preguntas, hasta que ella le devuelve el golpe. —Sabes el por qué.— No quiere decirlo en voz alta, porque, de hacerlo, sería como admitirlo también para sí misma. Fiona puede ser extremadamente inocente, positiva y energética, pero, cuando se trata de él, de lo pasado, todo se vuelve más complejo y triste. —Necesito resarcirme. Con él. Conmigo misma.— Y disculparse, con el pasado, con su padre.

Diane se frena en seco cuando Fiona hace lo propio y tira de ella discretamente. La mujer sonreír ampliamente al ver aquello en lo que está pensando la contraria y ríe sutilmente—. A mi edad no creo que existan posibilidades —se ríe con alegría—. Y tampoco tengo a nadie así que… sí. Mi pequeña estaba aviva, y ha aparecido. —Para convertirse en cazadora de la hermandad—. Y Hugh tambien está aquí. —Porque su marido fue asesinado.

Son muchas cosas, pero los detalles no son importantes. La tristeza no es algo que quiera compartir en ese momento, cuando la alegría porque Fiona haya entrado en la Armería es en ese momento la prioridad incluso para ella. Sencillamente prefiere ahorrarse los detalles doloroso para otra ocasión. Ya tendrá tempo de contarle más en profundidad. Prefiere escuchar a la contraria, aunque su tonos se vuelva algo más serio.

— Eso es algo que te honra Fiona —le responde con una sonrisa acercando su mano al rosto de la contraria. Saberlo y escuchar decirlo en voz alta son dos cosas distintas—. El tambien te echa de menos —aparta un mechón de la contraria colocándolo tras su oreja—. Las cosas siempre pasan por algo —sonríe con cariño. Sabe perfectamente que ella y su padre han tenido problemas, pero Diane como parte amiga de su padre y de la propia Fiona, sabe que ambos en verdad están queriendo arreglar las cosas—. ¿Quieres un chocolate caliente y las historias de una señora mayor? —pregunta finalmente para animarla.