—Claro preciosa, te llamaré, no te preocupes —Miklos sale del baño del Scull Bar con una jovencita prendada de él. No solo acaba de prometerle el mundo entero en aquel tugurio, acaba de dárselo en los baños del mismo. El vampiro está arreglándose la camisa al tiempo que la joven le mete su número de teléfono en el bolsillo. Ella le deja un beso húmedo en los labios y él la ve marchar con una media sonrisa.

En cuanto ha salido por la puerta, Miklos coge el número de teléfono de la joven y lo tira a la basura. No piensa volver a verla, ¿para qué? Su destino ya está más que sellado. Entrará en la piedra en algún momento y, además, él nunca ha sido de repetir mucho. Lo habrá hecho con @Maeve R. Morganach a lo sumo. Bueno, y su mujer, pero ella no cuenta; está muerta.

Al girarse, el vampiro reconoce una cara conocida que ha metido sus narices en el libro que Miklos supone que se ha llevado como compañía—. Vaya, debes ser el alma de la fiesta por lo visto. Joder, ¿tú nunca te diviertes? —la pregunta sale disparada de la boca del hombre. Se sienta a su lado, pidiendo un vaso con whiskey sin hielo—. ¿Debo presentarme? Estoy seguro de que me conoces. Estamos al servicio de la misma mujer.

Con una pequeñísima pero apreciable diferencia: Miklos siempre le ha sido más leal a Darvolya que a la Condesa. Pero como son un único ser, pues digamos que son la misma mujer.

La información es poder, eso es algo que el brujo sabía de sobra y por ello cuando necesitaba obtener esta no dudaba acudir a lugares ciertamente concurridos, ¿algún lugar en particular?

Los bares, ¿por qué? En aquel tipo de lugares que a alguien se le soltase la lengua y hablase de más era algo bastante habitual por lo que conseguir información valiosa del borracho de turno podía ser algo bastante fácil sobre todo si se trataba del expresionista quien había sobornado al camarero para que le contase lo que averiguara sobre cierto temas de su interés.

Por eso estaba allí refugiándose tras un libro, esperando que el tiempo pasara hasta que el chico tras la barra le indicara que el cliente en cuestión que le interesaba estaba lo suficientemente borracho y entonces se encargaría de lo demás. Pero no todos eran tan inteligentes como él cuando aquella voz se dirigió a él-No entenderías mi forma de diversión, está claro que vemos la vida e formas muy distintas-respondió con desinterés mientras pasaba otra página de su libro con sumo cuidado.

Y cuando le vio sentarse junto a él soltó un suspiro, no le dejaría tranquilo-Eres Miklos Pálffy, estás al servicio de Lady Marena o Mistress Darvolya como algunos deberíais de referiros educadamente a ella-le hizo saber-En efecto te conozco pero no tienes aun mi respeto así que para mí eres Miklos el Pánfilo ya que podrías dedicar tus esfuerzos en ser el terror del pueblo en lugar del "terror de las nenas"-y pasó otra página como si el contrario para él no significase nada porque en el fondo no era nadie para él.